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Capítulo 4

A la mañana siguiente voy corriendo a clase para tomar la primera lección del día.

El señor Foster continúa explicando pero yo no escucho. Mi mente permaneció en lo de anoche.

Tal vez, sólo tal vez, estaba siendo un imbécil. Después de todo, Jennifer me había pedido que ayudara a su mejor amiga y la había abandonado en un lugar lleno de extraños.

El remordimiento me devora desde adentro hacia afuera todo el día. Cuando termino la clase al mediodía, me encuentro en casa del entrenador ensayando un discurso de disculpa.

También traje a Coco, tal vez ver al cachorro la ablandaría.

Cuando Elsa la abre me mira como si quisiera matarme. - ¿Qué deseas? –

-Discúlpate por lo de ayer. - Yo digo.

-No acepto tus disculpas, ahora vete. – dice fríamente e intenta cerrar la puerta.

La detendré. - Por favor escuchame. – Me agacho y recojo a Coco. – ¿Cómo puedes decirle que no a esta carita? –

Su expresión se vuelve confusa. – ¿Por qué trajiste al perro contigo? –

-Porque es lindo y tal vez te hizo más favorable al perdón. – Lo admito sin rodeos.

Elsa me mira, luego mira al perro, finalmente suspira y abre la puerta. – Odio tener que perdonar incluso a mi asesino. – extiende la mano y acaricia la cabeza de Coco.

-Me gusta, pero deberías conceder tu perdón a quien lo merece. – le digo mientras entro.

-¿Y te lo mereces? –

-Parece que sí, ya que tienes a mi perro en brazos y yo estoy en tu casa. – respondo encogiéndome de hombros.

Me muestra el dedo medio y se dirige hacia la sala.

Tiene una sudadera azul claro y jeans claros. Lleva el pelo color vino tinto recogido en una coleta alta y gafas para leer. Está descalzo.

Se sienta con las piernas cruzadas en el sofá donde también está su padre. Cuando me ve, frunce el ceño. – ¿Jack? ¿Lo que sucede? –

-Vine porque Elsa quería conocer a Coco. - mentón.

Por suerte ella me complace. - Ya. ¡Mira que lindo! – dice mientras mi perro le lame la nariz.

Es una escena tierna, que revuelve algo en mi estómago.

-¿Puedo dejarlo contigo todo el día? Iré a recogerlo esta tarde, antes de cenar. – digo tratando de distanciarme de ese sentimiento.

-¿Adónde vas? - ella pregunta.

-Con Jacks revisando un apartamento que Adam quiere alquilar con Lou. – lo cual no es del todo falso, excepto que la cita era a las cinco. – No puedo llevarla conmigo y ella no quiere estar sola en casa. –

Me mira evaluando las distintas respuestas. Luego resopla y responde. – Está bien, pero vuelve antes de cenar. –

Le sonrío. - Gracias. Sácala en una hora y no te daré ningún problema. –

En menos de cinco segundos ya estoy afuera, dirigiéndome hacia el auto.

Elsa

Coco está jugando con un peluche que le regalé hace un tiempo mientras estoy en una videollamada con J.

-¿Has adoptado un perro? – pregunta al verla.

-Oh, no. - Contesto. – Es de Jack. Sólo me pidió que se lo sostuviera. –

Ella levanta las cejas. – Por eso me pareció familiar. –

-De todos modos, tienes que enmendar el hecho de haberme puesto a Jack en el trasero. - Los recuerdo.

Se rasca la nuca. – Lo siento, pero tenía que hacerlo de alguna manera. Al menos no te trata como a una princesita con una armadura de cristal. –

Sacudo la cabeza. - Sí lo que sea. Ahora cuéntame ¿cómo te va? – le pregunto cambiando de tema.

-La verdad es que no he visto mucho de la ciudad. He estado abrumado por el trabajo todos estos días. – y se reveló la razón por la que no podía llamarme. – El clima es una mierda y solo duermo cinco horas por noche. –

-Vaya, eso debe ser una mierda. –

Él se encoge de hombros. – Es realmente agradable. Me gusta bastante el trabajo que tengo y la semana que viene la previsión es de buen tiempo, así que podré dar una vuelta por la ciudad. – admite con entusiasmo.

-Espero que sea así, ya sabes lo aburrida que es toda esa lluvia. – resoplé.

Coco ladra haciéndome saltar.

-¿La sacaste? – pregunta J.

Asiento con la cabeza. – Sí, antes de llamarte. – Me levanto y tomo al cachorro en mis brazos. – Los beagles son mis favoritos. – confieso, acariciando su cabecita.

-No esperaba a Jack con un perro. No parece ese tipo. –

-En cambio, cuando recogió a Coco estaba adorable. – digo antes de siquiera pensar. - ¡No, espera! ¡Me he equivocado! Quise decir que tampoco se parecía a él. – Me apresuro a aclarar.

-¿Mhhh? – gime, absolutamente consciente de la mentira que acaba de decir.

Sí, está bien, Jack con un perro en brazos era realmente adorable. Especialmente con esa cara de "por favor perdóname" que puso.

Miro mi reloj. – Mira, tengo que irme. Vendrá a buscarlo pronto y tengo que estar lista para darle el perro y cerrar la puerta antes de que mi padre le deje cenar aquí. –

Así nos despedimos.

Ha pasado una hora y ni siquiera la sombra de Jack.

Resoplé abatido. ¿Se había olvidado de ella? Imposible. Puede que sea el peor imbécil del mundo, pero olvidar a su perro también le parece demasiado.

Suena mi celular.

Hablar del demonio...

Acepto la llamada y me la acerco al oído. - ¿Listo? –

-¡Pitufina! – comienza su voz.

-¿Dónde estás? Dijiste que estarías aquí antes de cenar. Te doy una noticia, son las ocho y todavía no estás. –

Lo escucho resoplar. – Qué lindo eres cuando estás enojado. – dice con voz coqueta. – De todos modos, lo siento pero estoy en el tráfico. –

-Oh. – espera un segundo, ¿dijo que era bonita? Esto me pone caliente.

-Ya. Estaré en casa en media hora. O más si no se dan prisa. – anuncia. – ¿Te importaría traérmela si no llego antes de las nueve? –

-Me gustaría, pero no tengo las llaves de tu casa, aunque quisiera no podría entrar. – Se lo señalo.

Lo escucho reír. – Simplemente mira debajo de la alfombra y encuentra la copia.

Levanto las cejas aunque él no puede verme. – Vaya, qué puto escondite. – digo sarcásticamente.

Él jadea. – ¡¿Pitufina diciendo una mala palabra?! ¡No lo creo! - el responde.

-Que te jodan. – y finalizo la llamada.

Son las nueve en punto.

Jack no está allí.

Resoplé enojado y, lanzando al menos doscientas mil maldiciones a ese bastardo, tomé las llaves de mi auto.

Cierro la puerta y me dirijo a la casa de Jack, con Coco dormida en el asiento trasero.

T: lo siento, acabo de salir del tráfico.

Es el mensaje que me envía cuando llego debajo de su edificio.

Estaciono el auto y respondo.

S: Acabo de llegar a tu casa. Date prisa y llega allí.

T: Acabo de estacionar.

T: espera.

Suspiro y guardo el teléfono.

Coco tira de la correa para poder llegar a una farola cercana.

-¡Ey! – Jack se une a mí unos momentos después. – ¡Lo siento, de verdad! –

Me encojo de hombros y le entrego la correa de Coco. - No importa. Buenas noches. – Intento adelantarlo para salir.

Pero me detiene y me dice: - ¿Quieres hacer algo mañana? –

Mi turno. – ¿¡Cuánto lo siento!? – pregunto sorprendido.

¿Se rasca la nuca, avergonzado? – Sí, bueno, ve a algún lado… -

Levanto una ceja. – ¿Quieres salir conmigo después de dejarme en un club lleno? –

El asiente.

-No. – respondo secamente.

-¡Esperar! por favor dame otra oportunidad! –

Sacudo la cabeza. - No. -

-Si no quieres hacerlo por mí, hazlo por Jennifer. - él dice.

¡Maldito sea!

Me doy vuelta de nuevo. - Te odio. –

-Entonces te veré aquí mañana. A las once. - Él dice.

-Pero no dije que sí. –

Se da vuelta y camina hacia la puerta de entrada. – Mañana a las once. Puntual, eh. –

Me quedo quieta, completamente sorprendida por nuestra conversación.

Jack

-¿Quieres seguir adelante? – digo molesto.

-¡Un momento! – Responde Elsa, con el mismo tono indignado que yo había usado.

Miro la hora en mi teléfono. – ¡Deberías haber estado listo hace diez minutos! –

Al final decidimos encontrarnos en uno de los bares de la universidad, ya que él tenía un recado que hacer.

-¡Un minuto! –

Se encerró en el baño para cambiarse, viendo como uno de los camareros accidentalmente derramó un café y le ensució la camisa.

-Tienes suerte. Yo había comprado uno. – me informa nada más salir.

Es una sudadera negra clásica con el logo del campus.

-¿Podemos ir? – pregunto cruzándome de brazos.

-Sí Sí. –

Siguiendo las indicaciones del navegante, porque nunca hubiera recordado todo el recorrido.

-¿Puedes decirme adónde vamos? – me pregunta Elsa.

-Tu lo descubrirás. – Le respondo simplemente.

Unos minutos más tarde encuentro aparcamiento.

-Llegó. – Te informaré.

Elsa mira por la ventana y luego se vuelve hacia mí. - ¿El cine? -

-¡Sorpresa! – exclamo.

-¿Por qué me trajiste aquí? –

Estaba a punto de responder cuando una voz me detuvo.

-¡Cabron! – Recibo una palmadita en la espalda.

-Hola, pendejo. – Le devuelvo la palmadita a Jackson.

-¡Hola pequeño! – saluda alegremente Elsa.

Sus mejillas se vuelven rosadas. – H-hola. – entonces mírame.

-Pensé que como deberíamos ser suaves con la gente, salir con Jacks, que no te importa… –

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