Capítulo 3
Me sorprende encontrarme frente a mí a una chica que no conocía.
-Um, ¿estás buscando a Adam? – ha sido mi compañero de cuarto desde que Jacks hizo que Haily se mudara con él.
Ricitos de Oro balbucea un saludo. – Soy Jennifer, la mejor amiga de Elsa. –
Bien, esta es una situación extraña. – Oh, por eso no me parecías una cara nueva. ¿Qué necesitas? –
-Um... Me voy a Dublín en una semana. Estaré fuera por un año. - me informa.
-Bueno, me alegro por ti, pero ¿qué tengo que ver yo con eso? –
La dejo entrar mientras sostengo a Coco para que no salte sobre ella para jugar.
-Es para Scar. –
Le ofrezco una bebida pero ella se niega diciendo que solo prefiere un vaso de agua.
Él paso. – ¿Qué le pasa a Pitufina? –
Él frunce el ceño. – ¿Pitufina? –
-Elsa. - Te digo. – ¿Qué tengo que ver con ella? –
-Oh nada. Excepto que no podré estar con ella este año y tengo miedo de que se retraiga aún más en sí misma. –
-Repito: ¿qué tengo que ver yo con eso? –
Me mira con sus ojos azules. Mendigar. – ¿Puedes cuidarla? Te lo ruego. –
Ahora estaba muy confundido. - ¿Por qué? –
-Porque eres el único que no la trataría como a una niña. Llévala a salir, déjala tener algo de vida social, siempre tomándolo con calma. –
-¿Quieres que cuide a tu amiga? –
El asiente. - Exacto. –
-¿Qué gano? – pregunto cruzándome de brazos.
-Tú eres quien quería conocer a la verdadera Elsa. Qué mejor ocasión. – dice encogiéndose de hombros.
Ahora tienes mi atención, Jennifer. - Lo pensare. –
Él niega con la cabeza. – No, quiero una respuesta ahora. –
Pongo los ojos en blanco. Me agaché para acariciar la cabecita del perro, que mientras tanto seguía saltando a mi alrededor. – Está bien, acepto. –
Ella me sonríe. - ¡Mil gracias! –
La estoy acompañando hacia la puerta cuando ella se da vuelta y me señala con el dedo. – No te atrevas a tocarla o te haré tanto daño que ni te lo imaginas. –
Echarse a reír. – ¿Y qué debería hacerle? –
-Tienes cierta fama de haber tenido bastantes chicas en los últimos cuatro años. Así verás claramente lo que tienes que hacer. Mantén esas manos para ti. –
Levanto mis manos en señal de rendición. - Está bien. – también porque de lo contrario el entrenador Read me habría pateado el trasero si alguna vez tocara a su hija.
Cuando estoy en el hielo es como si mi mente se desconectara de todo. Solo somos yo y el hielo.
Pero desde hace dos años algo me distrae.
En realidad, alguien.
Pequeña Elsa.
Todos los viernes está ahí para ver nuestro entrenamiento.
También hoy.
Está sentada en la última fila de las gradas, tan alta que apenas puedo distinguir si lleva gafas o no.
Por supuesto que los tiene. Cuando estudia o lee siempre los usa.
Llega a anticipar algunas tareas para las próximas semanas cuando ve a doce hombres chocar entre sí para meter el disco en la red. Está inclinada sobre su libro de español. Lo sé porque es el idioma que le resulta más fácil de aprender y en un ambiente ruidoso como este puede estudiar casi sin problemas.
Ha pasado más de una semana desde que tu amigo me propuso ese trato.
Se fue hace dos días y en este tiempo nunca he visto a Elsa por aquí, excepto en las lecciones o hoy.
Jackson viene hacia mí y me empuja con el hombro.
Dejo de pensar en Elsa y vuelvo al juego.
Elsa
Cuando J se fue las primeras horas no sentí la diferencia, ahora es como si tuviera un vacío por dentro.
Ella es como una parte de mí y sin ella estoy vacío.
Estoy sentado en las gradas haciendo mis deberes de español.
Echo de menos transcribir la última parte del ensayo en español sobre la historia de España.
Me ajusto las gafas en la nariz y termino de escribir las últimas cosas.
Estoy tan concentrado en estudiar que no noto que hay alguien sentado a mi lado.
Ni siquiera miro hacia arriba para ver quién es. Seguramente alguien que vino a cabrear a los niños.
-Vamos a tomar algo, ¿vienes con nosotros? –
Me detengo y abro los ojos.
Cuando me doy vuelta encuentro a Jack cerca.
-¿Qué-qué? –
Él está hablando por teléfono enviando mensajes de texto a alguien. – ¿Vienes a beber con nosotros? - el repite.
-No. – Respondo más convencido de lo que pensaba.
Él se encoge de hombros. – En realidad, no tienes muchas opciones. –
Frunzo el ceño y apreto el libro contra mi pecho. - ¿Qué quieres decir? –
-Lamentablemente soy tu niñera. – responde con indiferencia.
-¡No tu no eres! –
Él resopla y finalmente me mira. Sus ojos verdes me miran fijamente. – Al parecer sí, en cambio Pitufina. –
-¡Deja de llamarme así! - Me sonrojé. Odio ese apodo y él lo sabe. - ¡Salir! –
Él pone los ojos en blanco. – ¿Sabes lo que hizo tu amigo? –
De repente vuelvo a fruncir el ceño. – ¿J? ¿Qué hizo él? –
-Hace unos días se presentó en mi casa y me pidió que te vigilara, te dejara salir a divertirte y no dejarte siempre en casa. –
¡Bastardo traidor!
-Estoy bien solo en casa. - Respondo.
-Puede que sea como dices, pero lamentablemente no tengo mucha opción. O vienes tú o vuelve tu amigo y me desnuda el culo. –
Ahora mismo estoy hirviendo de ira hacia Jennifer. Cuando regresa la estrangulo.
Se levanta. - Entonces ven. –
Él extiende su mano, pero no la tomo.
Jack se rasca la cabeza con exasperación. – Seremos sólo yo, Adam y Ty. Los demás tienen mejores cosas que hacer. - me mira. – Ahora levanta ese trasero perfecto tuyo y ven. –
Estoy ardiendo por sus palabras. Pero ese tono no aceptó un no por respuesta, así que por mucho que me odie en este momento, lo sigo desde las gradas.
Llegamos al grupo.
Adam tiene su bolso al hombro y un cigarrillo apagado entre los labios. - ¡Finalmente! ¿Deberes? – entonces se da cuenta de mí. – Pequeña, el entrenador fue a la oficina, si tienes que ir. –
Jack habla por mí. – En realidad, ella también viene. –
Los dos me miran sorprendidos. Adam también se quita el cigarrillo de la boca. - ¿¡No lo creo!? ¿Vienes con nosotros por tu propia voluntad o este imbécil te obligó? –
Quiero decirle que en realidad sí, me obligó, pero no lo hago. Sostengo el libro de texto en mis brazos. – Por iniciativa propia. Quería cambiar. –
Ty me rodea los hombros con el brazo y comenzamos a caminar hacia la salida. – Bueno, amigo mío, ¡nos estamos divirtiendo los tres! –
Estoy sentado en el sofá de un bar entre Adam y Ty con un vaso de no sé qué trago en la mano y sólo sé una cosa: ¡me quiero hundirme! ¡Ahora!
¿Por qué acepté?
¿Qué parte de mi cerebro pensó que era prudente seguir a Jack?
"Solo seremos Adam, Ty y yo", dijo.
En cambio, un amigo suyo lleva veinte minutos intentando hablar conmigo.
Había llamado a mi papá para decirle que llegaría tarde a casa y que saldría con ellos, pero ahora quería irme.
-A-adam, ¿podemos...? – Me giro hacia él mientras el chico, claramente borracho, seguía hablando. Pero mi amigo se convirtió en una especie de sanguijuela y se pegó al rostro de Lou, su novia.
Bueno. Adán se ha ido.
Intento con Ty, pero él también se levantó y fue hacia Mary.
Jack desapareció cuando entramos al club.
-Um… lo siento, voy al baño en segundo lugar. – le digo al chico levantándose lo más rápido posible y escabulléndose.
Estoy a punto de llegar a la salida cuando Jack aparece frente a mí.
-¿Adónde vas? - él pide.
-Me voy. – Respondo intentando superarlo.
No da señales de dejarme ir. – ¿Con qué coche? – agita las llaves de su auto en mi cara.
Hay mucho para tomarlos. – No puedo quedarme aquí. –
-Sí tu puedes. –
-¡Claro, con esos dos que en diez minutos nos encuentran haciéndolo sobre las mesas, tú que desapareces cuando deberías estar vigilándome y ese borracho que no puede esperar a que no sea que yo se lo dé! – Descarto la frustración de esa noche.
Lo empujan. – Ahora, si no te importa, llamaré a un taxi y me iré a casa. –
Tal vez sea por el alcohol que bebí, que no soporto, o por el hecho de que estaba furiosa con él y J, pero logro evitarlo y dirigirme hacia la puerta.
Cuando salgo de la habitación respiro aire limpio.
¡Libertad!
Todavía le zumbaban los oídos por la música alta.
Llamo a un taxi y, por suerte, llega en unos minutos. Entro y le doy al taxista la dirección de mi casa.
Nunca volvería a salir con ellos. Poco pero seguro.
Jack
Vale, tal vez traerla aquí y luego dejarla sola con Adam, Ty y sus hijas no fue la mejor idea del mundo.
Estoy sentado en su asiento y tomando el tercer trago. Elsa había estado ausente durante una hora.
Empiezo a mirar alrededor del lugar para encontrarme con una morena que prácticamente me está comiendo con la mirada.
Ella está muy buena así que la miro.
-¡Oye, Jack! – Ty grita para hacerse escuchar por encima de la música a todo volumen.
-¿Mmm? – De mala gana aparto mis ojos de la morena.
Me entrega el teléfono. - Para ti. –
Lo tomo y lo acerco a mi oreja. - ¿Sí? –
-¡Qué carajo hiciste! – grita la voz de Jennifer desde el otro lado del teléfono.
-Dímelo tú, creo que lo sabes bien. – Respondo con calma.
-¡Te pedí que fueras despacio! ¿Y qué es lo primero que haces? - ella grita. – ¡La llevas a un lugar muy concurrido, la dejas sola, con un borracho que no conoce de nada y luego la dejas ir sola a casa! –
Me levanto y salgo para escuchar mejor (a pesar de que ella gritaba tanto que podía escucharla incluso con la música a todo volumen). - ¿Entonces? –
-¿Entonces? ¿¡Incluso me preguntas!? ¡Solo te pregunté una cosa! A. Solo. Qué. – ella está furiosa. – Nunca debí dejarla en manos de un idiota como tú. –
-Gracias por el cumplido. - Te digo.
Sigue un momento de silencio. – Olvida todo lo que te pidió. Mantente alejado de ella. –
-Entonces ¿a quién le vas a pedir que la cuide? ¿Adán? –
-Sí. –
-La trata como a una niña. - Los recuerdo.
La oigo resoplar. –Tyler. –
-Tiene mil cosas en qué pensar, no creo que te diga nunca que sí. –
-Jackson. –
-Tiene demasiados problemas que resolver. –
Está a punto de responder pero se detiene.
Una sonrisa aparece en mi cara. – Soy tu única esperanza. –
-Desafortunadamente. – suspiros. – Encuentra una manera de compensar a Scar y a mí. –
-Sí, señor. - broma.
-No hagas que me arrepienta. – luego ataca. Le devolvió el teléfono a Ty.