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3. El caos

—Hola querida Familia —comenzó a hablar el abuelo en su video, se veía lleno de vida y sonriente—. Si están viendo este video, es porque les acaban de leer mi testamento. Sé que, durante mi larga vida, los llené de comodidades y les expliqué que todo lo que tengo es gracias al fruto de mi trabajo desde joven. Y en cierto modo lo fue, pero tuve una gran ayuda en mis inicios, para poder iniciar mi negocio. Y esa ayuda vino de mi viejo amigo Lorenzo Di Cavalcanti. Quien para cuando yo eran un niño de 18 años me enseñó la labor del trabajo, él ya provenía de una familia adinerada y había heredado una gran fortuna por la muerte de sus padres. Por aquella época los matrimonios por conveniencia en algunas familias se cumplían aun, como todos ustedes saben, el de mi amada Sofía y el mío fue así un acuerdo entre familias. Con el tiempo la llegué amar y me enamoré profundamente de ella, hasta que Dios se la llevó. En fin, los que les quiero explicar es, que mi amigo Lorenzo y yo hicimos un acuerdo donde nos hacíamos socios en el surgimiento de la empresa, él me daba el dinero y yo me hacía cargo y responsable de todo, ya que él tendría que irse a manejar las empresas en Italia. El acuerdo que realizamos está legalizado y notariado, se los digo por si no quieren cumplir dicho acuerdo. Es obligatorio de no hacerlo quedarán en la calle. Sé que no pensé cuando lo hice y acepté, era un niño inexperto, y tanto mi amigo Lorenzo como yo no nos imaginamos que la sociedad evolucionaría tanto. Pero el daño está hecho y solo quiero sinceramente pedirles disculpa a todos en especial a Marcos y a mi querida Julietta —la sala estaba en total silencio, solo se escuchaba la respiración de los presentes y mis sollozos. Que se intensificaron al escuchar las últimas palabras del abuelo y ver cómo él las decía llorando—, que son los únicos capaces de cumplir este trato. El acuerdo consiste en que tanto Marcos como Julietta, deberán contraer matrimonio con los bisnietos de mi viejo amigo Lorenzo Di Cavalcanti. Les pido perdón y espero que no me odien por mis errores de la juventud. Solo les pido que si desean seguir viviendo como hasta ahora, cúmplanlo, de lo contrario no sé qué será de ustedes...

Y con esas últimas palabras culminó el video...

Pero yo me encontraba procesando las palabras de mi abuelo....

Julietta... Marcos... Matrimonio.... Ruina.... Perdónenme y no me odien...

El caos

El caos. Que mejor palabra para describir lo que siento. Mi mente daba vueltas, aún no lo podía creer, el como un suceso te puede cambiar la vida. Y de repente, todo explotara mi alrededor.

La sala explotó en discusiones, solo se escuchaba:

¡QUÉ DEMONIOS!

¿SE VOLVIÓ LOCO EL VIEJO?

¡YO NO PIESO VIVIR EN LA CALLE!

¡ESTAMOS EN PLENO SIGLO XXI!

¡ESTO ES UNA LOCURA!

Yo aun no reaccionaba, pero en lo que Marcos me habló volví en sí.

—¡Julietta! ¡Acabo de entender mal o el abuelo nos arregló un matrimonio a los dos! —me preguntó.

Pero los gritos de mis tíos y primos seguían. Me levanté y grité a todo pulmón.

—¡SILENCIO!...

Y vaya que funcionó, todos se callaron. Me dirigí directo al italiano.

—¡Tú! —le dije señalándole con un dedo— ¿por eso estás aquí? ¿verdad?

El italiano se paró derecho y se acercó para hablarme, pero mi padre se interpuso.

—No pienso sacrificar a mi hija por una herencia —dijo. Y más vale no hubiera dicho eso, porque la sala estalló de nuevo con quejas.

Luego de un buen rato de escuchar comentarios como:

¡ESTÁS LOCO HAY QUE CASARLOS!

¡NO PIENSO SER POBRE!

¡HAY QUE CUMPLIR EL TRATO!

Todos se calmaron. El italiano intervino nuevamente, pero esta vez se refirió a todos.

—Señores calmémonos por favor. Hablando se soluciona todo —dijo.

Marcos quien se encontraba ahora conmigo en el medio de la sala, se enfrentó al italiano.

—¿Nos puedes explicar de qué coños va esto? — le espetó.

—Señores por favor, si me permitieran hablar, se los agradecería mucho —dijo algo cansado por la situación. Al ver que nadie dijo nada continuó—, yo sé que esto les parecerá una locura, estamos en una época donde ya los matrimonios arreglados dejaron de practicarse. No son los únicos extrañados.

—¿En serio? —le dije con sarcasmo.

—Sí. Mis sobrinos tampoco están muy contentos con el hecho de casarse con dos extraños —no me quitó la mirada al decir esto—, a ellos también les afectó.

—¡Perfecto! —chilló mi padre—, si ellos no quieren y nosotros tampoco, no hay porqué llegar a cumplir este estúpido acuerdo.

—Se equivoca señor —le respondió el italiano—, para amabas familias es un riesgo, aquí tengo una copia del acuerdo, tanto el notariado en Italia, como el que es notario aquí —le pasó las copias de el documento a mi padre—, allí podrá observar claramente donde dice, que si esta familia no cumple con el trato, no tocaran nunca la herencia y pasaría hacer nuestra. A sus ves, puede ver, que también dice, que si nosotros no cumplimos, nuestro dinero sería entregado a una fundación. En pocas palabras ambas familias quedarían en la ruina. No hay forma de escapar para ninguna familia.

La familia entera estaba muda, analizando la situación. Mi padre releía el documento sin parar, el italiano optó por sentarse, pero sin quitarme la mirada, como si pensara que en cualquier momento saldría huyendo y, créanme, las ganas no me hacen falta. Me suena muy tentativa la idea de huir y mandar a la mierda a todos.

—Señorita Julietta —me llamó el italiano, sacándome de mis pensamientos—, me permitiría unas palabras en privado con usted y su primo.

—Claro. Vamos Marcos, hablemos con el señor en mi habitación. Allí tendremos más privacidad —le dije y este le indicó al italiano que nos siguiera, subimos a mi habitación y nos sentamos en la pequeña sala que tenía en ella, si tenía una mini sala, mi habitación era una de las más grandes en casa, era como un mini apartamento sin la cocina.

—Siéntese —le indiqué. Marcos por la confianza que tenía. ya lo había hecho—, ¿de qué quiere hablar con nosotros?

—Verán, tanto ustedes y mis sobrinos. son victima de la locura e ignorancia de estos viejos cuando fueron jóvenes, pero debido al que los documentos fueron notariados, la ley nos obliga a cumplirlo. Pero, el documento que nosotros tenemos, que fue hecho por mi padre es mas explicito que el de ustedes. Ya que lo redactó unos años después y modificó las condiciones, dice que los involucrados deben pasar un periodo de 3 meses conociéndose antes de casarse —mi primo y yo nos miramos—, también específica que, si durante esos 3 meses no logra surgir por lo menos una amistad entre las parejas, deberán ser sometidos a dos meses más de convivencia. Estipula también que, si no surge amor, el matrimonio deberá durar un mínimo de 5 años y deberán tener un heredero durante ese periodo. Hasta entonces seguirán las familias como estaban, pero al pasar los 5 años se abrirá el caso para legalizar la herencia.

—¿Esto es una locura? —dijo al fin mi primo—, no solo nos debemos casar, ¿sino que debemos de tener un hijo con esa persona en un periodo de 5 años, si no, igual quedaremos en la ruina?

—No —dijo el italiano—, si ustedes se casan, cumplirán con el trato y su familia quedará libre de todo. Esto solo se aplica para mi familia.

—¡Wow! Pobres ellos deben de tener más presión que nosotros —dije.

—En eso tienes toda la razón —me respondió el italiano, vaya piésense que solo lo había pensado, pero mi subconsciente me traicionó.

—¿Entonces qué hacemos? —preguntó Marcos, que por lo visto se limitaba a escuchar.

—Por los momentos calmar a la familia —dije. Era lo mejor, en especial a mi padre.

—Y a tu padre —me indicó el italiano—, no está muy contento.

—Lo sé —dije.

—Sería bueno que partamos para Italia en un par de días ¿si a ustedes no les molesta? —nos miró a ambos—, sería bueno iniciar con el periodo de conocerse. Puede que a lo mejor todo salga bien y surja el amor.

Tanto mi primo como yo lo vimos de hito en hito.

—¡Eww! No sé tú Julietta, pero yo tengo una novia —comentó mi primo—, ¿cómo le explico que me voy a casar y no es ella?

—Te entiendo, pero gracias a Dios yo no tengo a nadie. ¿Puedo preguntar qué edad tienen tus sobrinos? —pregunté.

—Claro. Evangelina tiene 23 años, es quien se casará contigo, Marcos, sé que tienes 23 años, por eso creo que se llevarán bien. Christiano tiene 25 años y es un joven de negocios, a su corta edad ya está trabajando en el negocio familiar, es el que se casará contigo, Julietta.

Es unos años mayor que yo. Pensé, solo espero que todo se dé bien entre los dos.

—Bueno —comencé hablar mientras me levantaba—, es hora de bajar y hablar con todos. Sobre todo, con papá antes de que le dé un infarto.

Bajamos y le explicamos a la familia que tanto Marcos y yo viajaríamos en unos días a Italia. Mi padre fue el único que no se mostró muy contento con la decisión.

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