2. Lectura del testamento
Lectura del testamento
El entierro fue rápido para mi sorpresa, por petición de mi abuelo dijo que él odiaba los funerales y que cuando él muriera todo fuera rápido. Y así fue.
Durante el funeral me percaté de la presencia del tal Paulino di Cavalcanti. Ya que sus constantes miradas a mi padre y a mí, me tenían algo incomoda.
Al llegar a la gran casa mi padre me indicó que subiera a mi habitación, que él me llamaría cuando vayan a hacer la lectura del testamento.
Para serles sincera me sentía agotada, así que no discutí con él y me fui como buena hija a mi cuarto.
Me acosté en mi cama y el sueño me venció, pero al pasar el rato unos besos en la frente me despertaron, era mi padre y su forma de despertarme. Coloqué una gran sonrisa en mi cara, me gustaba cuando mi padre se portaba así cariñoso.
—Despierta princesa. Ya es hora —me dijo mi padre besándome de nuevo.
—Voy, déjame lavarme los dientes y cambiarme a algo más cómodo y bajo —le dije.
—Jul.... primero me gustaría hablar contigo —lo noté algo incómodo y tal vez nervioso.
—Dime papá —le dije desde el baño— soy toda oídos.
—Hija, así no quiero hablar, termina lo que estás haciendo y te sientas a platicar conmigo —me dijo mi padre desde el cuarto, debo de reconocer que mi relación con él es de más bien de amigos, es un padre compresivo.
Terminé de arreglarme y me cambié por unos jeans y un suéter negro y me acerqué a mi padre.
—Hija... —los nervios no lo dejaban hablar.
—Papá, deja los de nervios, porque lo puedo notar y dime qué es eso de lo que quieres hablar conmigo —traté de que con eso se relajara.
—Es algo que no encuentro cómo decirte y que me confesó el abuelo antes de morir —dijo sin mirarme.
—¿El abuelo? —pregunté—, ¿qué te dijo? —pregunté sentándome a su lado.
—Es algo que incluye a toda la familia, en especial a ti y en cierto modo a Marcos. Pero de eso te enterarás en la lectura del testamento, solo te quiero pedir que no corras a cumplir los deseos del abuelo. Piensa primero en ti. La familia se puede arreglar o ver cómo se las arregla. Te conozco.
—Papá... Dime de qué se trata, me estás asustando, qué fue lo que te dijo el abuelo —ya a estas alturas me encontraba entre nerviosa, angustiada e intrigada, por lo que mi padre ya sabía y no me quería decir.
—Solo sé que nos dejó un video, donde nos explica a todos, él solo antes de morir me dijo que tú y Marcos son los salvadores y que de su parte les pidiera perdón, que cuando hizo eso no pensó, en esa época ese tipo de acuerdos eran los más comunes —me dijo mi padre sin mirarme a los ojos.
—¿Tiene que ver con el señor de la cocina? —pregunté.
Mi padre por fin me miró a la cara.
—¿Por qué lo preguntas? —preguntó con los ojos muy abiertos, sorprendido tal vez por mi pregunta.
—Porque cuando iba de la cocina, escuché cuando le decías que yo aun no sabía nada —confesé.
—En realidad... —Mi padre se cayó al ver cómo mi madre entraba en mi cuarto sin tocar como de costumbre...
—Queridos, ya es hora, solo faltan ustedes —nos indicó mi madre.
Nos levantamos y nos dirigimos a la gran sala de estar, donde un gran televisor estaba ya instalado en el medio de ella y todos ya estaban esperando, incluso el italiano, quien a penas me vio no me dejó de mirar.
Pude notar la tensión en el ambiente, era muy fuerte, todos estaban serios e impacientes. Los mayores esperando de seguro saber qué sería lo que heredarían y los jóvenes deseosos de salir huyendo de la casa.
Me senté junto a Marcos. El abogado, un anciano, al ver que estábamos todos presentes inició su discurso.
—Señores y Jóvenes, mi más gran sentido pésame a todos ustedes —dijo el abogado poniéndose de pies—, ya que todos estamos presentes, he de iniciar con la lectura del testamento de Don Américo del Corral.
Inició indicando que el primer deseo del abuelo es que la casa estuviera a nombre de todos y que nunca se vendiera, en pocas palabras que siga siendo de ratonera, explicó que a cada hijo se le dejaba por igual cantidad de su dinero que equivalía a cifras de 35 millones de dólares por cada uno. A sus nietos cifras de 20 millones de dólares y a sus bisnietos tantos los dos únicos mayores de edad, es decir, Marcos y yo, y los que aun eran niños la cifras de 15 millones de dólares para cada uno.
A cada hijo le dejó la misma cantidad de acciones en la empresa. Repartió las propiedades como casas en el extranjero y en el interior del país equitativamente.
Y finalizó indicando lo que cambiaría mi vida y la de Marcos para siempre...
—Es de indicarles —continuó el abogado—, que todo esto será de ustedes solo y cuando el acuerdo estipulado hace 70 años con Don Lorenzo Di Cavalcanti sea cumplido.
Terminó de decir. Todos nos miramos y el único que no se veía sorprendido era el italiano.
—Es por eso que se encuentra presente el Señor Paulino Di Cavalcanti —indicó el abogado haciendo un gesto con la mano en dirección a donde se encontraba el susodicho.
—Para explicarles mejor vamos a ver el video que les dejó Don Américo —el abogado encendió el televisor y se sentó para observar.
Apareció el abuelo en la pantalla y a mí se me llenaron los ojos de lagrimas...