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Capítulo Tres

Gimiendo y moviendo su cadera en círculos lo apretó contra su entrepierna haciendo que la lengua penetrara aún más, Marcos mamaba con toda su experiencia seguro de que ella seguiría reaccionando ante su habilidad indiscutible.

Buscando mayor contacto de su boca con la rajada, metió sus manos bajo las carnosas nalgas y la levantó un poco, Julia, tenía sus piernas completamente abiertas y nada de su intimidad escapaba a las miradas y caricias del lujurioso hombre que gozaba como nunca antes lo había hecho con alguna otra mujer.

Ella se estremeció gimiendo con verdadero placer, él comprendió que había logrado su propósito, Julia, llegaba al rico orgasmo que la recorría con toda intensidad.

Marcos se mantuvo unos minutos más mamando aquel rico papayón para luego separarse y seguir ascendiendo con su boca por la estrecha y bella cintura, la cual era marcada de manera perfecta y plena, sin dejar un solo sitio por recorrer y ensalivar a su paso.

Vientre y ombligo fueron besados, para luego llegar hasta los abultados pechos, en donde su boca mamo los deliciosos pezones que ya estaban completamente erectos.

Mientras mamaba, su cuerpo se colocó sobre el de Julia, y su miembro buscó la entrada de aquella empapada vagina, con suavidad empujo y penetro un poco, insistió y la reata avanzo sin dificultad alguna, por fin todo su chile estuvo por completo en el interior de ella, llenándole la rajada, Julia, se abrazó al cuerpo de aquel hombre que la tenía ensartada y se la parchaba de esa manera tan deliciosa para su pasión.

Sus caderas se movieron iniciando un vaivén cadencioso y cachondo que los llenaba de lujuria y placer, los dos seguían un ritmo perfecto, como si toda su vida hubieran estado acoplados y el movimiento viniera con ellos desde el principio de la vida como algo natural que los motivaba a moverse de aquella manera.

Y es que en cuestiones de amor no se tiene que estudiar mucho, aunque si se tiene que practicar, que es lo que realmente ayuda a que uno se vuelva amante perfecto, de otra manera sólo se hace el ridículo y no se cumple como es debido.

Sus sexos se restregaban en una agradable y deliciosa limada, nuevamente ella se estremeció de placer al llegar a un segundo orgasmo.

Él también sintió que todos sus músculos se tensaban en el momento preciso en que se vaciaba dentro de aquella exquisita y estrecha vagina, que le había parecido, magnifica, justa al tamaño de su reata, lo que la hacía insuperable, deliciosa, única, era una pucha increíble, ya que se ceñía al miembro con rica y sorprendente exactitud, como un guante de piel a la mano experta y amorosa.

Julia, no había abierto los ojos en ningún momento y al sentir que toda la acción terminaba, relajo su cuerpo y sus brazos cayeron a sus costados sin fuerza.

Marcos, notó que su miembro al perder potencia abandonaba por sí solo aquella rajada divina que había penetrado y limado por minutos.

Se levantó y contemplo a Julia, estaba completamente dormida, desnuda, como una diosa del amor, estaba tranquila, serena, hermosa. Meléndez se acostó a su lado y abrazándola con ternura se acomodó para darle su calor y cariño.

Poco a poco se fue quedando dormido como si nada hubiera ocurrido, en su rostro una sonrisa de plena satisfacción se quedó plasmada desde el momento mismo en que se vaciara en aquella pucha.

Horas después, los primeros rayos de sol penetraron por la ventana de aquella habitación y lastimaron los ojos de Julia, quién yacía sobre la cama, desnuda.

Intentó abrir sus hermosos ojos, sólo que, el sol se lo impidió, tuvo que volverse de lado para evitar la luz y poder ver donde se encontraba en ese momento.

Sus ojos recorrieron el lugar y no reconocía nada, trató de recordar cómo había llegado hasta aquel cuarto, aunque no pudo hacerlo, la cabeza le dolía de manera espantosa.

Tal parecía que de un momento a otro se le iba a abrir y todo lo que albergaba en ella botaría como un volcán en erupción. ¡Era la cruda del día!

Se sentó en la cama confundida y pensativa, estaba desconcertada, su mente no coordinaba bien, era como si regresara de un gran viaje. Se sentía cansada, fatigada, no obstante que durmió por varias horas estaba agotada y muy feliz.

Deseaba volver a acostarse y dormir por horas, pero todo aquello era muy raro, estaba confundida, no sabía realmente que hacer, pero su mente comenzó a recordar.

Ahora ya estaba segura de lo que había pasado y no se arrepentía del paso que diera, después de todo era algo que deseaba hacer y no podía quejarse del resultado de su aventura la cual fue más hermosa de lo que en realidad hubiera esperado.

Hasta ahí se quedó mi idea inicial por un momento pensé que la historia podía continuar con la llegada de Marcos, que había ido al baño a aventarse su meada matinal, y con todo el amor que sentía por ella le pediría matrimonio, se casarían y serian felices, digo, como terminan todas las historias de amor.

Otra idea fue que, él despertara a su lado y se burlara de la forma en tan fácil en que se la había parchado de esa manera ella se sentiría dolida y tal vez buscara la forma de vengarse lo cual podía ser en una segunda ocasión en la cual se le entregaría y luego le cortaría los huevos y la pinga con un cuchillo o unas tijeras, para que, el infeliz aventurero, aprendiera a no burlarse de las mujeres, el muy cabrón, además así obtendría su justo merecido.

Otro final que se me ocurrió fue que ella se burlara de él diciéndole que como amante era un fracaso y que había esperado más, aunque se encontraba decepcionada, en realidad, de su actuación, lo que haría que él se aferrara a ella y al final se casaran.

De cualquier manera, ninguna de esas ideas, me parecieron buenas y termine por desechar la idea inicial, o sea, toda la historia quedaba fuera.

Ahora me encontraba como en un principio, sin nada que ofrecerles, no había historia para contarles y el editor esperaba los manuscritos para mandarlos a la imprenta.

Eso les muestra que no es tan fácil hacer una historia porno, como se cree, hay que analizar todos los puntos de una historia ver que tenga sentido, que les despierte el interés a ustedes para que continúen leyendo y no a las primeras páginas manden a la fregada la novela y se busquen otra que les ofrezca lo que ustedes quieren.

Háganme saber, en sus comentarios, lo que piensan, para tener una mejor idea de que ofrecerles en las próximas publicaciones.

Fue entonces cuando me llegó una segunda idea, tal vez esta diera mejor resultado, así que me aferre a ella como un recién nacido a la teta de la madre que lo amamanta.

En esta segunda idea la historia comienza de la siguiente manera, al menos así pensé que podía comenzar y poco a poco tomaría forma:

Ernesto sujetó el delicioso cuerpo de Emma, por la estrecha cintura y con verdadera fuerza la hizo descender lentamente sobre su duro chafalote, violando los sonrosados y empapados pliegues de la ansiosa pucha que deseaba sentirlo todo.

No la ensartó, se contentó con pasar la roja cabezota de su chile, por los labios mayores del papayón de la muchacha, recorriendo toda la rajada, desde la punta del clítoris hasta el centro del fruncido fundillito.

—¡Ya déjate de jaladas, Ernesto! Y dame lo que quiero —gritó la bella muchacha que estaba más caliente que un cautín de técnico.

Ella movía las nalgas, anhelante, ansiosa por gozar de aquel duro pedazo de carne que tanto le atraía y que deseaba albergar en el interior de su empapada vagina.

Ernesto, sin hacerle caso se movió de un lado a otro, su inflamado garrote pasaba por la vagina llenándose de su miel y de su olor, sin decidirse a penetrarla de manera total y cachonda como tanto lo deseaban los dos.

Emma iba a decir algo más para quejarse de aquella espera que la desquiciaba, aunque él no le dio tiempo, de un firme empujón le sepultó todo el chafalote en la pucha haciéndola gemir con placer infinito y sonreír satisfecha.

Y comenzó el vaivén delicioso y rítmico, entrando y saliendo de la vagina, empujando y reculando a su libre antojo, sintiendo que ella se cimbraba y se emocionaba con cada metida, mientras lo abrazaba y le decía las cosas más obscenas que se le iban ocurriendo en ese instante.

Emma, estaba tan caliente que su pucha prácticamente chorreaba en miel, empapando la dura tranca de su amante, Ernesto, podía ver su reata y la cueva pasional de su vieja y sonreía al verse tan mojado.

Emma, apretó los músculos de su vagina y Ernesto, dio un respingo de gusto y placer. Aquella forma de hacer el amor, moviéndose en el sillón en el que se encontraban, era una de las cosas que habían tratado de hacer desde que se conocieran y se volvieran amantes él la había aceptado a ella entre las candidatas que se presentaran para solicitar el puesto de secretaria que estaba vacante en su oficina.

Ernesto, era un ejecutivo brillante y muy importante en aquella empresa de prestigio internacional, aunque eso no era suficiente para evitar la bronca que se le vendría encima si se llegaba a saber que se parchaba a su secretaria, como lo hacía.

Era algo que los dueños de la empresa no toleraban, eran muy estrictos al respecto, no se permitía que los empleados mantuvieran algún tipo de relaciones amorosas ya que eso por lo general causa broncas.

No le importaba, ese era un problema en el que podía pensar más tarde, ahora estaba gozando como loco y no se iba a detener por nada ni por nadie.

Así que se movió con toda la fuerza de que fue capaz y luego, usando sus piernas como apoyo se levantó del columpio y se lanzó con su amante al piso.

La deposito en el alfombrado piso dejándola de espaldas, con las piernas bien abiertas, dispuesta al sacrificio pleno, Emma, ya estaba bien caliente y quería seguir disfrutando de aquella reata que tanto le gustaba y de la que obtenía todo el placer que necesitaba para sentirse dichosa en total plenitud.

Por eso era que continuaba de amante de él, ese hombre sí que sabía cómo hacerla feliz con sus limadas y sus cachondeos, era todo un experto en el manejo del instrumento sexual y amatorio, era el único que había despertado la fiera sexual que era ahora y que había mantenido guardada en su interior.

Cuando él le clavó la lengua en la boca, Emma, la mordió con ternura, chupándola con dulzura, abrazó con sus manos la nuca de su amante y hundió los dedos entre sus cabellos, jalando suavemente de ellos provocando un placentero suspiro en él, quién la tenía bien rodeada por la cintura y fue bajando las manos con deliciosa lentitud hasta colocarlas sobre sus duras y apetitosas nalgas.

Le besaba el cuello y la garganta, luego el nacimiento de las ricas y apetitosas tetas, al mismo tiempo que le desabrochaba los botones de la blusa, lo hacía con gran habilidad, sin despegar el rostro del excitado cuerpo de la rubia, besándole la zona alrededor del sostén, le abrió la blusa, dejando al descubierto las dos gloriosas montañas de carne blanca, las chiches admirables, redondas, firmes, terminadas en una aureola rosada, con el pezón erecto, un poco más obscuro.

Emma, no pudo evitar gemir cuando él hundió sus dedos en las carnosas nalgas levantándola un poco más para acomodarse mejor y poder continuar con el rico palito que se aventaban en el piso, ahora tenían que gozar a plenitud.

Al tiempo que la levantaba, le besaba el busto, rozando las tetas, sus labios, al acercarse a los pezones, mordían la aureola haciendo que Emma, se estremeciera y sintiera el latir de su corazón, cada vez más acelerado, al grado de que sentía que se le iba a reventar por la excitación que la invadía.

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