Capítulo Dos
Marcos, que estaba sentado frente a Julia, se levantó y se sentó en el pequeño asiento junto a ella, casi podían rozarse.
Bebieron un par de tragos y estuvieron platicando de cosas sin importancia.
Ella recordó con claridad la noche del sábado cuando se encontraron en una reunión de amigos. Marcos, siempre la había pretendido, aunque ella no deseaba nada con él, de sobra sabia la fama que tenía de mujeriego y aventurero, todos lo sabían y lo comentaban de manera abierta y directa, él nunca se preocupó por desmentirlos.
En aquella reunión Julia, evitaba estar cerca de él, le gustaba y mucho aunque no quería dar pie a que él pensara a que era como todas, dispuesta a lo que él quisiera.
De pronto él se le acerco y sonriendo le tendió la mano.
—¿Quieres bailar conmigo...?
—Este... es que yo...
—¡Vamos! Viniste a divertirte no querrás pasarte la noche sentada —dijo él sonriendo.
—Está bien, vamos a bailar.
Julia, no pudo evitar sentir el estremecimiento que recorrió todo su cuerpo al momento en que él la tomo por la cintura y la acercó a su cuerpo, lo había deseado mucho y estaba tan guapo y varonil que la hacía vibrar con su cercanía.
Los dos siguieron el ritmo de la música, él aspiraba el delicado aroma de su perfume y sentía que toda su lujuria se enervaba.
—¿No te he dicho que eres la más hermosa de la fiesta? —murmuro él a su oído dejándole sentir su aliento y estremeciéndola.
—No, y aunque lo dijeras no te lo creería, eres un mentiroso —dijo ella.
—¿Mentiroso, dices? —él la veía fijamente— yo no puedo mentir en algo que salta a la vista, me gustas mucho, y te deseo como a nadie, eres divina... ¡Te lo juro!
—¡Por favor!... no digas eso, no tiene caso seguir mintiendo.
—No es mentira, con frecuencia sueño con besarte, con tenerte entre mis brazos y disfrutar de tu pasión, de tu fuego interno, con la ternura rica de tus caricias, la dureza de tus pechos, tu aroma excitante.
Me gustaría ser tu amante para estar a tu lado a todas horas, amándote, besando cada parte de tu ser. Tus pies, tus muslos, tu sexo que ha de tener un sabor y un olor delicioso, único, maravilloso.
—¡Calla! —dijo ella en un susurro nervioso— ¡cállate por Dios!... lo que van pensar los que te escuchen diciendo esas cosas.
—Pensaran que es cierto, que te amo... además tú me pides que calle porque mis palabras te trastornan, sabes que soy sincero y no puedes evitar vibrar al oírme.
—Suéltame, vamos a tomar algo —dijo ella resuelta, quería terminar con aquella situación que parecía absurda y molesta. Aunque dentro de todo era muy excitante.
El intentó detenerla por la cintura, ella dio un paso y se soltó. A su pesar, Marcos, la acompañó hasta la barra en donde servían las bebidas, ahí pidieron unos tragos.
Meléndez, la vio con atención cuando apenas y besó su bebida, y Julia, se disculpó diciendo que el licor se le subía muy rápido a la cabeza y no que-ría hacer el ridículo.
Él sonrió diciendo que estaban entre amigos y que nadie le tomaría a mal nada.
Se instalaron en una de las mesas del lugar y platicaron, Marcos, se mostró gracioso y ocurrente, la estaba divirtiendo, pero ahora sin intentar insinuarle nada. Ella estaba mucho más tranquila, aunque no por ello dejaba de estar alerta para cualquier cosa que se le presentara, Meléndez, por su parte, fingía una alegría que estaba lejos de sentir en aquel momento tan difícil.
Se encontraba frustrado y molesto por no haber podido seducir a Julia, como era su deseo, no lo aceptaba, era como una ofensa para su fama de conquistador infalible:
—Hace algo de calor —le dijo de pronto— ¿No quieres salir a la terraza?
—No, gracias... aquí estoy bien —musitó ella con seguridad, no quería arriesgarse a nada con él, aunque la noche era cálida y muy bella.
Sabiendo que de un momento a otro iba a estallar en un arranque de coraje, buscó la forma de librarse de ella por unos minutos, en lo que se serenaba un poco y pensaba la mejor forma de llevársela a la cama.
—Voy por otra copa... ¿Te traigo algo a ti? —preguntó amablemente.
—Sí, pero ya sabes, no muy cargada, no quiero hacer ridículos.
Marcos, se alejó de ella, llegó hasta la barra y pidió una copa de whisky solo, de un trago lo bebió todo, pidió otra y repitió la operación, en realidad estaba enfadado, no podía creer que aquella cabrona se le estuviera yendo viva, tenía que haber alguna forma de seducirla para parchársela.
En ese momento sabía que era lo único que deseaba de Julia. Cogérsela, siempre la había deseado y ahora con mayor pasión, la veía más hermosa, más mujer, seductora, excitante y más sabrosa que nunca, quería besar sus torneados muslos, recorrer con su lengua aquellas nalgas que le fascinaban
Quería besarla toda y conocer hasta los más íntimos lugares de aquel cuerpo perfecto y sexual que lo desquiciaba en todos los sentidos.
Esa mujer debía sentir su garrote, con total plenitud, en lo más profundo de su pucha, tenía que clavársela a como diera lugar.
Bebía la tercera copa, cuando de pronto escuchó una voz conocida a sus espaldas, no necesitó voltear para saber de quién se trataba.
—¿Estas muy enojado, Marcos? —le preguntó Alan, acercándose a él— te he estado observando toda la anoche y veo que estas perdiendo facultades. No has logrado nada con Julia, y ni creo que lo consigas... ja, ja, ja... y tú que decías que sería fácil llevártela a la cama en el momento en que te lo propusieras.
—No te burles de mí, no seas cabrón —dijo él con seriedad— aún no se ha terminado la noche, reconozco que hasta ahora he fallado, aunque todo puede cambiar.
—¿Y aún crees que podrás seducirla...? ¡No seas pendejo...! Julia, no es como todas, sabe lo que quiere y en qué momento tomarlo. Con ella no la vas a ver llegar nunca.
—Hablas así por qué a ti ni siquiera te pela, pero te juro que me voy a comer esa nalguita a como de lugar, esa verijita tiene que ser mía —dijo y fue en busca de ella.
Cuando volvió a la sala en busca de su víctima, esta se había marchado, Julia, salió sin despedirse de nadie, ya que no deseaba que la detuvieran, sabía que si permanecía más tiempo ahí, sucumbiría ante los encantos de aquel hombre.
Ahora estaban ahí, sentados en la mesa de un bar bebiendo como viejos amigos, y ella sentía que las pantaletas se le mojaban, el licor la tranquilizaba y la cercanía de aquel hombre la perturbaba, ya nada le importaba si lo que él quería era cogérsela lo iba a conseguir, sí, aunque, sólo por qué ella también lo deseaba con toda su alma y nada ni nadie lo podría evitar.
Bebió su tercera copa sonriendo, ya que comenzaba a sentirse ebria, y más desinhibida, estaba convencida de que esa anoche sería la más hermosa de toda su vida y que no la olvidaría jamás, aunque después de habérsele entregado no volviera a verlo nunca.
Sabía que Marcos no eran de los que se casaban y mucho menos se comprometía con alguna mujer, había nacido libre y así iba a continuar, y eso era lo que menos le importaba a ella, quería gozar con él todas las locuras del sexo.
Unos minutos después, él se puso de pie y la tomó de la mano con determinación, salieron del bar y sin cenar abordaron el auto, no hubo palabras previas, simplemente que antes de salir, él la tomó entre sus brazos y la beso con toda la fuerza de su pasión.
Ella se sorprendió al notar que le correspondía con la misma furia, ya que, era algo que había estado deseando y no era el momento de echarse para atrás. Por eso mismo no se inmuto cuando vio que el auto entraba a un motel de la carretera.
Vio a Marcos pagar el alquiler del cuarto y suspiró profundamente, por fin se iba a llegar el momento que tanto habían estado esperando los dos, se amarían sin límites, ni condiciones, sólo por el placer de pertenecerse de manera libre y abierta.
Cuando bajaron del auto, él se le acercó y volvió a besarla, aunque ahora con más delicadeza que lujuria, ella se sentía mareada, disfrutaba de una borrachera agradable y deliciosa que la envolvía impulsándola a realizar cosas que en su sano juicio no habría hecho de ninguna manera.
Sus ojos se cerraron y su cuerpo se abandonó, él la tomó en sus brazos y la condujo al cuarto. Entró con ella y cerró tras de sí la puerta, caminó hasta el mullido lecho y ahí la deposito con verdadera ternura.
Con la habilidad de un experto, comenzó a despojarla de sus ropas, ella en su estado de deliciosa embriaguez, no trató de impedirlo, la boca de Marcos, se perdió entre el cuello y las mejillas de ella, sabía que así la excitaría bastante, mientras la desnudaba, buscaba la forma de acariciar sus hermosas formas aumentando el placer en el delicioso cuerpo de ella.
Cuando por fin la tuvo encuerada, en su totalidad, sobre el lecho, cómplice de su amor, contempló, con deleite, aquel hermoso cuerpo que siempre había deseado y por el cual hubiera dado lo que le pidieran sin titubeo alguno y sin regatear el precio.
Todas sus líneas eran perfectas, los senos grandes y macizos, como melones maduros, la cintura estrecha y bien formada, sus piernas esbeltas y torneadas, el triángulo de pelos negros y abundantes que cubrían su sexo, eran en realidad, muy atrayentes y contrastaban con lo blanco de toda su piel.
Aquella mata de pelos que partía desde el orificio del ombligo y bajaba hasta la entrepierna, nunca la había visto antes, aunque sabía que aquella mata de pelos rizados y negros terminaría hasta el fruncido y delicioso ano.
Con sólo imaginar lo exquisito que sería meterle su garrote a una mujer así, sintió que su miembro se endurecía más de lo que ya estaba.
Sin poderse contener, se desnudó y comenzó a besar los dedos de los pequeños pies, los acariciaba con su lengua y los chupaba con suavidad, para recorrerlos uno a uno. Luego subió su boca por el empeine y succionó la espinilla y las rodillas, mordisqueó aquella piel cálida y tersa que lo enajenaba.
Siguió subiendo con su boca y se detuvo en los duros muslos, los cuales mordió con amor en el éxtasis supremo de su pasión desbordada.
Mucho tiempo había deseado hacerlo y ahora por fin podía deleitarse con aquel cuerpo estupendo y cogible que, la mayoría de los que la conocían deseaba tener para un buen rato de placer.
Y es que Julia no sólo era hermosa en sus facciones faciales, sino que además poseía una sexualidad natural que la hacía verse atractiva en todo momento.
Su boca ansiosa, busco el peludo triángulo sexual y ahí se detuvo un momento, primero disfruto del excitante aroma que ella despedía por aquel conducto, luego saco la punta de su lengua y recorrió de arriba abajo, por toda la rajada, sentía que la emoción invadía todo su ser al paladear el rico sabor íntimo de la deliciosa papaya de la muchacha que ahora por fin, podía paladear a su gusto y placer.
La lengua penetró en la vagina de ella y se movió buscando, mojando, recorriendo los pliegues internos de la abertura, dentro de su semi inconsciencia ella reacciono ante la íntima caricia que le despertaba todos los deseos bellos y ocultos de su temperamental cuerpo, el cual estaba reaccionando de una manera natural y deliciosa, conduciéndola a la cima del deseo y la lujuria total, lo que deseaba realmente.
Las manos de Julia se apoderaron del cabello de él y lo acaricio con sincero deseo, alentándolo a que continuara, mamando, chupando, siguiendo con su labor desquiciante y ardiente que la hacían sentirse mujer.