Una noche
Comienzo a cambiarme de ropa, camino por toda la habitación, buscando mis cómodos zapatos deportivos, pero no los encontraba así que me toco quedarme con los lindos tacones, me costaba un poco caminar, pero trataría de hacerlo lo mejor posible.
Salgo de la habitación, y me encuentro al señor hablando con mi jefe, quien busca mi mirada para cerciorarse que lo que digo es cierto.
—Dama de hierro, ¿estas segura que quieres irte con él? —pregunta asombrado y preocupado.
—Si jefe, tranquilo—digo sonriéndole para que se quedara tranquilo, si el supiera que por dentro estoy como un flan.
—Entonces carga a mi cuenta la mejor habitación, todo lo que salga de allí, por favor, ya sabes cómo funciona esto Tomas, feliz noche.
El me da la mano para indicarme el camino, ni siquiera volteó a ver a mi jefe, sabría que mañana me caería encima, haciéndome miles de preguntas, las cuales no respondería, no soy una niña tengo veinte y cinco años, puedo resolver todos y cada uno de mis problemas, incluyendo tomar las decisiones que crea necesarias, se que mi comportamiento era extraño, pero no podía confesarle que era ilegal que mis propósitos eran buscar a mi hermano, había firmado una cuerdo de confidencialidad, debía mantener la existencia de este club en secreto y de todos y cada uno de sus visitantes.
Subimos a la habitación, donde el muy caballero, me pide mi abrigo y mis pertenencias, se las entrego gustosa, la habitación desprendía lujo por todos lados, incluso las sabanas eran de seda, el se acerca a mi y besa mi cuello haciendo que todo mi cuerpo arda de placer, o eso creía que era lo que sentía, jamás había estadio con nadie, si me atrevía a entregarme a este hombre, se llevaría un gran tesoro, sabia perfectamente cuales eran sus intenciones desde el primer momento
—¿Qué tanto piensas? — Pregunta
—En tus intenciones. —digo sin rodeos
—No somos niños dama de hierro, o lola la anaconda, como prefieras llamarte, sabes a lo que venimos—contesta mientras me entrega una copa de vino
—Entiendo, pero primero hablemos un poco.
—Está bien, tenemos toda la noche, acabo de cerrar el mejor negocio de mi vida, y estoy aquí encerrado con la mujer más hermosa de toda la ciudad, solo falta que me digas que eres virgen, para que todo sea perfecto.
El rie fuertemente con esa voz tan masculina, incluso riendo era mas hermoso todavía, si es que eso podía ser posible
—Lo soy.
Mi voz apenas era un susurro
¡Soy patética!
—¿Qué has dicho?
Su rostro estaba rojo, ya había válido madres todo mi esfuerzo.
—Que soy virgen, no porque sea una bailarina quiere decir que me ande acostando con todos los hombres, ya te lo había dicho.
—No puedo creer que la vida me sonría de esta manera por favor permíteme gozar de tu sabor, y tu virtud quiero enseñarte el cielo, quiero que te sientas mujer bajo mis brazos, permíteme regocijarme en tu cuerpo.
No contesto a sus palabras porque él se acerca a mí, pegando su boca a la mía, muerde mis labios y los chupa, dejándome paralizada por un deseo intenso, comienza a tocarme por encima de la ropa haciendo que mi cuerpo se relaje, hábilmente me acaricia mis pezones que automáticamente están duros, estas eran sensaciones nuevas, que me daban mucho placer.
Comenzó a besar mi cuello pasando su lengua, un gemido se escapa de mi boca, haciendo que sonría, me carga hasta la cama y donde me acuesta con una sutileza, es como si tuviera miedo de quebrarme, se queda admirándome por un momento, para después hablar
—Quiero que te quedes tranquila, no te lastimare, ni te forzare a nada—dice mientras empieza a quitarme la ropa, la cual desaparece muy rápido de mi cuerpo, dejándome solamente en ropa interior, intento cerrar mis piernas pero el las abre, pasando su lengua por encima de mi cachetero negro, sus besos van desde mi entrepierna, hasta los dedos de mis piel, los cuales besa y mima con verdadera adoración.
Comienza a quitar mi ropa interior dejándome expuesta para el, siento la vergüenza arder en mis mejillas, el simplemente regresa a besarme, bajando nuevamente por mi cuello y deteniéndose en mis pechos, lamiendo uno por uno, para luego morderla y hacerme doblar de placer, estaba tan mojada que podía sentir la humedad en mis muslo.
Rápidamente la excitación me da el valor de poder acariciarlo, lo atraigo hasta mi boca y devoro sus labios, luego paso mis manos por su espalda dejando mis uñas marcadas en su piel, el aun esta vestido, así que comienza aquietarse la ropa lentamente, su cuerpo era digno de un Dios, todo tonificado y musculoso, un espectáculo de ver, cuando regresa a mí, ya su miembro está listo.
—Nena, me encanta que estés tan mojada para mí.
—Oh Dios, quiero más— digo mientras introduce un dedo en mí.
—Calma pequeña, aún hay tiempo.
Desciende por mi cuerpo, sin dejar de recorrer ningún rincón, para cuando llega a mi sexo, me regala el mejor sexo oral de mi vida, las sensaciones eran maravillosas, y extenuantes.
—Si eres virgen como dices, este será el momento de probarlo, no te lastimare, dolerá un poco pero te acostumbras.
El se coloca en mi entrada, comienza a introducirse, haciendo que mi cuerpo se expanda para recibirlo de la mejor manera, algo dentro de mí se quiebra, provocándome un dolor soportable, mis ojos se abre como platos pero él me regresa el beso, cuando logra calmarme , empieza moverse, al principio la cosa me molestaba pero luego fui empezando a querer más y eso era lo que él me daba, en ningún momento dejo de besarme y adorar mi cuerpo.
Dejamos de hacer el amor casi amaneciendo, lo llamo de esa manera porque eso fue lo que sentí, ese hombre me amo, con cada caricia, y sus besos, jamás me olvidaría de él, pero debía aceptar la realidad, para el solo fui una más del montón, desistí de mi idea de pedirle ayuda me daba vergüenza, pensara que me acosté con él para esperar favor a cambio, pero no es así, me acosté con él porque quería y porque ya era el momento.
La luz del sol se cuela por la ventana avisándome que había amanecido, intento levantarme de la cama pero su brazo está rodeando mi cintura, como puedo me suelto de su agarre y voy al baño, para asearme, me miro en el espejo, algo dentro de mi cambio, mi mirada de niña había desaparecido, no me sentía muy cómoda con mi reflejo, le había entregado mi tesoro a un extraño.
quería salir de este lugar, y no verlo más nunca, esto había sido un gran error, pero ya el mal esta hecho, recojo mi cabello rápidamente y salgo del cuarto de baño sin hacer ruido, recojo mis cosas, incluyendo los tacones, eso eran de tiffany si los dejaba me mataría, cuando tenia todo listo me fui como una vil ladrona, no me mal interpreten, pero esto era una locura.
Salgo del hotel ganándome varias miradas, de unas señoras de alguna religión lo único que escucho que dicen es que soy una regalada, y tal vez tenía razón, no se en que momento había decidido acostarme con este hombre, pero ahora me arrepentía enormemente.
Los días fueron pasando y decidí no bailar en el bar, él había ido a buscarme unas tres veces más, hasta que se le prohibió la entrada al local, además de eso le comentaron que ya no trabajaba allí, nadie me preguntaba qué era lo que había pasado esa noche, pero estaban preocupados por mí, mi comportamiento había cambiados, y es que después de unos días lo había pensado muy bien, ni siquiera me había vendido, me regale como toda una mujer de la mala vida, y ni siquiera cobre por el trabajo.
Decidí renunciar al bar y darme por vencida, no podía buscar a mi hermano, no tenía el dinero, ni los recursos, así que con todo de dolor de mi alma, debía desistir de la idea, tomas no se tomó muy bien mi salida del lugar, pero luego la entendió y me deseo lo mejor y aquí estaba yo sentada en una de las mejores empresas del país.
El grupo Carabaña, estaba decida apostar un poco más por mí, y esta vez quería pensar en grande, me había enterado por tiffany que la empresa estaba solicitando una secretaria para el Ceo, no lo dude, aunque no era lo que había estudiado, estaba segura que sabría cómo defenderme, era mi turno y la secretaria me notifica que puedo pasar.
—Mucho gusto señorita, tome asiento—dice un hombre bastante mayor, hago lo que me dice, mientras le entrego mi hoja de vida
—Aquí dice que es usted contadora, ¿Por qué quiere el puesto de secretaria si no es lo que estudio? —pregunta con incertidumbre.
—Porque aunque no sea lo que estudie, ser la secretaria del ceo conlleva una gran responsabilidad, estoy segura que aunque no tenga referencias que traerle, podría desempeñar de la mejor manera mi trabajo, puedo hacer informenes, trabajar con número y un sinfín de cosas, que usted ni se imagina—respondo con toda seguridad
—Está bien señorita, entonces le daré la oportunidad, debe presentarse mañana a primera hora, se le entregara su contrato, felicidades, usted obtuvo el puesto.
Sonrió como una loca, estaba totalmente feliz, no pensé que esto e pudiera suceder, pero por lo visto tenía dos ángeles en el cielo.
Pase la noche arreglando una ropa que compre con mis ahorros para poder trabajar, debía estar presentable, tenía un cargo muy importante, después de dejar todo arreglado, me fui al club a compartir mis buenas noticias, había hecho amigas, las apreciaba bastante, brindamos por mis éxitos y me desearon lo mejor, por supuesto nadie hablo de aquel hombre y yo aunque me moría por preguntar, tampoco dije una palabra, me fui temprano a descansar.
Me levante a las cinco de la mañana, para darme una ducha con agua caliente, era la única hora donde la podía obtener, luego de salir, seque mi cabello y coloque mi nueva vestimenta, aplicándome un maquillaje bastante sencillo, al principio quería llevar el cabello suelto, pero luego me hice una coleta, cuando estuve listas, salí del que por ahora era mi hogar, pronto dejaría de vivir aquí, me lo había propuesto y lo conseguiría.
A pesar de tener que tomar el bus, llegue justo a la hora, la recepcionista me entrego un gafete y me acompaño a el área de recursos humanos, donde me dieron mi contrato y lo leí detenidamente, el suelda era una barbaridad, unas cinco veces lo que ganaba en el bar, contando las propinas, seguro el jefecito era toda una joya.
Después de estar lista el encargado del área me lleva a mi lugar de trabajo en la plata numero veinte, mi oficina básicamente formaba parte de la del jefe con la diferencia de que nos dividía una pared de vidrio, o cristal ni siquiera sabia que era, lo cierto es que se oscurecía si el jefe así lo deseaba, me dispuse a ordenar algunas carpetas en los archivadores, a encender la computadora, era bastante buena con la tecnología, abrí mi nuevo correo y el de la presidencia, prepare la agenda en la Tablet y me dispuse a esperar al nuevo jefe.
Entre a la cocina por un poco de café, prepare una taza para mí y otra para el ceo, esperaba que no se molestara y lo disfrutara, quería conservar mi trabajo, la mayoría de los empleados, comentan que es un ogro, dicen miles de cosas, y solo tenía una hora en este lugar, pero era una mujer de retos y este lo iba a ganar.
Escucho la puerta abrirse y unos pasos dirigirse a la oficina del CEO, así que me dispongo a salir con la taza de café en la manos, para cuando llegó a su escritorio, él está de espalda, así que lo saludo.
—Hola buenos días señor, soy Vanesa Arriechi y seré su nueva secretaria—digo sonriendo, pero todo se vuelve un caos cuando se da la vuelta, justo en ese preciso momento me doy cuenta, que mi jefe es él.
—Tu—dice con una mirada dura, esto no me podía estar pasando a mí, la taza se resbala de mis manos, haciéndose añicos en el suelo