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El encuentro

Todo había pasado de manera muy rápida, la taza que traía con café, terminó vuelta trizas, en el suelo de la oficina de mi nuevo jefe, había luchado mucho por conseguir un empleo decente, y ahora que lo obtenía, me encontraba con él.

Resulta que mi jefe, es el mismísimo hombre, que compró mi virginidad, aquel de aquella noche, tenía la esperanza de que no me reconociera, pero eso se fue al traste, cuando vi su mirada, me había reconocido, no pude saber si lo que vi en sus ojos, fue sorpresa, rabia, o angustia, puesto que enseguida agache mi cabeza, me daba vergüenza la situación.

—Lo siento mucho—Digo asustada

—No tienes por qué disculparte, todavía no has hecho nada malo, ¿quisiera saber porque estás aquí?

—Yo...

Intento contestar, pero mi boca se ha secado, no sabía que responder, ¿que se supone que debo decirle? ¿Qué es una casualidad? ¿Que no sabía quién era?

—Contéstame—Dice en un tono bastante molesto.

—Soy su nueva secretaria, créame que no fue mi intensión, ni siquiera sabía que eras el hombre de aquella noche, yo... Solo quería optar por una vida decente, el empleo de mis sueños, no fue mi intención en ningún momento buscarte, porque si es lo que piensas, estás equivocado, de verdad lo siento mucho

—¿Así que es una casualidad?—Pregunta mirándome de manera muy extraña, rezaba porque no me despidiera, intentaría trabajar olvidar lo sucedido, necesitaba con todas mis fuerzas salir adelante, no quería volver al club, y no era porque las chicas me tratarán mal, o el sueño, es solo que aspiraba algo mejor.

—Lo es, pero si no me crees, puedo marcharme—Digo seria, tampoco podía estar de arrastrada.

—Hagamos un trato, ni tu me conoces, ni yo te conozco, te agradezco profesionalismo, no me gusta andar divulgando mi vida con nadie, no quieres conocer mi lado malo, te enviare por correo unos manuscritos necesito que los leas y me des tu opinión, prepararlo por escrito, puedes retirarte.

Ni siquiera lo pienso dos veces para salir corriendo de su oficina.

Al llegar a mi escritorio, respiro un poco agitada, solo a mi podían pasarme este tupi de cosas, ¿quién lo iba a creer?

Pasó todo el día leyendo los manuscritos, resulta que el jefe, era un tirano, me había enviado cien manuscritos y todos los quería leídos para hoy, la mitad de ellos presentados con un informe, la hora del almuerzo pasa volando, ni siquiera salgo a comer, cuando dan las seis de la tarde, el sale de su oficina.

— ¿Terminaste? Quiero esas carpetas en una hora, sin excusa, sino tendrás que presentar tu renuncia, espero que cuando regrese, tengas todos preparado.

Lo veo irse, sin siquiera mirarme, era un prepotente, jamás pensé que el hombre tierno de esa noche se convirtiera en el bastarde de hoy, no podía negar que era bastante atractivo, sus ojos azules impactaban, era como si miraras el mar y sus profundidades, sus cabellos casi dorados, un poco largos, su cuerpo bien trabajado, todas estas lindas cualidades, dejan de ser bonitas cuando abría su boca.

El reloj marcaba las siete y dos minutos, estaba dejando la carpeta en su escritorio, no podía marcharme, tenía que esperarlo, me estaba muriendo de hambre, me había saltado el almuerzo y por lo visto la cena.

Eran las diez y media de la noche, cuando decido marcar su número desde el teléfono corporativo que me habían entregado esta mañana, al principio no me contesta, pero luego de insistir unas tres veces más, por fin lo escucho hablar.

—Diga—contesta con la voz entrecortada

—Jefe, le habla su secretaria, disculpe que lo moleste pero quisiera saber ¿a qué hora regresa? Para así poder marcharme a mi casa.

Espero unos segundos, mientras el aún permanece en silencio, luego lo escucho reír a carcajadas, ¿qué le parecía tan chistoso?

— ¿Aún estas en la oficina?

—Si señor—Digo intentando no explotar, ¿acaso se estaba burlando de mí?

—Puedes irte, no pensaba volver.

Escucharlo decir eso, me dieron ganas de matarlo, así que al jefecito, le gustan los chistes, pues que se los haga a su abuela, cuelgo la llamada y recojo mis cosas, el teléfono suena pero no lo contesto sabia de quien se trataba, ¡Toma esa! Vanessa 1, Ricardo 0.

Salgo de la oficina a las diez y media de la noche, cuando estoy en el lobby el pobre vigilante me mira con pena, seguro estaría diciendo "otra más que cayó en las garras del Diablo".

Lo saludo con mi mano en señal de despedida, caminando hacia la calle, la noche estaba bastante turbia, parecía que iba a llover, ya no había buses disponibles, vivía un poco lejos, intenté parar un taxi, pero fracase en el intento, así que decidí caminar, no había llegado a la mitad del camino cuando la lluvia cayó sobre mi cuerdo, mojando hasta mi bolso, Definitivamente esta no era mi noche.

Llegó a la casa pasada las doce, tuve que caminar demasiado, no había visto a tiffany, supongo que debe estar en el club, quito mi ropa para no resfriarme, pero ya es tarde mi cuerpo duele y el malestar aumenta, me meto directamente a la cama, no tenía ánimos de cocinar, al poner la cabeza, el sueño o la fiebre me ganan.

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