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Él

Hoy estaba cumpliendo cinco meses desde aquel día que llegué al club, resulta que la coreografa se había disculpado conmigo, según ella me confundió con alguien más, obviamente ese cuento no me lo creía mucho, pero para llevar la fiesta, en paz decidí hacer borrón y cuenta nueva, cada día me enseñaba más pasos, hoy sería un día especial pues unos inversionistas rusos vendrían al lugar, no se nos dio más explicación, ni detalles, tampoco era que me importaba mucho, aún vivía en la pocilga, cuando saliera de esta mala vida, me marcharía a un mejor lugar, enterrando mi pasado.

Llegó a el infierno a las dos de la tarde para ensayar ya todas están en el proceso, así que me uno a las chicas. Pasadas las siete de la noche me estaba preparando, había aprendido a maquillarme y arreglarme muy lindo, no me gustaba para nada llamar la atención, nuevamente el lugar estaba full, no pensé que vendrían tantos hombres, pero no importaba, haría mi trabajo, las propinas me ayudaban muchísimo, estaba reuniendo para buscar a mi hermano, necesitaba encontrarlo y tener una mejor vida, necesitaba vivir bien.

Todas las chicas fuimos llamadas para ayudar a servir tragos, me tocó la mesa principal, estos Hombre hablaban un español bastante marcado, así que era divertido, camino hacia la mesa asignada y preparo sus bebidas, pero la voz de un hombre hace que mi cuerpo tiemble, ¿pero que mierda?

—Cariño ¿cómo te llamas?

—Para ti soy señorita, no te confundas— contesto seria mientras sirvo su trago.

—Entonces señorita, podría decirme su nombre—Pregunta el hombre con una voz imponente.

—Me llamo lola la anaconda.

¡Me iría a el infierno por mentirosa! Naaah es cierto que ya estaba en el.

—Bueno lola la anaconda, me gustaría tomarme un trago contigo ¿podrias?

—No tengo permitido tomar con los clientes.

Lo miro fijamente, era un hombre demasiado guapo, incluso me atrevería a decir que el más bello del lugar, sus imponentes ojos grises me hacían querer besarlos, sus labios carnoso y firmes, su cabello castaño un poco largo y desordenado, llevaba un traje perfecto hecho a la medida de tres pieza, desprendía un aroma delicioso, incluso su aliento era perfecto.

—Entonces hablare con tu jefe, ninguna mujer se me resiste, ¿porque tu si? Puedo darte lo que me pidas.

Mientras hablaba me miraba fijamente sin pestañar, tratando de hacerme doblegar, pero estaba equivocado, no podría conmigo.

Aunque pensandolo mejor esta podría ser la oportunidad de mi vida, este hombre se notaba que tenía los recursos necesarios para ayudarme a encontrar a mi hermano, le daría mi alma entera si me ayudaba.

—Podría aceptar un trago, si me ayudas en algo—respondo tanteando el terreno

—Te daría el cielo, si me acompañas por unos tragos..

—Esta bien, pero debes esperar que termine mi baile, soy la estrella de la noche, así que tendrás que esperar, luego vendré por ti—contesto con chulería, mientras doy la vuelta dirigiendo hacia la tarima, camino de manera sensual, necesitaba impresionar a este hombre.

Cuando comienzo a bailar, los hombres estaban como locos, diciendo babosadas, dándome mucho dinero, el cual tomaba sin ningún pudor, cuando llego la hora de bailar en el dichoso tubo, no cerré mis ojos, al contrario fije mi mirada en el, no sabía ni su nombre y me tenía rendida a sus pies, nunca había bailado con los ojos abiertos, siempre los cerraba para poder digerir lo que hacía, pero su sola presencia, me hacía sentir segura, llámenme loca, pero este hombre me daba en una sola mirada toda la paz que necesitaba.

Suelto el gran tubo de metal y camino con seducción a su mesa, moviéndome sensual, pronunciadamente, mientras el me veía con un deseo exorbitante, agarro su corbata y lo atraigo hacia mí, quedando a pocas distancia de su boca, como toda una loca, lo beso, estampo mi boca a la suya, al principio no me corresponder pero después actúa, tomándome de la cadera y sentándome en sus piernas, profundizando más el beso, la multitud se vuelve loca, así que decido despegarme de el, alejándome del lugar.

La música termina y salgo dispara a mi camerino ¿Qué había hecho? Yo no era asi, las chicas me esperan.

—¿Qué te paso? Estuviste fenomenal, lo haz besado—dice rebeca

—Estuviste maravillosa—comentan las demás, pero no puedo soltar una sola palabra porque alguien toca la puerta, es él.

—Hola, crees que podría hablar contigo.

Esta mirándome serio, todas lo miran mientras entra al camerino, nadie dice nada, hasta que Estefanía abre su linda boca

—Chicas vámonos, de todos modos ya terminamos, es toda suya—dice sonriendo, pero él ni siquiera la mira, lo que provoca que todas salga casi corriendo del lugar.

—Perdóname si me pase con el beso, siempre que bailo me dejo llevar, lo siento muchísimo.

—Nunca jamás en la vida te arrepientas de algo, porque eso fue justo lo que querías en ese momento, así que aprende asumir tus actos, un simple beso no es la gran cosa, aunque debo confesar que nadie me había besado como tú.

El se acerca a mi, no le contesto, doy unos pasos hacia atrás, tropezando con una silla.

—No tienes por qué huir, me dijiste que podíamos hablar y compartir un trago, tengo entendido que hay habitaciones en la parte de arriba, es un buen hotel, ¿sabías que su entrada esta por la otra calle?

—No, no sabía, y tienes razón te concederé tu deseo. —digo pensando en la posibilidades que tenía con este chico, aunque también me sentía demasiado atraída, era algo que jamás había experimentado.

—Perfecto, entonces vámonos.

—Espera que me cambie, por favor, no pretenderás que entre a el hotel de esta manera.

—No, tienes razón, pero primero, permíteme quitar tu mascara, quiero ver tu rostro.

Él retira mi mascara de pluma, y aparta unos mechones de cabello de mi rostros, tocando mi piel, el contacto físico hace que mis mejilla , este hombre me daba el cielo con un simple toque, nunca había tenido un novio, ni pretendientes, según mi criterio, no soy una mujer muy atractiva, no se qué miraba él en mí.

—Eres realmente hermosa, todo un ángel, ¿Por qué trabajas aquí? ¿No te crees suficiente como para conseguir otro empleo? ¿O te gusta más el dinero fácil?—pregunta con brusquedad, lo que me hace sentir un poco sucia

—No se trata de eso señor, no todos nacemos como usted, en una bandeja de plata, a muchos nos toca luchar y sobrevivir en las calles, soy inmigrante y aunque tengo un buen título, en este país no me dan oportunidades, como comprenderá tengo cuentas, deudas que pagar, la comida no llega sola a la mesa, y para completar la vida tiene demasiados gastos, perdóneme por no tener su estabilidad económica, porque aunque a mí me falte el dinero, a usted le falta atención y amor, porque estoy segura que al llegar a su casa, nadie lo espera—respondi poniéndome, por mucho que me gustara no permitiría que me faltara el respeto.

—Tienes razón, lo siento mucho, por favor cámbiate, te espero a fuera.

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