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Mi historia segunda parte

Salimos del edificio camino al bar. Tuvimos que tomar varios autobuses y caminar unas cuantas cuadras. Todo el mundo saludaba a Tiffany, distintos hombres con distintos vicios. Ella los saludó a todos de la misma manera, así que no me preocupé en preguntar; eso tampoco era mi asunto.

Caminamos por un hermoso pasillo, llegando a la oficina de quien supongo es el jefe o encargado del lugar.

—Buenas jefe, te traigo a la chica. Te hablé de ella la otra noche —comenta Tiffany, así que volteo a verla.

¡Así que están hablando de mí!

¿Acaso tenía todo esto planeado?

—Perfecto, pasa, cariño. No mordemos. Cuéntame, ¿cómo te llamas?

—Vanesa, señor.

—Mucho gusto. Toma asiento.

Hago lo que el hombre dice mientras rebusca en su escritorio unos papeles. Lo observo detenidamente. No es un hombre viejo, al contrario, bastante joven para estar manejando este lugar. Tenía los ojos verdes y su piel era de un color canela bastante lindo. Llevaba puesta una gorra con el nombre de la ciudad.

—Mira, Vanesa, este es un formulario y un contrato. Puedes leerlo. En este momento estamos solicitando una bailarina. Si aceptas el empleo, fíjate que una de las cláusulas especifica que debes bailar en ropa interior debidamente decorada. Te entrenaremos y te pagaremos un sueldo base. Si los hombres te dan propina, será tuya. El local no te pide ningún porcentaje. Si deseas mantener relaciones con algún cliente, deberás rentar una de las habitaciones. También firmarás un acuerdo de confidencialidad. Todos los hombres que nos visitan son ricos y poderosos. Tienen una reputación que cuidar, así que en boca cerrada no entran moscas, cariño. Aquí tienes un bolígrafo. Tómate tu tiempo para leer. Puedes empezar hoy mismo.

Leo detenidamente el contrato. Demasiadas palabras, demasiadas cosas legales. No soy ninguna ignorante. Me gradué como contadora en una buena universidad, pero eso no lo diría, al menos no en este momento.

—Acepto.

Estampo mi firma en aquel documento. Me siento como si estuviera haciendo un pacto con el diablo.

—Entonces, bienvenida al Infierno, cariño.

Luego de hacer el papeleo, verifico el monto de mi pago. No es poco, pero tampoco mucho. Así que está bien. Más adelante buscaría otra cosa mejor. Necesito salir del atolladero en el que estoy.

Caminamos por todo el lugar, donde me presentan a las otras chicas. Una se llama Oreana, la otra Estefanía y Rebecca. Estas tres son bailarinas, y mi coreografía es otra cosa. La mujer me mira muy feo, pero su nombre es Rita o algo así, me han dicho. Porque la muy descortés no se presentó. De todos modos, tampoco es que me importe mucho. Estoy decidida a aprender, así que Tiffany me presta un uniforme deportivo para practicar.

Empiezo esta noche, así que le meto duro al entrenamiento. Cuando dan las ocho de la noche, todas las chicas se están maquillando, y yo solo miro el espejo. No sé cómo usar ninguna de esas brochas.

—Cariño, ¿qué ocurre? —pregunta Rebeca. En las horas que compartimos juntas, me gusta mucho su forma de ser.

—No sé cómo usar esto. Jamás me había maquillado.

La vergüenza tiñe mis mejillas.

—No te preocupes, chicas, ayuda. Tenemos una virgen en el grupo —Escucharla decir eso me hace reír, así que asiento.

Todas vienen en mi rescate. Cada una se encarga de una cosa diferente. Cambian mi forma de verme, desde mi cabello hasta los pies. Cuando miro mi reflejo en el espejo, casi me muero. No soy yo, soy otra mujer realmente hermosa.

—¡Oh, Dios santo! Eres hermosa. Todos matarán por ti —dice Rebeca, mientras Estefanía asiente con la cabeza.

Pasan las horas y el lugar está lleno de hombres bien vestidos y de distintas edades. Estoy realmente nerviosa.

—No tengas miedo. Te acostumbrarás. Cuando creas que no vas a poder, solo concéntrate y cierra los ojos. Imagina que estás en el mar y que nadie te mira. Te moverás al ritmo de las olas, déjate llevar por la música, nada más.

Escuchar ese consejo de Tiffany me relaja un poco. Ella me entrega el atuendo, consistente en ropa interior de encaje rojo, decorada con lentejuelas rojas y una hermosa máscara de plumas del mismo color.

—Gracias.

Cambio de ropa rápidamente. A la hora de salir, escucho que un hombre con máscara decorada de blanco me apoda "la dama de hierro". Salgo temerosa. Mis piernas parecen gelatina, mi cuerpo está helado. En medio de la tarima hay un largo tubo en el que debo comenzar a bailar. Los hombres me miran, nadie dice nada. Ni siquiera hay ruido en el lugar. La melodía llena mis oídos y cierro los ojos siguiendo el consejo de Tiffany. Comienzo a bailar de manera sensual, como si mi cuerpo se convirtiera en el aire.

Subo al tubo y lo hago tan mío, entregándome por completo a la canción. Cuando termina la melodía, abro los ojos y veo a los hombres encantados y vuelven locos por mi baile. Así que pido que coloquen otra canción y me animo a acercarme a ellos. Solo uno intenta toquetearme y le doy un manotazo. Por cada mesa que paso, dejo un baile sensual, ganando muchas propinas, las cuales coloco en mi ropa interior. No tengo donde más guardarlas. Cuando termino con mi actuación, todos me piden a gritos. Desde esa noche, mi vida cambió. Me convertí en la mejor del lugar. Cada día llegan muchísimos más hombres de todos los lugares para conocer a la dama de hierro. Solicitan acostarse conmigo, ofreciéndome elevadas cantidades, pero no he venido a eso. Quiero algo mejor. No puedo olvidar nunca cuál es mi propósito, así que me lo repito todas las mañanas.

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