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Capítulo 2: ¿Estás enfermo?

Una vez estuve adentro de la cocina, decidí ordenarla antes de preparar la comida, no sabía si debía preparar para todos, ya que esto es una prueba, sin embargo, decidí hacerlo “por si acaso”.

Por un momento pensé en envenenar la comida, pero si todos mueren ¿cómo llegaré a una isla? No sé navegar un barco, además nada me garantiza que no me encontraré con otros piratas.

Opté por simplemente obedecer, pensaba en que cuando viera una isla me arrojaría al mar o me escaparía por la noche con tal de salvarme, aunque primero debía encontrar una isla habitada. Supongo que ahora mismo, sólo me queda esperar.

Antiguamente, el anterior capitán me designaba lo que debía preparar, me entregaba un menú cada semana, por ello opté por seguir la rutina y preparé estofado de cerdo.

Anteriormente cocinaba para cien hombres, tenía asistentes, pero ahora debía encargarme de todo y eso obviamente me tomaba más tiempo, el doble para ser exactos, algo que no sabía si enfadaría al capitán.

Cuando conseguí preparar su comida, la puse en un plato y con una bandeja me armé de valor para salir.

Estaba muy asustado, ya que todos me quedaron viendo con desagrado, incluso algunos decidieron pertinente afilar sus espadas mientras me miraban.

Mis piernas temblaban, caminé lo más rápido posible a la cabina del capitán, en donde a sólo pasos me encontré con un sujeto musculoso que me hacía retroceder. Parecía querer lastimarme, tenía una daga en las manos y me hablaba en un idioma extraño que no comprendía, pero sabía que me estaba insultando.

Yo no sabía qué hacer, mis manos temblaban con la bandeja en las manos, creía incluso que me tropezaría en cualquier momento, sin embargo, oír la autoritaria voz del capitán, quien había salido de su cabina, me hizo sentir muy aliviado, de hecho, me puse por detrás de él ocultándome.

–¿No oíste mi mandato? –le preguntó empujándolo con agresividad, haciéndolo incluso caer de espaldas.

Aquel sujeto era el doble de grande que el capitán, pero no parecía tener más fuerza que el temido capitán que ahora mismo usaba como mi escudo. No entendía qué estaba diciendo aquel sujeto, pero asumí que se estaba disculpando por la forma en la que repetía una y otra vez las mismas palabras.

–Asher– nombró el capitán e inmediatamente apareció el castaño que deseaba lanzarme por la proa anteriormente– enciérralo en los calabozos hasta que decida qué hacer con él.

Aquel sujeto me miró con enfado, parecía disgustado por la idea de recibir semejante mandato que por mi culpa fue ocasionado, sin embargo, obedeció y el capitán dejó su enfado de lado con tal de dedicarme una sonrisa abriéndome incluso la puerta para que entrara a su cabina.

Ya estando allí, puse sobre la mesa el plato junto a los cubiertos, además del resto de cosas que había traído para alimentarlo, dándome cuenta de que ahora tenía un parche en el ojo que obviamente antes no noté. ¿Tenía un ojo falso o sólo se pone el parche para hacerles creer al resto que le falta un ojo?

Sin duda deseaba preguntar, pero preferí esperar y una vez puse todo sobre la mesa, me planeaba retirar a la cocina, sólo que él me tomó de la mano y me dijo que me sentara a su lado en la mesa.

Yo no sabía si debía hacerlo, sabía perfectamente que un simple sujeto como yo no era merecedor de algo como eso, pero acepté para evitar problemas, aunque de igual manera, me sentía incómodo por sentarme en el asiento de un noble.

–¿Qué es esto? –me preguntó mirando con atención la comida.

–Cerdo– respondí, viendo como sus ojos se abrían con sorpresa.

–¿Cerdo? –repitió– joder– soltó con sorpresa.

–¿No le gusta? –pregunté un poco asustado.

–No es…

–Capitán– lo interrumpió aquel castaño llamado Asher– ya hemos encerrado al sirio– le informó, hasta que miró la comida– ¿no debería probarlo él primero? Puede estar envenenado– le aseguraba.

El capitán soltó un suspiro cansado iniciando una pequeña discusión, el capitán parecía confiar en mí, pero aquel sujeto hablaba en nombre de todos los tripulantes que no se sentían seguros con respecto a mí, así que, como una forma de complacerlo, el capitán me entregó su cuchara.

Yo obviamente no dudé en aceptar, sabía que no tenía nada, así que acerqué la cuchara a mi boca y la probé, tosiendo en un momento inoportuno, ya que aquel castaño sacó rápidamente su espada mientras que yo tomaba la copa del capitán y bebía su contenido como un modo de calmar mi lengua.

–P-Perdón, me quemé…–dije haciendo reír al capitán, mientras que el castaño me miraba con desprecio.

–Es tan lindo– comentó el capitán, deslizando su pulgar por mis labios antes de mirar al castaño– ya te puedes ir.

Obviamente el castaño no deseaba irse, pero el capitán lo miró con enfado, algo que consiguió que se marchara rápidamente.

Yo bajé la mirada, me sentía avergonzado por aquel roce de su pulgar contra mis labios, sabía qué lo había hecho como una manera de quitar pequeños residuos que quedaron en mis labios, pero me avergonzaba pensar que luego se lamió el dedo viéndome de una forma extraña.

Sentía que mi enfermedad se propagaba por todo mi cuerpo, sentía un cosquilleo que no debería sentir y sin duda, me hacía sentir asqueado por mi comportamiento. Seguramente, si él no hubiese atacado este barco, yo estaría llegando a la ciudad donde se encontraban los curanderos que me salvarían de esta enfermedad.

–Qué mala suerte…–murmuré en voz alta, olvidando que él podía escucharme.

–¿El qué? –me preguntó, tomando la cuchara que antes me entregó.

–El encontrarme aquí, yo pensaba que lograría llegar a la ciudad y ser curado– respondí con enfado, sintiéndome frustrado.

–¿Curado? ¿Estás enfermo? –preguntó probando la comida– oh… esto sabe delicioso…–comentó antes de volver a probar otro bocado.

–Sí…–respondí recordando todas aquellas veces en las que la gente me gritaba “enfermo” tras conocer mis sentimientos.

–¿Qué clase de enfermedad tienes? –preguntó.

No sabía si debía decirle, opté por quedarme callado mientras que él comía elogiando mi comida, incluso elogiaba el pan haciéndome sentir extrañamente feliz, ya que era el primero que disfrutaba con felicidad mi comida.

Una vez que acabó, decidí recoger las cosas con tal de regresar a la cocina y así alimentar al resto, sin embargo, cuando me puse de pie, él también imitó mi acción con tal de detenerme e insistir con respecto a su anterior pregunta.

–P-Pensamientos sodomitas…–respondí en un tono bajito, queriendo irme, pero él me detuvo haciéndome chocar contra su cuerpo tras jalar mi brazo.

Creí que me insultaría o me golpearía, eso era lo que normalmente la gente solía hacer cuando se enteraba sobre este pequeño secreto que guardo, sin embargo, él deslizó su mano derecha por mi mejilla e inesperadamente, presionó sus labios contra los míos de una forma extraña.

Me sentí asustado, mi cuerpo entero se estremeció por aquel dulce roce de nuestros labios, algo que me hacía creer que mi enfermedad había aumentado considerablemente en muy poco tiempo, sin embargo, cuando pensaba salir corriendo, él dijo “No tiene nada de malo, no decides a quien amar” antes de dejarme huir.

Sus palabras resonaban dentro de mi cabeza, sin duda no debía pensar en esto, era parte del pecado que él deseaba que aceptara, pero estoy seguro de que quizás con el tiempo consiga curarme, sólo debo tener fe en los dioses.

Como había preparado comida para todos, saqué con esfuerzo la gran olla de comida junto a los platos, ubicándome justo frente a la puerta de la cocina, tratando de llamar la atención de todos, sin embargo, me ignoraron.

Era frustrante para mí no ser escuchado, así que usé la campana que había cerca de la cocina, llamando la atención de todos. El anterior líder me aseguró que no podía tocarla, pero como no estaba, decidí hacerlo.

Debo reconocer que tenía miedo, todos hicieron una especie de media luna alrededor de mí, aunque mantenían la distancia, viéndome con desconfianza. Eso me hizo recordar que debía probar la comida, por ello lo probé frente a todos ellos asegurándoles al mismo tiempo que había suficiente para todos.

Pasaron alrededor de cinco minutos en silencio, todos parecían desconfiar, hasta que un sujeto de cabello negro se acercó diciendo “al diablo, tengo hambre” y obviamente le serví una porción, añadiendo un cubierto y pan.

Todos lo miraron, este un poco dudoso acercó la cuchara a su boca y pronto me miró con sorpresa antes de decir “¡Está delicioso!” consiguiendo que todos se acercaran, empujándose entre ellos.

–A-Armen una fila, por favor –les dije con timidez, pero no me hicieron caso– ¡hagan una fila o se quedarán sin comer! –demandé consiguiendo que todos dejaran de empujarse e incluso dejaron de hablar e insultarse.

Me sentí avergonzado por mis palabras, aún más cuando oí al capitán reír mientras se acercaba, diciendo “Ya lo oyeron, hagan una fila o se quedarán sin comer” e inmediatamente, todos obedecieron mientras que yo comenzaba a servirles a todos, escuchando como parecían disfrutar de la comida, incluso algunos cantaban con felicidad elogiando el cerdo.

–Bienvenido a la tripulación–susurró en mi oído el capitán, cuando menos me lo esperaba, algo que sin duda aceleró mi corazón e hizo ruborizar mis mejillas.

Sin duda, este sujeto consigue que mi pecaminosa enfermedad se propague por mi cuerpo, no debería acercarme tanto o yo me dejaré llevar por los pensamientos sodomitas que invaden mi mente.

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