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Capítulo 3. Descubriendo mi talento

Luis Carlos:

En Granada, Coquivacoa, diciembre de 1960

A primeras horas de la tarde, de ese 28 de diciembre de 1960, por unas trochas que unen a Venecia y Granada, salió la prima de Rosalía, Manuela Jiménez Ruiz, conmigo en sus brazos, hacia su ciudad natal: Coquivacoa, en Granada.

Ella, pagó para que la pasaran sin tener que demostrar que era la madre del niño que llevaba en brazos. Fue así como me registraron y me presentaron en un país distinto al que nací, siendo reconocido como Luis Carlos Jiménez Ruiz, hijo natural de Manuela Jiménez.

Mi infancia transcurrió normal, como la de cualquier niño con crianza en barriadas humildes. A pesar de las carencias, los sinsabores y las Navidades sin estreno, me consideraba feliz, disfrutaba los juegos con mis amigos y vecinos.

Mis primeros pasos en la música, los di en el Coro del Colegio y en la Iglesia, en donde buscaba tocar cualquier instrumento que se me pusiera por delante. Además, destacaba por mi voz de tenor, la más aguda. Cada vez que terminaba mis interpretaciones, todos me felicitaban y alababan mi voz.

Esto, me ayudó a conseguir una beca, gestión que llevó a cabo mi profesor de música. Mi madre Manuela, al principio no quería esta profesión para mí. No obstante, con el transcurso del tiempo y la evolución que fui dando en este arte, terminó cediendo.

Mi madrina Rosalía, aunque siguió viviendo en Venecia, nos visitaba una vez al año. Ella, se sentía orgullosa cada vez que mi madre, Manuela, le contaba sobre mis avances en los estudios de música, sin descuidar mis estudios en el Colegio.

(***)

Para los maestros fui un niño prodigio con el piano. Lo que muchos tardan en aprender en diez o catorce años, lo aprendí en seis años y a muy temprana edad. Me destaqué por crear mis propias notas musicales y además, me acompañaba mi voz de tenor.

—¡Yo lo dije, Comadre! —Aceptó mi madrina impresionada— Cuando nació Luis Carlos, ¡este niño va a ser un gran cantante! —Refirió ella toda emocionada y orgullosa de su ahijado.

Con estas palabras, mi madre, Manuela, se tensó posiblemente pensando que mi madrina diría algo inadecuado. En todo caso, este comentario quedó ahí y mi madrina, insistió que me inscribiera en cuanto concurso hay para que demuestre mi talento.

—¡Sí, comadre! Me costó aceptar que mi hijo tiene talento para la música, porque anhelaba que fuera un profesional. Pero si eso es lo que le gusta, no me quedó más que apoyarlo —reconoció mi madre.

—¡Es la mejor decisión, comadre! ¡No se arrepentirá! —Afirmó mi madrina, quien siempre ha confiado en mí.

Finalmente, un año después, no pude seguir mis estudios de Educación media, ni de música, porque mi madre enfermó y ella solo me tenía a mí. Por lo tanto, debía trabajar para traer comida para la casa. Como era menor de edad, solo me permitían laborar en supermercados, llevando bolsas.

Sin darme por vencido y convencido que tenía talento para tocar el piano, además, de buena voz, llegué a participar en concursos infantiles. Mi madrina me apoyó y me acompañó, debido a que mi madre seguía enferma. Siempre, estuve en los primeros lugares con lo cual, me fui dando a conocer.

En Coquivacoa, en julio de 1974

Con catorce años, perteneciendo a la coral de la Iglesia del pueblo, fui invitado por algunos integrantes de este, para formar parte de una banda musical. En vista de que mi madre, ya se encontraba algo recuperada, me fui con ellos a los pueblos vecinos para trabajar en ferias y eventos privados.

Asimismo, con esta banda logré dar mis primeros inicios en la música como pianista, compositor, además de cantante. Fui, el pianista titular de la misma, aunque a veces toqué la guitarra, cuando faltaba mi amigo Memo, quien era el guitarrista oficial de la agrupación.

(***)

Para las fiestas patronales de Coquivacoa, fuimos contratados por el Alcalde, quien nos conocía a todos, desde pequeños. A pesar del dicho que reza que nadie es profeta en su tierra, a nosotros nos fue muy bien.

Así, anduve por espacio de dos años. En esta banda perfeccioné mi dominio sobre el piano; también, aprendí a tocar la guitarra y la caja o tambor. Finalmente, una noche que no pudo asistir el cantante del grupo, me tocó sustituirlo y lo hice extraordinariamente bien.

«Esta fue una experiencia maravillosa. ¡Me sentí realizado! Hubo momentos, que ni yo mismo comprendía como salía de mi voz, estas notas musicales. Fui muy ovacionado. Para mí, fue una noche magnífica, e igual me lucí con la guitarra, demostrando mis habilidades con este instrumento».

Después de esto, el líder del grupo me solicitó que retomara mis clases de piano, teclado electrónico y guitarra. Lo cual no dudé, ni pensé dos veces. Además, tomé simultáneamente clases para perfeccionar mi voz.

Llegué incluso a tocar en sesiones de grabación para pagar mi capacitación y perfeccionamiento, porque me busqué los mejores profesores. Me especialicé en música ligera. Para estar en el lugar que hoy me encuentro, hice muchos sacrificios.

(***)

De aquí en adelante, grupos ya establecidos en la región me llamaban para formar parte de su agrupación. A los dieciséis años, por problemas con el líder del grupo, me separé de esta. Después, pasé a formar parte de una de las mejores agrupaciones musicales de mi país, pero ubicada en Tablasa.

«Motivado a esto, me tocó mudarme hacia esta región. Fue así, como conocí a quien sería mi amigo y representante artístico, Francisco o Kiko León. También, a la mujer de mis sueños, Victoria Isabella Vélez Londoño».

(***)

Al llegar a esta agrupación, me destaqué tanto con el piano como con la voz. A pesar de mi corta edad, fui adquiriendo fama y haciéndome muy popular, rápidamente. Aquellos años con mi primera agrupación, me dejó experiencia tanto como músico y cantante, como conquistador.

«Reconozco, que tengo imán para las mujeres. Además, buen porte, soy moreno, guapo, sé que poseo un buen físico. Una de mis mejores armas, son mis ojos color miel. En cuanto a mi contextura, soy corpulento, macizo, tiendo a subir de peso, pero me controlo con las comidas, bebidas y los ejercicios».

(***)

A los cinco meses de estar en esta agrupación, fui invitado por uno de los dueños de la agrupación musical a una fiesta privada en su hacienda.

—Luis Carlos, me gustaría mucho que asistieras a una reunión privada que tengo en mi finca, este sábado, a las afueras de la Ciudad —me invitó él.

—¡Gracias, señor Diego! ¡Ahí estaré! —Aseguré agradecido con él.

El día de la reunión, estuve a punto de no ir. No obstante, mi representante me hizo comprender que no podía faltar y menos después que di mi palabra que estaría ahí. Él, se ofreció para acompañarme y me fue preparando para los posibles escenarios. Siendo el principal, que me pondrá a cantar.

De esta manera, me vestí con ropa que el mismo me prestó, siguiendo las instrucciones de este y salí, acompañado de él, hacia la hacienda. Al llegar, fui recibido por el mismo señor Santos.

—¡Bienvenido, Luis Carlos! —Me saludó él, extendiendo su mano.

—¡Gracias, señor! —Respondí, apretando la mano de este y sonriendo.

—¡Adelante, Kiko! ¡Gracias por estar aquí! —Saludó él a mi representante.

Los tres caminamos hacia la parte trasera de la hacienda, en donde estaban sus invitados. Había muchas personas pertenecientes a la farándula de mi país. Lo cual me impresionó, entre ellos, grandes voces del folklor de Granada.

—¡Ven, para acá, Luis Carlos! —Me solicitó él— Y prefiero, me tutees, nada de señor Diego o señor Santos —reclamó este sonriendo.

—¡Como usted… perdón, como tú digas! —Sonreí sentándome en el lugar indicado por este, al lado de Kiko.

Como a la media hora de estar ahí, me llamó la atención una muchacha que llegó con otras jovencitas iguales a ella; todas parecían adolescente. Estas, se sentaron en una mesa cerca de donde me encontraba. Cuando se dieron cuenta de que no le quitaba la vista a la chica, comenzaron a voltear para mirarme…

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