Librería
Español
Capítulos
Ajuste

3/ CONOCIENDO AL CLIENTE ITALIANO

Después de cambiarnos de ropa, cogimos cada una nuestro carro acercándonos hasta los ascensores de servicio, subimos a uno de ellos, bajando cada una en la planta que le tocaba

— Buenos dias ragazza — me dijo Mario, el hombre que tenia unos preciosos ojos de color verde

— Buenos días señor, ¿qué tal estuvo la fiesta? — pregunté

— Sofía no me digas señor, y la fiesta supongo que fue bien, yo me marche a tomar una copa a un club

— Bueno tengo que empezar a trabajar, si no el jefe me puede regañar — le dije

— ¿Esta noche tomamos la copa? — me dijo

— ¿Va a seguir pidiéndolo hasta que le diga que sí? — pregunté

— Como veras soy muy insistente y no dejare de decirtelo hasta que consiga, escucharte decir por tu linda boquita que si

— Está bien, ¿cuando salga de trabajar, le parece bien?

— Me parece bien, pero Sofía tutéame por favor — me dijo Mario con esa bonita sonrisa ladina que ponía

Nada más entrar en la primera habitación para limpiarla, me di cuenta de que se habían dejado los clientes que estuvieron una pulsera de oro, que supuse valdría bastante, cogi la pulsera me la puse en el bolsillo, me marché de la habitación para bajarla a mi jefe, después de salir del ascensor, me acerque hasta la puerta del despacho, toque con los nudillos y cuando escuche que me daba permiso entre, viendo a mi jefe sentado en el sillón detrás de su mesa

— Vaya has venido tu solita, no ha hecho falta que te llamara, — me dijo

— He venido a entregarle esta pulsera que me la he encontrado en una de las habitaciones — le dije viendo como mi jefe se levantaba del sillón acercándose hacia donde yo me encontraba

— Cierra la puerta y quítate toda la ropa — me dijo

— No lo voy a hacer, hay mucho trabajo hoy — respondí

— Hoy has venido a trabajar muy respondona, pero yo haré que se te baje ese genio, haz lo que te he dicho — me dijo mientras se quitaba el cinturón de su pantalón

— No se atrevera a pegarme, lo denunciare si lo hace

— ¿A quien a la policía? tu bien sabes que follas conmigo consintiendo, no tienes nada que hacer contra mí — me dijo

Me gire rapidamente, cogi el pomo de la puerta para marcharme, pero sentí un latigazo del cinturón en mi espalda, haciendo que gritara de dolor.

— ¿Jhon estás en tu despacho? — escuche una voz conocida

— Ahora estoy muy ocupado Mario, no te puedo atender — grito mi jefe, pero el hombre abrió la puerta, entrando en el despacho, viendome a mi con lagrimas en los ojos

— ¿Qué pasa aquí? ¿por qué está llorando esta mujer? — preguntó Mario

— Sofia vete ahora mismo a tu puesto de trabajo, ya hablaremos más tarde tu y yo — me dijo mi jefe

Me marché corriendo del despacho de mi jefe hacia la zona donde estaban los ascensores de servicios, cuando llegue a mi planta, entré en la habitación donde me encontré la pulsera para limpiarla. A la hora de descanso, estábamos las cinco compañeras almorzando cuando vimos acercarse a nosotras Mario

— Buenos días señoras, Sofía ¿puedo hablar contigo un momento? — me preguntó Mario, haciendo que mis compañeras silvaran

— Si claro, ahora vengo — les dije a mis compañeras

Nos marchamos de allí, hasta el cuarto donde las cinco chicas nos cambiábamos de ropa

— ¿Qué ha pasado con tu jefe en su despacho? y te advierto que no me gusta que me mientan — me dijo

— No sé qué habrá escuchado, pero no ha sucedido nada — le dije

— ¿Me permites que te vea la espalda? porque yo creo que sí ha pasado algo, ya que tu jefe tenía en sus manos el cinturón de su pantalón y te he escuchado gritar a ti — me dijo

— De verdad Mario que no ha pasado nada, y ahora ¿me permites retirarme?, el día es largo y estaba almorzando — le dije, pero Mario rodeo mi cintura con su brazo, acercando mi cuerpo al suyo, teniendo los dos nuestras bocas tan cercas que lamió la comisura de mis labios mientras me subia el bluson de mi uniforme, girando enseguida mi cuerpo, para mirar mi espalda

— Esta marca que tienes ¿es del cinturón de tu jefe? — preguntó

— No, ayer me di con una de las puertas de mi cocina y ahora por favor déjame marchar — le dije esquivando su cuerpo, marchandome de allí corriendo hacia donde estaban mis compañeras almorzando

— ¿Qué quería de ti, ese tío bueno? — me preguntó Sandra

— Nada importante, — respondí intentando que no preguntaran mis compañeras nada más.

Cuando llegó la hora de marcharnos a casa, nos cambiamos de ropa en el cuarto marchandonos hacia la zona de los ascensores para bajar al parking, ya nos estábamos Sandra y yo acercándonos a su coche, cuando vimos a Mario al lado del vehículo

— ¿Qué hace ese al lado de mi coche? — preguntó mi amiga

— Le he aceptado una copa, lleva ya tres semanas pidiéndome que vaya con él — respondí

— Buenas tardes señoritas, Sofía ¿nos vamos? — me preguntó Mario

— Mañana a la misma hora en tu casa, hasta mañana Sofía — me dijo mi amiga

Mario y yo nos fuimos acercando a un coche de alta gama, recordando que ese mismo coche era el que vi las dos veces aparcado enfrente del club y una vez en el edificio de mi casa. Mario me abrió la puerta de su coche, ayudándome a sentarme, sentandose él en el asiento del conductor, marchandonos del parking del hotel. Aparco al lado de un club, bajamos los dos del vehículo, sentandonos en los sillones que había vacíos en el exterior.

— Buenas tardes señor Angeletti ¿que van a tomar — nos dijo un camarero sorprendiéndome porque conocía a Mario

— Traenos el mejor vino que tengas Rodri y algo para picar — respondió Mario

— ¿Vienes mucho por aquí? — pregunté, cuando el camarero se marchó

— Algunas veces, pero nunca he venido con una mujer tan bonita como tu — me dijo

— Dime Sofía ¿porque tu jefe te iba a pegar con su cinturón? ¿sois familia? — me preguntó

— Dejemos el trabajo a un lado por favor Mario, ¿En qué trabajas tú? si se puede saber — pregunté

— En la hostelería, soy un CEO, o sea un empresario que está en el hotel de vacaciones — me dijo

— ¿Vacaciones? hace tiempo que no se que es tener vacaciones — le dije

— ¿No te las da tu jefe? — preguntó mientras el camarero le daba a probar la botella de vino que nos trajo

— No puedo, necesito el dinero — respondí

Pasamos una tarde maravillosa, Mario me contó anécdotas suyas y yo también riéndonos los dos como hacía tiempo que no me reía, pero todo lo bueno se acaba y cuando nos dimos cuenta del reloj, era ya casi la medianoche. Nos levantamos los dos de los sillones marchandonos hacia su coche, subimos los dos y dando mi dirección a Mario me llevó hasta mi casa, aparcando su vehículo enfrente de la portería de mi edificio, bajandonos los dos del coche

— Bueno me tengo que marchar, gracias por esa copa lo he pasado muy bien — le dije

— Yo también lo he pasado bien contigo, ¿quedamos el sábado para cenar? — me preguntó

— No lo siento, no puedo de verdad, — respondí

— Sofía ¿estás casada? — preguntó muy serio

— No qué va, pero tengo cosas que hacer y que me obligan a estar en mi casa todo el tiempo posible— le dije

— Comprendo, bueno pues nos veremos entonces mañana en el hotel — me dijo, 

Pero Mario rodeo mi cintura con su brazo acercándome a su cuerpo todo lo que pudo, nos quedamos los dos mirándonos a los ojos, dándome cuenta de que acercaba su boca a mi boca, me aparté enseguida de su agarre y corriendo entre en la portería, subiendo por las escaleras hasta llegar a mi casa. Al día siguiente nada más entrar en el cuarto donde nos cambiábamos de ropa empezó a sonar mi movil, lo cogi para ver quien me llamaba, viendo en la pequeña pantalla del móvil que era mi jefe

— ¿Es el baboso, verdad? — me dijo mi amiga

— Si, voy a ver qué quiere hoy —  le dije

— Sofía, no puedes seguir así, el nuevo dueño del hotel me han dicho que esta aqui, buscalo y cuéntale lo que ese cerdo baboso te esta haciendo — me dijo Sandra

— Nadie sabe quién es el dueño todavía, ¿donde lo busco Sandra? , tu sabes bien que necesito el dinero que me da por ser su puta particular aunque no me guste — le dije

— Amiga si yo pudiera ayudarte, ese sabría quién soy yo — me dijo

Después de cambiarme de ropa, me marché del cuarto hacia el despacho de mi jefe, toque a la puerta y cuando me dio permiso, abri la puerta entrando dentro de su despacho

— Buenos días preciosa, hoy quiero hacerte algo nuevo, cierra la puerta con el cerrojo, no queremos que pase lo de ayer ¿verdad? — me dijo sonriendo

Cerré la puerta con el cerrojo, quedandome en la puerta mirándonos mi jefe y yo

— Acercate, no voy a hacerte nada que no hayamos hecho ya tu y yo — me dijo, mientras se quitaba el cinturón de sus pantalones

— ¿Que va a hacerme con el cinturón? — pregunté

— Ven aquí donde estoy yo y lo sabrás preciosa — me dijo

Me acerqué hasta donde estaba mi jefe, con su mano cogió mis pómulos con fuerza, mordiendo mi labio metiendo su lengua dentro de mi boca, moviéndola por todos los sitios. Me giro poniendome de espaldas a él, atandome las manos con el cinturon, subio mi blusa dejandome los pechos al descubierto, bajo mis pantalones y mis bragas, pasando su mano por mi sexo varias veces

— Ah sí, eso me gusta, sumisa para mi, eres mia Sofia, eres toda mía — me decía, mientras las lágrimas caían por mis mejillas

Cuando ya terminó de correrse, me quito de mis muñecas su cinturón, puso su mano en mi espalda, para que doblara mi cuerpo, haciéndome sentir cinco azotes en mis nalgas, mientras yo me mordía el labio por el  dolor y para no gritar

— Vístete y lárgate de aquí, encima de la mesa tienes el sobre con tu dinero, zorra — me dijo

Me arregle la ropa, cogi el sobre con el dinero, quite el cerrojo de la puerta y abriendola me marche de ese despacho corriendo al cuarto de la limpieza, cerré la puerta y arrastrándome por ella, me senté en el suelo poniendo mis manos en mi cara, llorando sin consuelo

— Sofia ¿estás aquí? — escuche a Mario

Por un momento no quise responderle, necesitaba estar sola unos minutos, pero escuche como intentaba abrir la puerta, me levanté enseguida del suelo, encendí las luces y me puse a arreglar el carro

— ¿Sofia estás bien? te estaba llamando — me preguntó Mario cuando entró en el cuarto

— Si perdona Mario, es que no te había escuchado — respondí

— ¿Estás llorando? tienes los ojos rojos — me dijo

— No, es el producto que hay aquí, y ahora si me disculpas, tengo que empezar a trabajar — le dije esquivando su cuerpo con el carro, marchandome de alli

La semana no paso muy rapida para mi ya que al baboso de mi jefe, le dio por azotarme con el cinturón cada vez que se corría dentro de mí, haciéndome sentir como una verdadera fulana, pero aun me quedaban varias facturas que pagar del hospital, una tarde cuando llegue a mi casa, vi que la vecina estaba muy seria sentada en el sofá, me acerque a ella sentándome a su lado

— Carla¿le ha pasado algo a mi hermana? no me has llamado por teléfono — le dije

— No pasa nada cariño, es que han llamado a tu hermana del hospital, tiene que volver a empezar la quimio otra vez y tu hermana no quiere, dice que son más gastos y que no va a ir — me dijo

— No te preocupes, ¿cuándo tiene que empezar? — pregunte

— El lunes, pero no quiere Sofia y sin la quimio no durara mucho mas — me dijo

— Mi hermana irá al hospital, yo hablare con ella, tranquila — le dije

Este fin de semana no me marché con mis compañeras a ningún sitio, no me encontraba con ganas y después de hablar con mi hermana y discutir las dos, aun me sentía más indispuesta y sin ilusión de volver a ver a mi italiano en el club. como yo lo llamaba, aunque prefería quedarme en casa acompañando a mi hermana. El lunes, me levanté de la cama, entre en el cuarto de baño para ducharme, cuando termine tape mi cuerpo con una de las toallas que había, volvi a mi dormitorio para vestirme, acercandome después a la cocina y hacer el desayuno de mi hermana y el mio. Una vez que lo tenía todo preparado, me acerqué al dormitorio de mi hermana, viendo que aun no se había levantado.

— Julie levanta que nos tenemos que marchar al hospital — le dije, abriendo las cortinas, acercándome después a su cama sentándome a su lado

— Ya te dije que no iba a ir más al hospital Sofía, no insistas — me dijo mi hermana

— Levántate ya de la cama, claro que vas a ir o quieres dejarme sola, no quiero excusas Julie — grite

— Déjame en paz, no quiero ser un gasto más para ti — me dijo llorando

— No eres ningún gasto, eres mi hermana y si tengo que hacer mas horas extras las hare, por ti y por mi, no me dejes sola Julie por favor — le dije llorando abrazandonos las dos

— Esta bien, por ti lo hare hermana, te quiero mucho y gracias por todo lo que estás haciendo por mi — me dijo limpiando mis lagrimas

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.