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- No te equivoques, esta vida es matar o morir.
- Entonces, solo quiero ir de discotecas cuando regreses. ¿Me prometes que volverás a mí? - Me abraza fuerte.
- No puedo prometerte eso, pero haré todo lo posible para volver a tus brazos y llevarte a bailar. Pero cambia esa cara.
- Me preocupo. ¿Será siempre así? - Pregunta y besa mi cara.
- Si yo vendiera un seguro de vida, sería diferente, pero tu hombre lleva una especie de vida loca. - Ella saca la lengua y yo le agarro la boca.
- Pero cuando tengamos a nuestros hijos, no podré-...
- Deja de hablar. Parece avergonzado. - Lo siento, creo que me dejé llevar.
- Ven aquí. - La llevo a mi regazo. - ¿Por qué dejaste de hablar de nuestros hijos?
- Nunca hablaste de eso. Solo llevamos juntos un par de meses.
- ¿Quieres tener hijos conmigo? - Me mira con una carita tímida.
- Vaya, yo, bueno, supongo que sí. Hiciste un esfuerzo hoy para eso. Pero olvida lo que dije.
- ¿Él piensa? ¿No estoy seguro? Quiero tener hijos contigo. No pienso en ti a corto plazo. No me gusta verte así, inseguro de nosotros dos.
- Pero podrías encontrarlo precipitado. Yo con dos meses haciendo planes.
- No estés adivinando. Cuando regrese de esta misión, ya no estaré lejos de ti. Quiero que vivas conmigo. - Beso tus labios. - Te quiero todos los días, amor.
- Yo también, mi madre y mi padrastro se volverán locos con esto, pero no quiero estar lejos de ti.
- Ahora vamos, tenemos que conseguirte tu collar y un celular nuevo y ver si no lo tiras a la pared, otra vez. Hice esto para saber siempre dónde estás. Cuando estoy de viaje.
- Hmmmm , pero entonces? - Me mira con picardía.
- No eres la esposa de un tipo común, te lo dije. Saber dónde estás también es por tu seguridad. Ahora vamos. ¿Realmente no quieres ir al club?
- No, solo a tu regreso. Es tu compromiso conmigo. Vuelve a llevarme a bailar. - Confirmo con un movimiento de cabeza.
- Otra cosa, no podrás quedarte en tu casa. Es demasiado arriesgado.
- ¿Dónde me quedaré?
- En Capital. Dile a tu mamá que vas a tomar un curso. Dejaré algunos hombres para cuidar de tus padres. Por si aparece alguien.
Fuimos a la tienda y compramos el collar, y luego a un centro comercial para comprarle un celular nuevo.
Le transfiero el rastreador, ahora que ella lo sabe, me siento más seguro de que no lo quitará.
Volvimos al hotel. No es el momento de estar dando vueltas, estoy solo por ahora.
Al amanecer del día siguiente viajamos a su ciudad y vi que Elizabet estaba muy nerviosa. - ¿Qué pasa guapa?
- Anteayer, en la mañana, antes de que llegaras, hablé con mi madre y digamos que no fui muy amable al hablarle de ti.
- ¿Le hablaste mal de mí a mi suegra? - Ríete en su cara.
Llegamos a la ciudad al final del día, y pronto estamos frente a su casa. Es sencillo pero bien cuidado.
- Ni siquiera hablamos de una profesión para ti. Había dicho que trabajabas en un centro comercial, pero ese auto no parece un empleado de una tienda.
- Déjamelo a mí, Goiana. Mi suegra estará enamorada de mí. - Le guiño un ojo y salimos del auto.
Al rato sale al porche una mujer de unos años que presumo es su madre. Ya que Elizabet suelta mi mano y se arroja a sus brazos.
- Hija mía, qué buena sorpresa. Ayer me dijiste que te ibas a quedar unos días más...
Elizabet corta a su madre. - Olvida lo que dije. Vamos, este es mi novio, Tales.
- ¿Novio? Pero no dijiste que era un... - ¿Qué dijo ella sobre mí? Me dio curiosidad
- Mamá, déjalo, ir. No te lo tomes tan en serio.
- Buenas tardes, señora, un placer, Tales. Espero que su hija no haya usado adjetivos tan malos, aprecio mi nombre. Sonrío y Elizabet pone los ojos en blanco.
- Buenas tardes, joven, gusto en conocerlo, Rosa, la mamá de Elizabet. - Me mira sonriendo. - Uai, usó unos términos feos, pero olvídalo, por su cara, el enfado ya pasó.
Entramos y mi suegra, una situación nueva para mí, una suegra, en fin, fue muy amable.
Preguntó por sus parientes en Río, y pronto llegó su padrastro, pero está un poco callado, como yo, que solo miraba hablar a Elizabet y su madre.
- ¿A qué te dedicas, chico? Pregunta el padrastro.
- Soy un hombre de negocios. Sucursal de exportación e importación.
- ¿Exportación e importación? ¿Qué exactamente? - En ese momento, Elizabet me mira, casi sin color.
- Importación de hierro, y exportación de cristales, harinas especiales e insumos para medicamentos, tabletas.
- ¿Pero no trabajabas en un centro comercial y vivías cerca de mi hermana? - pregunta la madre desconfiada.
- Elizabet se equivocó, tengo tiendas en el centro comercial y nací en Maré, tengo familiares allá. - Lo de las tiendas es cierto, tenemos que lavar el dinero, entonces...
- Interesante. Negocio bien diversificado. ¿Importa el hierro? Es curioso, somos uno de los mayores exportadores. - continúa el padrastro.
- La plancha que importo es especial. Para un uso muy específico.
- Tío, ¿cómo estás en el nuevo puesto? Mi madre dijo que cambiaste de trabajo.
Él comienza a decirle y yo sonrío ante su forma desesperada de ocultarle la verdad a sus padres, que ella está con un hombre de negocios, dueño de la boca.
- Cuentos, hijo mío, ¿ya comiste pequi?
Pregunta la mamá de Elizabet y recuerdo a su tía hablando de esta fruta, pero solo el olor me dio calor.
- No llegué a comerlo, señora, pero lo olí en casa de Telma, su hermana.
- Mamá, no creo que le guste, y ya es tarde, ¿lo dejamos para otro día? - sonrío agradeciéndole que me haya sacado de esta situación.
Cenamos y no tengo intención de pasar la noche con ellos, ni de dejar a Elizabet. Quiero ir a un hotel. - Cariño, ¿de acuerdo?
- ¿Para dónde? - Su madre que pregunta.
- Vamos a un hotel, señora. - Casi se le cae la mandíbula.
-Lo harás, ¿verdad Tales? Yo me quedo aquí. - Elizabet me frunce el ceño, pero no me convence.
- No, lo haremos. Ya habíamos arreglado esto. Vas conmigo, eso es innegable.
- Pero a ustedes dos les gusta eso, ¿ya? ¿Durmiendo juntos? Isabel, ¿es esto cierto? ¿Cómo es eso no negociable? ¿Él te manda?
- Mamá, soy un adulto, él va a viajar, y quería quedarme un poco más con él, eso es todo. Y él no me da órdenes. Era solo su forma de hablar.
Decido tirar todo sobre la mesa pronto. -¿Ya habló con ella sobre el curso en Guyana? - Pregunto.
- ¿Curso? ¿Que curso? Llegó llena de demasiados secretos, ¿no cree, doña Elizabet? ¿Esta historia de dormir en un hotel con un novio y ahora hacer un curso en la capital?
- Mamá, Tales me regaló un curso por mi cumpleaños. Pero empieza esta semana, así que vine antes.
Puedo ver que se siente culpable por mentirle a su madre. Decido interferir. Sin mi esposa, no me iré de aquí. Ya se lo había explicado antes de que llegáramos.
- Doña Rosa, tengo un compromiso serio con su hija, soy un hombre que cumple con mis deberes. Elizabet y yo en realidad estamos durmiendo juntos, ella tiene años y tengo la intención de hacerla mi esposa, en el momento adecuado.
- ¿Estás escuchando esto, hombre? Nuestra hija se va a acostar con el novio que conoció hace dos meses. - Se vuelve hacia Isabel. - ¿Saliste con Fernando por años y nunca dormisteis juntos y ahora, unos días y ya está así, hija mía?
¿De verdad que mi suegra, que hasta ahora iba por buen camino, viene a hablarme de su ex a la cara? Elizabet se disculpa con la mirada y decido dejarlo pasar.
- Deja mujer. Como dijo, nuestra niña es una adulta.
- Gracias, tío. Mamá, un día esto pasaría, y el curso es importante para mí. Iba a quedarme en Río durante tres meses. Me estoy mudando fuera de la ciudad.
Después de que Elizabet habló con su madre en su habitación, finalmente nos fuimos al hotel. En otro carro me acompañaban cinco hombres de confianza. Dos se quedarán aquí, observando desde lejos. Si alguien de Sancho me sigue, ya lo sabe desde aquí.
Nos quedamos en el hotel, Elizabet sintiéndose culpable por mentir tanto a sus padres, pero no había otra manera, lejos de mí, no dormiría. Fue nuestra última noche juntos antes de irme.
- Ven aquí. ¿Sientes estar conmigo?
- No. Pero podrías ser menos problemático, ¿verdad? Dice sonriendo. - ¿Cuál fue esa historia de importación y exportación?
- Es lo que más hago. Importo hierro y exporto harina. - Sonreímos ante la situación. - Mejor que no lo sepan.
Esa noche hice el amor, ligero, largo con ella, se durmió en mis brazos. A la mañana siguiente, nos dirigimos a Guyana.
Ya le había preparado un piso para que se quedara. - Es hermoso, lástima que no sea divertido sin ti. - Ella empieza a llorar. - ¿Prometes volver a mí en una sola pieza de esta misión?
- Oye, necesitas más fibra para ser la esposa de un bandido. Si cada vez que hay un choque te quedas así, vas a sufrir mucho. - Estoy bromeando, pero en el fondo esto es real.
- No juegues con cosas serias. ¿Tiene al menos una enfermera que lo acompañe?
- Amor, no confundas las cosas, yo soy dueña de un cerro, no de una misionera de la cruz roja. Voy a tomar una región, voy a tomar una bala y un rifle. Pero ese médico que te atendió en Campos estará razonablemente cerca, por si lo necesito.
Decido cambiar la conversación y aligerar el estado de ánimo. - El soldado que tratará directamente contigo está subiendo.