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Beso, sus muslos y me subo a la cama, rozo su coño con mi polla, apoyo mi cabeza en su entrada y como imaginaba, está empapada, pero no es solo por su regla, está excitada.
— Ponte condón, no estoy usando medicina.
— Salgo afuera, no traje condón. Solo te tengo a ti y no pienso volver a usar eso.
— Sabes que este no es un método efectivo, ¿verdad? Disfruta al aire libre. Puedo quedar embarazada. Y dudo mucho que te corras afuera. -Ella ya me conoce bien. Sabes que difícilmente saldría de eso.
-Olvídalo, amor. -Empiezo a caminar lentamente. Ella puede estar más adolorida durante este período, todavía no conozco esta fase de Elizabet.
Tiene los ojos cerrados y la boca abierta, le muerdo el pecho. Ella gime Son sensibles, seguro.
-Delicioso, caliente, delicioso y mío. - Empujé lentamente, probando su sensibilidad. Decido dejar que ella decida qué tan fuerte me quiere.
— Ven, twerk a tu macho. - Me acuesto y ella sigue mirando, probablemente viendo mi pene con los restos de su sangre.
-Voy a hacer un lío-. - Habla, encajando en mí.
-Maldita sea, qué cariño-. Olvídese de la suciedad, es solo la sangre, enfermera. Ella rueda los ojos.
Ahora lo está disfrutando, echando la cabeza hacia atrás y empezando a moverse. — Ya está, amor, olvídate del resto y ven a disfrutar de la polla de tu hombre. Golpeo el lado de su muslo.
Elizabet se relaja con respecto a la menstruación y comienza a rodar y gemir fuerte, mientras sube, veo la base de mi polla, con un poco de sangre y secreción, es una parada muy fuerte, íntima, perfecta.
-Ya voy, amor-. Clava sus uñas en mi pecho.
-Eso es todo, vamos-. — Espera, me la quiero comer a cuatro patas. En cuanto vuelve del orgasmo y le digo que se ponga a cuatro patas, se va sin quejarse.
-¿Puedo comerte así de fuerte?- Ella solo asiente en confirmación.
Somos un desastre, empujo dentro de una vez, y ella gime, veo mi polla deslizarse dentro y fuera de ella, resbaladiza por su período y lubricación por el orgasmo de hace unos minutos.
-¿Quieres venir de nuevo, traviesa?- ella gime en respuesta. -Entonces vas a venir por mí-.
-Mmm. - Responde bajo.
-Eso es por huir de mí-. Le doy una fuerte palmada en el culo. Le tiro del pelo en una cola de caballo. Otra bofetada, y otra es otra. Luego aliso la piel con las marcas de mi mano.
-¿Vas a huir de mí otra vez, Elizabet?-
- No. No voy.
Empiezo a frotar su cuello, ella mete el culo sin vergüenza y gime, su coño estrangulando mi polla, haciéndome disfrutar de chorros calientes dentro de ella. No saldría en absoluto.
-Joder, amor, eso fue perfecto. ¿Estás bien?
- Estoy muy bien. Me arde el culo y te corriste dentro de mí, Tales.
-Siempre caliente, siempre-. Las tapas eran para recordarte que nunca más volvieras a hacer eso. -Te beso la espalda-. Imposible hacer otra cosa.
— No quiero ni saber cómo estamos, sé que hicimos un lío. Salgo de ella y la atraigo hacia mí.
-Olvídalo. Ven aquí, fugitivo. - Se acurruca en mis brazos y una extraña sensación invade mi pecho. Como si algo malo fuera a pasar.
-De ahora en adelante, vamos a actuar con más cautela. Podría haber sido un montón de mierda, esa actitud tuya. Intentemos resolver las cosas sin tener que cambiar de estado, ¿de acuerdo?
Luego nos levantamos para tomar una ducha, y ni siquiera era todo el escenario de Dexter , como ella estaba pensando. -Ves, relájate. No sangraste tanto mientras te follaba.
-Dios mío, deja de hablar de eso.
-Como, si mi semen rezuma entre tus piernas-.
Nos dirigimos al baño y yo estaba más relajado.
Subo a Maré y veo a mi padre en uno de los puestos de mando de la favela. -Papá, ¿qué haces aquí?-
-Ups, hijo mío, ¿estás bien?- - Intenta acercarse, pero mi mirada lo hace desistir.
-¿Qué estás haciendo aquí?- No me respondió.
- Quería hablar contigo. Me dijeron que habías bajado al asfalto.
— Sí, estuve en la playa, ¿qué quieres?
- Necesitamos conversar. Estoy en una situación complicada.
-No tengo nada de que hablar contigo. — Me voy y tira las cosas.
— Tus hermanos corren peligro de muerte. - Me dirijo a él.
-¿Qué quieres decir con qué hiciste esta vez?-
- Necesitamos conversar. Me junté con algunas personas. Usureros.
-¿No estás bien?- No fue suficiente haber dejado a mi madre en el lodo, sin nada, viviendo prácticamente debajo del puente, pero ¿este?
-Tenía que hacerlo, hijo. Sabes, eres más fuerte que yo. Pero seguiré con la vida.
-Dime lo que pasó.- — Mierda, si mi mamá o Silvinha se enteran de que me persigues, se asustarán.
Vamos a una pequeña plaza y nos sentamos en un banco, debajo de un árbol. -Perdí mi trabajo, tu madrastra...
-Esa mujer no es mía.
— De todos modos, Adriana tomó todo el dinero de mi cirugía plástica y renovó la casa.
— No tu dinero, el dinero que mi madre se esforzó por ganar y tú le robaste.
-No es así, hijo. Tenía derecho. Estábamos casados.
Nunca has trabajado. Ella fue la que conquistó todo sola y tú hiciste ese perro con ella.
Mis padres se mudaron a Río con la promesa de que mi madre trabajaría en un gran estudio.
Empezó bien, luego se ganó a los clientes y mi padre nunca fue a trabajar, empezó a vivir la buena vida, gastando lo que ganaba mi madre.
Teníamos una buena vida, estudiamos en un colegio privado, vivíamos bien, pero lo que nadie sabía era que mi padre era adicto al juego, además de encontrar un amante.
A mi mamá la tuvieron que operar de urgencia, apendicitis, estaba muy enferma, y como tenía que pagarle a los proveedores, a los empleados de su estudio, firmó un poder, la engañó.
Se suponía que sería solo por unos días, pero ella estaba muy mal, confió y le dio plenos poderes para manejar las cosas, mientras recuperaba su salud.
Resumen de la historia, se aprovechó, sacó un préstamo usando nuestra casa como garantía, tomó todo el dinero de la cuenta del estudio e incluso vendió el auto.
Cuando mi madre se enteró, él estaba viviendo con otra mujer, la casa a su nombre, y tuvieron un hijo y ella estaba embarazada. La hipoteca era alta, perdimos la casa, el estudio quebró y nos quedamos en la pobreza.
— Concéntrate en el presente, hijo mío. Fueron a mi casa y nos golpearon a mí ya Adriana. Dijeron que si no empiezo a pagar, se llevarán a Adrián y luego vendrán a buscar a Pablo.
-Papá, ¿cómo puedes involucrarte con gente así?-
-Gasté más de lo que se suponía que debía en el juego, lo perdí y se lo pedí prestado a algunos muchachos, y ahora es una bola de nieve.
-¿Cómo quieres mi ayuda? Vivimos en una favela, no es por ser exótico, terminamos aquí por necesidad.
-Puedes trabajar con ellos. Señala hacia un grupo de hombres de Sheikh, que están armados.
-¿Estás sugiriendo que me dedique al crimen?-
-Obtienes dinero rápido. Son tus hermanos, no sé qué más hacer.
-Padre, lo que me pide es muy serio. — Empieza a llorar ya pedir el amor de Dios.
— Dame un poco de tiempo, no puedo conseguir dinero así, ¿cuándo tienes que pagar?
— La primera cuota es en dos semanas. Cinco mil.
- ¿Cinco mil? ¿Usted está loco? ¿Cuál es la deuda total?
- Setenta mil.
-Por el amor de Dios, no puedo conseguir todo ese dinero.
— Sabes que si trabajas con ellos, puedes, si te esfuerzas, ser duro, fuerte. No lo hagas por mí, hazlo por tus hermanos, son niños.
Me despido de mi padre, con una mezcla de ira y preocupación. ¿Cómo puede alguien ser tan estúpido, irresponsable y cobarde como él? Ese pedazo de mierda es mi padre.
Necesito encontrar a alguien alto con quien hablar. Sé que Silvinha tiene algo con Bodão, pero no quiero que lo sepa, al menos no por ahora.
No tengo el coraje de ir a una de las bocas. Nunca me sedujo este mundo.
Nunca fue mi deseo ser parte del crimen, mi sueño era estudiar, ser administrador, pero no narcotraficante.
- ¿Hola madre, todo bien?
— Todo, pase lo que pase, tiene carita.
- Nada, no. ¿Quieres un cafe?
-Oh, por favor, sí lo hago. Oh, hablé con tu tía, Elizabet incluso compró el boleto.
-Así que ella realmente viene?- - Qué bueno. La extraño. Silvinha se iba a poner ansiosa, no dijo nada más, queriendo que confirmara el viaje.
— Espero que le guste, no tenemos lujos, pero sí amor.
—Ah, madre, Elizabet es gente como nosotros, que se muere por ver a Elizabet en el baile funk.
-Tan hermosa como es, tengo miedo de atraer la atención de las personas equivocadas. — Mi madre habla mientras cose.
- ¿Como quién? ¿El jeque? ¿Te imaginas a Elizabet, primera dama del cerro?
Dios no lo quiera, quiero que el jeque se aleje de ella. Es tan guapo, pero tiene una frialdad que asusta. Dicen que es muy malo.
— Es el jefe, tiene que tener miedo.