Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 2

Anillo de compromiso, resonaron esas tres palabras en mi mente una y otra vez.

—No puede ser...—susurré consternada por la noticia que acababa de darme.

—Sí, Johana, seremos familia—declaró con voz ronca. Su aliento acarició mi piel, y eso empezó a nublar el poco juico que tenía. Tan poco que no me permitía pensar con claridad, y solo parecía estar los dos juntos. Solos. En una cama. Completamente desnudos.

No, me recriminé a mí misma. Esto no era así. No con él. Fue cuando recordé la razón porque me mantenía alejada de él, y ese fue el impulso que necesité para colocar mis manos en las suyas y alejarlas de mi cuerpo.

—No me toques—espete, dándome la media vuelta y mirándolo con enojo—, y tampoco soy tu "pequeña hermana".

Su mirada se hizo más carnal, intensa.

—Eso, Johana. Lo sé muy bien.

La forma en que pronunció esa última parte, me hizo tragar saliva. Estaba por decirle unas cuantas cosas más, hasta que escuche la voz de Horacio Navarro detrás de mí. Ambos volteamos a verlo, y fue cuando me di cuenta de lo nervioso que parecía, como si fuera a decir algo importante.

Eso me alarmo enseguida, y al verlo como se pasaba las manos por su cabello de manera nerviosa, solo hizo que sonar mis alarmas internas.

De pronto empezó hablar, y temí lo peor.

—Estoy nervioso, muy nervioso, en realidad —soltó una risa incomoda y continuo—, pero ya no quiero seguir esperando más por esto. —su mirada viajo hasta mi madre, y su confianza pareció aumentar—. Alejandra, amor mío, quiero decirte que desde que te vi, me hechizaste por completo.

«Oh rayos, Julián no había estado mintiendo»

Observé a mi madre, y la encontré a punto de llorar de la emoción.

—Todo desapareció en ese momento. El dolor, la soledad, todo. No existía nada para mí, solo tú. —Tomo la mano de mi madre, y se la besó—. Y quiero decirte hoy, enfrente de nuestros hijos—nos voltearon a verme un momento para después volverse a ver, y continuar con su declaración—. Que te amo con toda mi alma.

Mi mama jadeó sorprendida cuando observó que su novio se arrodillaba en una sola pierna, delante de ella. Para a continuar, observar como Horacio sacaba una caja negra de su bolsillo para después abrirla.

—Es por eso que te suplico que me des una oportunidad para ser tu esposo—continuó Horacio, al borde del llanto—, Y que vivamos juntos el tiempo que nos queda de vida.

Mi madre parecía tener el mismo problema en retener sus propias lágrimas.

—Horacio...—él la detuvo, y continúo.

—Estoy seguro que no voy a encontrar una mujer como tú, y ansió ser ese hombre que te complemente como tú lo haces para mí. Así que con mi corazón es tus manos, te pregunto: ¿Alejandra, deseas casarte conmigo?

Un latido paso, y después…

— ¡Si, si, si!

Mi madre se lanzó hacia los brazos de Horacio. Sin dejar de llorar, al igual que él. Me cabeza bajó mientras sentía mis ganas de llorar por mí deseos egoístas y sobre todo haber deseado que el romance de ellos fuera pasajero. Ahora era definitivo, lo sabía. Julián iba a ser mi hermanastro. Y no había vuelta atrás para ese hecho.

De pronto, sentí los brazos de él detrás de mí.

—Ahora seremos inseparables.

«Imbécil»

Intenté salirme de su abrazo, pero me tenía bien sujeta y no pude hacer nada sin provocar una escena escandalosa, así que dejé de insistir. Su aroma me envolvió por completo. Quise no disfrutar de la forma en que me sostenía, pero estaría mintiendo.

De esa manera, estábamos viendo su padre le colocaba el anillo a mi madre en su dedo anular.

—No puede ser—volví a susurrar.

Lo peor de todo era ver la felicidad de ambos. Una fea emoción me cubrió por completo. Lo supe de inmediato que era: Culpa. Desear que Horacio no amará a mi madre era algo egoísta, y, aun así, lo había deseado. Era una mala hija. Todo lo que mi madre había pasado, para ahora desearle eso. No era justo para ella. No lo era.

Julián se alejó cuando nuestros padres voltearon a vernos. Y tuve que colocar una sonrisa. Falsa, pero una sonrisa, al fin y al cabo. A continuación, empezaron acercarse a nosotros.

La felicidad de Horacio parecía genuina, así que cuando me acerqué, le tendí mi mano.

—Gracias por hacerla feliz.

El novio de mi madre me vio sonriente.

—Es un placer para mí.

Asentí, y viendo a mi madre, me dio ganas de llorar de nuevo. No pude evitar acercarme a

ella, y poder abrazar a la única persona que me había visto crecer desde siempre.

Sus brazos me rodearon.

—Felicidades, mamá.

—Gracias, bebe— y con incredulidad en su voz, dijo en mi oído—. Me voy a casar, amor mío. ¿Puedes creerlo?

Y con las lágrimas a punto de salir, asentí.

—No es difícil de creer, mamá. Eres una mujer maravillosa. Te lo mereces.

Toda su vida había estado sola para mí, y nada más que para mí.

—Vamos a cenar, chicas. —la voz de Horacio separo nuestro abrazo para después verlo sonriente—, ¿una cena de compromiso? ¿Quién lo diría, ¿no?

Claro, ¿Quién lo diría? Sino fuera porque era el hombre que, hacia feliz a mi madre, le diría unas cuantas cosas sobre ese comentario. Sin embargo, cuando los observé acercarse de nuevo a ella para después dirigirse al comedor, fue que recordé la historia de ellos. Al parecer Horacio había decidió a consultar con mi madre por un problema en su dentadura. Y viendo que mi madre era una de las odontólogas más recomendadas de la ciudad, era un porcentaje muy alto de que se iban a conocer. Según mi madre, dijo que cuando lo vio, quedo completamente noqueada por él. No podía dejar de verlo, y al parecer, Horacio también sufrió de lo mismo. Amor a primera vista, según las palabras de mi madre.

Lo curioso pasó después, ellos actuaron normal como paciente-doctor. Ninguno de los dos

fue el valiente para pedir una cita para cenar. Y ese día, ambos se despidieron como debía ser. En palabras de mi madre, dijo que se había sentido desilusionada, pero días después volvió aparecer, y al parecer tenía otro problema dental. Y la consulta transcurrió de la misma manera que en la primera, y después de esa, hubo una segunda, tercera, cuarta, quinta, hasta que un día, al fin Horacio se armó de valor y le pidió una cita para cenar. Y ese fue el inicio de todas las sonrisas secretas de mi madre, pero, sobre todo, del desastre qué ahora era mi vida.

«¿Porque había tenido qué ser precisamente Horacio el que fuera padre de Julián?», cuestioné en mi mente, aunque sabía que no había respuesta para esa pregunta.

Cuando todos se dirigieron al comedor, también lo hice.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.