Capítulo 1
Sabía con certeza de que había un problema cuando observé a Julián Navarro en la puerta de mi casa. Su sonrisa maliciosa me lo terminó de confirmar, lo que hizo que mi cuerpo se pusiera tenso por lo que pudiera ocurrir. «¿Acaso se había enterado sobre la cena que iba a realizar mi madre y pensaba arruinarla para fastidiar mi vida todavía más?»
Lo miré con el ceño fruncido.
Su sonrisa crece todavía más con mi escrutinio, haciendo que mi teoría se hiciera más acertada conforme nos mirábamos mutuamente. Siendo el capitán del equipo de fútbol de Royal Diamonds, su ego era demasiado grande para no odiarlo. Aunque si era sincera conmigo misma, una parte de que fuera tan egocéntrico era debido a su aspecto físico. Odiaba tener que admitir que era demasiado sexi como para no reaccionar de forma inapropiada cuando lo veías caminar hacia a ti. Sobre todo, cuando mostraban esa sonrisa maliciosa que siempre desarmaba a cualquier corazón. Era un arma letal.
Las chicas de la Academia les gustaba alardear demasiado y decían que besaba delicioso.
Obviamente mentían. Dios no podía ser tan considerado con una persona como él. Tenía que tener un defecto, nadie podía ser tan perfecto como Julián nos hacía creer a todos.
Sin embargo, no pude evitar echarles un pequeño vistazo superficial al atuendo que llevaba en ése momento. “¿Por qué siquiera estaba tan formal?», pensé mientras observé el traje de tres piezas color gris con una camisa negra y una corbata de color azul con rallas verticales de color blanco y negro. En su mano izquierda, un reloj platinado que rodeaba su muñeca.
—¿Has terminado de mirar, nena?
«Idiota, ¿Por qué tenía sonar tan erótica su voz?».
Si no fuera porque estaba completamente sana de mis facultades mentales. Esa forma de llamarme me hubiera hecho derretir completamente.
Levanté la vista.
—¿Qué estás haciendo aquí?
En su mirada apareció un brillo malicioso.
—¿No piensas invitarme a entrar?
«Tan gracioso...»
—No.
Creí que se iría con mi negativa, pero al contrario de eso, Julián cruzó sus brazos y se apoyó en el umbral de la puerta. El mundo podía destruirse y él parecía no preocuparse al respecto.
—Me hieres—dijo simulando una expresión herida y colocó un mano en su mano.
—Lo dudo.
Mordió su labio.
—¿Y un beso de bienvenida?
Idiota.
—No lo preguntaré de nuevo, ¿Por qué estás aquí?
— ¿Vas a salir?
—No.
— ¿Entonces así es como recibes a todas tus visitas? —cuestionó mientras sus ojos azules bajaban lentamente sobre mi cuerpo. El vestido azul que había elegido para la cena era de manga larga y que estaba cubierto de encaje. Lo revelador del vestido era su altura. Me llegaba a las piernas y por lo tanto están descubierta a que cualquiera las mirara. Como el idiota de enfrente. Su mirada hambrienta me hacía tener ganas de ir a mi habitación para ir cambiarme; pero no iba a dejar que Julián me intimidara de esa manera.
Tomando un respiro, uno muy largo para evitar cometer homicidio, intenté tranquilizarme.
—No estoy para juegos, Julián. Al menos no está noche, así que te sugiero que te largues de mi casa. Ahora.
Julián me quedó observando intensamente cuando dije su nombre, y eso era porque nunca lo llamaba de esa manera. Siempre era por un insulto o algo parecido, pero nunca su nombre. Pero, ¿qué esperaba realmente? Ahora no tenía tiempo para sus juegos. El novio de mi madre y su hijo iban a llegar, y no podía dejar que la cena se arruinará solo por estar peleando con él. Tenía que irse. Ya.
—Entiendo...—esa despreocupación de su parte fue lo que me hizo explotar por fin.
—¡Pues vete!
—No puedo, Johana, aunque quisiera irme de tu casa. Realmente no puedo.
Iba a replicarle, pero me detuve por un segundo.
Sus palabras me dejaron pensando pues Julián las había pronunciado como si tuvieran un significado oculto y ese aturdimiento de mi parte fue lo que hizo que se despegara de la pared para poder dar un paso en mi dirección.
«¡Qué rayos!», pensé al tenerlo cerca de mí. En forma instintiva, retrocedí un paso.
Lo que hizo que Julián entrará a mi casa.
Estaba por hacer que saliera de nuevo. Pero cuando levanté la vista, no pude hacer nada. Su cercanía me permitió olerlo. «Era tan tonta», pensé mientras intentaba regular los latidos de mi corazón y como si necesitará una evidencia de la estupidez que se había gobernado de mi cuerpo, dejé que Julián colocará una mano en mi cadera.
Su mirada azulada chocó con la mía para después empezar a bajar hacia mis labios. Los cuales se encontraban entreabiertos, como si estuvieran dándole una invitación. Sabía que debía empujarlo, pero no hice nada de eso. Me di el permiso de que mi vista también bajará sobre sus labios carnosos. Esos qué enloquecían a todas las chicas. A excepción de mis amigas y mi misma, claro. «¿A qué sabría realmente…?»
—¿Cariño, he escuchado que tocaron el timbre? —preguntó mi madre, y eso me ayudó a despertar del embrujo que Julián me había sometido en contra de mi voluntad.
—Vete—pedí en voz baja, empujando a Julián. Pero ya era demasiado tarde.
—Johana, ¿Qué haces? —cuestionó mi madre, bajando por las escaleras—. ¿Por qué no dejas pasar a Julián?
«Espera, ¿qué?»
Volteé a ver mi madre, sorprendida. «¿Lo había llamado por su nombre? Pero, ¿cómo es posible que lo conociera?». Fue como si alguien me abofeteará en el rostro para hacerme comprender de golpe. No puedo, Johana, aunque quisiera irme de tu casa. Realmente no puedo. De pronto, entendí el significado de las palabras de Julián.
En cámara lenta, volví a ver a Julián. Y lo encontré sonriendo burlonamente.
«Él era...Oh por Dios. No podía ser posible»
—No se preocupe, Señora Williams—saludó, cerrando la puerta detrás de él—, acabo de llegar y su hija me ha dado una inigualable bienvenida.
Mi madre se colocó a nuestro lado, para presentarnos.
—Johana, hija. —dijo ella sin darse cuenta de mi aturdimiento, y señaló al imbécil que no dejaba la sonrisa de su rostro—. Él es Julián, el hijo de Horacio.
«No, no, no». Esto no podía estar pasándome. Era irreal y tan injusto. ¿Cómo es que era posible tanta morbosa coincidencia? Sin embargo, cuando él dio pasos en mi dirección y tomó mi mano helada para estrecharla entre las suyas, fue que la realización se hizo en mí. «Él era el hijo de Horacio, y, por lo tanto, mi...»
Sacudí la cabeza para borrar esa cosa de mi mente. No podía ser cierto, lo sabía. Estaba teniendo una pesadilla. Una horrible y cruel, pero pesadilla al y al cabo.
De un momento a otro, Julián se acercó y sentí sus manos en mi rostro.
—¿Estás bien, hermanita? —cuestionó serio, pero con una mirada maliciosa—, te ves un poco pálida.
Él era un maldito. Sabía que no estaba preocupado en absoluto por mí y solo buscaba la manera de seguir burlándose de mi situación.
—Ay...que tierno—soltó mi madre, emocionada—, me gusta mucho que ya se preocupen el uno por el otro.
Quise vomitar.
—Claro que sí, somos muy amigos en el colegio, ¿no es cierto, Johana?
Asentí como autómata mientras me alejaba de su cuerpo. Necesitaba distancia. Kilómetros, en realidad.
—Julián, querido, ¿Y tu padre?
—Me dijo que se le había olvidado algo—contestó, sin dejar de mirarme—, pero no te preocupes, dijo que no tardaba en regresar.
Sentí que el piso se abría debajo de mí y me caía en la profunda oscuridad. Ellos conversaban tan contentos, como si ya lo hubieran hecho múltiple de veces. Pude ver como mi vida tranquila se derrumbaba delante de mis ojos, y de pronto tuve ganas de gritar todo lo que pensaba hasta que levante la vista, y observe la sonrisa de Julián, y sentí como mi ira aumentó en gran medida. Lo odiaba demasiado que no me dejaba pensar con claridad. Y él parecía darse cuenta de mis pensamientos homicidas porque su sonrisa creció todavía más.
Con una mueca en el rostro, desvié la vista para ver a mi madre y me di cuenta que me observaba. Sin desear que viera mi inconformidad en todo, le sonreí y ella lo hizo de vuelta sin darse cuenta de nada. «Oh mamá, ¿Qué has hecho?»
Esto es un desastre.
Y después pasó lo que tanto había temido desde que mi madre me presento con Julián, el timbre sonó fuerte y claro. El novio de mi madre había llegado. Sin demorarse, ella abrió la puerta, mostrando una sonrisa radiante al hombre que tenía una similitud parecía a Julián. «Si tan siquiera lo hubiera visto una vez, me hubiera dado cuenta de todo antes de que me golpeará en la cara de esta forma tan abrupta». Pero como mi madre siempre decía, los hubieras no existían.
Estaba tan concentrada en la pareja de enfrente que no me había dado cuenta cuando Julián había retrocedido hasta colocarse detrás de mí.
—Le propondrá matrimonio—susurró él en mi oído—, para eso es la cena.
Justo ahí, fui consciente de él. Su aroma, su calor, todo. Sabía que era un error permitir que se acercará. Pero no me aleje y él tampoco parecía deseoso de que lo hiciera. En un momento de total estupidez, cerré mis ojos mientras dejaba caer mi cabeza en su pecho. Su aliento en mi cuello me hizo estremecer de una manera que no debía ser permitida, pero nada como su agarre en mi cintura para dejarme completamente embriagada de pura y total lujuria. Esta era una de las razones del porque lo odiaba de esta manera, me hacía desearlo sin ni siquiera proponérselo. Era una total locura, pero una muy cierta.
—Serás mi pequeña hermana, Johana—continuó diciendo con voz ronca—, y créeme no dejare que nadie te haga daño.
— ¿Qué?
Escuche como tragaba duro por el jadeo entrecortado que había soltado, y eso hizo cosas a mi cuerpo que no debían ser permitidas.
—Se le olvido el anillo de compromiso, y es por eso que tuvo que regresar.