¿Será el destino?
Aquella señora corrió hacia nosotras y me tomó la cara en sus manos sin dejar de llorar.
Lina me miraba extrañada.
—No puedo creer que de tantos lugares que busqué te vine a encontrar aquí. Gracias al cielo, ahora podré cumplir los deseos de mi difunto esposo y su hermana.
Lina y yo no entendíamos nada.
—Abuela ¿Qué pasa? ¿Porqué lloras? Me está asustando.
—Tranquila hija, estas son lágrimas de alegría. Vamos entremos primero y les contare.
Entramos y nos sentamos, Lina fue a preparar algo de té y luego nos ofreció a beber mientras la abuela nos empezó a relatar una historia.
“Hace mucho tiempo cuando todo era difícil por los constantes conflictos políticos en este país, mi padre tuvo que huir y dejar todo lo que teníamos; fue una época difícil para la familia, pasamos hambre y no teníamos un lugar para vivir. Un día apareció un señor que al parecer mi padre conocía y no dudó en ofrecernos su hogar como refugio. Para no hacer la historia muy larga, mi hermano y yo crecimos junto a los hijos de aquella familia, Liú An y Liú Niang.
—¿Mi abuelo? Dijo Lina sorprendida.
—Sí querida, era tu abuelo y An era la abuela de esta chica.
—¡Qué! mi abuela jamás mencionó que había cambiado su nombre; aunque siempre la veía llorar al recordar a su hermano y a su cuñada.
—Al cumplir la mayoría de edad mi papá me casó con Niang como agradecimiento por todo lo que el Sr. Liú había hecho por nosotros, yo
aunque no estaba de acuerdo tuve que aceptar mi destino; recuerdo que al principio solía estar triste porque tu abuelo no era alguien que mostrará sus verdaderos sentimientos. Con el tiempo nos acostumbramos y nos enamoramos el uno del otro. Cuando el país renació después todas las crisis vividas, poco a poco llegó la paz y todo mejoró.
Mis padres pudieron rescatar algunos bienes y mi matrimonio logró que fuéramos una gran familia feliz, hasta el día en que el Sr Liú anunció que casaría a An con un comandante llamado Wú Qiang, ella se rebeló por completo y huyó de casa. No volvimos a saber de ella, Niang la buscó con desesperación, pero era como si no quisiera ser encontrada.
A finales del año pasado recibí una carta de una tal Ana Wáng que decía que era mi cuñada y me pedía cuidar de su única nieta llamada Maritza Li, también decía que ella estaba muy enferma y no quería que su nieta quedara sola sin protección, por lo tanto suplicaba mi ayuda. Me informo sobre la beca que te habían dado, pero no podía decir en que universidad escogerías estudiar, así que me pidió que te buscara.
—Así que era a usted a quien mi abuela me pidió buscar.
—Mandé a investigar y me informaron que habías llegado al país, pero no había podido encontrarte porque las universidades no dan información personal.
—Lo siento, no me gusta ser una carga para nadie y es por eso que preferí no buscarla. Lo lamento.
—Pero es el destino quien te trajo a nosotros y ahora resulta que eres la amiga de mi nieta.
Gracias a la abuela Mei descubrí la historia de mis antepasados e incluso que mi abuela no era hija de sangre de la familia Liú. Eso sí que fue una sorpresa.
Luego de un rato la abuela Mei se fue no sin antes pedirme que me mudara con ella, pero me negué. No quería que resolvieran mis problemas, yo tenía que hacerme cargo de mi
vida y le dije que si la necesitaba no dudaría en buscarla.
Ya era tarde cuando bajé a la cocina por agua, entonces escuché sonar el timbre repetidamente.
—¿Quién será a ésta hora?
—¿Quién es? Pregunté.
—Aaron.
Abrí la puerta y lo vi con golpes en su rostro.
—¿Qué te pasó? Llamaré a Lina.
—No, no la molestes.
—¿Qué te sucedió? ¿Porqué estas todo golpeado?
—No es nada, estoy bien. Sólo me quedaré aquí por esta noche no quiero que mi abuela me vea así.
—¿Vives con tu abuela?
—A veces me visita y se queda en casa.
—Ok, entiendo, pero déjame limpiar y curar las heridas.
—No es necesario, yo lo haré.
Lo ignoré y fui por el botiquín. Mojé algodón en el líquido antiséptico y comencé a limpiar la sangre que tenía sobre su ceja izquierda luego vi la herida en sus labios, me quedé observándolos detenidamente y no pude evitar recordar aquel beso.
—¿Ya terminaste?
Me pregunto mientras veía que estaba distraída.
—Ya casi.
Me puse nerviosa al tocar sus labios y al notar que me observaba, me apresure a terminar,
puse algo de crema en las heridas y cubrí la que tenía sobre su ceja izquierda con una curita.
—Gracias.
—No es nada.
—Ten cuidado con los hombres que se te acercan.
Lo miré y me levanté sin decirle nada.
—Aún sigues molesta.
—¿Tú que crees? Me aconsejas cuidarme de los hombres después que actuaste de esa manera.
Me tomó del brazo y me tiró al sillón, intenté levantarme, pero me sujetaba con fuerza y se me fue acercando poco a poco...
—Detente.
Le pedí y él sonreía con picardía.
—¿Quién anda ahí?
Abrí mis ojos totalmente y quise levantarme, pero Aaron no me dejó y me cubrió la boca.
—¿Maritza eres tú?
Me solté y lo empuje de tal manera que cayó al piso.