Capítulo 4. Despidiendo a inútiles
Por Gonzalo
Estoy en mi consultorio, estoy realmente agotado, la cirugía anterior había sido larga y extenuante y luego lo de esta chica, que tendría que haber sido algo de una hora como máximo, llevó tres horas.
Pienso que podrían haber matado a la paciente.
Suena mi celular, era Ruth, reclamando mi presencia en no sé qué fiesta.
Lo que menos tenía ganas en ese momento era hacer sociales y todavía tenía que reunirme con los médicos de la segunda operación.
—Disculpá, estoy en medio de algo, se complicaron las dos operaciones de hoy, andá sola.
—No puede ser, estoy cansada de asistir sola a todos los eventos ¿Qué van a pensar mis amigas?
—Me importa una mierda lo que piensen tus amigas, estoy trabajando.
—Ya te perdoné unas cuantas ¿Cómo me asegurás que estás trabajando?
—Me estás hartando, estoy extenuado y lo que menos necesito son tus reclamos.
—Al final, tenés tantas clínicas, sos millonario y no dejás de trabajar, mi papá siempre asiste a…
—Tu papá vende comida para animales, yo soy médico, salvo vidas.
—No voy a permitir que menosprecies nuestra actividad.
—No menosprecio nada, por favor, aguantar tus estupideces es lo que menos necesito hoy.
Nunca había sido brusco, ni maleducado con Ruth, pero en ese momento me estaba hartando.
Golpean la puerta de mi consultorio.
—Te dejo, estoy ocupado.
—Tenés que cambiar, no puedo asistir siempre sola a todos los eventos.
—Nos hablamos.
Le corté la comunicación.
—Adelante.
Digo, mientras apago mi celular, no voy a discutir con mi novia delante de nadie.
Posiblemente me vuelva a llamar, ahora se va a encontrar con que su llamada va al buzón de voz.
—Doctor…permiso.
Me dice el cirujano a cargo.
—Que venga su asistente y el anestesista.
Unos minutos después, entran los otros dos profesionales.
—Señores, es inadmisible lo que hicieron hoy, casi pierden a una paciente, por una serie de equivocaciones evitables.
—Lo siento.
Me dice el cirujano principal.
—Con un lo siento no basta, no podría entregar el cuerpo de esa joven a sus padres, sin que haya una investigación profunda, ninguno de ustedes tres, están capacitados para estar operando en mi clínica ni en ninguna otra.
—¿Qué quiere decir?
Busco en mi computadora y veo que ninguno de los tres es personal efectivo.
—Desde este momento se les rescinde el contrato a los tres.
—Es injusto.
Dice el anestesista.
—Lo injusto es lo que hicieron con esa joven, la estaban matando.
—Pero ella...
—¿Ella qué? No son profesionales, no esperen volver a trabajar con nosotros y por supuesto, que en su currículum va a estar siempre lo que sucedió en el día de hoy, porque estas equivocaciones circulan rápido.
—Eso es despótico de su parte.
—Estuvieron a nada de matar a una paciente y no me lo contó nadie, la salvé yo, ahora, retírense, que pase el enfermero.
Ya sé que tenemos una oficina de personal, pero el tema es delicado, me desespera perder pacientes, a veces es inevitable, pero esta vez…
Estoy furioso.
Entra el enfermero.
A él, si lo podría haber mandado directamente a la oficina de personal, pero mi indignación no disminuye si no le digo lo que pienso.
—Permiso.
—Señor, lo que hizo es realmente asqueroso.
—Lo lamento, la joven…
—Estaba bajo el efecto de la anestesia y aunque haya estado despierta, no corresponde.
—Perdón, lo que sucede es que es la mujer más bella que vi en mi vida.
—¿Qué excusa de mierda es esa? Pase por la oficina personal, está despedido, no tolero ese comportamiento en mi clínica.
Se retiró y yo me fui a mi departamento, la verdad, había salido feliz de la primera operación, pero lo que sucedió luego, fue terrible.
En mi departamento estaba solo, no tenía ganas de ver a nadie.
Porque no iba a estar bien con ninguna mujer de paso y tampoco lo iba a estar con mi novia y todos sus prejuicios.
A veces ella me cansaba, era cuando me preguntaba si la aguantaría constantemente a mi lado, como mi esposa.
Sabía perfectamente la respuesta.
Luego me calmaba y pensaba que todo se debía a mi mal humor.
Al día siguiente, a las 8 de la mañana, ya estaba Ruth en mi departamento, revisando todo, por si había estado con otra mujer.
Me enfurecí.
—Ayer, tuve un día muy difícil, no estás a la altura de las circunstancias, no soporto tantas estupideces.
—Me estás tratando mal.
—Vos sos la que me tratás mal, desconfiando siempre, soy cirujano y no puedo dejar morir a un paciente, porque vos querés demostrar que tenés novio.
—Hace dos años que salimos, ya tendríamos que estar casados.
—No confías en mí, lo que hiciste recién, eso de revisar el departamento, es inadmisible, realmente no me quiero casar en estas circunstancias.
Me mira seria y estoy esperando el berrinche o sus juramentos de cambios, es una de las dos, no sé cuál le toca hoy.
—Perdón amor, te prometo que voy a cambiar, cuando nos casemos todo va a ser distinto.
Lo sabía, me juró cambiar.
—No podemos estar casados y que revises todo.
—Es que si estamos casados, todo va a ser distinto, vas a dormir todos los días conmigo, vamos a estar más unidos, vas a trabajar menos…
—Te equivocás, no voy a trabajar menos y necesito mi espacio.
—Si estás conmigo, no necesitas espacio.
—El espacio lo voy a necesitar siempre, me sirve como profesional.
—Podés dejar de operar.
—Operar es mi vida.
—Yo quiero ser tu vida.
Ya está, se puso a llorar y el juramento de cambiar, quedó en un rincón.
Me amenaza con decir que le fui infiel, que si no me caso con ella, me va a hacer la vida imposible.
Nunca me había dicho algo así.
Ante mi cara impasible, volvió a pedirme perdón.
Comenzó a besarme mientras se desnudaba y me desnudaba.
Teminamos teniendo sexo, era una mujer sumamente bella, pero creo que nunca tuve tan pocas ganas de tenerla en mis brazos.
Lo hicimos rápido, yo tenía una operación programada en una de las clínicas y quería estudiar la historia clínica del paciente.
Recordé que al final, no había visto la historia clínica de la chica de ayer.
Me despedí de Ruth en la puerta de mi departamento y me fui a la clínica.
Estoy cansado, no dormí demasiado y eso, como cirujano, no es bueno, me gusta estar al mil porciento en cada operación.
Desayuné en mi consultorio y estudié, con tranquilidad, la historia clínica del paciente al cuál tenía que operar.
Me quedaba un poco menos de una hora para la operación, decidí almorzar.
Cuando lo estaba haciendo, recordé nuevamente, el día en que falleció Jorge Soulé, el capataz.
Recordé los ojos de su pequeña hija y quise compararlos con la chica de ayer, fue imposible, la paciente de ayer tenía los ojos enrojecidos por la anestesia.
Todo lo que no se debía hacer como médicos, lo hicieron ayer y en una de mis clínicas.
Aún hoy me sigue molestando.
Recuerdo al enfermero.
Traté de pensar en el cuerpo de esa joven, era evidente que era atractiva, pero estaba a merced nuestro, anestesiada, nunca había visto a nadie hacer algo así.
Cada día tengo menos paciencia y soy más intransigente.
Me tomé un café, no suelo tomarlo antes de una operación, aunque hoy lo necesitaba.
Era una operación larga la que se debía llevar a cabo.
Me concentré en el paciente que tenía delante.
Era un hombre de mediana edad, tal vez eran los pacientes más difíciles, porque muchas veces fallaba, en forma inexplicable, el corazón, gracias a dios no fue lo que sucedió en el día de hoy.
Salió todo bien.
Ya estaba más relajado.
Aunque la operación fue larga, pero tardé la cantidad de horas estipuladas.
Preferí ir a la mansión, aunque mi padre no estaba.
Como no podía ser de otra manera, yo entré a las 8 de la noche y mi novia lo hizo media hora después.
Cenamos casi en silencio, no tenía demasiado para hablar con ella.
Tenía sueño y estaba agotado.
Luego de cenar, Ruth, pretendía ir a no sé qué pub, le dije que no podía moverme, de nuevo salió con que no tendría que operar más, luego de una breve discusión, se marchó.
fue breve la discusión, porque yo estaba realmente extenuado.
Prácticamente me dormía en la mesa.
Suspiré aliviado cuando ella se fue.
No le dije que al día siguiente pensaba quedarme en la mansión estudiando algunos casos y que no tenía ninguna operación programada.
Últimamente me agotaba hasta tenerla cerca.
No es que pensara terminar la relación con Ruth, ella es hermosa, aunque a veces es caprichosa, es una mujer que veo conveniente para casarme.
Claro que no quisiera hacerlo inmediatamente, pero ella, cada día que pasa, me presiona más con ese tema.
Tampoco es que me volviera loco por estar con ella, ni me sacaba el aliento.
Es que en algún momento me tenía que casar.
Yo tengo 32 años y ella tiene 28, ya no es una niña, ni yo soy un imberbe.
Por ahora estoy logrando mi objetivo, que es postergar el compromiso y evitar poner fecha de casamiento.
Me dormí de forma inmediata.