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Capítulo 3. Cirujano

Por Gonzalo

Acabo de salir de una cirugía que me llevó 8 horas, era de alta complejidad.

Salvé al paciente y eso es lo que importa.

Soy cirujano y entiendo que hay cosas que no están en mis manos, que no soy Dios, para salvar a todo el mundo.

Sin embargo, me esfuerzo día a día y doy lo mejor de mí en cada operación.

Nunca dejo operaciones complejas en manos de otros cirujanos.

Soy neurocirujano.

Claro que sí hay que hacer una operación a corazón abierto, lo hace el especialista.

Es mi primo el que está a cargo en esa área.

No puedo cubrir todos los campos.

Con mi padre tenemos más de una decena de clínicas.

Todas son excelentes.

Aunque dos de ellas, son las que están de moda entre los famosos y personajes del set jet.

Hay una tercera clínica, que no es tan nombrada, pero suelen ir empresarios y personas realmente importantes que requieren pasar desapercibidos.

De todos modos, en todas y en cada una de ellas, tenemos los mejores profesionales y los mejores equipos médicos.

Lo último en tecnología lo tenemos nosotros.

Yo opero en cualquiera de las clínicas, tengo dos equipos médicos, que son de primer nivel, que operan junto a mí.

No me gusta tratar con mucha gente, prefiero trabajar siempre con las mismas personas, porque ya me conocen, saben que exijo en cada operación.

Muchos me creen antipático y en cierta manera lo soy.

No es fácil entrar a trabajar en algunas de mis clínicas, aunque siempre le doy la oportunidad a gente joven.

No me basta con que sean los mejores promedios de su camada, realmente tiene que sobresalir en varios puntos y a veces, no todo es tan de manual.

Tengo fama de ser inaccesible con la mayoría de los colegas y sobre todo con las enfermeras.

No creo que sea tan así, lo que sucede, es que no voy a las clínicas a hacer sociales, ni todos los médicos que trabajan para mí van a ser mis amigos.

Con las enfermeras sucede peor, piensan que tengo que ser amable con ellas, invitarlas a salir y terminar teniendo una relación, aunque sea fugaz.

Reconozco que cuando estaba recién recibido, sí salía con algunas enfermeras, si soy sincero, lo hacía con muchas, también con colegas.

Luego venían los reclamos de parte de mis supuestas parejas y para mí, eran solo de paso.

Con el tiempo me acostumbré a ignorar todos los coqueteos.

Si quiero una mujer, sé donde conseguirla.

Hace dos años que estoy de novio, aunque no tengo mucho tiempo para una relación.

Hasta hace poco, Ruth, mi novia, entendía que nos veíamos poco porque yo trabajó mucho, jamás pospondría una operación por salir a pasear o por un evento o una cena y aunque trato de manejar los horarios de las operaciones, para que me quede tiempo para mi vida privada, lo cierto es que hay situaciones en las que no se puede manejar el tiempo.

Por eso comenzaron sus reclamos.

Ella es bastante intolerante y yo, realmente, amo mi profesión.

Ruth no hace nada de su vida, no lo precisa, es la heredera de una inmensa fortuna.

La conocí en un evento, ella acompañaba a su padre, ceo de una empresa multinacional de la industria veterinaria.

No es lo mismo tener una fábrica de alimentos para perros y gatos que ser cirujano.

Mis horarios son distintos, no puedo apurarme si estoy operando, no entro con mi celular al quirófano, nadie de mi equipo lo hace.

La mayoría son operaciones complejas, en donde si tengo la más mínima distracción, se puede perder al paciente.

Es cuestión de vida o muerte.

Odio que se muera gente en mi quirófano.

Es difícil de superar.

Cuando eso sucede, prefiero encerrarme, solo, en mi departamento, por unas cuantas horas, hasta calmar mi impotencia.

También uso mi departamento para llevar, discretamente, a mis acompañantes de turno.

Últimamente, no suelo llevarlas con tanta impunidad, porque Ruth pareciera que tiene un radar, cuando estoy acompañado se aparece por allí.

Me sucedió dos veces y yo no estoy para sus jueguitos, ni para estar escondiéndome.

O me toma o me deja.

Ruth es mi novia y estamos a nada de fijar nuestra fecha de bodas, aunque no me atrae tanto la idea y estoy posponiendo el compromiso, con una excusa tras otra.

Opté por usar, para mis entretenimientos, una de las propiedades que tenemos, de la cual mi novia no tiene ni idea.

No me gustan los escándalos.

La imagen que pretendo dar, es la que sale en las revistas internacionales de medicina y si tengo escándalos por polleras, esa imagen se iría al demonio y los estudios publicados en esas revistas, no serían valorados.

Pienso en todo esto mientras me quedo con el ambo, ya había descartado la ropa que usé en la operación, pero aún estaba en el sector de los quirófanos.

Veo salir de uno de los quirófanos, casi corriendo y bastante desesperado, a uno de los cirujanos más jóvenes, los que tomamos en la última tanda de admisiones.

Estaba buscando al cirujano en jefe, yo sabía que estaba en otra operación.

—¿Qué necesita?

Le pregunto preocupado.

Estaba pálido y tartamudeando.

Rápidamente me pongo un equipo para poder ingresar al quirófano.

Él cirujano novato entró detrás mío.

—No le tomaba la anestesia y le dimos otra dosis, es una operación laparoscópica, colecistectomía.

Lo miro para que siga hablando, pero está muy nervioso.

—C.P.R.E.

Logra decir.

Hasta ahora, sé que se les fue la mano en la anestesia y eso me preocupa mucho.

Miro y noto que la paciente tiene un sangrado interno.

—¿Por una laparoscopia?

Le pregunto incrédulo.

—Ella no responde.

Dice el médico con el que me encontré fuera del quirófano.

—Edad de la paciente.

—22 años, el cálculo biliar se alojó en el conducto que…

—Es una operación simple ¿Por qué le dieron más anestesia?

Pregunto furioso, mientras trato de parar el sangrado.

Ellos se corrieron y mientras le digo a una enfermera que busque a mi equipo, sigo atendiendo a la paciente.

Es una operación sencilla, pero forzaron un conducto y por eso es el sangrado.

Logro parar el sangrado, mi equipo ya me estaba asistiendo.

Los médicos novatos y la anestesista, estaban en un costado mirando como yo operaba.

Había mucha gente en el quirófano, pero contra eso, ya no podía hacer nada, no me quería distraer hablando con ellos para que se vayan.

Logré hacer la creatografía retrógrada endoscópica.

La paciente comenzó a convulsionar por el exceso de anestesia.

La mediqué y logré frenar la convulsión.

Momentos después la pude estabilizar.

Casi le provocan un paro cardiorespiratorio y eso en mi clínica no puede suceder, no lo permito.

Por suerte se trata de una paciente joven, delgada y espero que con buena salud general, para que lo que sucedió, no le traiga consecuencias.

Ya estaba más calmado y con la paciente operada, hay que esperar para que se le pase el efecto de la anestesia, no me animo a retirarme del quirófano hasta que la paciente se despierte.

—Nombre de la paciente.

Les digo, el caso lo voy a seguir personalmente.

—Abigail Soulé.

En cuanto me dijeron el apellido, un gusto amargo se adueñó de mi boca.

En la mansión, nuestro capataz tenía ese apellido, yo estaba recién recibido cuando dicho hombre fue el protagonista de un terrible accidente.

Lo asistí en forma inmediata, sin embargo y aunque la ambulancia llegó casi inmediatamente, no pude hacer nada para salvarlo, tenía quebradura expuesta en ambas piernas y si bien la operación tampoco tendría que haber sido tan complicada, fue larga y se interrumpió dos veces, por dos paros cardiovasculares masivos que sufrió, lo pudimos sacar de ambos y cuando estábamos ya terminando de operar, el tercer paro fue fulminante.

Me costó mucho tiempo superar haber perdido a ese paciente, a pesar que estuve asistido por los mejores cirujanos que teníamos en ese momento.

Recuerdo a una niña, su hija, que cuando hablamos con su madre, que era una mucama en la mansión, me miraba con ojos acusadores, mientras que lloraba desgarradoramente.

Nunca pude olvidar la mirada de esa criatura.

Teresa, la esposa del difunto, trabajaba desde hacía muchos años con nosotros y mi madre, que no quería prácticamente a nadie, era una de las pocas personas que soportaba.

Justo se estaba por jubilar el ama de llaves y le ofrecieron a Teresa ese puesto.

No fue para comprarla, ni nada por el estilo, era una persona que trabajaba bien, era discreta y hasta yo le tenía cierto cariño.

Hasta ese momento no sabía que tenía una hija, que evidentemente, vivía en la mansión, en el sector del personal de servicio.

Mi padre le tenía gran estima al capataz y al parecer, también a su esposa.

Luego de ese día, no volví a ver a esa niña, que en ese momento tendría unos 12 años, no sabía su edad con exactitud.

Miré a la chica.

Nadie la había tapado, estaba desnuda.

fue cuando vi al enfermero del equipo anterior.

Se había llevado la mano a su miembro, mientras estaba mirando a la paciente.

Inmediatamente mi enfermera se apresuró a cubrirla.

Mi furia con ese equipo, creció.

—Señores, demás está decir que es gravísimo como se comportó todo el equipo, no están a la altura de lo que se requiere para trabajar acá, ni siquiera para ser cirujanos, de una simple operación, por inexperiencia y no quiero hablar de descuido o mala praxis, casi pierden a una paciente, joven y sana.

—Parecía que ella nos estaba evaluando…y…

—Las excusas son para los mediocres, es inadmisible lo que sucedió hoy en este quirófano.

Miro el reloj de la pared.

Mi asistente trata de despertarla, ella reacciona de a poco.

Le cuesta abrir los ojos.

Alguien de mi equipo le preguntó si estaba bien.

No le salía la voz, era algo esperado, no siempre sucede, pero eso no me preocupa.

La miro por unos segundos, quería cerciorarme que fijara la vista.

Me mira y parece asombrada, pero debe estar turbada, recién se despierta de la anestesia.

Les ordené, a los que inicialmente eran los cirujanos a cargo, que quería la historia clínica de la paciente y al enfermero, le dije que luego hablaremos, es inconcebible lo que hizo, se tocó porque la vio desnuda.

Todos la vimos, pero somos profesionales y a todos los pacientes, durante una operación, los vemos desnudos y también los vemos en alguna revisión médica.

Eso que hizo el enfermero tampoco lo voy a dejar pasar.

Era una joven bella y al parecer tenía buen cuerpo, parecía una escultura, es verdad, eso lo noté por cómo se tocó el enfermero, porque hasta ese momento, no le había prestado atención a su cuerpo.

Era, sobre todo, una paciente que estaba bajo el efecto de la anestesia.

Por más que sea miss universo, no correspondía hacer algo así.

No corresponde y punto.

Lo pienso y me enfurezco nuevamente.

Salgo sin mirar a nadie.

Ese equipo va a ser despedido ese mismo día.

Al menos los dos cirujanos, el anestesista y el enfermero.

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