Capítulo 3
Lisa.
Pensaba mientras doblaba la ropa, era inevitable en mí siempre tenía algo diferente en que pensar, recetas, problemas, intrigas, deberes, mi familia, mi mente siempre se mantenía trabajando e incluso cuando dormía no dejaba de pensar, los sueños seguían siendo pensamientos.
Suspiré, aun tenía tantas preguntas, parecía que cada día aumentaba mis interrogantes. La chica de la tarde me hizo pensar en mis padres, tenía más en común con ella de lo que pensaba, mis padres también estaban muertos.
Bufé al sentir que mi pecho se apretaba, no me gustaba recordarlo, me hacía sentir culpable. Vilhelm me decía que no tenía razones para sentirme así, intentaba convencerme de que tal vez solo fue mi imaginación, un delirio, que está enferma. En parte sabía que tenía razón, en aquel tiempo lo estaba y mucho, sé que no actuaba con coherencia ni de la mejor manera. Aun así, no lograba ver otra opción, sé que la asesiné, aun podía sentirlo los recuerdos eran muy vivos.
La puerta de mi casa se abrió sacándome de mis recuerdos y concentración para volver a mirar el movimiento. Mi pequeña hija corrió hasta mí gritando “mamá”, la levanté del piso y la llené de besos. Era el primer día que pasaba alejada de ella por casi todo un día luego de muchos años juntas. Sé que nada justificaba mis acciones pasadas, pero a pesar de todo no me arrepentía. Jamás podría arrepentirme de saber que había hecho todo por el bienestar de mi hija, lo haría mil veces más de ser necesario, todo para mantenerla a salvo; ella viviría una vida normal, sería feliz en su niñez por todo lo que yo no pude ser.
La miré a los ojos, era increíble para mí lo grande que estaba. Hablaba, caminaba, hacía todo por sí sola, ya no me necesitaba para muchas de las cosas en las que antes era indispensable. Sé que a los ojos de una madre sus hijos son los más hermosos del mundo, no era porque fuera su madre, pero sabía que mi hija sería la más hermosa de todas las mujeres en la tierra. Sus rulos cabellos rubios, ojos ámbar, rostro ovalado y nariz fina, con aquellos delgados y muy trazados labios que la identificaban como mi hija. Mi nena era mi vida.
― ¡Que hermosas mujeres me gané! ―dijo Vilh extendiendo sus brazos para apretarnos a ambas.
―Papi, me aplastas―se quejó Estrella dejando su mano en la mejilla de Vilh para empujarlo haciéndolo apartarse de nosotras.
― ¿Cómo fue tu primer día de clases? ―pregunté dejándola en el suelo y quedándome inclinada a su altura.
―Bien, tengo tarea―dijo entusiasmada por ello.
Reí, debía decir que me extrañaba un poco su entusiasmo por el trabajo para el hogar. Metió sus manos en la mochila sacando dibujos y algunas otras cosas que hizo para mí en el taller de dibujo del jardín de niños además de enseñarme la tarea para el hogar.
― ¿Te ayudo con la tarea? ―preguntó Vilh.
―No―dijo convencida, tomó sus hojas y corrió a su habitación cerrando la puerta con seguro al entrar.
Vilh la miró boquiabierto totalmente sorprendido, hacía un par de semanas que estaba empezando a independizarse de él más de lo normal. Eran totalmente unidos, cómplices de niñerías y desastres, ahora ella parecía ser una adolescente intentando librarse de su padre. Me erguí y me acerqué a Vilh, tomando su quijada para darle un beso de pico. No reaccionó mucho pero solo era mi saludo, intenté caminar hacía mi monte de ropa por acomodar, pero antes de que pudiera llegar allí, Vilh me tomó de la muñeca y me haló con fuerza haciéndome chocar con su pecho el cual por cierto estaba muy duro.
―Auch―me quejé por el impacto, alcé la mirada encontrándome con sus ojos color miel. Él era otra cosa que estaba en constante cambio, jamás podría saber con qué sorpresa me encontraría mañana. Todo un mundo nuevo por descubrir por cada amanecer a veces se me hacía difícil admitir que lo seguía amando con la misma desquiciada locura que tenía cuando me casé con él. Nada era un paraíso, teníamos problemas, discutíamos, estábamos en desacuerdo, nos enojábamos; debo admitir que a veces era violenta con él y no de buena manera. Así era la vida de pareja, vivir con una persona totalmente diferente a ti y aguantar de él todo lo que no te gustaba. Así es el amor.
―Mamacita, me traes loco―dijo.
Fue inevitable echarme a reír, si, aun no me consideraba bonita mucho menos una “mamacita”, seguía pensando en que era demasiado fea para Vilh, pero después de todo seguía siendo mío, mi esposo.
―Tenga cuidado a quien le dice eso, debe tener esas palabras solo para su esposa―dije en broma, tal vez con algo de reproche.
―Es la única mamacita para la que tengo ojos―aseguró.
Llevé mis manos a sus mejillas y las jalé.
―No sabes cuantas ganas tengo de darte una cachetada ahora mismo―dije conteniéndome en apretarle los pómulos, provocándole muecas en contra de su voluntad.
― ¿Que hice para merecerme esto? ―balbuceó Vilh con dificultad mientras yo seguía manoseando su cara.
―No te responderé―dije y lo solté, caminado hasta la ropa.
―Nuestra hija ya no me quiere... ¿Qué le dijiste? ―preguntó mirándome con sospecha.
―Nada que no le haya dicho antes―respondí mientras agrupaba las prendas por pertenencia y lugar de organización.
― ¿Entonces?
―Estás siendo sobre protector con ella, debiste haberla enfadado con algo; no quieres compartirla con nadie como siempre, ella ahora quiere hacer amigos de su edad, crear su propio mundo alejada de nosotros―le expliqué.
―La quiero cerca de nosotros―insistió.
―La tendrás al menos por unos doce años más, no te preocupes por eso antes de tiempo.
―Doce años es muy poco tiempo, ya pasaron seis, pronto pasarán seis más y luego otros seis; entonces se irán a la universidad, se hará astronauta y vivirá en Marte; se enamorará de otro científico espacial, se casarán en el espacio y no podré entregarla, entonces cuando nos dé nietos es que por fin la veremos, se deprimirá por dejar su vida en el espacio y morirá, su esposo querrá que sus hijos sean como ellos, entonces los mandará a criarse en un campamento científico y no sabrán quienes somos nosotros, jamás los conoceremos porque el hijo de perra se los llevará―relató y se detuvo a respirar, no había inhalado aire ni una sola vez desde que empezó a hablar.
Está de más decir que quedé anonadada, su nivel de paranoia era extremo, ni yo jamás había tenido semejante producción.
―Mejor ven y siéntate cariño―dije tomándolo de la muñeca, halándole hasta el sillón.
― ¿Crees que estoy exagerando verdad?
―No lo creo, estoy convencida―dije sentándome a su lado.
Lo abracé, apoyando mi cabeza en su pecho.
―Lo sé, se que nada de eso pasará, pero conforme veo como crece hasta lo imposible parece posible.
―Tranquilo, las posibilidades de que todo eso pase son ínfimas; aunque podemos enlistar a nuestro yerno en el ejército y quedarnos con nuestros nietos―dije y lo miré.
Vilh sonrió y negó con su cabeza, entendía lo tonto que se escuchaba viniendo de otra persona. Me apretujó en sus brazos y me besó, esta vez, dedicándonos un tiempo para hacerlo. Nuestra vida era bastante agitada, su profesión los tenía en constante movimiento, mi cafetería me mantenía ocupada. Estrella, Moira y Kevin también consumían mi tiempo, los eventos, las fiestas elegantes, sus grabaciones, conciertos y toda clase de cosas se interponían entre nosotros dejándonos poco tiempo para ser una pareja, pero hacíamos todo lo que podíamos.
― ¿Podemos entrenar para tener más hijos? ―insinuó, sabía justo lo que me estaba pidiendo, entendía lo que quería.
―Ya casi es hora de la cena, Estrella está despierta y en nuestra cama están durmiendo los indomables hijos de Theo que agotaron toda su energía posible hace media hora―expliqué.
― ¿Dónde está Theo? ―preguntó Vilh extrañado.
―Con su perra... digo, novia que no ama; supongo con todo el estrés que ha tenido debe de haberle pedido a la plástica esa que le diera un masaje. Sabes a lo que me refiero.
―Theo sigue siendo Theo―dijo Vilh.
―Exacto. Hoy Moira y Kevin hicieron algo muy bonito. Una chica sin recursos llegó a la cafetería, pidió un café y una tostada porque era lo único que podía pagar. Kevin la notó triste y le preguntó por qué, charlaron con ella largo rato y cuando descubrieron que la chica no tenía dinero Moira quiso regalarle cien dólares que debió de haberle ganado a Theo. Ella no los aceptó, me los dio a mí y aunque le insistí porque se los quedara se negó. No puedo parar de pensar en ella, me gustaría poder ayudarla.
―Amor mío, como ella hay miles de personas en el mundo; no puedes ayudarlas a todas, es la cruel realidad de la vida―dijo Vilh.
―Me recordó tanto a mí con la misma negatividad de recibir caridad si no trabajaba por ella. Tú me rescataste a mí... ¿Por qué no puedo ayudarla? ―pregunté confundida.
―Puedes, pero no es tu deber. No era mi deber ayudarte, pero quise hacerlo; te amaba tanto que no podía dejarte ir―dijo volviendo a abrazarme con fuerza.
―Eres un imbécil, pero te amo, aunque sigas siendo un idiota.
―Me encanta como me maltratas, maltrátame más, espero que sea en una cama.
―Pervertido―dije puse la palma de mi mano en su mejilla y lo apreté mientras me paraba de su lado.
Él tomó mi cadera intentando impedir que me fuera.
―Si no me sueltas no cenarás nada hoy―dije y me soltó.
Reí, no pude evitar saltarle encima y aplastarlo contra el sillón con mi cuerpo. Lo besé rápidamente y salté de nuevo fuera del sillón dirigiéndome hacia la cocina.