Capítulo 2
Lisa.
Sé que aun le dolía, no necesitó mucho tiempo para que él llegara a amarla con toda su alma; se necesitarían años para que lograra dejarla ir. Marcó nuestras vidas en poco tiempo llegando a ser inolvidable para todos, especialmente para Theo.
Puse mis codos sobre el mostrador pensando un poco en ella, ya pasaron cuatro años, me resultaba increíble, su muerte fue inesperada para todos, jamás pensamos que las cosas fueran a suceder de esa manera. Era tan injusto para todos, para ella, para Theo, para sus hijos. Después de tanto tiempo luchando por encontrar el amor verdadero Theo y Kylie se encontraron uno era justo el complemento del otro, pero la vida no era ningún cuento de hadas en el que la felicidad existía para siempre, la vida seguía siendo un camino erosionado hueco tras hueco e inevitablemente terminarían cayendo en uno de ellos. Podía ver lo frustrado que estaba, sé lo mucho que Theo amaba a Moira y Kevin, pero ellos eran más de lo que él podía soportar. No lograba contratar una niñera, sabía que eso lo hacía sentir como si estuviera haciendo a Kylie a un lado, no quería una madre para sus hijos.
Miré a los niños, ellos eran especiales como su madre y vivían por todo lo que ella no podría, jugaban en el rincón de uno de los mostradores tan inseparables como siempre. Amaba los rulos de Kevin, me recordaban al cabello afro de Kylie. Moira sacó el cabello de Theo, bueno, eso decía su madre; jamás conocería el cabello natural de Theo, ni siquiera el de mi propio esposo.
En ese momento me pregunté ¿qué habría sucedido con mi propia hija? Dudaba ligeramente que su padre la dejara en el jardín de niños, quizá aun la tenía con él. No quería dejarla crecer, si por Vilhelm fuera mi pequeña hija aun tendría dos años. ¡Como volaba el tiempo! Intentaba cerrar los ojos e imaginármela bebé, tan frágil y diminuta. Seis años en un abrir y cerrar de ojos, ahora era una niña lista para su primer día de clases. ¡Increíble!
―Disculpa... ¿Cuánto por una tostada y una taza de café? ―dijo alguien a mi lado.
Salí de mi concentración para mirarla, era una linda chica, no debía de tener más de veinte, tal vez mucho menos. Su ropa estaba mojada y cargaba una sucia mochila con ella, debía ser pobre o vagabunda.
―Un dólar con cincuenta―dije poniendo un precio cualquiera.
Ella metió su mano a la bolsa de su pantalón sacando un billete arrugado de dólar y unas monedas hasta llegar a duras penas a los 50 centavos faltantes. El corazón se me partió en dos estaba completamente segura de que ese dinero era lo único que tenía y que no conseguiría más. Era solo una adolescente... ¿Dónde estaban sus padres? ¿Por qué no tenía dinero y estaba mojada? No parecía haber escapado de su casa, estaba tranquila a pesar de ver en la situación en la que se encontraba.
―Lamento el desastre―dijo limpiando y extendiendo el billete en el mostrador intentando que fuera presentable.
―No te preocupes por eso―dije tomando las moneditas y echándolas en la taza de propinas.
Fui a la cocina por su pedido, mientras preparaba su taza de café la miraba, era morena de ojos achinados y nariz chata, aun en su mal aspecto se notaba que debajo de todo eso había un diamante oculto, tal vez no de belleza sin par, pero sí de valor incalculable. En su mirada había sinceridad y dulzura.
¿Qué estaría pasando con ella?
― ¿No te molesta la vagabunda? ―preguntó uno de mis empleados señalándola con la mirada.
―Para nada―respondí―. No deberías fijarte en su apariencia, no la conoces, no sabes quién es o lo que está viviendo. No juzgues a nadie antes de conocerlo, aprende eso. Podrías llevarle una tostada y esta taza de café; además de disculparte con ella por lo que acabas de decirme.
― ¿Enserio? ―preguntó extrañado por mi petición.
― ¿Me ves riéndome? ¡Anda! ―le ordené.
―Lisa―dijo Olly viéndome de manera retadora desde la pasa platos.
―No me regañes, es mi cafetería, todos mis clientes son respetados como se debe, incluyéndola.
―Si señora―dijeron los ayudantes de cocina y meseros que me escucharon.
Sonreí, me costó, pero había logrado entrenarlos, aunque estaba consciente de que a veces los regañaba más de lo que debería; era debido a mi personalidad la necesidad de gritarles era innata.
Miré por la pasa platos en dirección a la chica y el camarero, al parecer él si se disculpó con ella pues esta le sonrió y pude leer sus labios cuando le decía que no se preocupara por eso.
El verla me apretaba el pecho, sentía mucha empatía por ella. Era como sentirme en su lugar, como si la comprendiera. A pesar de que no pasé más que una noche en las calles recordaba la incertidumbre y el dolor que sentí en esas horas. Volví al mostrador no muy lejos de aquella chica, pero dejándole el espacio suficiente, me dediqué a atender a otros clientes, era mi trabajo. Recordé que Moira y Kevin andaban por ahí los perdí de vista y ahora no estaban en su rincón, dejarlos solos un segundo era un fatal error.
―Olly, busca a los twins por favor. ―Pedí a mi mejor amigo.
―Enseguida―dijo él atendiendo mi petición inmediatamente.
La chica comía aquella tostada como si fuera su último desayuno, llevaba un pedazo de pan pequeño a su boca y lo mantenía en ella por largo rato antes de tragarlo. Con el café hacía lo mismo dedicando tiempo para disfrutar cada sorbo.
―León―dije deteniendo a uno de mis empleados.
―Dígame señora―respondió él.
―Empaca bastante comida, no me importa que, solo comida, ojalá la más duradera; que sean tres moldes de viaje―ordené.
―Con gusto jefa―dijo y se marchó en dirección a la cocina.
Salté del susto al dar media vuelta y ver de frente a mis sobrinos, salieron de la nada, posteriormente corrieron en círculos por la cafetería de nada me serviría frústrame y perseguirlos intentando calmarlos, ellos jamás se quedarían quietos.
Luego de un rato de correteos se detuvieron, jalaron cada uno un banco y se sentaron al lado de aquella chica estratégicamente dejándola a ella entre ambos.
― ¿Por qué lloras? ―preguntó Kevin.
Aquello hizo saltar a la chica, quien no tardó en mirarlo, volteó a su otro lado encontrándose con Moira y entonces volvió a saltar de la impresión.
―Son dos―dijo y rio por su mismo susto.
―Él es mi copia masculina―dijo Moira.
―Ella es mi copia femenina―dijo Kevin.
―No me había dado cuenta―dijo ella sonriéndoles, mirándolos a los dos con dulzura.
Elevó su mano tocándolos, acariciando sus rostros, fue extrañamente maternal.
― ¿Por qué solo comes un pan? ―preguntó Kevin, él siempre tenía preguntas para hacer.
―Porque solo me alcanzaba para eso, es más, es lo único que me quedaba―respondió ella.
― ¿No tienes dinero? ―preguntó Moira sorprendida.
―No, no lo tengo, no tengo nada―dijo con tristeza y suspiró.
― ¿Tus papás no te cuidan bien? ―preguntó Kevin indignado, era solo un niño, pero con neuronas desarrolladas.
―Mis papás murieron, no pueden cuidarme―respondió ella.
―Como nuestra mamá―dijo Moira.
―Lo siento mucho.
―Estamos bien, mi papi nos cuida, toma... quiero darte un regalo―dijo Moira, se puso de pie en el banco de madera y metió su mano a la bolsa de su pantalón sacando un billete de cien dólares que debía de haberle tomado a Theo; estaba segura de que debió de ganarlo con alguna forma de chantaje.
Moira tomó la mano de la chica colocando el billete en su mano, esta quedó boquiabierta al mirarlo, en el primer momento debió de haber pensado que era falso, pero era real.
― ¿Dónde está tu padre? ―preguntó ella.
―Trabajando―respondió Kevin.
― ¿Quién los cuida ahora?
―Tía Lisa―dijeron los niños a coro para luego señalarme.
Yo solo acaté a sonreír, me sentía algo atrapada.
―Debo darte esto a ti, no creo que una niña tan pequeña deba andar con tanto dinero―dijo extendiendo el billete en mi dirección.
¿Enserio? Otra persona, más siendo un adolescente hubiera tomado el dinero y corrido aun mas estando en su condición.
―Pienso que deberías conservarlo, estoy segura de que Moira no lo robó, Theo debió de haberle pagado para que se quedara quieta unos quince minutos―expliqué.
―De ninguna manera, es mucho dinero―dijo y tomando mi mano colocándolo allí.
―No estás en condiciones de rechazarlo―insistí.
―No me aprovecharé de la bondad de dos pequeños niños, ni siquiera de la tuya, no tendré dinero si no hago nada a cambio por ello, no insistas, debo aprender a valerme por mi misma; cuando esto se acabe, estaré igual, sin nada, prefiero encontrar una solución ahora que esperar a empeorar―dijo decidida, se parecía a mí, era tan terca como yo; había huido de la ayuda dos veces, me negaba a aceptarla si no trabajaba por ello.
―Eso se me hace tan familiar―sonreí, era como oírme a mí misma.
―Gracias por el café y la tostada, era todo lo que necesitaba―dijo para luego tomar los últimos sorbos de su café.
Los niños la miraban en total confusión, no entendían como ella podía rechazar el dinero.
La chica tomó su mochila y la acomodó en su espalda, tan pronto como dio la espalda tomé los envases llenos de comida y me incliné sobre el mostrador hablándoles a los mellizos al oído. Ellos asintieron, tomaron las bolsas con la comida y corrieron tras ella, la alcanzaron antes de que diera la vuelta, extendieron sus brazos con las bolsas y ella volteó a mirarme, yo asentí y ella suspiró resignándose a tomar las bolsas. Se inclinó y abrazó a los niños dejándole a cada uno un beso en la frente para luego partir, ellos se quedaron allí batiendo sus manitas en el aire y despidiéndose de ella mientras se alejaba. Fue extraño, no había dudas de eso. Me dejó tantas preguntas sin responder, todas dudas sobre ella y su vida, sus padres y su origen. Parecía ser una chica de buenos principios, bondad, humildad.
¿Quién era el responsable de que ella fuera así? ¿Por qué estaba en la calle?
Definitivamente, me había dejado mucho en que pensar.