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Capítulo 4

Theo.

Podía admitir que aun no lo superaba y que el tiempo parecía congelarse en aquel momento en que la perdí. Había sido tan difícil, ya no creía en los finales felices, volví a aquel ideal de que las almas gemelas no existían, o tal vez porque sabía que la mía murió. No le hallaba sentido a la vida, amar siempre fue duro para mí y cuando por fin lo logré ella se fue. La esperanza de encontrar una mujer como ella era nula; Kylie era única y original. Con cada respiro extrañaba su terquedad, su agresividad, reía al recordarla con el sartén en la mano, era su arma perfecta.

Ahora tenía a mis dos pequeños que me recordaban cada día cuanto la amaba, aunque insoportables, provenían de ella la única mujer que logré amar realmente. Un extracto de su alma repartido en dos cuerpos diferentes... nuestros hijos.

Todo esto era realmente difícil para mí, ser padre, tener que llenar ese espacio vacío que ella dejó, ese que nunca se llenaría por nada del mundo. Tenía miedo, no puedo mentir. Lisa me presionaba para que encontrara una niñera y yo seguía sin contratar ninguna, no quería otra mujer en mi vida, no quería reemplazar a Kylie.

Era cierto, tenía novia ahora, pero no era más que una de esas fugaces relaciones que acostumbraba a tener antes de que Lisa llegara a nuestras vidas. Sin futuro, sin sentimientos, no era nada más que publicidad y tiempo de intimidad, al menos eso era para mí.

Kelly no era para nada una mujer maternal, sentimental o cariñosa. Era mera atracción corporal típica de su carrera de modelo y heredera, una muñeca que Hollywood California. Nada más que silicona y cero neuronas.

― ¿Quién era? ―preguntó Kelly saliendo del baño.

―Vilhelm, está molesto porque dejé a los niños en su casa sin avisar y que gracias a ello perdió una noche de intimidad con su esposa―respondí apagando el celular.

― ¿No has pensado en lo que te dije? ―preguntó mirándose al espejo mientras untaba bálsamo en sus labios.

―Ni siquiera me he molestado. No enviaré a mis hijos a un conservatorio o internado... jamás.

―No te molestes, pensé que sería lo mejor para ellos―dijo y me miró frotando sus labios.

―Lo mejor para ellos es estar en casa cerca de mí; además acaban de cumplir los cuatro años, siento que sería como querer librarme de ellos―dije dejando caer mi espalda en la cama.

―Exactamente―comentó Kelly.

― ¿Cómo? ―pregunté extrañado, levanté la mitad de mi cuerpo para mirarla indignado.

―Digo que tienes razón, tienen que estar cerca de ti―respondió―. Contrata una niñera de una vez por todas, no creo que sea tan difícil encontrar una muerta de hambre que quiera cuidar un par de mocosos insoportables; sin ofender―dijo y sonrió con sarcasmo.

―Si me ofende―mencioné cortante.

―Cariño, sabes que los amo, es solo que los niños no son lo mío. Eso es lo que me gusta, que tengas hijos, que sean dos y que sean intolerables. No querrás más, mucho menos de mí, ya suficiente tenemos con ese par de parásitos―dijo con desprecio.

Ahí era cuando me preguntaba...

¿Por qué esta perra era mi novia?

―Mejor me voy―dije levantándome de la cama.

―No, no, no. ―Deteniéndome del pecho―. Ya dejaste a tus preciosos hijos con tu hermano, tenemos toda la noche para nosotros―dijo metiendo las manos debajo de mi camisa.

―Estoy muy cansado, solo quiero dormir.

¿Enserio había dicho eso?

Parecía que después de todo si había cambiado, ni yo podía creer que enserio estaba rechazando una apasionante noche con una ardiente chica.

―Si te doy un masaje―susurró en mi oído.

Eso logró echar mi voluntad al suelo, estaba tenso, mi espalda dura, lo necesitaba.

―De acuerdo―acepté, ella sonrió victoriosa.

Quité mi camiseta y me senté en la cama, ella cayó tras de mí con una botella de aceite, cuando lo derramó en mi espalda sentí como si fuera la mismísima gloria, sus manos se me hicieron benditas mientras masajeaba mi espalda. Ahí era cuando empezaba a amarla, este era el único rato libre de relajación que podía tener... por eso era mi novia.

Me desperté de golpe, no recordaba quedarme dormido. Estaba en la habitación de Kelly, pero ella no estaba allí. Me levanté de la cama buscándola por todo el pent-house, ella se marchó sin decirme nada, estaba acostumbrado a eso. Lo único que me acompañaba era la vista de la cuidad, San francisco en todo su esplendor.

Volví a la habitación y busqué algo de ropa limpia, alguna que hubiera dejado antes allí y los sirvientes de Kelly se encargarán de lavar. Me duché y me vestí para luego salir del edificio directo al parqueo.

Abordé el automóvil y fui directo a la cafetería de Lisa, no pasaban de las nueve de la mañana, ya ella estaría allí.

Cuando entré a la cafetería Vilhelm me haló de la camiseta dejándome frente a él, no me lo esperaba, así que salté de la impresión. Esa mirada asesina me indicaba que se vengaría conmigo por hacerle perder su noche con Lisa.

Caminé en retroceso y Vilh me siguió al mismo ritmo sin decir palabra, aun intimidándome con la mirada.

―Te pagaré, lo prometo―dije aun caminando en retroceso.

―Empieza hablar, estoy interesado en ver cómo te saldrás de esta.

―Cuidaré a Estrella toda la noche junto con mis hijos y tendrán toda la privacidad que desean, así podrás estar a solas con Lisa sin preocupaciones. ―alcancé a decir justo cuando pegué con la pared.

―Más te vale―dijo liberándome.

Suspiré, si, no solo cambié, me volví débil, tanto que mi hermanito menor me intimidaba.

―Hola Tomatazo―dijo Lisa saliendo de la cocina con una red de cabello en la cabeza.

Era tan grotesco, pero ella lo hacía verse hermoso.

―Buenos Días Lisa―dije, me estiré sobre el mostrador para tomarla de la barbilla y besar su mejilla.

Vilhelm no tardó en reaccionar dándome con una bandeja de comida por la cabeza.

―Aleja los labios de mi esposa―dijo Vilh apuntándome con la bandeja.

Lisa se la arrebató de las manos y le dio con ella por la cabeza, odiaba sus escenas de celos y aunque ella siempre lo hacía pagar por ello Vilh continuaba haciéndolas.

―Te devuelvo esto―dijo Lisa levantando a mis hijos del piso para ponerlos sobre el mostrador.

― ¡Papi! ―gritaron ambos a coro para luego abalanzarse sobre mis hombros haciéndome caer de rodillas.

―Sí, definitivamente me hicieron falta anoche―dije tragándome el dolor que me ocasionaron en el golpe.

― ¿Qué haremos hoy? ―preguntó Kevin.

―Tío Vilh dijo que pasarías todo el día con nosotros―dijo Moira.

De inmediato miré a Vilh casi rebanándolo con la mirada, tenía un par de reuniones, no podía llevarlos conmigo.

―Me molesté en cancelar tu agenda de hoy para que tuvieran tiempo de calidad con tus twins, hermanito―dijo Vilh con una sonrisa.

― ¿No es lindo? ―dijo Lisa tomándolo de la quijada.

Enseguida supe que ese fue un plan en conjunto, ambos se habían confabulado en mi contra.

― ¡Oliver! ―grité al ver en el reflejo de un servilletero de metal que intentaba escabullirse por detrás de mí.

―Lo siento Theodore, por órdenes de la jefa no puedo cuidar a tus hijos hoy―dijo él y Lisa asintió apoyándolo.

―Ya has huido demasiado Theo, tienes que conseguir esa niñera, nosotros no podemos hacernos cargo de ellos por siempre―dijo Lisa.

― ¿Es una intervención?

―Algo así―dijo Olly.

―Los odio.

― ¿También a mí? ―preguntó su pequeña vocecita.

Vilh la levantó del piso dejándome verla, la rubia de mejillas rosadas y sus cabellos afro. Mi sobrina en su uniforme de jardín de niños.

―No Estrellita, a ti jamás te odiaría.

En otro momento la tomaría, pero hoy tenía sobre mis hombros a los mellizos, escapándose de caerse de cabeza, apenas y lograba sostenerlos mientras hacían ruidos extraños con su boca.

―Consigue la niñera Theo, hoy mismo―dijo Lisa señalándome la calle, esa era la indicación para que saliera de inmediato, llevándome a mi prole y no volviera a dar la cara a menos que hubiera conseguido una niñera.

―Primero iré a desayunar a otra cafetería. En esta dan un pésimo servicio―dije caminando a la salida con Moira y Kevin en brazos; ellos elevaron sus manos y las agitaron en despedida. Al llegar al auto intenté atar a Moira a su asiento primero, pero siempre lograba escapar, descontándole cien dólares más a mi bolsillo. Solo esperaba que estuviera ahorrando para su fondo universitario, de aquí a que cumpliera la edad sería millonaria. Vilh, Oliver y Lisa tenían razón, necesitaba encontrar una niñera, si es que ella no huía antes de que pasara la primera semana.

Para el fin de semana seguía en la misma situación: yo negando y despidiendo a todas las niñeras que la agencia me enviaba y también las que Vilh, Lisa y Oliver me enviaban. No pasaban de las entrevistas, unas falsas, otras interesadas, vagas, vividoras, me encontré con todo y si no tenía razones para despedirlas encontraba alguna excusa que pareciera valida; inclusive llegué a asustar a un par. Vilh y Lisa seguían arruinando mis compromisos de negocios hasta que no contratara a su dichosa institutriz.

¿Por qué tenía que ser tan difícil?

Mi móvil empezó a timbrar en el bolsillo, al escuchar la vibración Moira y Kevin me hicieron detenerme en la acera haciendo un gran escándalo; empezaron a correr a mí alrededor y yo no tuve más remedio que detenerme a contestar. Los sostuve de sus abrigos mientras buscaba el teléfono en una de mis bolsas, me hacían girar en círculos o de otro modo caería.

― ¡Deténganse! ―les ordené con voz firme ambos pararon en seco y se pusieron firmes sonriendo de oreja a oreja como si pretendieran algo―Quieto ―los señalé con sospecha mientras colocaba mi teléfono en el oído.

― ¿Por qué tardaste tanto en contestar? ―preguntó dominante.

―Kelly―dije sin miedo a equivocarme.

―No, tu abuelita alemana. Quien quiera que sea y lo hable. Te esperé ayer, me dejaste plantada en la cena. Fui la única chica de pasarela sin su famoso novio, estaba tan fuera de lugar, la experiencia más espantosa de mi vida. No te imaginas la vergüenza que me hiciste pasar―dijo y continuó, mientras la escuchaba reclamarme sus mil y un razones por las cuales había quedado humillada por mi ausencia en esa gala, intentaba detener a Moira quien intentaba escalar la cortina de metal de una tienda cerrada. Kevin estaba extrañamente concentrado en el otro lado de la calle mirando en dirección a un restaurante de baja categoría. Fue más interesante saber lo que mi hijo miraba a lo que mi novia reclamaba, su mirada parecía estar pegada en una chica sentada dentro del restaurante, su cabello estaba alborotado y sus mejillas sucias, llevaba en su mano un guante negro gastado y en su rostro unas gafas de leer.

La forma de su nariz y labios me recordaron de inmediato a Kylie.

― ¡Theo! ―gritó Kelly haciéndome volver a tierra.

― ¿Ah? ―pregunté distraído.

― ¿Vendrás conmigo?

No tenía la menor idea de lo que dijo en los últimos dos minutos.

―Claro que sí... ¿A qué hora dijiste? ―pregunté simulando que la había escuchado.

―4 p.m.―dijo ella, tenía una idea totalmente nula de lo que fuera que me pidió.

―Lo siento cariño, mejor dejémoslo para otro día, ando con Moira y Kevin a rastras, no creo que puedas soportarlo.

―Tienes razón, por lo visto estás muy ocupado para mí últimamente―reprochó.

Exhalé con fuerza y puse mis ojos en blanco, era de esperarse que tarde o temprano la molestaría.

―No es eso preciosa, estoy algo presionado ahora, no quiere decir que no te ame―dije sin sentirlo, no la amaba, pero debía simular que así era.

Rasqué mi barbilla, de inmediato sentí como si algo se me escapara de las manos.

Mi vista solo reaccionó al ver a Moira y Kevin abalanzarse sobre la carretera y correr esquivando los carros, escapando muy de cerca de que los atropellaran.

―Solo te importan esas alimañas―dijo Kelly, pero no presté atención a sus palabras.

―No puedo hablarte ahora. ―Corté de inmediato.

Sabía que tendría problemas por eso, pero era lo menos que me importaba ahora. Crucé la calle con el corazón en la boca, no tenía la menor idea de cómo mis hijos cruzaban la carretera como si fueran indestructibles, pero siempre me molía los nervios.

Al llegar al otro lado giré en el mismo lugar intentando ver dónde se habían metido. Unos golpes en la ventana del restaurante de hicieron parar, era la chica que Kevin estaba mirando, señaló frente a ella ahí estaban mis hijos, suspiré con alivio y empecé a caminar ingresando al local de comidas. Todos se me quedaron mirando al entrar, supongo que sabían quién era o que mi apariencia no era necesariamente la más humilde para un lugar de bajo perfil como ese.

―Lamento mucho que te molestaran―dije levantando a Moira del asiento.

―No se preocupe, me gustan los niños; además ya nos conocemos―dijo y sonrió acariciando a Kevin.

¿Conocía a mis hijos? ¿Cómo era eso posible?

― ¿Conoce a los niños? No, no, debe de ser que me conoces por alguna revista o video y a eso te referías. Qué tontería... ¿Cómo no lo pensé antes?

―En realidad, no tengo la menor idea de quién es usted; pero lo de “revista o video” explicaría el por qué de que todos lo vean como un extraterrestre―señaló en general.

Miré sobre mi hombro, si, aun tenía la vista de todos sobre mí.

―Soy Theodore Kleinman, productor, guitarrista de una famosa banda, modelo, diseñador... ¿Revistas, televisión, YouTube, anuncios en carretera? ―pregunté, pero ella negó mirándome a los ojos mientras comía puré de patata con mal aspecto, yo solo era alguien más en este mundo para ella― Aun no me acostumbro, es raro.

― ¿Preferirías que te grite como una fanática esquizofrénica a punto de un paro cardiaco por la presencia de su amor platónico frente a ella y luego me desmaye como estúpida? Porque puedo hacerlo si eso te hace sentir más cómodo, aunque no sepa tu nombre, a pesar de que me lo acabas de decir y ya no lo recuerdo ―dijo e intentó levantarse de la silla.

Yo la detuve del hombro, no quería que lo hiciera.

―Estamos bien así―dije palmeando su hombro.

Me dio algo de asco, parecía no haberse bañado en días.

― ¡Hazlo! ―gritó Moira.

De inmediato tapé su boca y la chica rio. Su sonrisa fue ligeramente traumática para mí, su actitud, su risa, era como Lisa.

―Gusto en verlos niños, salúdenme a su tía, agradézcanle por la comida que me regaló. Fue útil mientras duró―dijo ella.

― ¿Lisa te dio comida? ―pregunté mientras halaba a Kevin del asiento, el insistía en devolverse, no quería dejarlo.

―Soy pobre, no todos tenemos la suerte de ser famosos, tener una casa, comida, ropa limpia y agua de un grifo. Otros tenemos que comer sin pagar y luego rogar porque te hagan lavar platos toda la noche para pagarla en lugar de que llamen a la policía y te metan tres días a prisión. Aunque pensándolo bien sería genial, tendría comida gratis y un lugar seco donde dormir. ¡Ah! Respondiendo a tu pregunta, si, ella me dio comida, luego de que me negué a aceptar los cien dólares que me dio.... ¿tu hija? ―dijo señalando a Moira.

Volteé a mirarla y ella me sonrió con inocencia. Debía decir que estaba algo sorprendido, no tenía la menor idea de lo que hacía con el dinero que me sacaba; ahora al menos tenía una ligera sospecha de las intenciones que tenía para sacármelo.

―Papá―dijo Kevin jalando mi camisa.

―Dime.

― ¿Puede ser nuestra nana? ―dijo señalando a la chica.

Ella volteó a mirarlo con los ojos y boca bien abiertos. A mí también me impresionó. Miré a la chica y la analicé por un momento.

¿Acaso estaba pensando siquiera en la posibilidad?

Era una vagabunda, entrevisté a decenas de chicas con experiencia, buen aspecto y educación. Frente a mí tenía a una chica con al menos quince días sin ducharse, pantalones mojados, zapatillas rotas y mejillas empolvadas.

―Es una locura, lo sé, no tienes por qué decírmelo; no te molestes en pensarlo siquiera, así no tienes la pena de decirle a esta pobre chica que no es digna ni siquiera de levantar la popó de tu perro―dijo ella.

De inmediato me eché a reír, ella me miró extrañada, Moira y Kevin también me vieron igual. Mejores palabras no podían existir.

― ¿Sabes cocinar, barrer, limpiar, lavar, leer, escribir y soportar a niños pequeños muy irritantes?

―Sí.

―Igual tendrás que levantar la popó de nuestro perro―dije a manera de indirecta.

Ella sonrió de oreja a oreja y sus ojos brillaron, si, entendía lo que eso significaba.

―Será el mayor placer de mi vida. ―Saltó de su asiento dándome un fuerte abrazo. No duró mucho pues se echó para atrás de inmediato―. Lo siento, no debería haber hecho eso, apesto.

―Cierto. ―Contuve el aliento, no era broma, ella literalmente apestaba―. Por eso te irás en un taxi, te dejaré dinero para que lo pagues, nuestra dirección y creo que también debes la comida―dije extendiendo hacía ella un billete de cincuenta dólares.

Ella se retrajo de tomarlo y lo miró casi con pánico, a pesar de todo era retraída, una extraña combinación que me hacía recordar a Lisa aun más.

Tomé su mano y dejé el billete en su palma, cerrando su puño. Levanté a Kevin y Moira del piso, echándolos sobre mi hombro. Se despidieron de ella lanzándole besos en el aire, yo no dije nada más, solo caminé hacia la salida.

―Gracias―dijo ella con ojos llorosos deteniendo la puerta antes de que cerrara.

Yo asentí y me alejé del local, aquello fue totalmente extraño para mí. Tanto que no podía creer que enserio lo hubiera hecho, perdí la cabeza.

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