Capítulo 7

Fabiana gritó y cayó pesadamente sobre el suelo.

—¡Fabiana!

Natalia y Enrique se apresuraron a sostener a Fabiana.

La ira de Enrique llegó a ser tan fuerte que levantó un puñetazo hacia la cara a Lucía.

No obstante, su puño se detuvo en seco a centímetros del rostro de esta.

Lucía se fijó en Enrique con los ojos llenos de una frialdad terrible que daba miedo a cualquiera que los mirara.

Enrique se quedó atónito y un escalofrío le recorrió la espalda.

Fabiana se desplomó en los brazos de Natalia, sollozando. Cuando recobró el sentido, intentó seguir haciéndose la lastimera, pero antes de que pudiera emitir sonido alguno, una mano fría le levantó de pronto la barbilla con fuerza.

Fabiana miró hacia arriba y se encontró con los ojos profundos y claros de Lucía.

—Fabiana, me robaste a mi padre, mi casa e incluso mi prometido. No me importa porque son algo que ya no quiero, pero... —Lucía, con algo de ferocidad, advirtió— En este mundo siempre hay cosas que, pase lo que pase, ¡nadie te las puede quitar! ¡El guion que escribí podrá traerte honor, pero también desgracias! Ya que te has atrevido a robármelo, entonces prepárate para pagar un precio terrible. Solo espera, ¡te haré infame y te arrepentirás el resto de tu vida!

Fabiana no pudo evitar estremecerse ante la amenaza. Aguantando el dolor insoportable en la mejilla, dijo fríamente:

—Lucía, no te pases demasiado. Dices que te he robado el guion, ¿tienes pruebas?

Lucía la apartó con disgusto, sacó un pañuelo para limpiarse las manos y contestó:

—No necesito pruebas para saber que me lo robaste. Fabiana, tarde o temprano, te arrodillarás delante de mí, sosteniendo mi guion con tus manos, llorando y suplicándome que lo recupere. ¡Puta desvergonzada!

Dicho esto, Lucía arrojó el pañuelo usado contra la cara de Fabiana, se dio la vuelta y se marchó.

Fabiana se quedó mirando fijamente su espalda mientras temblaba de rabia.

***

Lucía salió por la puerta principal de la familia Nores antes de soltar un suspiro.

Ella no era la verdadera Lucía, pero sintió mucha pena por esta amable muchacha.

Inclinó la cabeza y habló con ternura a su corazón:

—Hay tres cosas en este mundo que nadie te puede quitar: la comida que tomas, el conocimiento que entra en tu cabeza y tu sueño. Lucía, te prometo que guardaré bien tu sueño.

Lucía se sintió por fin un poco mejor después de soltar tales palabras.

Ella levantó la cabeza, contempló el cielo azul durante un rato. Cuando se disponía a marcharse, de repente, oyó una voz respetuosa.

—Señora, suba al coche, por favor.

Lucía se dio media vuelta y vio que a su lado había un hombre con traje negro y expresión seria.

Ella sonrió y preguntó:

—¿Sabes a dónde voy?

—El señor Víctor me mandó llevarle de vuelta a casa para almorzar. El señor dice que usted debería comer a tiempo aunque esté ocupada.  

El hombre abrió la puerta trasera y esperó respetuosamente.

«Este hombre es muy considerado.»

Con eso en la mente, Lucía sonrió levemente y subió al coche.

Muy pronto, el coche llegó a la villa de Víctor.

Lucía entró en el comedor y encontró a Víctor sentado a la mesa. Obviamente, la esperaba para almorzar juntos.

Aunque Lucía mantenía una cara tranquila como siempre, Víctor percibió que no tenía muy buen humor.

Él se levantó y retiró una silla para ella.

Lucía le dio las gracias y se sentó, y Víctor tomó asiento frente a ella.

—A la próxima, no me esperes si regreso tarde —dijo Lucía.

Víctor la miró con cariño y no habló.

«Dijo que iba a casa a por algo, pero volvió sin nada en las manos. Parece que no le salió bien.» 

Lucía notó su mirada, supo lo que quería preguntar y dijo sonriendo:

—Ocurrió un accidente pequeño y tardaré un poco en recoger mis cosas.

Dicho esto, cogió la cuchara y bebió la sopa con elegancia.

Después de terminar de almorzar, Lucía se fue al cuarto a echarse una siesta de media hora.

Cuando ella bajó las escaleras, vio a Víctor apoyado en el sofá, ojeando algo. Luego se sentó a su lado y le preguntó con las cejas arqueadas:

—¿Tiene el Grupo Olimpo algún proyecto de serie de televisión?

Víctor dejó sobre la mesa el periódico que tenía en la mano, la miró y preguntó:

—¿Quieres ser una estrella?

Lucía negó con la cabeza y explicó:

—No, tengo un guion.

Se lo pensó un momento y añadió:

—Es muy bueno, y si se hace una serie de televisión, será un éxito sin duda alguna.

La Lucía difunta era muy talentosa en la creación de guiones.

Víctor, sonriente, dijo:

—Ahora eres la presidenta del Grupo Olimpo, y puedes hacer lo que quieras sin consultar a nadie.

Lucía se quedó un poco estupefacta, pero pronto se recuperó y luego sonrió felizmente.

Casi se olvidó del costoso regalo de boda que le había hecho este hombre.

Y fue entonces cuando vio de repente el periódico que Víctor había dejado sobre la mesa, en el que se trataba de la noticia del escándalo sobre la boda de Lucía.

Ella se quedó pensativa un momento, miró al hombre y le preguntó en tono suave:

—¿Tiene alguna pregunta para mí?

Víctor alargó sus finos dedos para acariciarle tiernamente la mejilla y dijo en tono algo serio:

—Ya que estás casada, ya no debes tener prometido.

Lucía entendió al instante lo que quería decir y dijo:

—Dame cinco días. Cinco días después, tendrá lugar el banquete de cumpleaños de Samuel Fraga. Para entonces, iré personalmente a romper ese compromiso.