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Capítulo 6

Lucía siempre había sido muy culta como señorita de una familia noble y raras veces lanzaba palabrotas, pero hoy creía que los dos que tenía delante no eran dignos de su trato educado.

Enrique puso una expresión fea al oír las palabras de Lucía.

Fabiana se puso aún más pálida y no pudo evitar temblar, como si pudiera desmayarse en cualquier momento. Y luego cayó en brazos de Enrique, sollozando tristemente, y dijo miserablemente:

—Lucía, no era mi intención... Lo siento mucho... De verdad que no quería revelar esas fotos...

Ante la mención de las fotos, Enrique puso una cara aún más hosca y su mirada hacia Lucía volvió a llenarse de repugnancia.

—Fabiana, no tienes por qué culparte. Una mujer como ella merece todo lo que ha sufrido. Tú no tienes ninguna culpa.

Lucía dibujó una sonrisa indiferente, sin mostrar ninguna expresión de culpabilidad. Miró a Enrique de lo alto y se mofó:

—Como hombre, ya no puedes ser peor.

Desde el punto de vista de la actual Lucía, Enrique era un cabrón total.

Antes, esa ingenua Lucía lo amaba tanto que incluso le consideraba la salvación de su vida. Pero ese mismo hombre se confabuló con la hija de la amante del padre de Lucía, y no solo arruinó su reputación, sino también le quitó su vida.

Para la justicia de esa pobre chica, ¡Lucía no dejaría a Enrique y a Fabiana fácilmente y les haría pagar duro!

Enrique estalló en cólera, y maldijo:

—Lucía, eres una desvergonzada total.

—¿Una desvergonzada total? Sí, soy desvergonzada, pero soy hermosa, mucho más hermosa que la Fabiana que tienes en tus brazos —Lucía dirigió una mirada a Fabiana y sonrió alegremente, con arrogancia en los ojos—. Tanto por origen como por aspecto, Fabiana es muy inferior a mí.

Fabiana casi no pudo contener su enojo al escuchar esto, pero se logró hacerlo y siguió jugando su papel débil y agraviada. Estudió a Lucía frente a ella con recelo, pues sintió que esta se había vuelto diferente.

La examinó detenidamente durante un buen rato. Aunque se cambió de ropa y se quitó aquel feo maquillaje, Fabiana pudo confirmar que la mujer delante de ella efectivamente era Lucía.

«¡Bah! Si esta zorra no hubiera nacido tan guapa, ¿cómo podía tenderle esa trampa a ella junto con Diana? Realmente no esperaba que esta zorra se haya vuelto más fuerte y menos estúpida después de esa boda fallida.»

Lucía notó lo que Fabiana estaba pensando y soltó una baja carcajada desdeñosa.

La Lucía muerta no era tonta en absoluto, incluso era una chica muy inteligente.

La única razón por la que había caído en la trampa de Fabiana y Diana fue porque amaba demasiado a Enrique. Mientras fuera lo que le gustaba a Enrique, por poco convencional que fuera, ella estaba dispuesta a hacerlo por él.

Era una pena que ese cabrón le había fallado a una chica tan buena.

Lucía se acarició suavemente el corazón algo triste para calmarse, y luego subió las escaleras sin hacerles más caso a los tres.

Y aquellos tres, mirando la espalda distante de Lucía, se quedaron aún más molestos.

Lucía volvió a su cuarto.

Desde la muerte de su madre, Lucía nunca había sentido el calor familiar en esta casa. Ahora la habitación estaba vacía, se veía bastante desoladora, sin la menor calidez.

Pensando otra vez en la chica muerta, Lucía sintió mucha tristeza y dejó escapar un leve suspiro.

Después, descorrió las cortinas y abrió la ventana para que entrara la luz del sol. De esa manera, el cuarto se volvió un poco caluroso. Y luego se acercó al escritorio y abrió el cajón.

Ella no tenía ningún apego a la familia Nores. Volvió aquí porque la difunta Lucía tenía algo importante en esta habitación.

Lucía rebuscó detenidamente todo el cajón, pero no encontró nada.

De repente, se le ocurrió algo y abandonó el cuarto.

***

Abajo, en el salón, Natalia aplicaba con mucho cuidado pomadas sobre el dorso de la mano de Fabiana.

Tanto la madre como la hija mantenían una cara muy fea.

Enrique estaba sentado en un sillón con las cejas fruncidas, consolaba a Fabiana en voz tierna, pero sus ojos siempre miraban inconscientemente hacia arriba.

Al ver lo distraído que estaba el hombre, Fabiana se mordió ligeramente los labios y habló en voz débil:

—Enrique, estoy muy triste...

Enrique preguntó con suavidad:

—¿Qué pasa?

—Sé que mi mamá y yo somos las malas por haber arruinado la familia de Lucía, pero... —Fabiana, cabizbaja, se acurrucó en los brazos de Enrique y lloró con tristeza— Nadie puede elegir su origen. No sé por qué Lucía me humilló con mi nacimiento. Incluso me insultó diciendo en público que soy una bastarda...

Enrique la abrazó, le palmeó la espalda suavemente y la consoló:

—No hagas caso a lo que dice ella. Está loca.

En este momento, Lucía bajó las escaleras. Fabiana dibujó una sonrisa maligna en los labios al verla.

Fabiana sabía que a Lucía le dolía ver a Enrique ser cariñoso con ella. Y aunque le dolía y entristecía, tenía que forzar una sonrisa por miedo a que Enrique le cayera aún peor.

Por lo tanto, ella sabía que mientras contara con Enrique a su lado, Lucía no sería capaz de escapar de ella.

Con esta manera, Fabiana había lastimado a Lucía numerosas veces.

Fabiana esperaba a ver la expresión de angustia en la cara de Lucía, pero hoy su truco falló.

Lucía ni siquiera le echó una mirada a Enrique, mucho menos se entristeció.

En cambio, Lucía se fijó en ella fríamente, con los ojos llenos de una ira reprimida.

Al encontrarse con tal mirada, Fabiana no pudo evitar sentir escalofríos en la espalda. Ella se dijo a sí misma mentalmente:

«¿Qué ha pasado con esta zorra hoy? ¿Por qué ha cambiado tanto? No solo parece mucho más atrevida, sino también que es muy indiferente con Enrique.»

Enrique oyó el ruido de tacones en las escaleras, apartó a Fabiana y se volvió para mirar.

Lucía se acercó a Fabiana y le dijo muy seriamente:

—Te has llevado el guion en el cajón de mi cuarto, ¿verdad? ¡Devuélvemelo!

Fabiana entró en pánico por dentro, pero en apariencia fingió no saber nada y preguntó en voz sobresaltada:

—Lucía, ¿de qué estás hablando? ¿Qué guion? Nunca he visto un guion...

Luego volvió la cabeza hacia Natalia, que estaba sentada en el sofá, y preguntó:

—Mamá, ¿has visto algún guion en el dormitorio de Lucía? ¿Acaso lo tiraron los criados como basura cuando limpiaban la habitación?

Natalia se mofó:

—¡¿Qué guion?! Ella es una tonta total. Siempre estaba al final de la lista en todos los exámenes. ¿Cómo es posible que sepa escribir un guion? No le hagas caso, ¡solo intenta calumniarte!

Lucía respiró hondo para reprimir la rabia que se le encendía cada vez más.

«Esta madre y esta hija mataron a la madre de Lucía, se apoderaron de su casa, le robaron a su prometido, y aún no saciables, ahora incluso quieren quitarle su último sueño a esta pobre. ¡Qué víboras más perversas son las dos!»

Fingiendo quedarse sorprendida por lo que dijo su madre, Fabiana dijo:

—Mamá, no digas eso. Lucía no es tonta. Lucía, ¿cómo es tu guion? Ahora mismo te lo busco.

Dicho eso, Fabiana se levantó rápidamente y se acercó a Lucía.

De espaldas a Enrique, Fabiana mostró de inmediato su verdadera naturaleza. Dibujó una sonrisa de suficiencia y le dijo arrogantemente a Lucía en una voz muy baja:

—Perra, ¿y qué si me llevé tu guion? ¿Qué puedes hacer?

Ante su provocación, Lucía no pudo contenerse más, levantó bruscamente la mano y la abofeteó con fuerza.

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