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Capítulo 5

Aquellos ojos indiferentes se fijaban en Natalia, quien palideció inevitablemente por el miedo.

Lucía dibujó una sonrisa leve y dijo en voz burlona:

—Natalia, ya que te gusta tanto ser un «animal», me aseguraré de instalarte en un buen lugar y allí podrás vivir sin separarte de tus compañeros en el resto de tu vida.

Ante las palabras amenazantes de Lucía, un escalofrío sacudió a Natalia. Mirando a esta hijastra suya que le resultó tan desconocida de repente, Natalia entró en un pánico inexplicable.

En ese momento, Fabiana, quien llevaba un largo vestido rojo y un maquillaje muy delicado con un exquisito bolso de marca en la mano, se paró en la boca de la escalera, mirando el rostro bello de Lucía con profundos celos.

Sus rasgos no eran tan delicados como los de Lucía, pero se podía considerar como una belleza. Bajos sus cejas finas se encontraban un par de ojos tan claros e inocentes, que daban un encanto fascinante y podían capturar fácilmente el alma de la mayoría de los hombres. 

Fabiana esbozó una sonrisa orgullosa, y en un tono lleno de burla y arrogancia presumió:

—Lucía, ¿te parece bonito este conjunto mío? Tanto el vestido como el bolso son de Chanel de edición limitada. Enrique me los regaló especialmente.

Luego continuó en tono de regodeo:

—Es una gran pena que tu boda fuera cancelada en público. Solo te faltó un poquito para ser la esposa de Enrique. Pero, ¿cómo has podido hacer algo tan indecente para hacerle daño a Enrique? Bueno, olvídalo, eres mi hermanastra, como tu hermana mayor, yo no te abandonaré, encontraré a un buen hombre para ti y no dejaré que estés tan sola y miserable en el resto de tu vida.

Ante las palabras de regodeo y fanfarronería de Fabiana, Lucía se mantenía bastante tranquila, sin ningún cambio de emoción, y solo la miraba en silencio como si fuera un payaso ridículo.

Al ver la indiferencia de Lucía ante su provocación y humillación, los ojos se le volvieron feroces a Fabiana. De repente, pareció recordar algo y continuó en una voz suave:

—Ah, ¿cómo está tu herida? Mi herida no es grave, pero Enrique insistió en acompañarme al hospital. Además, me preparó una sala VIP, me cuidó personalmente y me dio de comer. De verdad es un hombre muy amable y sabe muy cómo tratar a una mujer.

Lucía se fijó en esa cara de suficiencia durante un rato y preguntó inesperadamente:

—¿Por cuánto me has vendido?

Era el cumpleaños de Lucía cuando ocurrió ese escándalo. Lucía llevaba todo el día esperando a Enrique en el hotel, pero este no apareció porque Fabiana estaba enferma.

Lucía esperó hasta altas horas de la noche, pero Enrique no apareció al final. Estaba tan triste que se bebió varias copas, pero no esperaba que el vino llevara un afrodisíaco.

Y cuando ella estaba bajo los efectos de la droga, varios hombres irrumpieron en la habitación. Lucía gritó por ayuda, pero los guardias de seguridad ignoraron sus súplicas.

Afortunadamente, Lucía se escapó de esa habitación al final, pero fue fotografiada en secreto por una cámara mientras corría media desnuda apresuradamente por la calle. Finalmente, estas fotos se hicieron públicas en su boda con Enrique.

Si Lucía no hubiera tenido tanta suerte aquel día, habría perdido la virginidad o habría muerto. Pero ahora su situación no era mejor: el hombre al que amaba la aborrecía y había cancelado su matrimonio con ella, su reputación se quedó completamente arruinada y todos en Creephia la culpaban.

Lucía no había hecho nada malo, ¡¿por qué podían ser tan cruel con una muchacha inocente?!

Fabiana, sonriente, estaba a punto de hablar cuando vio a Enrique entrar en la sala, y al instante, retiró su expresión de suficiencia. Luego comenzó a actuar. Con las lágrimas brotando en poco tiempo, Fabiana tomó la mano de Lucía y le dijo hipócritamente, con un tono de culpa:

—Lo siento mucho, Lucía. Fue culpa mía. Ese día no debería haber estado enferma, no debería haber demorado tanto a Enrique. Él debió acompañarte todo el tiempo ese día. Si hubiera sabido que lo que pasó después, definitivamente no habría...

Lucía frunció las cejas y golpeó esa mano con fuerza.

Cada vez que esta mano se extendía hacia Lucía, provocaba que fuera golpeada, maldecida y aborrecida. Era esta mano que le traía tanta desgracia a Lucía, así que ella no quiso soportar más y la golpeó con toda la fuerza que pudo tener.

Al instante, el dorso de la mano de Fabiana se enrojeció y ella gritó de dolor, con las lágrimas brotando aún más ferozmente.

Al mismo tiempo, detrás de Lucía se oyeron dos voces en estado de shock y rabia:

—¡Fabiana! ¿Estás bien?

Natalia y Enrique se acercaron con prisa a Fabiana.

Al ver el enrojecimiento y la hinchazón en el dorso de la mano de su hija, Natalia sintió mucho dolor. Acto seguido, rabiosa, se volvió hacia Lucía y le dio una bofetada fuerte.

—Perra, ¡¿tienes conciencia o no?! Tu padre ya te quería echar por lo que hiciste, y fue Fabiana quien suplicó llorando y lo convenció de dejarte quedarte. No solo no agradeces a Fabiana, incluso devuelves mal por bien. ¡Eres una ingrata total!

Lucía dio un paso atrás, pero su mejilla todavía fue arañada por las largas uñas de Natalia y sangró. Se lamió los labios y probó algo salado. Era el sabor de la sangre.

Un brillo de ferocidad pasó rápidamente por los ojos tranquilos de Lucía.

Natalia, con los ojos llenos de rabia, gritó:

—¡Fuera! ¡Lárgate de aquí ya!

Enrique cogió suavemente la mano de Fabiana y miró hacia Lucía con rabia, pero se quedó estupefacto al encontrarse con el rostro de Lucía.

La chica que estaba allí de pie tenía un rostro hermoso, la piel clara, y el pelo largo y liso le colgaba sobre los delgados hombros. Estaba allí quieta, irradiando un encanto elegante y noble.

«¡¿Ella es Lucía?!»

Enrique se quedó completamente pasmado. Lucía siempre había llevado mucho maquillaje, por eso Enrique casi había olvidado el aspecto original de Lucía. No esperaba que ella fuera tan hermosa sin maquillaje.

Al percibir la mirada asombrada de Enrique hacia Lucía, Fabiana sintió muchos celos y resentimiento en el fondo. Acto seguido, con lágrimas lamentables, dijo agraviada:

—Mamá, Enrique, estoy bien. Creo que no fue su intención pegarme. Es que después de sufrir tanto en los últimos días, no está de buen humor. Deberíamos tener más paciencia con ella...

Muy enfadada, Natalia dijo:

—Hija mía, no busques explicación por ella. Todos lo vimos.¡Esta víbora indecente no merece ninguna compasión!

Lucía enarcó una ceja ante la actuación de Fabiana.

No se había topado con una mujer tan hipócrita como Fabiana en los últimos dieciocho años de su vida, benigna por fuera, viciosa por dentro, y buena en los trucos para ganarse la simpatía y hacer daño a otros.

«Je. Esta mujer es una actriz nata. ¿Cómo la Lucía inocente podía enfrentarse a ella? Lucía, no te preocupes. Tarde o temprano, revelaré la hipocresía de Fabiana delante de todos y pediré justicia por ti.»

Lucía tenía otras cosas que hacer y no estaba interesada en seguir viendo el espectáculo, así que se dio la vuelta y se dispuso a marcharse.

Al verla salir así, con una mirada totalmente indiferente, sin el menor cariño que le había mostrado siempre, Enrique gritó con algo de enojo:

—¡Lucía, discúlpate con Fabiana!

Lucía se detuvo en seco, se dio media vuelta y miró hacia Enrique. La burla y el desprecio en sus ojos dejaron a Enrique atónito.

Lucía, con una sonrisa en los labios, miraba de arriba abajo al hombre y a Fabiana, maldijo con frialdad:

—¡Un gilipollas y una perra! ¡Qué pareja más ideal!

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