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Capítulo 8

Aunque legalmente Lucía y Víctor ya estaban casados, la noticia aún no se publicó y poca gente lo sabía. Para los demás, Lucía y Enrique seguían teniendo un compromiso.

Al ver que el hombre no habló, Lucía añadió:

—No te preocupes, haré todo lo posible para traerte molestias.

Este hombre se había casado con ella a pesar de su fama negativa, y era un buen hombre, así que Lucía no quería meterle en problemas innecesarios.

Cuando Víctor escuchó sus palabras formales, detuvo sus dedos finos y un brillo peligro pasó rápidamente por sus ojos.

Su recién casada, obviamente, consideraba su matrimonio como un negocio con precio, o como una herramienta para vengarse de la familia Nores y de la familia Fraga.

Pero, ¿las cosas andarían como lo que ella quería?

***

Caía la noche en Creephia.

Estaba teniendo lugar la mayor subasta benéfica de Creephia. Lucía estaba sentada en la sala VIP del segundo piso, observando la escena de abajo con interés.

Ella había vivido una vida bastante buena durante los últimos veinte años, pero había tenido algunos puntos malos. El mayor inconveniente era su débil salud. De lo contrario, de acuerdo con su temperamento severo, no habría sido la comandante, sino que habría ido a luchar valientemente en la batalla.

Debido a su salud y a su estatus, Lucía rara vez aparecía en ocasiones sociales animadas.

Hoy era su primera visita a una subasta.

Una pizca de placer pasó por los ojos de Víctor cuando este la vio perezosamente apoyada sobre la barandilla del balcón de la sala privada, de buen humor.

Lucía pronto descubrió algo que le interesaba.

¡Vio a Fabiana y Enrique entre la multitud sentada debajo!

Los dos antes habían mantenido una cierta distancia para evitar rumores, pero después de que Enrique anunciara públicamente la cancelación de su boda con Lucía, los dos empezaron a asistir juntos a las ocasiones sin ningún reparo.

Ahora, la gente, en vez de criticarlos, decía que hacían buena pareja.

Lucía tomó un sorbo de té de su taza, con una frialdad pasándose por los ojos claros.

De repente, Lucía pareció pensar en algo, se volvió y se encontró con los ojos de Víctor.

Este también se fijaba en ella, cuya mirada contenía una profundidad ininteligible.

Lucía le miró fijamente y dijo en tono muy serio:

—Voy a vengarme de la familia Nores y de la familia Fraga, tal vez hasta arruinarlas completamente.

Lucía no conocía la identidad de Víctor, pero por lo que ella podía ver, sabía que el hombre era definitivamente un gran personaje.

Le había regalado el Grupo Olimpo como regalo del matrimonio sin pensárselo dos veces, de lo que se podía ver lo poderoso que era.

Lucía pensaba que una figura como él, con semejante aura y vigor, no se detendría en lo que estaba bien o mal en el sentido tradicional, pero aun así quiso contarle sus pensamientos por adelantado.

Al fin y al cabo, nadie sabía que la verdadera Lucía ya estaba muerta y que Enrique era el responsable principal.

Y los Nores, a su vez, eran parientes de Lucía.

Su represalia, a ojos de los que no sabían la verdad, sería un acto despiadado y traicionero.

Víctor frunció el ceño, y luego habló:

—En Creephia no tienes nada que temer. Haz lo que le dé la gana. Siempre estoy a tu favor.

Lucía sonrió dulcemente ante las palabras del hombre. 

Aunque no sentía la necesidad de hacerlo, Lucía explicó seriamente:

—No tengo ninguna relación con Enrique.

La Lucía que se relacionaba con Enrique había muerto por la culpa de este mismo tipo.

Víctor, observando su rostro serio, se inclinó ligeramente hacia ella y le dijo con suavidad:

—Lo sé.

Aunque lo tuviera, él rompería tal relación por completo.

Lucía se sorprendió un poco ante la respuesta del hombre. No esperaba que Víctor confiara tanto en ella.

En general, ningún hombre debería haberla creído tan fácilmente. Después de todo, esa Lucía difunta amaba locamente a Enrique.

Víctor le acarició suavemente el pelo, rodeó suavemente su esbelta cintura con el brazo, la miró con ternura a los ojos y le dijo:

—Irás a la fiesta del cumpleaños con tu mejor aspecto, y diles a esos dos cabrones que vivirás mejor sin ellos.

Lucía volvió a quedarse estupefacta.

Pero pronto se recuperó, sonrió de repente, le tocó cariñosamente el rostro apuesto y dijo agradecida:

—Lo haré.

En ese momento, pusieron el último objeto de la subasta benéfica de hoy sobre la mesa de exposición.

Era un zafiro extremadamente raro y hermoso.

En el momento en que se mostró el tesoro, el ambiente se animó al instante.

Los zafiros ya eran raros, y con un tamaño tan grande como este era aún más raro, y nunca debería haber otro en el mundo.

Las mujeres tiraron de las mangas de los hombres que las acompañaban, mirando con expectación la gran piedra preciosa.

El anfitrión empezó a presentar la exposición, diciendo en voz alta:

—Esta piedra preciosa se extrajo hace tres años, es única, y aún no ha tenido dueño. Es un tesoro de valor incalculable.¡El precio de reserva es de 800.000 euros!

Ochocientos mil euros no era nada para los adinerados más ricos de Creephia.

Tras la presentación del anfitrión, inmediatamente hicieron ofertas una tras otra:

—¡Un millón!

—¡Un millón doscientos mil!

—¡Un millón y medio!

Cuando el precio cotizado alcanzó los tres millones, solo quedaron unos hombres que todavía seguían haciendo ofertas.

Al fin y al cabo, no todo el mundo quería gastar millones en una sola piedra preciosa, y no todas las mujeres merecían que los hombres gastaran tanto dinero.

En medio de quejas de las mujeres, Enrique, muy arrogante, gritó en voz alta:

—¡Cinco millones!

Al oír la cifra, todos levantaron la vista y vieron que el que había hecho la oferta no era otro que el presidente del Grupo Fraga, y los pocos que aún insistían en conseguirla desistieron de inmediato.

Las mujeres miraban con envidia y celos a Fabiana, que estaba sentada al lado de Enrique, y murmuraban:

—Fabiana realmente tiene mucha suerte. Aunque es una hija ilegítima, el señor Enrique la aprecia como un tesoro...

—Es porque esa Lucía es una perra descarada, que se ha liado con varios hombres...

—Si yo fuera Enrique, también elegiría a la talentosa Fabiana ante una prometida tan desvergonzada.

Ante las miradas envidiosas de las mujeres a su alrededor, Fabiana se sintió muy satisfecha y dibujó una sonrisa feliz en los labios.

—¡Cinco millones una vez! ¡Cinco millones dos veces! ¡Cinco millones tres...!

Justo cuando todos pensaban que la subasta llegaría a su fin, una voz melodiosa sonó de repente:

—¡Cincuenta millones!

La multitud se quedó atónita, pensando que habían oído mal.

«¿Cincuenta millones de euros por una piedra preciosa?»

Tras unos segundos de silencio, estalló un alboroto.

Todos levantaron la vista a la vez, siguiendo la voz hacia el segundo piso, y vieron una mano fuerte en la barandilla de la sala VIP.

A través de la barandilla, se podía ver vagamente una figura sentada en el sofá. Aunque no se podía ver la cara, el aura digna era muy poderosa y sobrecogedora.

Junto a esa figura, había otra silueta esbelta y hermosa.

Las mujeres, incomparablemente envidiosas, miraban con ansias aquella figura, todas muy curiosas por saber qué pez gordo estaba sentado en aquel palco.

Cuando habían llegado, el responsable de la subasta les había dicho que la sala VIP del segundo piso ya estaba bloqueada y que no se permitía entrar a nadie.

Al principio no sabían cuál era el motivo, pero en ese momento todos lo entendieron.

Resultó que allí había un pez gordo.

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