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Capítulo 15

Los invitados que estaban cerca de Fabiana se escandalizaron al oírla llamar Lucía a aquella hermosa mujer.

«¿Lucía? ¿Lucía Nores? ¿La segunda hija de la familia Nores? ¿No la acaban de echar por haberle puesto los cuernos a su prometido, Enrique? ¿Cómo es posible que aparezca aquí?»

Como se quedaron demasiado asombrados, tardaron mucho en recuperarse.

Los que estaban lejos, sin conocer la identidad de Lucía, murmuraban:

—¿Quién es esa señorita tan hermosa? ¿No estarían todos los hombres de Creephia locos por su belleza?

—Fabiana me parecía guapa, pero en comparación con esta señorita, Fabiana es regular.

—¿Es Fabiana estúpida? ¿Cómo se atreve a acercarse a ella cuando no es tan guapa como ella? ¿Por qué se humilla a sí misma?

—Pensé que Fabiana era buena al principio, pero cuando estuvo frente a esa dama, se volvió muy regular. Esa dama es como una princesa sobresaliente, y Fabiana, una sirvienta cualquiera.

Fabiana oyó los murmullos y apretó los puños con tanta fuerza que las uñas se clavaron en las palmas, apenas era capaz de reprimir su ira y mantener la compostura.

¡Odiaba que le dijeran que era inferior a Lucía!

Aunque Enrique ya conocía la belleza natural de Lucía, aún se sorprendió al verla de pie en el salón.

Cuando Enrique se había encontrado con Lucía, ella tenía la frente vendada y su rostro estaba enfermizamente pálido, pero hoy tenía las mejillas sonrosadas, estaba maquillada y adornada, y caminaba despacio, con un esplendor que superaba al de cualquiera señorita de la clase alta de Creephia.

La señora Fraga no se sorprendió tanto. Mirando los ojos desconcertados de su hijo, se mofó:

—Ya te dije que Lucía no es inferior a Fabiana.

Enrique hizo caso omiso de las burlas de su madre y se volvió para bajar las escaleras.

Lucía contempló por un momento la mirada celosa de Fabiana, esbozó una sonrisa de desdén y se mofó:

—Mira, no tengo que hacer nada, y tú eres ignorada.

Al terminar de hablar, Lucía empujó fuertemente a Fabiana para entrar.

Y justo en ese momento, Fabiana la agarró de repente de la muñeca, y le dijo cariñosamente:

—Lucía, sé que estaba equivocada. Me alegro de que hayas venido hoy.

Al mismo tiempo, echó su mano con largas uñas hacia el pecho de Lucía. Ella quería quitarle el zafiro.

Lo que Fabiana no podía obtener, ¡prefería destruirlo antes que dejárselo a Lucía!

Lucía, que estaba preparada, la esquivó ágilmente, levantó la mano y abofeteó con fuerza a Fabiana frente a todos.

Su rostro se inclinó hacia un lado por el golpe y sus ojos se abrieron de par en par, como si no pudiera creer que Lucía se atreviera a golpearla en esa ocasión.

Fabiana reaccionó con extrema rapidez y, con una inclinación, se dispuso a caer al suelo.

Pero antes de que pudiera empezar a actuar, ¡un fino tacón pisó con fuerza el dorso de su pie!

—¡¡¡Ah!!!

Fabiana soltó un grito miserable, y perdió su centro de gravedad, cayéndose sobre una torre de vino que estaba apilaba al lado.

Se oyó un fuerte estruendo, y las copas llenas de champán cayeron y se hicieron añicos.

Fabiana yacía de espaldas sobre un montón de cristales rotos, con la falda larga mojada por el licor y se veía muy lamentable. Estaba cubierta de moretones y temblaba de rabia, mirando fijamente a la alfombra roja, con los ojos llenos de crueldad.

«Lucía, ¡no te dejaré ir fácilmente!»

Todos los que presenciaron la escena se quedaron paralizados, estaban demasiado sorprendidos para hablar.

Lucía, con una sonrisa, miró a Fabiana en el suelo y dijo sarcásticamente:

—Has estado usando los mismos trucos durante todo estos años sin ninguna novedad. Ya estoy harta de tu actuación sin cambios...

De repente, dos voces sorprendidas y enfadadas sonaron al mismo tiempo:

—Fabiana, ¡¿estás bien?!

Natalia y Enrique, una desde el otro lado del salón y el otro desde la escalera, se acercaron a Fabiana corriendo.

Enrique ayudó a Fabiana a levantarse del suelo, vio que estaba hecha un desastre y que tenía la cara pálida y dolorida, y le dijo enfadado a Lucía:

—¡Lucía, no te pases!

Natalia maldijo enojada:

—¡Bastarda!

Luego levantó la mano con la intención de abofetear a Lucía, pero esta última retrocedió y el golpe falló.

Lucía se puso un poco molesta y habló en un tono severo:

—Natalia, soy la única hija legítima de la familia Nores. ¡¿Cómo te atreves a insultarme en público llamándome «bastarda»?! ¡Tu hija es la bastarda, no yo!

Natalia se puso muy furiosa y estaba a punto de regañarle a Lucía cuando de repente Fabiana la cogió de la mano.

—Mamá, me caí por accidente. No es culpa de Lucía.

Dicho esto, ella se puso de pie, soportando el dolor, luego apartó a Enrique, sonrió tolerantemente a Lucía y con los ojos llenos de lágrimas, dijo:

—Lucía, me alegro mucho de verte aquí.

Esta era Fabiana, siempre con cara de hipócrita.

Lucía hizo una mueca y dijo:

—Pero no quiero ver tu cara hipócrita y fea en absoluto. No estaría aquí si Enrique no hubiera corrido a la entrada del Grupo Olimpo y me lo hubiera suplicado.

Ante esas palabras, las caras de Fabiana y Enrique se pusieron muy feas.

Los demás presentes se recuperaron por fin de su asombro.

—¿Es Lucía Nores? ¿La segunda hija de la familia Nores? ¿No decían que era fea?

—¡Caramba! Realmente es la estúpida hija de esa legendaria familia Nores.

—¡Bah! No importa lo guapa que sea, ¡no puede ocultar su naturaleza viciosa!

—No puede ser tan ingenua como para pensar que la familia Fraga aún la reconocería como nuera, ¿verdad? Si yo fuera ella, habría saltado de un edificio. Una mujer tan desvergonzada como ella no es digna de vivir en este mundo.

—Se dice que tuvo aventuras con varios hombres al mismo tiempo, y fue fotografiada, por eso Enrique rompió su compromiso con ella. ¡Qué mujer tan indecente!

Al ver que Fabiana seguía siendo tan generosa y bondadosa después de sufrir tantas humillaciones de Lucía, un odio profundo a Lucía surgió dentro de Enrique al instante. Él le echó una mirada de desprecio a Lucía y gritó furioso:

 —¡Discúlpate con Fabiana ahora mismo!

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