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Capítulo 13

Bruno, con una sonrisa leve, de pie frente a los ventanales de su despacho que estaba en el piso más alto, miró cómo Lucía había rechazado a Enrique y sacó el móvil del bolsillo para marcar un número.

—Señor Bruno, ¿qué puedo hacer para usted? —una voz respetuosa salió del otro lado del teléfono.

Bruno dio una instrucción en tono gélido:

—Memorice la cara de ese Enrique Fraga y prohíbale la entrada al Grupo Olimpo, ¿entendido?

—¡Sí!

Bruno acababa de colgar el teléfono cuando llamaron a la puerta.

—Pasa.

Lucía empujó la puerta, entró y, con una encantadora sonrisa, lo saludó:

—Señor Bruno, buenos días.

Bruno la miró a la cara un momento y se dio cuenta de que su estado de ánimo no se había visto afectado en absoluto por Enrique.

Sería mentira decir que él no albergaba ninguna duda.

Al fin y al cabo, la obsesión de Lucía por Enrique era bien conocida en toda Creephia, y ella había hecho innumerables ridiculeces por aquel tipo. Pero solo habían pasado unos días y Lucía parecía totalmente diferente, incluso se mostraba tan insensible que ni siquiera se podía ver un atisbo de tristeza ante la propuesta de Enrique.

A Bruno le parecía increíble el cambio brusco de Lucía.

Sin embargo, cuanto más indiferente se mostraba Lucía con Enrique, mejor para Víctor. En este sentido, Bruno esperaba que Lucía rompiera completamente con Enrique.

Bruno dijo con una sonrisa:

—Buenos días, señora Lucía.

Luego, se dirigió a su escritorio, cogió una carpeta, se la entregó a Lucía y dijo:

—Esta es una lista de actrices con las mejores dotes interpretativas de la industria del entretenimiento, y puedes echarles un vistazo a ver si alguna te satisface.

Lucía cogió la carpeta, se dirigió al sofá y se sentó, luego leyó los papeles detenidamente.

Los rayos cálidos del sol entraban por la ventana y caían sobre el rostro delicado de la mujer, resaltando aún más su elegancia y su hermosura.

Bruno mezcló con elegancia su café con una cuchara pequeña y, con ojos de pura admiración, observó a la belleza y suspiró secretamente admirado.

«¡Qué mujer más guapa! No es de extrañar que Víctor se haya quedado cautivado por ella.» 

Lucía marcó varios nombres en la lista con un bolígrafo, luego se la devolvió a Bruno y dijo:

—Señor Bruno, por favor, quiero que estas actrices vengan a la entrevista pasado mañana.

Sin demora, Bruno entregó inmediatamente esta tarea a su ayudante.

Después, tomó un sorbo ligero de café y preguntó con cierta curiosidad:

—¿Por qué la entrevista no puede ser mañana?

Lucía contestó francamente:

—Porque mañana tengo algo más que hacer.

Como Lucía no sabía mucho de la producción televisiva, se quedó en el Grupo Olimpo toda la tarde para aprender más sobre el rodaje televisivo.

Para cuando terminó su trabajo, ya era muy tarde, por lo que se fue a la casa.

Víctor regresó a casa antes que ella y le informaron de que la señora aún no había regresado. Acto seguido, a él se le ocurrió salir a buscarla. No obstante, apenas se dio la vuelta, vio entrar a Lucía con cara de cansancio.

Víctor se acercó a ella, la cogió en brazos, la sentó en su regazo, luego le dijo  en tono serio:

—A partir de mañana no puedes llegar tan tarde a casa.

Lucía se quedó un poco desconcertada al oír sus palabras, pero pronto reaccionó, sabiendo que él se preocupaba por ella. Ella sonrió y dijo:

—Lo siento, se me olvidó la hora. Te prometo volver más temprano en el futuro.

Víctor la abrazó con fuerza, acariciándole suavemente la cabeza con una mano.

Los dos estaban tan pegados que incluso podían sentir los latidos del corazón del otro.

Lucía sentía que la posición era demasiado íntima y estaba a punto de apartarlo cuando de repente se dio cuenta de que el hombre le frotaba suavemente el cuello con su mano un poco áspera.

La voz seductora del hombre le llegó al oído:

—Te duele el cuello, ¿verdad?

Lucía detuvo su mano en el aire, y luego la dejó caer.

Era verdad que el cuello de Lucía estaba cansado después de haber trabajado con la cabeza gacha toda la tarde.

No esperaba que el hombre fuera tan considerado que incluso se fijaba en un detalle tan trivial. Por un momento, se quedó conmovida por la gentileza de este.

Con los finos dedos, Víctor frotaba con una ternura extrema su cuello. El masaje era muy suave, con la intensidad justa para aliviar el cansancio.

Como nunca había tenido un contacto tan íntimo con un hombre, la cara de Lucía se enrojeció ligeramente por la timidez.

Poco a poco, Víctor se fue acercando más y más a Lucía, con su aliento exhalado en su cuello, haciéndola sentir picor y comodidad.

Temiendo no poder controlarse, Lucía se apresuró a evitar los labios ansiosos del hombre que se inclinaban cada vez más cerca y dijo tímidamente:

—No estoy muy cansada, solo tengo algo de hambre.

Víctor percibió que la chica en sus brazos estaba un poco tensa, incluso un poco asustada, por lo que él decidió reprimir su deseo que casi estaba fuera de control, la soltó de sus brazos, y luego la llevó de la mano hacia el comedor.

Lucía se repuso rápidamente de sus nervios y se sentó a la mesa, contemplando en silencio el rostro apuesto de Víctor.

El hombre, a pesar de su expresión seria, seguía poseyendo una magia hipnotizadora, que fascinaba profundamente a Lucía.

Lucía sacudió levemente la cabeza, tratando de apartar la imagen guapa del hombre de su mente, e inclinó la cabeza para cenar.

Después de terminar de comer, Lucía le dio las buenas noches a Víctor y subió a acostarse.

Víctor observó su cuello fino un momento y luego dijo al mayordomo que estaba a su lado:

—Diles que se cancela la operación de mañana. Que no venga nadie.

***

La familia Fraga era bastante poderosa e influyente en Creephia. Hoy, para celebrar el 80 cumpleaños de Samuel Fraga, se organizó una fastuosa y grandiosa fiesta, a la que asistirían casi todos adinerados y famosos de Creephia.

En el salón, con capacidad para miles de personas, fluía lentamente una música melodiosa y elegante.

Enrique estaba de pie en una esquina del pasillo del segundo piso, vestido con un traje a medida de alta calidad, y se veía elegante y noble. Pero en este momento, sus cejas están profundamente fruncidas, aparentemente molesto por algo.

La señora Fraga salió de una habitación, vio la expresión de su hijo y le preguntó fríamente:

—¿Ha llegado ya Lucía?

Enrique echó una mirada hacia el salón y contestó:

—Aún no.

La señora Fraga, contrariada, dijo con tono de advertencia:

—Hijo, ese día ya has deshonrado a la familia Fraga al cancelar tu compromiso ante todos. Si hoy pasa algo escandaloso otra vez que moleste a Samuel...

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