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Capítulo 12

Víctor extendió sus fuertes brazos y levantó a la bella durmiente del sofá para llevarla al dormitorio.

La puso con ternura extrema en la cama, se inclinó para ayudarla a quitarse los zapatos y la cubrió con la colcha. Luego, con sus largos dedos, le acarició suavemente su cara clara y hermosa, y, con una voz ronca, le dijo:

—Querida, buenas noches.

***

Al día siguiente, Lucía se dirigió al Grupo Olimpo después de desayunar, pero Enrique la detuvo inesperadamente a la entrada del edificio.

Al ver a Enrique, Lucía, que había estado de buen humor, se molestó un poco y dijo con indiferencia:

—Quítate de en medio.

Enrique pensaba que Lucía se alegraría de que hubiera ido a buscarla, pero no esperaba que su hermoso rostro estuviera lleno de indiferencia y hostilidad.

Él recordó la advertencia de su madre, trató de controlar su impaciencia, y dijo en el tono más suave que pudo:

—Lucía, hablemos.

Esta dijo burlonamente:

—Señor Enrique, no tenemos nada de que hablar.

Con eso, Lucía lo rodeó para marcharse.

Enrique se puso nervioso al instante y quiso agarrarle de la mano.

Lucía esquivó la mano que le extendió, se quitó las gafas de sol y le espetó:

—Estamos en el Grupo Olimpo, no el Grupo Fraga. Señor Enrique, si se atreve a ser irrespetuoso, ¡tendré que llamar a seguridad!

Enrique observó a la chica que tenía delante durante un rato y comprobó que en su cara, solo había indiferencia y asco.

Al instante, él se molestó, y su tono se le puso un poco duro:

—Lucía, no creas que Bruno de verdad siente algo por ti. Solo codicia tu belleza y quiere utilizarte para luchar contra la familia Nores.

Lucía, con una sonrisa leve, dijo con burla:

—Señor Enrique, ¿qué tiene que ver esto con usted? ¿Quién es usted para meterse en mis asuntos?

Enrique se quedó en trance un momento mirando su sonrisa burlona. De pronto recordó la propuesta de su madre y dijo seriamente:

—Lucía, hemos crecido juntos desde pequeños y no quiero quedarme de brazos cruzados viendo cómo te utilizan. Te daré otra oportunidad. Solicita el certificado de matrimonio conmigo y seguirás siendo la señora de la familia Fraga.

Lucía no pudo evitar soltar una carcajada baja de desprecio y dijo:

—Señor Enrique, ¿tan olvidadizo es usted? Hace unos días, juró en público que prefería morir antes que casarse conmigo. Ahora quiere solicitar un certificado matrimonial conmigo, ¿no cree que es ridículo?

—Eso es culpa tuya. Si no me hubieras sido infiel, ¿cómo te habría hecho eso? —Enrique, sin ninguna culpabilidad, dijo con cara seria— Y sabes lo mal que está tu reputación, así que la noticia de nuestro matrimonio no puede hacerse pública.

Ante las palabras, Lucía posó fijamente los ojos oscuros en él.

El pulso se le aceleró al instante a Enrique al encontrarse con aquellos ojos profundos.

Pareció querer compensar su culpabilidad, por lo que añadió suavemente:

—Pero no te preocupes, seré bueno contigo.

Lucía dijo en un tono lleno de sarcasmo:

—Enrique, ¿qué te hace pensar que me casaré contigo? En apariencia, en poder, en riqueza y en glamour, no eres rival para el señor Bruno.

No era rival para Bruno, ¡y mucho menos para Víctor!

Enrique casi estalló en cólera al oír a la mujer degradarlo de esa manera, pero consiguió reprimir su ira al final al pensar en el 20% de participación que Lucía tenía.

Miró hacia Lucía y le dijo en el tono más amable posible:

—Lucía, sé que estás enfadada porque he roto públicamente el compromiso, pero por favor piensa un poco en lo que has hecho. Con tu actual reputación, ningún hombre en Creephia te aceptará, excepto yo.

Enrique quería decir que él estaba dispuesto a casarse con ella a pesar de su infidelidad, y que ella debía estar muy agradecida por ello, en lugar de rechazarlo.

Lucía inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera pensando. Desde la perspectiva de Enrique, ella estaba luchando.

Unos segundos después, Lucía habló con calma:

—Enrique, puedo casarme contigo, pero deberás mostrar algo de sinceridad.

Enrique respiró aliviado al oír las palabras de esta, y por sus ojos pasó un atisbo de sarcasmo.

«Je. Lucía, sabía que harías lo que te dijera.»

Acto seguido, Enrique puso una cara arrogante y preguntó:

—¿Qué quieres?

A Enrique no le importaba ser generoso con ella con tal de conseguir ese 20% de las acciones del Grupo Nores.

Lucía contestó con una sonrisa:

—Mañana es la fiesta de cumpleaños de Samuel. Quiero que digas en el banquete que Fabiana es una amante desvergonzada que te sedujo y me desacreditó.

Enrique se quedó helado ante su petición y luego se negó en redondo:

—¡De ninguna manera!

Si publicara que Fabiana era su amante, sería admitir indirectamente que le había sido infiel a Lucía, y Enrique no iba a ser tan estúpido como para arruinar su reputación.

Lucía no mostró la más mínima decepción con Enrique, se rio levemente y se dio la vuelta.

—Enrique, no te sobreestimes. Yo soy la legítima hija de la familia Nores, y una vez que me case, todo el Grupo Nores será mío, y entonces el Grupo Nores se fusionará con el Olimpo y dominarán toda Creephia. ¡La familia Fraga será nada para mí!

Enrique se quedó atónito, levantó la vista bruscamente y se quedó mirando la espalda de Lucía.

No podía creer que de la boca de Lucía pudieran salir palabras tan crueles.

Lucía solía hablar en voz humilde delante de Enrique, por miedo a que se enfadara. Pero ahora era capaz de ser sarcástica con él sin cambiar la cara.

Si el Grupo Nores se fusionaba con el Grupo Olimpo, la familia Fraga no acabaría bien.

En este momento, Enrique se dio cuenta de que Lucía lo odiaba de verdad.

«¡Quiere vengarse de mí!»

Al ver que la situación iba fuera de su control, Enrique entró en pánico.

Mirando la espalda de Lucía que se alejaba, Enrique por fin se dio cuenta de la realidad: A Lucía ya no le importaba y él no podía engatusarla con unas palabras dulces.

Con tal confirmación, Enrique sintió una punzada aguda en el corazón, pero pronto la reprimió y apretó con fuerza los puños.

Tal como iban las cosas, iba a tener que abandonar a Fabiana si quería recuperar a Lucía y conseguir el 20% de las acciones.

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