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4

Abri los ojos como un auto reflejo, como un impulso, algo que me decía que debía abrirlos. Sentí brazos alrededor de mi, y fue cuando recordé quien estaba conmigo, durmiendo, dándome calor.

Thomas.

Sonreí para mi misma, hace unas horas habíamos decidido dormir juntos, pero nada de nada, solo estuvimos los dos, acostados, mirándonos un rato para después quedarme dormida. Sentí mi garganta reseca, quería ir a la cocina por un vaso de agua, pero no quería quitarme de Thomas.

Sentía su respiración en mi cuello, a pesar de que la habitación estaba en penumbras podía distinguir bien. Aleje su brazo, saliendo de la cama con cuidado de no despertarlo. Tenia puesta mi pijama que constaba de un pantalón de algodón, una camisa mangas largas y calcetines. Había demasiado frío pero con Thomas a mi lado ese frío no se sentía.

Al ponerme de pie, ya no sentía su calor, eso me hizo preguntarme si en verdad era necesario ir por un vaso de agua, pero me conozco, si hay algo que quiero tengo que conseguirlo. Además, si no tomo agua no podré dormir. La respiración de Thomas era pausada, lenta. Salí de la habitación con mis botitas de lana puestas. Me restregué un ojo mientras caminaba por el ancho y largo pasillo.

Pasé por la habitación de Carolina, bajé las escaleras y me adentré a la cocina. Encendí la luz. Tomé un vaso de vidrio, abrí la nevera, saqué el agua helada y la invertí en mi vaso. Bebí como tres o cuatro sorbos, el agua helada me hizo toser un poco. Pero fue pasajero. Lo frío me hizo despertarme más. Guarde la agua restante en la nevera y dejé el vaso en el lava trastes.

Iba a dar media vuelta para ir a mi habitación pero pasos y voces a susurros me hicieron detenerme en seco. Venían bajando las escaleras a pasos apresurados. Me pareció escuchar la voz de Kenzie y de Connor, se que estaba mal escuchar pero en ese momento no me importó.

—Connor, por favor espera... déjame explicarte —escuché susurrar a Kenzie, hablaban bajo para no despertar a los demás.

—No tengo nada que escuchar, ya escuché suficiente —espetó Connor. Se escuchaba demasiado enojado.

¿Acaso...?

—Yo te lo iba a decir —demandó Kenzie, pude notar como su voz se quebró.

—¡Pero no lo hiciste! —esta vez elevó un poco más la voz, provocando que diera un pequeño brinco. —Anne me lo había advertido desde más antes, me dijo que hablara contigo pero no le hice caso. No pensé que fuera importante.

Me tensé al escuchar mi nombre en ese conversación.

—¿Anne? —Kenzie sonaba a que no lo podía creer—¿ella te sembró la duda? ¿Por eso me interrogabas así? No lo puedo creer.

—¿Y que? ¿Pensabas seguir ocultándomelo? Deberías ser como ella, no engaña a las personas. —soltó el.

Escuché una risita por parte de Kenzie, una risa que me incomodó mucho. Lo admito.

Escuché más pasos así que supuse que Connor se iba.

—¡Connor, por favor yo...! —Kenzie se detuvo en seco, como queriendo decir algo.

—¿Tu que? —Me pareció que Connor se detuvo a verla. Hubo un silencio incómodo por unos segundos.

—Adiós, Kenzie. —lo escuché decir, luego pasos y la puerta principal abrirse.

—¡Connor, vuelve! Por favor —Kenzie sollozaba. Ahora solo su llanto y sollozos se escuchaban, luego el ruido de un auto alejarse me confirmó de que Connor se fue. La dejo.

Me sentía un poco mal en ese momento, es decir, le sembré la duda a Connor, si, pero Kenzie no podía engañarlo así. Connor no se lo merecía. Di unos pasos a la entrada, dudando en si consolar a Kenzie o no. Pero no me atrevía. Tenía algo de miedo por su reacción, sin embargo algún día tenía que enfrentarla, y es mejor ahorita solas, que mañana con todos los ojos puestos en nosotras.

No sabía lo que ella quería decirme.

Hice de toda mi fuerza de voluntad para caminar en su dirección. La encontré arrodillada, sollozando, con sus manos puestas en su cara. Llevaba una pijamada como la mía, solo que ella no llevaba puesto calcetines ni botas, iba descalza.

Me puso mal verla en ese estado.

Abrí mi boca para llamar su atención pero no conseguí articular palabra.

—K-kenzie —logré decir. Ella dejó de sollozar, quitando sus manos de su cara para mirarme. Tenía los ojos rojos.

—¿Ya estás feliz? Hice que supiera toda la verdad... y creo que fue gracias a ti —espetó, poniéndose de pie. Di un paso atrás como auto reflejo.

—Espera... ¿contenta? Kenzie, Connor tenía el derecho de saberlo... o es que ¿pensabas seguir engañándolo? ¿Qué pasa contigo? —me asombre por lo duras y fluidas que salieron mis palabras. No tartamudeos ni balbuceos.

Ella no dijo nada, solo me observó.

—Anne, ahora lo perdí... siento que él había sido lo único bueno que había llegado a mi vida... dejar la mierda de mi antigua vida atrás... con él me sentía... completa —una lágrima bajo por su mejilla y mi corazón se comprimió. Por supuesto que se tenía que sentir completa, ella era la mate de Connor. Y no pueden vivir el uno sin el otro.

—Kenzie, yo... —quería disculparme, ya que la entendía un poco, sufrir por la persona que amas, pensar que no la volverás a ver.

—No digas nada, Anne, ya esta hecho —me dijo, para luego subir las escaleras, dejándome sola y con la palabra en la boca.

—Perdón... —le susurré a la nada.

Ahí me quedé un buen rato, de pie, pensando.... ¿acabarían algún día los problemas? Porque parecía que aumentaban cada día.

***

A la mañana siguiente había sol, todos nos encontrábamos en la terraza desayunando. Carolina usaba unos lentes de sol oscuros. La mesa era grande, para todos nosotros. Solo hacían falta dos personas aquí.

Connor y Apolo.

Thomas estaba a la par mía platicando con Carolina sobre algo, Kenzie estaba al final de la mesa con la miradas perdida, también usaba lentes, ya que para ella era mejor, que nadie sospechara de que estuvo llorando. Carla, Vanesa, Gregory y Chris se encontraban platicando y riendo sobre algo mientras desayunaban. Kayler hablaba por teléfono desde una esquina de la terraza.

—¿Estas bien, pequeña? Desde que amaneció te noto pensativa —me dijo Thomas cerca del oído. Sonaba preocupado, y es ahí cuando me doy cuenta de que hoy es nuestro segundo día de novios.

Lo miré, sonriendo tímida.

—Si, es solo que... pensaba en mi mamá... —me detuve en seco ya que mi mamá ya no era mi mamá—... en mi madre adoptiva.

Thomas lo sabía, se lo había contado.

—No te preocupes por eso, —me tomó de la barbilla para que lo mirara— hablaras con ella cuando te sientas lista.

Asentí.

—También tengo pensado en quitarte la tristeza con otras cosas —susurro muy a lo bajo para evitar que otros lo escucharan.

Carolina puso su mano en la boca para no reír, así que supuse que había escuchado. La miré, fulminándola con la mirada y ocultando un poco mi cara sonrojada.

—¿Que? —se hizo la que no sabía—. Si yo me estoy riendo de Will —se excusó, mirando al chico que estaba desayunando tranquilo a la par suya. El levantó la vista y le dio una mirada interrogante, pero divertida.

—¿Y ahora que hice? —cuestionó él con inocencia.

Carolina lo pensó.

—Pues... tu... —no sabía qué decir—... tienes un poco de arroz en la barbilla —mintió con pausas, ya que esa idea debió de haber llegado a ella de forma lenta. Will se limpió la barbilla, pero no tenía nada.

—¿Ya? —quiso saber, en realidad se lo había creído.

Carolina asintió sonriendo, dándole unas palmaditas en la espalda. Thomas rió a lo bajo, pasando su brazo al rededor de mi cuello. Ella nos miró.

—¿Y... qué tal, Anne? Hoy es su segundo día de novios —cambio de tema—¿piensan hacer algo?

—Iremos al bosque, quiero enseñarle el lago.

Las dos lo miramos.

—¿Hay un lago también? —inquirimos las dos al unísono.

—Si, este es más grande si —respondió.

—¿Lago?

—¿Alguien dijo lago?

—¿Bosque?

—¿Van al bosque?

Los tres giramos los rostros a los demás chicos, que al parecer tenían toda la atención en nosotros, habían escuchado el plan de Thomas, así que ya no seriamos sólo los dos. Genial. Kayler apareció donde nosotros, sentándose a la par de Carolina.

—¿Adonde van? —nos preguntó.

—Al lago —respondí.

Kayler hizo una pequeña mueca pero la supo ocultar, sin embargo para Carolina y para mí no pasó desapercibida.

—¿Hay algo malo en ese lago? —le preguntó ella. Miró para los del fondo, estaban los demás chicos así que supuse que no podía responder, solo se limitó a sonreír un poco y a negar con la cabeza.

—No, por supuesto que no —tomó su jugo.

Miré a Carolina, cuando ella me miró también sabía que habíamos notado algo raro en esa expresión. Había algo en ese bosque o en ese lago que, quizás, sea peligroso o algo malo pudiera pasar si vamos.

Solo teníamos que averiguarlo.

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