3
Volteé a ver a Apolo, quien estaba a pocos centímetros de nosotros, tenía las manos metidas en sus bolsillos delanteros y nos miraba con... bueno, me miraba a mi con decepción y pude ver dolor en su mirada. Rápidamente me zafé del agarre de Thomas y puse mis pies en el suelo.
—Apolo —susurre su nombre.
Thomas llevó sus manos al cabello, desordenándolo un poco más de lo que estaba para luego cruzarse de brazos y mirar amenazante a Apolo.
—Anne, yo pensé que tú y yo estábamos juntos de nuevo... ¿acaso lo estábamos y me has engañado? —cuestionó. Su voz era débil.
—No, por supuesto que no. Yo... —no sabía cómo decirle que jamás había aceptado estar de nuevo con él, que solo había malinterpretado las cosas—... No estábamos juntos —le dije con un hilo de voz.
Su mirada se cayó, entendiendo.
—¿No? Lo siento, fue mi error —admitió a lo bajo. Bajo la mirada un momento para luego mirarme, y después a Thomas.
—No estoy entendiendo... —comenzó a decir— Anne es mi mate, ¿no? ¿Porqué entonces no quieres estar conmigo? —pasó su mirada a mi.
—Porque ella es mi mate, Apolo —respondió Thomas. Apolo lo miró con el ceño fruncido, sin entender. Hubo un silencio en el cual Apolo parecía pensativo.
—Ahora entiendo —me miró—. Por eso me preguntaste si dos hombres lobos podían tener una sola mate —murmuró—. Y yo te dije que si. Y sabías que Thomas también era el tuyo.
—Lo siento —musité—. Quería decírtelo por mi misma y no que te enterarás así...
—Anne... —retrocedió—. En este momento no puedo pensar con claridad... solo... estaré por ahí.
Y giró sobre sus pies para luego irse, pero se convirtió en lobo. Corrió por la oscuridad del bosque, alejándose de nosotros. Me sentí mal en ese momento por el, quería ir detrás de él y decirle que aún lo quería, que aún sentía cariño por él, que podíamos ser amigos pero... eso no funcionaría y lo sabía.
—¿Estas bien? —Thomas se puso frente a mi, mirándome con tristeza—. Sé que lo quieres, pequeña, pero no de la forma que él te quiere a ti. —me beso la frente. No pude evitar cerrar los ojos en el proceso.
Con Thomas me sentía tan bien, y a veces odiaba eso.
—¿Anne? —me llamó. Abrí los ojos mientras él echaba su cabeza para atrás para verme—. Quiero estar contigo.
Tragué grueso, podía ver por la luz que daba al patio trasero como sus pupilas estaban muy dilatadas mientras me observaba. Thomas me había mentido, sí, pero estaba cansada de estar sola. Quería disfrutar el momento, quería sentirme bien por una sola vez en mi vida, aunque fuera una farsa y una mentira. Si en un futuro iba a morir, por lo menos estaría feliz porque había pasado mis últimos días con la persona que quiero. Y esa la tengo frente a mi. No sé si me esta mintiendo en este momento.
Pero no puedo soportar estar más sin él.
—Yo también —le dije, tomándolo por sorpresa. Pero al final sonrió y se acercó para darme un suave y rápido beso.
—Si vamos a hacer esto quiero que sea como debe de ser —se puso de rodillas tomando mi mano.
—Thomas, ¿qué haces? —cuestione entre dientes, una sonrisa se posó en mis labios.
—Silencio, pequeña Anne —sentenció en un susurro—. Anne Stevens, quiero pasar el resto de mi vida contigo, para protegerte, amarte, cuidarte, celarte, tenerte siempre conmigo. En las peleas y en los momentos tristes, así como en los felices —estaba en shock—. ¿Quieres ser mi novia, pequeña Anne?
Dios, estaba conteniendo las lágrimas, Thomas había sonado tan real que hasta podía creer que era cierto ¿acaso lo era? Pero eso no importaba, lo que importaba era que estaba aquí conmigo, que quería que fuera su novia. Y era lo que más deseaba a en el mundo.
—Si quiero, Thomas —acepte. Él se puso de pie, sonriendo y se acercó para darme un beso en los labios. Se lo devolví. Su mano llegó a mi cintura y un poco más abajo.
Me estremecí.
—Eres perfecta —me dijo entre el beso. Mi corazón dio un vuelco al escucharlo decir esas palabras. Mordió mi labio inferior con delicadeza. Lleve mis manos a su cabello, tirando suavemente de él. Chupe su labio inferior.
—Thomas —susurré.
—Anne, tenemos que...
La voz de Carolina nos hizo salir del espléndido beso que nos estábamos dando, giramos hacia ella quien nos miraba entre sorprendida y sonriente.
—Yo... creo que no es un buen momento así que... me iré. —musitó dando pasitos hacia atrás, pero me dio una mirada cómplice—. Adiós —y salió disparada para adentro de la casa.
No pude evitar reír a lo bajo.
—¿Vamos a dentro? —me pregunta.
Arrugue la cara.
—No a la fiesta sino... a un lugar más privado.
Tragué grueso, ¿ese lugar privado podría ser mi habitación? ¡Dios! ¿Y que se supone que vamos a hacer allí? Estoy que tiemblo del nervio.
—Está bien —acepte, empezando a caminar hacia la casa. La mano de Thomas iba entrelazada con la mía. Al llegar la música muy alta inundó mis oídos. Al parecer la fiesta se había salido de control ya que habían mujeres bailando en la mesa, otras se quitaban la ropa. También pude notar vidrio en el suelo, así que supuse que habían roto un florero.
—Esto está fuera de control —murmuré. Pensé que Thomas no me había escuchado por el ruido pero sí lo hizo.
—Al parecer la nueva manada que invitaron no es bien portada que digamos —me dijo muy cerca de mi oído.
¿Debería irme a mi habitación o ayudar a Carolina con esto? Busque a Carolina con la mirada, encontrándomela cerca de un grupo de chicos y chicas que querían jugar con unos trofeos que habían en una estantería de cristal. Ella quería evitarlo, se miraba exasperada.
—Creo que deberíamos ayudar —le dije a Thomas, el solo asintió—. Iré con Carolina.
—Buscaré a Kayler.
Me dirigí donde Carolina.
—Carolina, ¿qué pasa? —inquirí al llegar a su lado.
—Anne, necesito ayuda, no sé donde se metió Kayler, tampoco sé dónde esta Connor. Soy la única que quiere evitar que destruyan la casa. Todo se esta saliendo de control. Necesito que paren —me dijo. Pude notar como sus ojos se estaban poniendo verdes pero los cerró de inmediato y respiro profundo, calmándose.
Ya van dos veces que la miró hacer eso y es raro y... da miedo.
—¿Te sientes bien? —le pregunté.
Sonrió.
—Sí, solo necesito que se larguen de aquí o te juro, Anne, que alguien saldrá lastimado esta noche. No estoy bromeando. —espetó, para luego girarse tomar el trofeo que recién tenía una chica en sus manos y quitárselo de un tirón. La chica se quedó estática un momento pero después comprendió.
—¿Que demonios te ocurre, Carolina? —le preguntó—. Dánoslo, queremos jugarrr.
Esa chica no estaba en sus cinco sentidos.
—¿Quieres jugar? —le cuestionó Carolina con más enojo—. Bien, vamos a jugar. ¿Sabes cómo se llama el juego que vamos a jugar? —le preguntó. La chica vaciló—. Se llama el lobo y el humano. Tú corres por tu vida mientras yo intento atraparte ¿esta bien? Te aconsejo que te escondas bien, porque créeme, soy muy buena en este juego.
—Carolina —sentencie para que no siguiera. Los demás chicos solo la miraba atentos.
—¿Estas dentro?
Los chicos se miraron entre sí, para luego querer alejarse de ella pero no los dejó, ya que tomó a la chica del hombro, girándola a ella, para después estampar su puño contra su cara. Abrí mi boca del asombro al ver que la chica caía al suelo.
—¿¡Que te pasa, estúpida?! —un hombre, acompañante de la chica, se quiso acercar a ella, queriéndole pegar, pero yo no lo iba a permitir ya que Carolina estaba en estado de trance por lo que había hecho. Así que hice lo que podía hacer en un momento como este, me acerqué al hombre, apreté con todas la fuerzas que tenía mi puño, y lo estampé en su rostro también.
Dolor. Eso sentí.
El hombre cayó al piso haciéndole compañía a su amiga.
—Anne —Carolina estaba igual o más sorprendida que yo por lo que habíamos hecho.
Los demás chicos nos miraron e intentaron venir hacia nosotras, dimos un paso atrás tomándonos de la mano, ya que parecía que nos querían pegar. Pero antes que llegaran esos dos chicos, dos más: Kayler y Thomas, se abalanzaron a ellos dándoles de golpes. La música se detuvo y todos los presentes miraron la escena.
Thomas golpeaba a un chico mientras Kayler al otro.
—¡Es suficiente! —gritó alguien detrás nuestro. Era Connor quien venía con Rafael y los de la manada—. ¡La fiesta terminó! ¡Fuera todos! ¡Ya!
Todas las personas empezaron a salir de la casa. Kayler y Thomas empezaron a reincorporarse, dejando a esos chicos retorciéndose del dolor. El hombre a quien había golpeado, cargó a su novia, quien había recibido el golpe de Carolina, y la llevó fuera de la casa.
—Sáquenlos afuera —escuché la voz de Rafael. Luego dos chicos parte de su manada empezaron a cargar a esos dos hombres, llevándolos afuera.
Thomas se acercó a mí y Kayler a su novia.
—¿Estas bien? ¿Te hicieron algo? —cuestionó, mientras me tanteaba la cara y brazos.
Lo que dolía era mi mano.
—Estoy bien —intente sonreír—. Mi mano es la que duele —le mostré mis nudillos, quienes tenían un poquitín de sangre. Nunca antes había dado un golpe, lo admito.
—¿Le has dado un golpe? —inquirió, sonriendo un poco.
Me encogí de hombros, Thomas rió y me dio un abrazo rápido.
—Te iré a buscar hielo —deposito un beso en la frente mientras se dirigía a la cocina.
Me senté en uno de los enormes sofás a la par de Carolina, quien hablaba con Kayler.
—Anne me defendió —le dijo, para luego mirarme—. Yo también me quedé sorprendida al verla darle un golpe a ese tipo.
Sonreí tímida.
—Yo me sorprendí más cuando te miré darle uno a esa chica, así sin más.
Era cierto, esa chica no le había dicho nada.
—Si dijo algo, Anne, lo qué pasa es que no la escuchaste pero yo si. Me insultó y, bueno, no lo soporté. Sabes cómo soy —se cruzó de brazos indignada.
Kayler rió un poco.
—Carolina —la llamaron. Pude reconocer la voz de Rafael. La casa ya estaba vacía. —Nos retiramos, gracias por la invitación.
—Está bien. Adiós.
Los chicos salieron, después notamos como Vanesa, Gregory, Carla, Christian y Kenzie bajaban las escaleras.
—Nos han dicho lo qué pasó, lo sentimos nosotros estábamos... —musitó Kenzie—... jugando.
Carolina y yo nos dimos una mirada rápida para luego mirarlos.
—No importa —les dijo Caro—. Ya pasó.
Ellos se sentaron en el sofá frente a nosotras.
—¿Y Ale y Will? —cuestionó Kayler.
—En su habitación, creo que Ale le está dando su regalo —ronroneo Vane. Los demás rieron.
—Estoy aquí —me susurro Thomas poniéndose a la par mía. Tomó mi mano con cuidado y puso el hielo. Hice una pequeña mueca de dolor pero lo soporté.
Y Apolo ni estaba.
Creo que necesita su tiempo.
—Bueno, habrá una habitación de sobra por lo que veo —murmuró Carla mirándome.
Sentí como mis mejillas ardían.
—Quizás dos —dijo Kayler mirando su teléfono celular—. Apolo se fue.
Sentí una punzada en el pecho al escuchar eso, se fue. Apolo se ha ido por mi culpa. Me siento tan mal ahora.
—Tranquila, se le pasará. —me dijo Thomas, dándome un pequeño beso en la sien.
No se le iba a pasar. Cómo Apolo me lo había dicho antes, solo uno será el ganador, y no sabía si sería Apolo o Thomas. No soportaba la idea de perderlos a los dos, quería a Apolo, pero amaba a Thomas.
Y uno de ellos tenía que morir.