Capítulo 4
-Ahora vámonos- dice uno de los guardias, tirando de Terex hacia atrás y obligándolo a alejarse de mí.
Me lamo el labio, como si este gesto me dejara su sabor grabado.
Se lo llevan y mis ojos se detienen en la puerta por la que salió. Tomo una respiración profunda.
-Vámonos, Isabel- me dice el profesor Peter, poniendo su mano en mi espalda.
Rompo a llorar en sus brazos y me acaricia la espalda, tratando de calmarme.
-No está bien-.
-Lo sé, pero ahora ya no podemos hacer nada- me dice, pero en ese momento mis oídos también escuchan algo más.
-Bueno, no es mala primera vez- dice una voz de hombre.
Me separo del profesor y me doy la vuelta, dándome cuenta de que la frase fue pronunciada por el padre de Terex.
-No eres ni la mitad de lo que es tu hijo. Si lo recuerda bien, Sr. Wright- le digo.
Él, su esposa y su hijo me miran con asombro. Ciertamente no esperaban una afrenta de mi parte.
-No necesito la opinión del mocoso de Martin- me dice el hombre.
-Ustedes tres deberían estar allí en lugar de Terex-.
-Solo mostró a qué familia pertenece- dice su madre.
- Él no es como tú. No tiene nada que ver contigo. Terex es un buen tipo, mientras que vosotros... sois unos malditos criminales.
-Cuidado como hablas, pequeña- me dice amenazante el hermano de Terex.
Es grande, pero no tanto como Terex. No me asusta, ninguno de ellos me asusta. Simplemente me quitaron todo. No pueden lastimarme más que eso.
-No le hables así a mi hija- interviene mi padre.
Lo miro.
-Buenos días, abogado Martin, hacía tiempo que no nos veíamos- dice el Sr. Wright.
-Ya. En este caso no es un placer volver a verte ya que estás aquí y no tras las rejas.
El hombre sonríe y luego me mira.
-Creo que está peor con esta hiena en casa que con mi hijo en la cárcel- dice dándose la vuelta y llevándose al resto de la familia.
-Vamos a casa, Isabel-.
-No. no voy contigo
-Tienes que venir a casa con nosotros. No puedes hacer lo que quieres.
-Volveré más tarde. Cuanto menos tiempo paso contigo, mejor estoy.
Mi padre suspira, luego se une a mi madre.
Me voy de la sala del tribunal porque ya no soporto estar aquí. Extraño el aire. Simplemente quiero cerrar los ojos y solo abrirlos después de que hayan pasado nueve años.
Apoyo la espalda contra la pared y trato de regular mi respiración. No me interesa del todo. Lo visitaré todos los días en prisión. Nada ni nadie podrá hacer que nos alejemos.
Tengo los ojos cerrados y la cabeza gacha. No me doy cuenta de lo que sucede a mi alrededor. Escucho los pasos de la gente que se va.
¿Qué les importa? No fueron sus vidas las que quedaron arruinadas para siempre. El que está tras las rejas es solo Terex y el que tiene el corazón roto solo soy yo. Nada que ver con ellos.
-Oye- les escucho decir.
Abro los ojos y levanto la cabeza para encontrar a Clara parada frente a mí.
-Escucha, entiendo que estabas enamorado de eso-.
-Tiene un nombre- respondo.
Mi tono es apático. ¿Qué significa todo esto? ¿Se me va la luz? ¿Es Terex mi luz y si está lejos saldré así? Me siento como la luna, brillando con luz reflejada. Terex es mi sol, y ahora que se ha ido, nadie me verá nunca más. Yo voy a desaparecer.
-Terex- se corrige, pero por su tono de voz entiendo que ya está impaciente. -Lo que quiero decir es que entiendo que yo estaba enamorada de él, pero no era una relación sana, Isabel. Es un criminal y gracias a este arresto podrás alejarte de él y podrás olvidarlo más fácilmente. ¿Entiendes lo que quiero decir? —me pregunta, tratando de darme una sonrisa.
Mi expresión es seria y severa.
- No, Clara. Eres tú quien no entiende- digo y ella parece molesta por mi afrenta. -Terex no es un criminal y si no puedes darte cuenta de eso, entonces no me hables porque si no me crees quizás ni siquiera deberías ser mi mejor amigo-.
Abre bien la boca, como si hubieras dirigido el peor de los insultos.
-Ese pendejo te manipuló, te cambió, te hizo creer lo que quería. No vengas a mí llorando cuando puedas volver a abrir los ojos- me dice, pero mi mano inmediatamente golpea su mejilla.
-Fuera- le digo, mientras sujeta con la mano el lugar afectado.
-Te has vuelto muy cabrona- dice ofendida, alejándose.
La veo irse. No entiendo cómo me siento. ¿Vacío? ¿Sin energía? ¿Indefenso? Tal vez todas estas cosas juntas. Necesito descansar, cerrar los ojos y descubrir que todo fue una pesadilla.
Salgo del juzgado y empiezo a caminar. Quiero llegar a un lugar cálido, un lugar acogedor, que no tenga nada que ver con mi hogar.
Mientras camino le doy una patada a un guijarro que tengo delante hasta que termina en medio del camino y decido dejarlo allí. Lo miro por un tiempo.
me siento como el He recorrido un largo camino desde que traje a Terex a mi vida. He dado varios pasos hacia adelante, he abierto mi corazón, pero ahora que él se ha ido, estoy atrapado en el asfalto, como ese guijarro, y solo estoy esperando a ser arrastrado por un auto o por la lluvia. . No puedo moverme solo, necesito algo que me lleve hacia abajo o hacia la superficie, pero el único que puede hacerlo en este momento está en una celda distante.
Levanto la vista y me doy cuenta de que estoy frente a un horno. Es donde Terex y yo hemos desayunado juntos varias veces. La señora que trabaja allí siempre ha sido muy amable con nosotros y siempre nos recibía con una sonrisa. Tal vez, ahora mismo, eso es todo lo que necesito.
Abro la puerta, escucho el timbre de mi entrada.
-Ya estaré ahí- dice la mujer, a quien no puedo ver.
Todavía tengo las manos en los bolsillos y la mitad de la cara oculta por la bufanda. Estoy mirando el mostrador de postres, buscando algo para comer.
-Aquí estoy- dice la mujer, llegando.
Me mira por un momento y su boca se abre.
-Hola, cariño- dice reconociéndome. -¿Porque esa cara?-
-Hola, señora- digo, tratando de sonar normal.
No feliz, simplemente normal.
-¿Lo que le pasó? ¿Dónde está tu novio?- me pregunta y rompo a llorar, tapándome la cara con las manos.
- Oh Dios, lo siento. No es lo que yo quería, tratar de arreglarla.
Da la vuelta al mostrador y se une a mí, abrazándome. Estoy recibiendo muchos abrazos hoy.
-Disculpe, no fue mi intención- digo, sollozando y tratando de calmar mis lágrimas.
-Oh, no te disculpes, cariño- dice ella, dándome una pequeña sonrisa. -Hagámoslo así. Siéntate y te traeré algo bueno. Los dulces siempre levantan el ánimo. ¿Estás ahí?- me pregunta y yo asiento.
Me doy la vuelta y me acerco a una mesa. Es donde Terex y yo siempre nos sentamos. Miro la silla vacía frente a mí. Pasaré nueve años mirando esa silla vacía. Durante nueve años, la mitad de mi cama estará fría. Durante nueve años no sonreiré leyendo un mensaje. Durante nueve años nadie me llamará florecilla.
La señora del horno regresa y coloca un chocolate caliente y un pastel de chocolate frente a mí.
-El chocolate siempre es una ayuda, ¿no crees?- me pregunta con su amable sonrisa.
-Gracias- susurro.
- Dame tu nombre, cariño. Mi nombre es Christine-.
-Gracias, Cristina. Soy Isabel-.
- Me alegra saber tu nombre. Vamos, come- me anima.
Tomo un sorbo de chocolate caliente y tomo un trozo de pastel.
-Es muy bueno, ¡felicidades!- le digo sinceramente.
-Entonces, ¿puedes decirme por qué estás tan triste?-
-Mi novio...- empiezo a decir, mientras las lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas de nuevo.
-Oh, cariño- dice, tomando mi mano.
-Él… en efecto, su familia es una familia de delincuentes y cuando nos conocimos se había escapado de casa porque no quería llevar la misma vida que ellos. Lo conocí un día por casualidad y le di una mano. Nos hicimos amigos y luego algo más. No sabía su apellido y no quería saberlo porque no quería que ella creyera que yo era pariente de su familia- digo y ella sigue mirándome, concentrada en mi historia.
Cualquiera me habría interrumpido tan pronto como dije que los Wright eran criminales, pero ella no. Christine me dejó continuar y estoy muy agradecida por eso.
-Mi padre es el abogado que mandó a toda su familia a prisión. Tan pronto como lo vio, tan pronto como supo que estábamos juntos, hizo que lo arrestaran. Acabo de salir de la corte. Fue sentenciado a nueve años por crímenes que no cometió- digo y de repente me siento un poco más liviana.
Me hizo bien hablar de ello. No sé cómo reaccionará Christine, pero al menos me he quitado un peso de encima. Nadie me iba a escuchar, pero ella lo hizo, sin interrumpirme. Fue liberador.
-No sé qué decirte, bebé- dice sinceramente. -Es todo un lío. ¿No puedes apelar o algo así? No estoy seguro de cómo funcionan estas cosas legales.
-Se le encargó un defensor público que hasta tenía miedo de hablar con el juez. Y entonces... ¿de verdad crees que en un juzgado su apellido ya no habla de su inocencia?- le pregunto.
ella suspira
-Lo siento mucho. ¿Crees que hay algo que se pueda hacer?-
Me encojo de hombros.
-Iré a verlo todos los días, pero no será lo mismo. Todos me dicen que esto hará que sea más fácil olvidar, pero eso no es lo que quiero hacer. Incluso él me dijo que siguiera adelante, que lo superara, pero no puedo hacerlo. Esperaré nueve años, pero no puedo seguir -.
Ella sonríe y toma mi mano. Se muerde el labio inferior, pensando en algo.
-Espérame un momento, vuelvo enseguida- dice, levantándose y alejándose.
Tomo otro pedazo de ese pastel que es realmente bueno y tomo otro sorbo de chocolate caliente. Lo necesito de verdad.
Cuando regresa, me doy cuenta de que tiene un marco de fotos en la mano. Me lo entrega y veo que contiene una foto en blanco y negro de una pareja joven. Están felices y radiantes, pero son solo ellos dos.
Normalmente cuando una pareja sale de la iglesia están todos los invitados tirando arroz, pero ahí no. Son solo ellos dos mirándose.
¡Esos ojos, jodidamente hermosos!
-Somos mi marido y yo el día de nuestra boda- me dice.
-Eras hermosa-.
No puedo quitar mis ojos de esa foto.
-La forma en que te mira...- susurro.
-Es la forma en que te miraba tu novio- me dice y yo la miro confundido. -Lo noté de inmediato, desde la primera vez que entraste aquí. Su mirada brillaba cuando te miraba y parecía perdida cuando miraba al resto del mundo. Esa es la mirada que solo he visto en mi esposo, Carl, y cuando la vi en él, sentí que estaba reviviendo esos años".
-¿Qué pasó?- Pregunto.
-Era solo un agricultor, mientras que mi familia era rica. Siempre había habido odio entre nuestras familias y nadie aceptaba lo que había entre nosotros. Al principio yo tampoco- me dice, dándome una sonrisa un poco melancólica. -Él nunca se dio por vencido y siguió buscándome, dándome regalos. Me cortejó hasta que finalmente me enamoré también. ¿Sabes cuándo sucedió? ¿Cuándo me di cuenta de que me enamoré?- me pregunta.
Niego con la cabeza, curioso por escuchar la respuesta.
-Cuando me presentaron a un chico que me gusta desde que era pequeño y me pasaba todo el tiempo notando las diferencias con Carl. Me di cuenta de que ese chico no tenía nada que ver con Carl y al final nos casamos- me dice.
-No había nadie en tu boda- digo, mirando de nuevo la foto.
-Oh, te equivocas, cariño- dice y yo la miro de nuevo. -Había todo lo que necesitábamos. él y yo No hacía falta nada más y nadie más- me dice con una sonrisa.