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Lancé mi bolso al sofá como tenía por costumbre cuando llegaba de la escuela, había sido un día bastante extraño, me sentía más segura de mí misma y no había podido dejar de sonreír en todo el día sabiendo la conversación que había tenido con Evans, en el comedor apenas lo vi de lejos, pero desapareció entre el mar de gente, no sabía si no le había gustado las fotos que le envié o si siquiera las había visto, pero estaba impaciente por subir a mi habitación y prender el computador para escribirle, no le quise contar a Emma ni a nadie lo que había hecho, se sentía bien tener un secreto malvado, era incluso emocionante.
Iba camino a las escaleras pero me detuve cuando escuché voces provenir de la cocina.
Sentí una rara emoción en el pecho, ¿mamá había llegado temprano? Casi nunca la veía. Caminé a la cocina y vi a mi hermano Hura, fruncí el ceño al verlo, ¿Qué hacía aquí? ¿No debería estar trabajando? Entré a la cocina captando su atención, pero antes de preguntarle qué hacía aquí en casa, sentí que me congelé al ver que no estaba solo, sino que había alguien acompañándolo en la cocina.
Mis piernas temblaron y algo me bajó del estómago.
Era Evans.
¡EVANS DAMON ESTABA EN MI CASA!
¿Estaba alucinando? Debía de estar alucinando.
Me quedé por un momento conmocionada solo observándolo, mi cara posiblemente siendo un gran signo de interrogación y mis mejillas comenzando a sonrojarse recordando las fotos que le envié. Evans frunció débilmente el ceño cuando pareció reconocerme y luego estiró sus labios en una media sonrisa, lucía unas bermudas deportivas y una camiseta sin mangas mostrando sus bíceps ejercitados, sentí mi garganta secarse y me forcé a mirar a mi hermano Hura.
—¿Qué haces aquí? —murmuré.
—Vivo aquí —ironizó, alcé una ceja y él pareció comprender a lo que me refería: —Me dieron la noche libre, tuve un accidente —me mostró su brazo, su muñeca estaba enyesada—, me caí limpiando los estantes del bar y se me dobló la muñeca.
Hice una mueca, las partes de su mano que dejaba ver el yeso lucía roja e hinchada.
—Ah, Eclipse, él es Evans —dijo Hura con una inclinación de cabeza hacia él—, es hijo del dueño del bar donde trabajo, me trajo porque yo no podía manejar.
Vaya, eso no me lo esperaba.
— ¿Enserio? —expresé sin ocultar mi sorpresa, mis ojos se fijaron en sus hermosos ojos verdes por un momento, él parecía entretenido con mi incredulidad.
— ¿Por qué? ¿Ya ustedes se conocen? —dijo mi hermano pareciendo un poco confuso.
No tienes idea hermanito.
—Un momento —dijo Evans—, ¿tú te llamas Huracán y ella Eclipse?
Mi madre nos había puesto así porque en su juventud era hippie y defensora de la naturaleza, tomando en cuenta que nuestro apellido era Solar, parecía una mala broma por su parte, mi hermano era “Huracán Solar” y yo “Eclipse Solar”.
—Mi madre tenía mucha imaginación —se limitó a decir Hura—, ¿De dónde se conocen ustedes?
Bueno, él es mi Crush y supo de mi existencia porque le lancé la comida encima, ah, y le envié unas fotos casi completamente desnuda.
Miré a Evans observando la malicia en su mirada mientras sus ojos repasaron mi cuerpo de manera casi indisimulada, sentí mi corazón acelerarse y el sonrojo intensificarse en mi rostro, de repente tuve la necesidad de huir, cubrirme o desaparecer sintiendo que el aire me faltaba.
—Vemos una clase juntos. —me limité a decir y agregué rápidamente para restarle importancia: — Hura, voy a dormir, chao... uhm, Chao Evans.
Subí rápidamente sin esperar respuesta y sin cenar nada, solo quería escapar de este momento incómodo. Cuando me encerré en mi cuarto, llamé a Emma y le conté que Evans estaba en mi casa, es decir, el chico que siempre me gustó estaba de hecho en mi casa y era amigo de mi hermano, o al menos parecían amigos.
Ahora estaba muy segura de que Dios se burlaba de mí.
—Deja de ser imbécil Eclipse —dijo Emma—, Evans es un idiota que te humilló, olvídalo, tú vales más que él, valórate.
¿Humillarme? Creo que solo respondió conforme a su molestia por haberle lanzado la comida encima, incluso a mi parecer todo había quedado en tabla desde que me escribió anoche, aunque Emma no lo sabía.
—Me dijo eso porque yo le lancé la comida —dije justificándolo—, ambos nos humillamos... creo que estamos a mano.
— ¿Y? ¿Crees que eso es lo justo? Nada bueno surge del odio hacia al amor —dijo—. Además a él no le gustas.
¿No le gustaba? Una parte de mí se sintió engreída porque ella no sabía de nuestra conversación.
Decidí darle la razón y colgué solo para que dejara su discurso de mamá sobreprotectora, ella era siempre muy celosa con respecto a mí, y no estaba de humor para explotar mi burbuja, quería estar dentro donde todavía todo era perfecto.
Me metí a Facebook y abrí el chat de Evans, él había visto las fotos pero no había respondido nada, no entendía qué había ocurrido, ¿acaso no les gustaron las fotos? Sabía que mi busto era muy pequeño, sentí mis mejillas sonrojarse de vergüenza al pensar en él asqueado por mi culpa, cerré los ojos con fuerza y me forcé a apagar la computadora, solo debía dormir un poco, en la mañana me había tocado educación física y mi cuerpo estaba adolorido por las planchas y sentadillas que me hicieron hacer, solo quería que la noche acabara...
...Pero apenas la noche había iniciado.
