Capítulo 3
«Si el maldito ascensor no se abre de inmediato, podía ser posible que alguien saliera herido», pensé con irritación mientras veía a Andrew presionar el botón del ascensor, para que ambos subieron a nuestros respectivos pisos de área.
—Tranquila, no llegarás tarde—dijo mi mejor amigo en tono tranquilizador, al darse cuenta de mi tic nervioso.
Deje de mover mi dedo, el cual había estado chocando múltiple de veces y de forma rápida en mi pierna.
—Eastwood ha estado presionándome desde que le dijeron que debe dejar su puesto.
Andrew asintió me miro serio y un poco preocupado, más que nada porque conocía con perfección el carácter rencoroso de mi jefe.
—Lo sé, pero solo tienes que soportar unos días más, y ya no tendrás que estar bajo sus órdenes.
Era alentador, pero recordaba perfectamente la mirada de acusación de Eastwood.
—Estoy segura que me encargo este maldito informe para vengarse de mí—dije, mirando a los ojos claros de Andrew—, sino por qué tanta insistencia. No lo comprendo.
—¿Aun no lo sabes?
Fruncí el ceño sin comprender.
—¿Qué cosa? —pregunté poniéndome en guardia.
El ascensor se abrió y Andrew me hizo un gesto para que entrará primero. Cuando lo hice, mi mejor amigo me siguió de cerca y ambos nos apoyamos en la pared de metal mientras esperábamos llegar a nuestro destino.
—Dicen que vendrá uno de los dueños a esta sucursal y ha pedido que quiere saber el informe general de cada área.
De pronto recordé la movilidad de todos en el día anterior.
—Entiendo. Pero lo toman como si fuera algo de vida o muerte.
Andrew me miro serio.
—Están habiendo demasiados cambios. Y al parecer no quiere decir nada en concreto hasta que uno de los dueños venga a decir lo que quiere.
—¿Uno de los dueños? ¿Cuántos hay?
—Solo dos, pero al contrario de Richard, el otro es un misterio. Nadie sabe quién es.
Estuve meditando sobre ese asunto, pero terminé por comprender que realmente no importaba quien fuera, lo único que tenía que hacer yo era cumplir con mi parte.
—Supongo que...—me callé cuando mi celular empezó a sonar. Al sacar mi celular de mi bolso, fue que observé que era mi mamá quien me estaba hablando y de inmediato respondí la llamada—. Hola
—Hola, amor mío—respondió mi madre sonando entre aliviada y angustiada.
Observé a Andrew con el ceño fruncido mientras colocaba el altavoz.
—¿Pasa algo?
—Si.
—¿Si? ¿Qué pasó? ¿están bien? —pregunté asustada.
Andrew buscó acercarse, intentando tranquilizarme. Pero mi madre se oía tan fuera de sí misma que simplemente no fue sencillo regular mi corazón.
—No, digo si—respondió rápidamente—, o sea, nosotros estamos bien.
—Dios Santo, mamá, no me asustes de esa manera—dije mientras me dejaba abrazar por Andrew, y él en consecuencia empezó a peinar mi cabello.
—Lo siento mucho, cielo. Es solo que me acaba de decir Johana que has renunciado a tu antiguo trabajo, y ahora estás en otro.
—Sí, ¿y?
—¡¿Y?! ¡¿Es que acaso no ves el problema?!
Alcé la mirada y vi a Andrew, sin entender nada. Mi mejor amigo solo me articuló con la boca "Quizás quería que le dijeras"
—Realmente no, pero veo que te angustia no saber todo de mí—dije lentamente.
—No es eso, es que ¿Por qué te fuiste a trabajar a esa empresa?
Fruncí el ceño.
—¿En Ricks? ¿Qué tiene de malo la empresa?
—¡Todo!
El ascensor empezó abrirse y yo tenía que ir a mi oficina.
—Mamá, tengo que irme...—
—No, espera...—
Me despedí rápidamente de Andrew y salí del ascensor.
—Mira, mamá, la empresa donde trabajo es una muy importante, es incluso mejor que en la otra en que estaba trabajando. Incluso me pagan más.
—Hija, ese no es el problema. Es solo que las personas de ahí no son buenas.
—En eso te equivocas, mamá. Realmente hay gente buena. Incluso mi jefe es alguien increíble—hice una mueca al tener que mentirle a mi propia madre, pero no quería tener que preocuparla.
—Cariño...—
—Yo sé que estás preocupada por mí, pero estaré muy bien, así que no te angusties por mi nuevo trabajo—dije, llegando al fin a mi escritorio y empecé a dejar mis cosas—, y ahora si no hay más cosas, tengo que dejarte. Te amo.
—Pero...—
—Adiós, mamita. En unos días paso a verte.
—Está bien.
Colgué la llamada justo a tiempo que vi al señor Eastwood salir de su oficina.
—Buenos días, Mirstón.
—Buenos días, señor.
Se detuvo enfrente de mi escritorio.
—Espero haya terminado lo que le pedí.
—Sí, señor Eastwood—dije rápidamente mientras rebuscaba en mi bolso y sacaba la carpeta roja y se la tendía—. Aquí está.
El hombre con expresión hostil tomó la carpeta en sus manos y se dio la media vuelta para entrar a su oficina. «Se dice gracias, imbécil desagradecido», pensé al escuchar como la puerta se cerraba de golpe. «Solo unos días más, solo unos días»
(...)
Resultaba que tenía razón sobre el señor Eastwood. Él intentó por todos medios en hacerme la vida imposible en su última semana en la empresa y aunque muchas deseé decirle muchas cosas a su maldita cara curtida, decidí no hacerlo. Sin embargo, eso no significó que me quedará callada y aguantará todo en absoluto silencio, la verdad es que Andrew tuvo que escucharme maldecirlo varias veces en esos días.
Y por supuesto, mi mejor amigo, también me acompañaba en mis maldiciones.
Ahora, siendo viernes y al final de la jornada, el gobierno de Eastwood había llegado a su fin. Y yo tenía una maldita sonrisa cuando se dio la vuelta en el ascensor, y por mera cortesía, le enseñe el dedo de en medio antes de las puertas metálicas se cerrarán de una vez por todas. Su expresión enfurecida y al mismo tiempo sorprendida no tenía precio.
Martha a mi lado, se echó a reír.
—¿Viste su cara, niña? Ni siquiera podía creerlo.
Me reí fuertemente mientras asentía.
—Sí, pero ya me la tenía guardada desde hace tiempo.
—Lo bueno que ninguna de las dos se quedó con las ganas.
Volteé a ver sorprendida a la mujer que decía tener unos cuarenta años, pero que en realidad aparentaba de menor edad y más cuando iba envuelta de un vestido entallado de color gris.
—¿Por qué lo dices? ¿También le hiciste algo?
—Si—respondió sonriente.
—¿Y...? Dime, ¿Qué le hiciste? —pregunté al darme cuenta de que no me decía, solo se quedaba en silencio.
—Eso es algo que pienso llevármelo a la tumba—dijo, para después darse media vuelta. Justo a tiempo para responder al teléfono—. Oficina de la licenciada Mirstón, ¿Quién habla?
Oírla pronunciar mi apellido, me hizo sonreír abiertamente. «Está ya era mi oficina»
—Si, por supuesto, señor—continuó diciendo Martha—. De inmediato le digo que suba.
Y colgó. Para a continuación, Martha darse la vuelta y verme con una sonrisa.
—Te esperan en presidencia. Al parecer están ansiosos de hablar contigo.
Abrí los ojos alarmada.
—¿Conmigo? ¿Hice algo malo?
Martha empezó a negar con la cabeza.
—No creo, es más pienso que quiere conocer a la chica que le quito al puesto a ese imbécil de Eastwood.
Me reí de nuevo.
—Está bien, entonces—dije con una sonrisa, para luego darme la media vuelta e ir directo al ascensor.
Diez minutos después estaba frente a una puerta oscura y donde tenía una tableta dorada que decía "presidencia".
—¿Está segura que solo entro? —pregunté a la secretaria.
La mujer con lentes y de cabello castaño, asintió.
—Si, dijo que pasarás tan pronto llegarás.
«Oh»
Respiré hondo para después tomar la manija y girarla lentamente. Por una extraña razón, sentía que mi vida estaba a punto de cambiar. Sacudí la cabeza.
Y abrí la puerta.
Abrí los ojos de golpe al ver al interior de la habitación.
—No hay nadie—dije mientras volteaba a ver a la secretaria.
Esta vez, ella no me volteó a ver.
—Sí, lo está. Solo entra—ordenó sin dejar de ver a la pantalla de la computadora—. Al señor no le gusta esperar demasiado. Así que te recomiendo no hacerlo esperar.
Eso último fue lo único que necesito para hacerme dar un paso en el interior de la habitación.
La secretaria había tenido razón.
Había alguien en la habitación. Solo que no estaba en su escritorio, estaba en uno de los sofás que estaba a un costado de la puerta. Por lo que pude observar el rostro sonriente que estaba sentado cómodamente y que me miraba fijamente.
—¿Señorita Mirstón? —dijo el hombre que parecía tener unos cincuenta años, y que, a mi punto de vista, tenía una mirada que parecía guardar demasiado secretos.
Asentí una vez, y le tendí mi mano.
—Sí, señor, soy yo. Me llamo Jaqueline Mirstón.
—¿Y cómo te dicen los amigos? —cuestionó el hombre mientras tomaba mi mano.
—¿Disculpe?
El hombre se rio levemente.
—Sé que te parecerá extraño—dijo mientras me soltaba y hacía un gesto al sofá en el que había estado sentado—, pero tengo una filosofía que mientras más lazos tengas con las personas que trabajan contigo, mejor te va. ¿No te parece?
Asentí, mientras me sentaba.
—Me parece una buena filosofía, señor.
—Llámame Richard, Jacky—dijo el hombre enfrente de mí, sonriente—, ¿puedo llamarte así?
—Sí, está bien.
—Deseaba tanto conocerla, me han hablado maravillas de ti.
La forma en que dijo aquello, me hizo ponerme tensa.
—¿En serio? ¿Quién?
—Todo en las empresas, por supuesto—respondió riéndose mientras me miraba a los ojos.
—Sí, claro.
Quizás era cosa mía, pero había algo raro con el señor Richard.
—Por favor, no me mires como si fuera atacarte—pidió sonando avergonzando—, realmente no tengo ninguna mala intención. Solo quiero hacerte unas preguntas sobre lo que descubriste la semana pasada.
Al escucharlo y entender la razón de mi estadía en este lugar, por fin me relajo.
—Por supuesto, señor Richard—sonreí.
Pase más de una hora diciéndole todo. Desde el momento que observé movimientos financieros sospechosos en uno de los depósitos de la empresa, hasta el momento de cuando descubrí que quien controlaba esas cantidades de dinero era un empleado en transporte.
—Eres una chica muy inteligente—dijo el señor Richard mirando con una expresión de admiración—, realmente no tenías que hacer todo esto, pero me siento orgulloso de ti.
—Es mi trabajo. No podía quedarme de brazos cruzados.
El señor Richard me sonrió levemente.
—Sí, pero mayoría solo desviará la vista y dejará que siguieran robando, y tú hiciste algo que pocos hacen. Ser honesto.
—Gracias.
—Como agradecimiento, te invito a cenar.
Abrí los ojos de golpe.
—No, por favor. Realmente no tiene que hacerlo.
—Pero insisto.
Me levanté de inmediato.
—Sé que piensa que es algo extraordinario lo que hice, pero realmente no es así, solo cumplí con mi trabajo—dije, mirando a los ojos al señor Richard.
El hombre pareció darse cuenta que estaba a punto de correr porque pareció darse por vencido.
—Está bien. No le invitaré a cenar—se levantó también y empezó a dirigirse a su escritorio—. Pero, aun así, pienso recompensarla por lo que hizo.
—No hay necesidad.
—Temo que me lo va a agradecer. Ya verá.
Lo quedé mirando sin comprender que intentaba decirme con eso.
Diez minutos después, estaba saliendo de esa oficina con una sonrisa en mi rostro y con un cheque de seis cifras. "Es solo el uno por ciento de lo que nos estaban robando, señorita Mirstón. Disfrútelo".
No tenía que decirlo, lo pensaba hacer.
Con pasos un poco tambaleantes por lo que acababa de pasar, saque mi celular de mi bolsa para marcarle a Andrew.
Contestó de inmediato.
—¿Ocurrió algo, hermosa? ¿Estás bien?
Caminé rápidamente rumbo al ascensor.
—Sí, sí, estoy bien—respondí con emoción en mi voz—. Es solo que quiero salir contigo. ¡Vamos por unos tragos, yo invito!
—Espera un momento, hermosa—escuchándose agitado.
Agudice mi oído porqué se escuchaba algo en el fondo.
—¿Qué? ¡Por supuesto que no me vas a dejar así! —dijo una mujer sonando enojada al otro lado de la línea.
—Lo siento, nena, pero tengo que irme.
—Por favor Andrew, no te vayas—pidió—. ¡Dijiste que ibas a estar conmigo!
Jadeé de forma audible y alejé de golpe mi celular cuándo me percaté de que había estado llamando a Andrew en uno de sus "momentos".
—Lo siento, Andrew—dije rápidamente—, sigue en lo tuyo, después te cuento en casa.
Colgué de inmediato,
Continué caminando apresurado y apenas llegué a sus puertas, mi celular empezó a sonar.
Era Andrew.
—¿Dónde nos vemos? —preguntó cómo sin nada.
Abrí la boca, sorprendida con la despreocupación de mi mejor amigo.
—¿Es en serio, Andrew? —cuestioné sonando incrédula—. Olvídate de mí, vuelve con tu chica.
Mi mejor amiga se echó a reír.
—Ella no es mi chica, hermosa, tú lo eres. ¿A dónde vamos?
Me reí por lo tonto que era.
—¿Si sabes que por tus tontas frases es que todos siguen diciendo que estamos juntos?
—¿Te importa?
—No.
—A mí tampoco. ¿A dónde vamos? —volvió a insistir.
—¿Siquiera estás vestido?
—Estoy en mi auto—respondió con arrogancia.
Negué con la cabeza, pero con una sonrisa en mi rostro. Andrew era incorregible.
—Eres un idiota.
—Pero soy el idiota que amas.
Me reí. Porque definitivamente era el idiota que amaba con locura.
—Te mando la dirección por mensaje.
—Hecho. Te veo ahí, hermosa.
Colgué para mandar un mensaje al grupo de las chicas. "Las chicas más Hot...??", decía como título y solté una sonrisa como siempre lo hacía cuando lo veía. "¡Salida de Celebración! ¡Yo invito!", puse como mensaje y les mandé la dirección donde Andrew y yo íbamos a llegar.
De inmediato las chicas pusieron sus respuestas afirmativas.
El ascensor abrió sus puertas y entré en él. Al darme la vuelta, observé que el señor Richard me estaba observando fijamente y que se despedía a lo lejos.
Le devolví la despedida con el cheque aun en mi mano.
Me reía a solas en el ascensor.