Capitulo 5
Parte 2 de 2
Gustavo sabía que yo estaba nerviosa, creo que era muy evidente en mi y por ese motivo me dio de beber whisky hasta que me sentí desinhibida
Veinte minutos después de mi arribo, llegó el hombre que había comprado mi virginidad. Gustavo nos presento y tras está breve presentación, ellos hablaron nuevamente del trato, el hombre le tendió un sobre a Gustavo él cual abrió, saco un cajón de billetes que yo nunca en mi vida había visto, enseguida comenzó a contarlo, una vez que se aseguró de que era lo que acordaron para antes de que se llevara a cabo él negocio.
—Los dejo — anuncio Gustavo mirándome —. Volveré en una hora.
—Muy bien — respondió Luis.
Una vez a solas, Luis me dio a beber una última copa de alcohol. Él era de unos cuarenta años, atlético, de tez moreno claro y un tanto guapo, mientras bebía su bebida me miraba de pies a cabeza y realmente no quería saber que era lo que cruzaba por su cabeza en ese momento, porque el solo he hecho de que me mirara ya me ponía aún más nerviosa de lo que estaba, pero no podía negar que el alcohol había hecho lo suyo en mi.
Tras terminarnos la copa, Luis me tomo de la mano y me guío hasta la habitación, una vez entrar cerro la puerta, se acerco a mi y comenzó a besarme. Ahora el también tendría mi primer beso, nunca había besado a nadie y me sentí torpe en el acto, pero a Luis no pareció importarle, así que solo me deje hacer y guiar por él.
No sé que sentí esa primera vez, creo que nada, mi mente estaba demasiado confundida y toda yo demasiado temerosa como para sentir algo allí a bajo.
Cuando todo termino, Luis se vistió dándome la espalda y en cuanto terminó de vestirse me indico que me tomara la píldora que dejaba sobre la mesa que estaba junto a la cama. Cuando él salió yo salí de la cama y también me vestí, pero no salí de la habitación porque me daba pena verlo de nuevo, poco después escuche la voz de Gustavo que hablaba con Luis y enseguida me llamaba a mi.
—¡Diana! ¿estás bien?
—¡Si! — grite, pero al final tuve que salir de la habitación.
Luis termino de dar el resto del dinero a Gustavo y se fue, enseguida Gustavo me dio la parte que me tocaba, para después hacerme la pregunta del millón.
—¿Usaron condón?
—No — respondí.
—¡Que! ¡No me jodas Diana! — grito, era la primera vez que lo miraba enojado —. ¡Creí que le pedirías usara un preservativo!
—Él me dejo una pastilla — susurré.
—¡Una pastilla no te protege de enfermedades de transmisión sexual!
Me miró con cara seria, después me aconsejo con tranquilidad que debía siempre de cuidarme, no tan solo de embarazos no deseados, si no también de las muchas enfermedades venéreas que había, me dijo que me tomara la pastilla de emergencia y que pasado unos días fuera a realizarme un chequeo por si acaso, después de esto nos despedimos.
Mientras caminaba por la calle de regreso a casa, me sentía muy lejos de toda realidad, me sentía perdida dentro de mis propios pensamientos pero con mucho dinero dentro de mi pequeño bolso para ayudar a mamá. Era todo lo que se me había ocurrido hacer por ella, si descubría como había ganado ese dinero se moriría de la tristeza.
Cuando llegué a casa mamá aún no volvía del trabajo y con la comodidad que me otorgaba la breve soledad del momento me eche a llorar, pues nunca cruzo por mi cabeza perder mi inocencia de esa manera, entregarme a alguien que ni siquiera amaba, sin dejar de llorar guarde el dinero, para poco después desnudarme y entrar a la ducha, necesitaba lavarme el cuerpo y quitarme la sensación de sus manos acariciando mi piel.
Cinco días más tarde fui hacerme una revisión, tal y como Gustavo me había aconsejado, después de que superara un poco mi terrible primera vez con un completo desconocido, tome conciencia de que podría haberme contagiado de algo, pero por fortuna o fue así y solo hasta entonces me sentí relativamente tranquila.
Dos semanas de después de mi primer encuentro con Luis, quiso verme de nuevo, yo no me negué y Gustavo tampoco se opuso, más bien estaba complacido y si más me volví a acostar con él, por lo menos esa segunda vez ya sabía yo que pasaría y mi mente había hecho un gran trabajo mentalizado de nuevo el encuentro.
Una vez más tenía dinero para los gastos de mi madre, que comenzaba a sospechar de mi y de las asombrosas cantidades de dinero que le daba, si bien no era mucho, era mas de lo que usualmente solía darle anteriormente, así que tuve que jurarle que ese dinero provenía de mi trabajo como edecán.
Más sin embargo el sol no se podía ocultar con un dedo, había ojos por todos lados y yo fui como cántaro al agua hasta que se rompe.
—Me dijeron que ayer te vieron entrar a una casa en compañía de un hombre mucho mayor que tú ¿es verdad? — inquirió mi madre con la decepción y las lagrimas asomando a sus ojos, por lo que miraba en los míos.
Yo le sostuve la mirada por unos instantes antes de apartarla y echarme a llorar, no podía seguir con esa mentira, no podía continuar ocultándole la verdad a mi madre, ella no era tonta, me conocía como a la palma de su mano y los últimos días había estado observando mi comportamiento con más atención que antes, el cual nunca había sido el más alegre del mundo, pero nunca me mostré ausente y deprimida como últimamente lo estaba.
—¿Es cierto? — me pregunto.
Pero en esta ocasión sentí sobre mí la ira y el enojo de mi madre en forma de una bofetada.
—Eres una…. — contuvo está última palabra entre sus labios mientras me miraba llorar.
—¡De no haber hecho eso tu no estarías bien! ¡No tendríamos donde vivir, ni que comer! — dije en parte molesta pero no con ella, si no conmigo misma —. ¡Soy una puta!
—¡Te prohíbo volver hacer eso! — sentencio.
—¡Con tu sueldo no podrás comprar, ni pagar nada!
—¡No me importa! Prefiero morirme antes que verte como una cualquiera en la calle.
—¡ Y yo no quiero que mueras! — dije con voz ahogada —. Eres lo único que tengo en esta vida, no puedo dejarte morir. Quiero ayudarte.
—¡Pero no de ese modo! — exclamó exasperada — . Puedes limpiar pisos, cualquier otra cosa. Menos eso.
Al final me abrazo, lloramos juntas y prometió que al día siguiente me conseguiría un verdadero empleo, uno en el que no tuviera que vender mi cuerpo y como la buena madre que era, me consiguió trabajo como limpia pisos en el supermercado en el que trabajaba, pero solo laboré dos semanas como personal de limpieza, pues mi madre volvió a enfermar, está vez más grave que anteriormente, había colapsado en horas laborales y yo sentí pánico cuando me dijeron lo que le había pasado a mamá.
La llevaron al hospital y una vez que la revisaron y le realizaron algunos estudios, me informaron de que ella necesitaba un marcapasos, que el costo aproximado era de ochenta mil pesos como mínimo y cien mil máximo, al escuchar esta cantidad casi me voy de espaldas, era algo exorbitante para nosotras que vivíamos con lo justo, sumándole que no contábamos con seguro médico, de nuevo estábamos metidas en un callejón sin salida.
Dieron de alta a mi madre al día siguiente, luego de que pagara alrededor de casi diez mil pesos por una noche, para pagar la cuenta me hice acreedora de una deuda y mamá ya no podría volver al trabajo, necesitaba estar descansando y sin preocupaciones, sabía que su trabajo como cajera le estresaba, pero al no tener de otra lo soportaba, sin embargo yo no soportaría su perdida y estaba dispuesta a todo por darle su marcapasos.
—Necesito el trabajo de nuevo.
—¿Estas segura? — me pregunto Gustavo seriamente.
—Si, muy segura.
—Pero está vez las cosas serán diferentes.
—¿Diferentes? — pregunte confundida.
—Si, deberás trabajar por las noches en mi club nocturno. Ya no eres virgen, tu primera vez ya fue vendida, ahora solo debes estar con otros hombres que te pagaran, no tanto como la primera vez, pero si lo suficiente.
—Lo acepto, necesito el dinero. No puedo hacerme del rogar.
—Muy bien. Conmigo estarás segura, hay hombres cuidando y los clientes siempre deben de usar preservativos, si no, no se van con ustedes a la cama.
Y así fue que comencé mi trabajo como una prostituta.
Yo debía de estar en el club a más tardar a las diez de la noche y por suerte mi madre siempre se iba a dormir a las nueve, sumándole que le habían dado una pastilla que la hacía caer en un sueño profundo, así que por eso no tendría problemas, podría escaparme de casa en cuanto me asegurara de que mi madre dormía. Sin embargo cuando termine de vestirme con ropa de calle, me sentí terriblemente culpable, había roto en juramento que le hice a mi madre, pero si lo mantenía, ella tendría pocas probabilidades de seguir a mi lado, así que prefería ocultarle la verdad más dolorosa para una madre.
Con lágrimas en los ojos me acerque junto a su cama y la contemple unos segundos antes de irme, ella había sacrificado muchas cosas por mi, incluso el tener una pareja, ahora era mi turno de responder como hija, este sentimiento era el que me alentaba a seguir con la decisión que tome.
En el club reinaba el alcohol, las drogas y la prostitución por supuesto, Gustavo me dio la bienvenida, me presento al personal y las que serían mis compañeras y colegas. A modo de recibimiento me dio un Whisky, mientras me explicaba lo que yo tendría que hacer, obviamente lo que escuché me puso nerviosa, Gustavo lo noto y volvió a darme otra copa para que comenzara a desinhibirme cuando llegara el momento de acostarme con desconocidos.
Para cuando llegó el primer cliente, yo estaba más ebria que sobria, lo guíe hacia la habitación que Gustavo me dijo ocuparía yo para mis clientes, obviamente antes de cruzar el umbral de la habitación, uno de los hombres que estaba a cargo de las habitaciones lo reviso y le pidió mostrara el preservativo, una vez pasada la prueba entramos. No hubo nada fuera de lo normal, nada de lo que no hiciera Luis conmigo en mi primera vez, el simple mete y saca tan monótono de todos los hombres. A penas terminar, vino un segundo y un tercero, al parecer yo era la novedad y así fue toda la noche hasta que perdí la cuenta de cuántos hombres habían pasado sobre mi y dentro de mi.
Todo me pareció ajeno y lejano para mi, sólo estaba presente mi cuerpo, ese que era poseído por extraños y era mudo a lo que sucedía, mi mente estaba ausente, solo pensaba en salvarle la vida a mi madre y así fue hasta que terminó la noche.
Gustavo me pago lo obtenido por esa noche, obviamente la ganancia sería dividida, tras cambiarme nuevamente de ropa, me llevaron a casa a eso de las tres de la mañana, al menos eso era lo que Gustavo ofrecía a sus mujeres, un traslado seguro a casa.
A penas llegar me di una ducha rápida, con cuidado de no despertar a mamá y una vez limpia, me tire a dormir, estaba exhausta y me dolía un poco la cabeza, pero el sueño me invadió y me quedé completamente dormida.
Sin embargo mi madre me despertó a las siete de la mañana, ella no tenía ni la más mínima idea de que yo ya no pensaba regresar como limpia pisos, sin embargo está también sería una entrada de dinero extra, así que con pereza me levanté, me vestí, me bebí el café que mi madre preparo y salí al trabajo, era consiente de que no podía dejar que mi madre sospechara de mi, no podía causarle nuevamente una decepción, la mataría.
Y con dos trabajos se me fue la semana súper rápido, estaba sumamente agotada, tenía sueño y casi me quedaba dormida dónde me sentaba, para el viernes tenía unas enormes ojeras y mi madre lo noto.
—¿Qué te pasa? — me pregunto —. ¿No estás durmiendo bien? Te noto ojerosa.
—No mucho, por alguna razón me despierto en la noche y no puedo volver a dormir.
—Deja de preocuparte por mi, si sigues así la próxima enferma serás tú.
—Es imposible que no me preocupe por ti mamá, eres lo único que tengo — y la abrazo fuerte.
—Ya verás que hierba mala nunca muere, solo se marchita.
—¡Hay mamá!
Aunque trabajara esa semana como si no hubiera mañana, el dinero que había juntado no era nada, sumándole que una parte de él se había ido para pagar la deuda, casi sentí ganas de llorar al ver que solo era una muy mínima parte del dinero que necesitaba para el marcapasos de mi madre.
Trabajé dos meses arduamente, en mis dos empleos, incluso había aprendido a bailar un poco en el tubo para ofrecer un mayor espectáculo en el club nocturno y de esta manera aumentar mi sueldo, aún así mi madre enfermo de nuevo y yo solo tenía la mitad del dinero para aquel marcapasos. En las casas de préstamo no me daban un préstamo tan grande, solo me ofrecían una mínima cantidad que para mí no era suficiente, así que con toda la pena del mundo tuve que pedirle el favor a Gustavo, el cual lo pensó varios minutos sin dejar de mirarme a los ojos y al final accedió a prestarme, con esto yo estaba más que agradecida con aquel hombre.
El miércoles alrededor de las diez de la mañana mi madre entró al quirófano, yo me quede en la sala de espera, sentada en una de las duras sillas que había en el pasillo estuve a la espera de noticias de mi madre, horas más tarde una enfermera se acerco para decirme que la operación había terminado y que todo había salido bien. Me sentí tan feliz de saber que todo salió que sentí claramente como el alma volvió a mi cuerpo, unos minutos después me dejaron pasar a verla, aún estaba dormida por la anestesia, le acaricie sus cabellos que comenzaban a cubrirse de canas y le bese la frente, ella era lo que yo más amaba.
Al día siguiente por la tarde mi madre fue dada de alta, yo fui su enfermera durante el día, le dije que había pedido permiso en el trabajo, lo cierto era que no me quisieron dar y tampoco tenía dinero para pagar a alguien para que la cuidara, por tal razón quedé sin empleo decente, quedándome solo con mi trabajo de prostituta.
Gustavo me había concedido dos noches libres para el cuidado de mi madre esos primeros días, pero mi madre no dio ninguna molestias a esas horas, por eso cuando volví al trabajo no me sentí con la zozobra de que ella despertara y se diera cuenta de que yo no estaba.
Sin embargo, yo era una de las personas que habían nacido con la mala suerte estampada en la cara.
Una noche del jueves dos semanas más tarde de la operación de mi madre, ella descubrió que yo no estaba en mi cama, ni en la casa, la pobre se quedó despierta esperándome, hasta que me vio llegar pasadas las tres de de la mañana con cara de agobio y cansancio, que ni el maquillaje cargado podía ocultar, el sueño que teñía mis ojos se esfumó cuando mi mamá encendió las luces de la casa y la vi ahí, de pie junto la umbral de la puerta.
—¿En donde estabas? — pregunto con tono molesto, aunque ya sabía muy bien de donde venía —. ¡Te dije que dejaras eso! ¡Pero veo que te gusta ser una puta! — gritó mientras yo sólo baje la cabeza —. ¡Que vergüenza me das!
—¿Cómo crees que se pagó ese marcapasos? — le reproche —. Lo pague yo, revolcándome con muchos hombres.
Y fue en ese momento que mi madre se me echo encima a los golpes, deje que lo hiciera pues sentía que lo merecía, cuando se cansó de hacerlo se alejó de mí llorando, mientras yo me deje caer en el lugar echa un ovillo, quería que la tierra me tragara de ser posible en ese momento, pero no lo creía posible. Pasado un rato me levanté y me fui a dar un baño para tirarme a dormir, dormí hasta muy tarde y cuando desperté mamá no estaba en casa, me asomé a la puerta y la vi charlando afuera con la señora que nos rentaba, volví a entrecerrar la puerta y me dispuse a comer lo que mamá había guisado.
Mamá dejó de dirigirme la palabra por meses, aún así yo seguí haciendo lo mismo cada noche, aún después de haber terminado de pagar la deuda, ella volvió a conseguir un empleo, pero un año más tarde su memoria comenzó a fallar, todo se le olvidaba y preguntaba las mismas cosas siempre, comenzó a olvidar las calles y de como volver a casa, por tal razón la lleve con el médico y dijo que era demencia senil, aunque muy pronta para su edad, cincuenta y cuatro años era la edad de mi madre en ese momento, mientras que la mía era de veintidós.
Mi obligación era cuidarla y le pedí que dejara de trabajar, accedió hacerlo, pero sin dejar de recriminarme lo que hacía, se deprimió estando en casa y esto tampoco ayudo mucho a su salud mental, empeoró rápidamente y cuidarla se volvió difícil para mí, ya que mientras dormía ella se salía o hacía desastre dentro de la casa, haciéndome imposible dormir.
Por las noches ella dormía sin problemas, pero yo no y no pude seguir su ritmo, era como una niña grande y al no poder dormir mucho durante el día me costó varios desmayos, por eso, sin más remedio y con todo el dolor de mi corazón la lleve a una casa para adultos mayores en donde la cuidarían por mi. La visitaba todos los días por las tardes y me iba cuando mi madre se tenía que ir a descansar.
Sin poder evitarlo y pese a todo mi esfuerzo por mantenerla conmigo, mi madre murió, se había ido de este mundo y lloré y me entristecí, porque no fui la hija que mi madre deseaba, porque la había decepcionado y yo me sentía igualmente decepcionada conmigo misma de aguantar tanta humillación por todo un año de aquel que casi me mata. Fui su esclava y él hizo de mí su muñeca, jugo conmigo todos los juegos sádicos y masoquista que pudo tener en su mente retorcida para al final intentar matarme.
—¡Hasta que por fin te presentas querida Lorna! — me saludo Rita una de mis compañeras en cuanto llegue y Lorna era mi nombre en el club —. ¿Cómo estás? Supe lo que te pasó.
—Estoy bien, gracias.
—Bienvenida de nuevo.
—Gracias.