Las Puertas Del Infierno.
Llevaba días son ver a Eros, no tenía ni idea si le había pasado algo o si ya no se iba a parecer más. Por más que miraba a ver si me enviaba algún mensaje no había nada. Lula parecía estar igual de nerviosa que yo.
Escuché los pasos de alguien acercarse a mi habitación, miré fijamente la puerta pero en ningún momento se abrió. Me acerqué a la puerta y la entre abrí, no había nadie cerca, la corriente eléctrica tan famosa que aparece cuando está Eros cerca recorrió todo mi cuerpo. Giré sobre mi propio eje pero no había nadie.
Fruncí el ceño y me acerqué a la cama para tumbarme en ella, Lula se tumbó a mi lado.
Pasó bastante rato en el que me quedé pensativa, pensaba en todo lo que estaba pasando y todo lo que iba a pasar.
Su lengua pasaba por el lado derecho de mi cuello, su mano derecha bajó a mi entrepierna dejándome sin respiración.
Tuve que cerrar los ojos cuando sentí sus dedos penetrar mi vagina, sentí su sonrisa en mi cuello.
—¿Quieres ser mía pulga?
Odiaba que me llamara pulga, él decía que me llamaba así por lo bajita que era... Y si, no se equivocaba era muy bajita, medía 1,55.
Mis ojos y los suyos se conectaron.
—Respóndeme Selena —murmuró autoritario.
Mordió levemente mi labio inferior.
—Si —susurré muy bajo.
—No te escuché.
—Hazme tuya Eros.
Encorvé la espalda al sentir la respiración de Eros en mi entrepierna.
Abrí los ojos al no sentirlo. Miré hacia la esquina de la habitación, encendí la luz y allí lo vi.
—¿Te divertías conmigo en sueños? —Preguntó burlón.
—¿Por qué me haces esto?
—Necesito que me saques de allí, arréglatelas para volver al psiquiátrico.
—Eros, mis padres no me van a llevar.
—Pulga, arréglatelas te he dicho, llevo años encerrado, llevo sin ver realmente la luz desde que tenía cinco años.
Lo miré y suspiré.
—No sé como ir y mucho menos como sacarte.
—La puerta grande de color blanco.
—Ya la estuve mirando, tiene cuatro candados y no tengo las llaves.
—Yo si.
Sacó las llaves y me las tiró a la cama.
—Ahora sácame y haré de tus sueños húmedos una realidad.
—Que te jodan.
Sonrió de lado y desapareció.
«Estamos jodidas».
Él nos terminará jodiendo.
«Y nunca mejor dicho»
Suspiré y comencé a trazar un plan para sacar a Eros de aquel psiquiátrico.
Suspiré e hice lo que juré que nunca haría, era la única manera de que mis padres se cansaran de mí y me llevaran a aquel psiquiátrico. Comencé a gritar muy muy fuerte, a tirarme al suelo como si estuviera horrorizada.
Eros me las pagaras...
Mis padres aparecieron en la habitación muertos del susto. Antes de que mi padre me cogiera en brazos cogí las llaves y me las escondí en el sujetador.
De vuelta al psiquiátrico, la habitación blanca... Mi casa...
En cuanto me metió a la habitación llamé a Eros múltiples veces, pero no me hacía caso.
Dean entró a la habitación y empezó con sus preguntas.
—¿Qué fue lo que pasó?
Negué. No quería responder ninguna de sus preguntas. Miré hacia la esquina derecha y allí vi a Eros, esta vez solo volvía a ser una sombra negra.
—Si no respondes a mi pregunta te quedaras aquí más tiempo.
Me encogí de hombros sin despegar la mirada de Eros.
—¿Fue otra vez la sombra?
Me volví a encoger de hombros.
—Bien, tú sabrás.
Salió y sonreí.
—Que bien actúas.
Se puso en un ángulo donde la cámara no lo grabara.
—O lo hacemos ya o no lo hacemos.
—Tranquila, esto se tiene que hacer con tranquilidad.
—¿Con tranquilidad? Quiero salir de esta habitación ya.
—¿No te das cuenta que si sales de aquí ya no tienes donde ir?
Me quedé pesando eso, y tenía razón, seguramente mis padres ya no me quieran ver el pelo. Miré hacia la cámara y vi que la lucecita verde cambió a roja, ya no estaban grabando.
Miré ceñuda la cámara y luego miré a Eros.
—¿Qué plan tienes?
—Yo te saco de aquí, cortas la luz de todo el edificio, así las maquinas que me duermen ya no funcionarán, ganaré fuerza, tú tienes que abrir la puerta y saldremos de aquí.
—¿Cómo salimos de aquí? Nos tendrán vigilados.
—Por eso no te preocupes.
—Si voy a morir si me preocupo.
—Nadie morirá, es fácil. Habrá alguien esperándonos fuera.
—¿Quién?
—¿Quieres dejar de preguntar? Sácame de allí y te enterarás.
Largue un suspiro.
—Sácame tú de aquí.
Señalé la puerta. Él sonrió y desapareció. Me quedé mirando a la puerta, en cuanto se abrió yo salí medio corriendo.
—No sé si estas por aquí, pero no sé donde cortar la luz.
Corrí hacia una habitación en busca de ese sitio. Pasé por unas escaleras cayéndome por ellas, bueno... Más bien me tiraron, levanté la cabeza dolorida y fruncí el ceño, la caja del limitador estaba justo enfrente de mi cara, intenté abrir la caja pero era imposible, necesitaba una llave, recordé las llaves que me había dado Eros y las saqué.
Había una llave pequeña, justo en el momento que metí la llave y abrí esa caja todo el psiquiátrico se inundó por una luz roja y un ruido muy fuerte, corté la electricidad y subí corriendo para acercarme a esa puerta blanca.
Tan solo me quedaba un candado cuando apareció mi padre, en lo que tenía a mi padre a tan solo unos pocos metros de mí abrí el último candado.
—No sabes lo que acabas de hacer hija, has dejado salir al demonio, has abierto las puertas del infierno —habló muy asustado.
—¿Qué dices padre? —Cuestioné igual de asustada que él.
—Él no es una perdona normal y nos has enviado a todos a una muerte segura.
El miedo comenzó a crecer dentro de mí. Miré hacia ese largo pasillo blanco, tres personas salieron volando contra las paredes, pegué un grito del susto al ver la sangre manchar esas paredes y puertas.
Quise salir corriendo pero un grito desgarrador hizo que me quedara allí parada, no solo fue por ese grito tan fuerte si no de quien provenía.
—Eros —susurré.
Me solté de la mano de mi padre y comencé a caminar hacia ese pasillo ahora lleno de sangre y personas. Nada más entrar vi por el rabillo del ojo a alguien con un cuerpo en brazos. El miedo no abandonaba mi cuerpo en ningún momento. Cuando giré la cabeza vi a Eros mirarme con miedo.
—Yo no fui —susurró acercándose a mí.
—Nos tenemos que ir.
Me fijé bien en el cuerpo que tenía en brazos y me di cuenta de que era Dean, miré hacia todos los lados en busca de una salida alternativa, pero no había ninguna.
—Tócame.
—¿Qué? —Pregunté sin entender.
—No tenemos tiempo, tócame —volvió a repetir.
Miré hacia todo mi alrededor sin saber que hacer, en las puertas blancas aparecieron muchos hombres y mujeres entre ellos mis padres.
—Hija piensa bien lo que haces, él no es quien dice ser, te está engañando para que lo saques de aquí —comenzó hablando mi padre.
—Solo quiere matar, no es bueno —continuó mi madre —no se llama Eros, ese nombre se lo inventó él.
—Selena no los escuches, son ellos los que me han tenido aquí retenido, secuestrado. Soy bueno Selena —su voz parecía sincera y llena de miedo.
—Es el mismísimo demonio, no es una persona buena, solo quiere sangre.
Volvió a hablar mi padre.
—Solo te llevará a su terreno de maldad, te llevará a lo más profundo del infierno, hija no lo escuches, ven con nosotros, te protegeremos.
—Sabéis perfectamente que yo no soy eso, vosotros me estáis convirtiendo en esto.
Señaló a todo su alrededor.
—Yo solo quiero ver a mis padres, ser libre —su voz se quebró.
—Tus padres no te quieren. Nadie quiere a una persona como tú —habló mi padre burlándose de él.
—Yo si lo quiero y estoy dispuesta a hacer cualquier cosa por él.
Todo se sumió en un silencio muy incómodo. Eros y yo conectamos miradas, si fuera por mí en ningún momento dejaría de mirarlo, tenerlo así de cerca y saber que ahora es de carne y hueso, saber que ahora lo puedo tocar y sentir hacía que todo mi cuerpo se inundara de esa corriente eléctrica tan famosa que había surgido entre nosotros.
Un dolor muy fuerte se incrustó en mi pierna, de mis labios salió un grito muy fuerte, Eros se acercó aterrado a mí, tocó mi mano y debido al dolor tan fuerte tuve que cerrar los ojos.
—No te vayas pulga, escucha mi voz. No me dejes.
—Eros —susurré muy bajo.
—Estoy aquí, solo escucha mi voz, no te dejaré.
Pero no pude seguir escuchando, solo escuchaba un pequeño pitido debido al silencio.