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CAPÍTULO 4: LA NUEVA AMIGA

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Los viernes son mis días favoritos. No hay más estrés sobre entregar documentos al gerente general o que debo quedarme más tarde de lo normal para revisar la agenda de mi jefe. Hay muchas cosas que puede seguir enumerando, pero no quiero perder mi tiempo con eso. Solo voy a enfocarme en la diversión que voy a obtener hoy con unos cuantos hombres en el club.

Debo pensar que es lo que me voy a poner para la gala del sábado e ir a comprar una bella máscara, la cual debe combinar con mi atuendo. He esperado este momento desde que el amo John lo anunció frente a todo el mundo.

- ¡Amunett, no te pago para fantasear! ¡Ponte a trabajar! -grita mi insoportable amigo y jefe, Theo. Desde que le dieron el puesto de abogado y encargado administrativo en lo referente a lo legal de los contratos en la empresa Evanshen Tecnologie Industries, se comporta más distante, estricto y amargado, pero sé que lo hace para que no cuestionen su autoridad.

- ¡A la orden, jefe! -contesto amable. Nadie puede arruinar mi mañana o al menos voy a intentar que eso no pase.

Tecleo para ordenar las citas que Theo debe asistir la próxima semana. Un leve tintineo suena en el computador y una sonrisita se forma en mi rostro. En mi bandeja de correo llega una notificación del club para que confirme mi asistencia a la gala. Respondo con una afirmación y continúo trabajando. Si me tardo un poco más, no podré desocuparme pronto y necesito todo tiempo que me sea posible para arreglarme.

El reloj de la pantalla marca diez para las dos. Es casi la hora de comida. Se abre la puerta del despacho de Theo y con una señal me dice que vayamos a comer. Me levanto de mi lugar y me aliso la falda de tubo negra. Camino con rapidez para encontrarme en el ascensor con Theo. Al menos puedo tenerlo solo unos minutos antes que se ponga de nuevo su máscara de frialdad. A veces le odio cuando hace eso, pero entiendo la situación.

- ¿Ya confirmaste tu asistencia ante el club? -pregunta. Después de la última vez que hice una doma con él, dejé en claro que nunca más lo haríamos de nuevo. Al día siguiente encontramos el club y desde entonces cada uno tenemos lo que deseamos. Le miro con una gran sonrisa y me la devuelve. Entre nosotros solo basta con mirarnos para saber que piensa el otro. Es agradable saber que alguien más te comprenda sin necesidad de tantas palabras.

-Por supuesto. Sabes que no me voy a perder de algo tan grande como esa gala. Además hoy es viernes y son mis días favoritos, nene -digo coqueta mientras le guiño el ojo.

-Un día de estos, querida, un hombre te va a dominar -contesta seguro de sus palabras.

Estoy a punto de soltar una carcajada, pero no quiero herir sus sentimientos o destrozar su pobre corazón. Me pego un poco más a él.

-Theo, sabes que eso no va a pasar. Me gusta tener siempre el control. Sin eso no soy nada...- me detengo. Una idea se me cruza por la mente para desviar el tema-, además que no se te olvide que yo sé tú pequeño secreto, hombre travieso. -susurro lo último y sus mejillas se tornean de un rojizo leve.

Touché.

-No sé de qué hablas, nena -responde con un leve titubeo en su voz.

- ¡Ay, Theo! Ambos sabemos que secreto hablamos. No hace mucho dejamos eso -digo.

Su ceño se frunce y gira su cabeza para estar frente a frente.

- ¿Ah, sí? ¿Y cuál es ese secreto y que sabes de ello? -Theo pregunta juguetón acerca del secreto, pero algo me dice que quiere saber que más se de su vida sexual.

Theo debe aprender que algunos Amos se les suelta la boca con otros Amos.

Hay Dómines o Sumisos que les gusta hablar sobre sus grandes experiencias sexuales. Lo cual que me repugna y me parece una falta de respeto para las personas.

Un día escuché a Konstance parlotear con otras Domes sobre su "juguete de turno" y así descubrí que de la persona que habla es mi mejor amigo. Desde ese momento odié a esa zorra. Cuando yo era su Dómine, jamás divulgue algo así. Voy a jugar un poco con la mente de él un poco.

-Cariño, no puedes negarme que te gusta que una mujer te domine y juegue con tu cuerpo. Eso te excita o ¿vas a negarlo? -bromeo. Theo no dice nada porque ambos sabemos eso es la verdad. Ahora debo de comentarle que su Señora habla de lo que hace con él con sus amigas-. Pero eso ya lo sabemos los dos. Hace unos días escuché hablar a Konstance sobre lo que hacen en las habitaciones y....

Detengo mi explicación porque el ascensor se ha detenido en la recepción. Voy a salir, pero un cuerpo me detiene. Alzo la mirada y me encuentro con unos ojos esmeraldas penetrantes. El hombre frente a mi es lo bastante atractivo. Es la personificación de la belleza en su totalidad. Tiene la mandíbula cuadrada, labios pequeños pero perfilados, cabello rubio, alto, con un traje de tres pizas de color gris y este le queda magníficamente. Cada parte de su cuerpo se puede ver a simple vista, las mangas están arremangadas, dejando ver sus musculosos brazos. Cualquier mujer caería ante este adonis, sin embargo no me produce esa sensación de querérmelo llevar a la cama. No es el tipo de hombre que yo busco en mis sumisos. Además puedo ver que él es tan dominante como yo.

- ¿Le gusta lo que ve? -pregunta remojando sus labios. Está coqueteando conmigo.

Le sonrío.

Imbécil.

¿Cree que por ser un hombre guapo voy a estar detrás de él?

Pues se equivoca. No soy de las mujeres que se dejan llevar por sus hormonas. Juego con mi cabello en señal de niña tonta. El hombre me da una sonrisa. Cree que ya caí ante sus encantos. Pobre tipo.

Es mi turno de jugar con su ego.

-La verdad es que no es mi tipo. Si me disculpa, tengo un almuerzo que me está esperando y usted me está estorbando -contesto.

Le empujo para salir, pero no consigo moverlo ni un centímetro. Theo me mira asustado. Aquel hombre me toma de la muñeca. El ambiente se torna tenso y la ira trepa por mi cuerpo. Miro el acto y tiro de su agarre con fuerza logrando que me suelte. Si un hombre quiere tocarme, primero debo autorizarlo o de lo contrario no sabe con quién se está metiendo.

-Le pido cordialmente que no me vuelva a tocar. La próxima vez que lo intente, voy a llamar a seguridad para que lo saquen del edificio o le voy a dar una patada en los testículos para que aprenda a respetar a una dama -Le amenazo. Voy en serio. No me asusto de ningún hombre teniendo en cuenta que he sobrevivido a dos hermanos mayores.

-Me fascina una mujer con carácter. Tú vas a estar pronto en mi cama -asegura arrogante.

Me siento molesta.

¿Quién carajos se ha creído el imbécil este para decir semejante tontería?

La próxima vez que hable de esa manera le voy a dar una bofetada.

-No hace falta sus halagos. ¿Eso les dice a todas las mujeres para llevarlas a su dormitorio? Porque si es así me da tanta lastima su caso -Este hombre me sorprende. ¿No sé si es un cínico o un idiota? Creo que lo que mejor lo describe es la segunda opción-. Ya le dije que no es mi tipo y aunque me pagaran por salir con alguien como usted, jamás aceptaría. Ahora muévase.

Salgo de aquel espaciotan reducido. No quiero gastar mi tiempo de la comida charlando con ese tipotan arrogante. Con solo recordar la escena de hace unos instantes me da por ira golpear su rostro. Theo me sigue de cerca. Hasta ahora no recordaba queestaba conmigo también. Bueno eso no importa. Mi amigo me ve como si me quisieradecir algo o como si me acabara de salir una segunda cabeza.

- ¿Sabes que acabas de insultar a uno de los jefes, verdad? -comenta.

Theo parece más nervioso que yo. No voy a retroceder ante esto.

-Pues no tengo ni idea de quién demonios era ese tipo, pero no le voy a pedir disculpas. Si decide despedirme puedo demandarlo por acoso laboral. No le conviene hacer semejante escándalo. Yo no tengo nada que perder, Theo. Sin embargo él tiene todas las de perder -declaro segura de mis palabras. Si algo aprendí de mis clases de derecho en la universidad, es saber cómo aprender a defenderme.

- ¡Estás loca! -grita T a los cielos. Al parecer quiere que todo el mundo se entere que agredí al pobre jefe de esta compañía.

-Baja la voz que todos aquí nos escuchan -regaño a mi mejor amigo. ¿Es que no puede mantener cerrada la boca mientras vamos a otro lugar? Creo que no-. Loca tal vez, pero me defiendo de quien quiera destruirme. Además soy una Ama, ¿recuerdas?

Le guiño el ojo. Theo niega divertido.

-Si fueras mi Sumisa recibirías un buen castigo por eso -dice tajante. Estoy a punto de reírme por tercera ocasión, pero me contengo. Sus amenazas son vacías. Además él no puede hacer eso o se meterá en graves problemas con su dómina y con la comunidad por amenazar a una Ama.

-Tendré que hablar con Konstance para que te dé con el látigo por amenazarme -bromeo. Muevo la mano como si estuviera sosteniendo el objeto.

-Te odio. Ya porque tú no tienes quien te castigue, no debes hacer que otros sean azotados -exclama con seriedad.

Creo que la he jodido de nuevo.

-No seas amargado. Es broma. Venga vamos a comer -sugiero para calmar un poco el ambiente.

Salimos de la recepción para ir a un restaurante a pocas cuadras ya que tardamos mucho tiempo en el ascensor y no disponemos más que de unos treinta minutos para regresar al trabajo. Por mucho que buscamos lugares nuevos donde comer siempre terminamos en el mismo sitio.

El restaurante Ai Fiori siempre está muy concurrido a estas horas, pero el gerente del lugar nos conoce y nos reserva una mesa junto a la gran ventana que adorna el sitio. Me encanta venir aquí.

- ¡Amunett, Theo, que bueno verlos! -grita efusivamente Carmina. Es una chica muy alegre. Su cabello azabache se encuentra sujetado en una coleta de caballo. Adoro a esta mujer. T y yo le sonreímos-. ¿Qué van a ordenar en esta ocasión?

-Me alegro de verte Carmina. ¿Qué tal el trabajo hoy? -pregunto amable.

-Muy ocupado, pero no puedo quejarme, ¿cierto? -responde-. ¿Listos para ordenar?

Ambos asentimos.

Yo pido una pasta Alfredo y Theo ordena unos ravioles a la pomodoro. Mientras nos traen la comida hablamos sobre que vamos a ponernos el día de la gala y decidimos que va a ser sorpresa. Es grandioso que nos relajemos por un rato. Terminamos de comer. Nos despedimos de Carmina y nos vamos de nuevo a trabajar.

Cruzamos las barras de seguridad y saludamos a Annie, la recepcionista. Esa chica está envuelta en nuestro pequeño juego sexual. Es una sumisa nata y cualquier Amo muere por tener aquella belleza latina. Llamo al ascensor y juro que si el jefe se encuentra de nuevo allí, me voy por las escaleras. Se abren las puertas del cubo metálico e ingresamos. Mientras ascendemos hacemos una que otra broma y de pronto se abre el ascensor dejando ver de nuevo al jefe.

- ¡Maldita sea! ¡Otra vez él! -susurro, pero al parecer él sí escucha mis palabras y se voltea frente a mí. Su ceño se frunce cuando me ve.

- ¿Disculpe tiene algún problema conmigo? -pregunta confundido ante mis palabras.

No sé qué me molesta más, si el hecho de que olvido lo de hace un rato o que no puedo negar que me parece un poco guapo que antes. Debo estar loca, pero hay algo que luce distinto en él.

- ¡¿Qué si tengo un problema?! -Le grito enojada. Doy un paso retadoramente. Me importa un pepino que sea el dueño de esta corporación. Al alzar la mirada me sorprendo al ver el cambio en sus ojos. Juraría que antes eran de color esmeralda, pero ahora son unas hermosas y grises pupilas-. Hace una hora usted me dijo que estaría en su cama. ¡Eso es acoso laboral! ¡Maldito capullo!

-Le pido que se calme señorita. Yo a usted no la conozco. Además yo no me involucro con mis empleadas y tampoco es el tipo de mujer que llevaría a mi cama para satisfacerme sexualmente -declara tajante. Esa voz ya la he escuchado antes, pero no logro saber de donde. El hombre me ignora y sigue ocupado en su teléfono. Ni siquiera se digna a volver a verme a la cara.

¡¿Qué?!

¡¿Me acaba de rechazar?!

Llegamos a nuestra planta y me bajo aún más molesta que cuando Theo me ordena y grita que me ponga a trabajar. Llego a mi escritorio para revisar los documentos que hace falta para terminar mi día laboral. El teléfono suena y contesto.

-Oficina de Theo Lealye. Habla con su asistente Amunett Grove. ¿En qué puedo servirle?

-Necesito que le informe a su jefe que Kenneth e Iván Evanshen requieren de su presencia dentro de quince minutos -anuncia la secretaria del dueño. Se cree mucho por el puesto que tiene, pero ambas no dejamos de ser un par de asistentes.

-Sí, yo me encargo de comunicarle. Gracias -respondo.

Y cuelgo.

Me levanto de la silla para dirigirme a la oficina de Theo. Mis tacones resuenan en el piso de mármol y toco con mis nudillos la puerta. Desde adentro se escucha un débil "pase" e ingreso.

-Theo, los jefes necesitan que te presentes en quince minutos en su oficina -le informo.

- ¿Qué crees que quieran? -Está nervioso. Los dueños nunca mandaban a llamar a nadie a menos que este en problemas o que tengan un nuevo contrato de suma importancia.

-Trata de calmarte. Tal vez es para revisar la documentación de la nueva adquisición tecnológica o que estén por cerrar algún contrato con inversionistas -lo consuelo, pero puede ser que a la que despidan sea a mí por gritar a uno de ellos, aunque el muy imbécil se hiciera el que no me conoce. De todas formas puedo conseguir un nuevo trabajo.

-Deséame suerte, rubia -ruega. Es un tonto. Él es un buen elemento en esta empresa, pero lo reconforto.

-No la necesitas. Eres el mejor en lo que haces, Theo.

Me besa la frente y se va.

Faltan diez minutos para la seis. Es un alivio que pude terminar mis deberes justo a tiempo. Apago la computadora, recojo mi bolsa de piel y camino para llegar a las escaleras. No sé por qué diablos se me ocurrió bajar veinte pisos en tacones por las escaleras. Al principio parecía una buena idea, pero ahora es una verdadera tortura. El resonar de mis fuertes latidos no me hace percatar que alguien más está aquí. Annie se encuentra llorando mientras está con su teléfono en mano. Tal vez este así por lo que la persona al otro lado de la línea telefónica le dice. Ella nota mi presencia y cuelga al instante.

-Disculpa, no quise incomodar -susurra con la voz quebrada.

¿Por qué se disculpa?

No importa. Debo apresurarme si quiero llegar a casa a arreglarme para ir al Burlesque.

-No te preocupes. Todo está bien -digo. Comienzo a andar de nuevo, pero Annie llora nuevamente tan abatida.

No me gusta ver a una persona sufrir y mucho menos a una mujer como ella. Me regreso y sin previa demora le abrazo. Sigo sin saber que más hacer en los momentos más vulnerables de las personas. Soy muy mala para decir palabras de consuelo. Poco a poco fue calmándose entre mis brazos. Parece que sirve el apoyo que le doy para olvidar esa llamada.

-P-perdón. Manché tu blusa con rímel -solloza aun en mi regazo mientras apunta a la gran mancha negra que adorna la blusa. En otras circunstancias le exigiría que me pagara la tintorería, pero eso es lo de menos comparado con el dolor que desprenden sus ojos-. Prometo pagar la factura si mandas tu ropa a lavar.

Es una buena mujer.

¿Quién sería el bastardo que la hizo llorar?

Tengo que averiguarlo, pero debo tranquilizarla antes sobre el pagar la tintorería.

-Olvida eso. ¿Necesitas que te lleve a tu casa? -titubeo. Su mirada se vuelve a cubrir por una fina capa de agua. Tal vez va a soltar el llanto de nuevo. Me regaño mentalmente. No puedo creer que yo diga esto-. ¿O si quieres podemos ir a mi apartamento y hablamos?

La chica sonríe con timidez. Después de esto me tienen que hacer un altar por ser una buena persona. Creo que merezco irme al cielo con todo y mis tacones.

-Gracias por esto Amunett, pero sé que quieres ir al club. Alguien me dijo que los viernes son tus días preferidos para asistir.

Me quedo con la boca abierta ante sus palabras. Esto sí que es raro.

-Parece que tengo un admirador secreto. Además no tenía la intención de ir hoy. Me siento demasiado exhausta como para ir hoy a divertirme -miento para que Annie no se culpe por sabotear mis planes.

- ¡Estas de broma! ¡Eres la Ama que todos quieren en su cama y que les hagas una doma! -grita. Le digo que guarde silencio con los dedos. ¡Oh demonios! Odiaría que la oficina se entere de mis prácticas sexuales y se corra el chisme de que soy una maldita enferma-. Perdón.

-No tienes por qué pedir disculpas por todos los errores que cometes. Vamos que me muero por llegar a casa -digo.

Bajamos las escaleras entre bromas y conversaciones absurdas. La verdad es que esta chica es la única de aquí que puede aspirar a hacer mi amiga. Las demás son unas arpías, hipócritas. Vivimos en constante competencia por ver quién es la mejor en su trabajo.

Manejo mi Land Rover Evoque negra lo más rápido que puedo, pero sin exceder los señalamientos peatonales. La ciudad de New York vive en su máximo apogeo. Desde los oficinistas conduciendo sus vehículos, hasta las personas que caminan para entrar a cualquier edificio. Definitivamente amo vivir aquí.

Ingreso al estacionamiento de los apartamentos y Annie se queda boquiabierta. El lugar donde vivo es de lo más lujoso y moderno que hay en NY. Mis padres tienen negocios hoteleros por todo el mundo por lo que me compraron un apartamento cuando me aventure a venirme con Theo hace tiempo atrás después de terminar mi master de Administración. Los tacones blancos me están matando por lo que mi andar es apresurado. Mi acompañante sigue donde está. Creo que ya le dio algo al ver semejante lujo. Espero que no se vaya a desmayar.

- ¿Te quedaras toda la noche observando la cochera? -pregunto en broma. Vaya que me agrada estar con ella.

-Discul... -se detiene al ver que le frunzo el ceño.

Iba a disculparse por quinta vez. Debo enseñarle que no por todo sienta o diga que debe pedir perdón. Al parecer capta lo que le dije solo con mirarla. Se acerca a donde estoy y llamo el ascensor. Este llega al momento y entramos en el espacioso cubo. Tecleo el código de seguridad de mi piso y comienza a ascender.

Busco las llaves en mi bolso. Las mujeres siempre cargamos cosa que no necesitamos y eso hace que la búsqueda sea más complicada. Las encuentro y las coloco en la cerradura. Giro la perilla y la puerta se abre al instante dejando ver el hermoso apartamento que tengo.

-Ponte cómoda. Voy a quitarme esta ropa -señalo mi vestimenta y comienzo a caminar a mi habitación.

- ¿No vas a llevarme a tu cuarto de juegos o sí? -La broma me hace reír como nunca antes lo hice. Ella también se une a mí. Me duele el estómago por tanto reír. Creo que hasta unas cuantas lagrimas se me escapan y recuerdo la edad que tengo. Debería tomar las cosas a la ligera, pero no lo hago. O soy muy explosiva o me llego a comportar de manera muy infantil. Sin embargo nunca dejo que mi dignidad sea sobajada por nadie. Soy igual que todas personas sin importar el cargo que tienen.

-Por más que tú quieras que te lleve, aquí en mi casa no utilizo nada de eso. Además no eres mi tipo de sumisa a la cual me gusta someter -bromeo para hacerla olvidar un momento.

Le guiño el ojo y ella carcajea a mi costa.

- ¡Venga! ¡Todo el mundo me desea! -se defiende. Al parecer ya vuelve a ser como antes y me da mucho gusto.

-Es una lástima que yo no. Vamos a dormir, que mañana iremos a la gala del club. Y no voy a aceptar un no por respuesta -declaro tajante.

-Gracias por todo, Nett. Espero que seamos amigas o al menos buenas compañeras de trabajo -Su comentario me hace sentir que realmente necesito tener una amiga.

- ¿Nett? -pregunto con sorpresa por el apodo de esa chica-. Eres la única chica que me cae bien. Será el principio de una nueva amistad. Buenas noches Annie.

-Es un diminutivo de tu nombre. Que duermas bien Amunett, ¿oye? -me detiene.

- ¿Si? -respondo.

-En verdad te agradezco por ayudarme. Desde que llegué a este sitio las mujeres parecen odiarme o tenerme envidia -murmura triste.

Una parte de mi sabe lo que se siente estar ante aquella situación de ser la chica recién llegada a otra ciudad, pero hay una enorme diferencia entre ella y yo. Annie es una chica que le gusta hacer amistad con todo el mundo y le importa mucho lo que la gente piense sobre ella, mientras que a mí no me interesa ni hacer amistad con nadie, ni mucho menos lo que se diga de mí. Si quieren hablarme bueno y si no, pueden irse al carajo. No voy a mentirle a esa chica tan buena. Tengo muy claro que Annie debe aprender a tomar sus propias decisiones sin mucha importancia lo que digan y que no debe sentirse mal por no caerle bien a todo el mundo. Unos van a amarte y otros van a odiar todo lo bueno que hagas.

-Mira, Annie. Eres una chica inteligente y hermosa. No permitas que nadie te diga lo contrario -le aconsejo. Suelto un bostezo al aire y ella me regala una sonrisa tímida-. Si me disculpas, voy a dormir un poco. Estoy que muero del sueño. Buenas noches, Annie.

-Si Amunett, descansa.

Y cada una de nosotras vamos a nuestras habitaciones. Algo en mi interior me dice que mañana en la gala pasara una cosa espectacular para ambas. Y espero con ansias que llegue la fiesta.

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