Capítulo 5: ¿Quieres jugar?
— Desde que le conté a Blas que volviste cocinar no para de insistir que hagamos compras para tener listos los ingredientes para que cocines— me confesó Zac.
Estábamos en una videollamada así que podía ver a mi mejor amigo con una camisa ancha y unos pantalones gigantes de Blas, Zac estaba alistando su ropa para ir a la universidad así que caminaba de un lado a otro en la habitación mientras hablaba conmigo.
Yo en cambio estaba sentado en la biblioteca con mis audífonos porque uno de mis profesores canceló la clase.
— Es raro volver hacerlo, pero se siente bien, aquí no tengo cocina así que cuando llegue a casa intentaré muchas cosas nuevas— dije.
Trataba de hablar con tono bajo para que la chica que cuidaba la biblioteca no me regañara.
— Ricitos necesito que me prepares postres como cuando estábamos en el instituto, luego por mensajes te mando las cosas que quiero probar, por cierto, ¿Este fin de semana vienes? —apareció de repente en la cámara un rubio recién salido del baño.
Blas con los años ha ganado más músculos y los tatuajes en su piel han aumentado, mientras que Zac ha dejado de ser aquel chico delgado para ser un chico más corpulento, pero sin exagerar, debajo de esa camisa esconde un abdomen envidiable.
— Hola, Blas ¿Cómo estoy? Excelente, gracias por preguntar— dije con burla.
Mi mirada bajó a aquel tatuaje en su costilla, sentí una sensación en mi cadera al recordar dónde escondía aquel recuerdo.
—Ricitos tú sabes que te adoro— exclamó Blas.
La cara de su novio era un buen chiste, no pude evitar reírme al ver lo celoso que eran ambos.
— ¿Y a mí? — cuestionó Zac con un puchero en sus labios.
El rubio se acercó a mi mejor amigo, colocó sus manos en la cintura de este y le robó un beso. De inmediato miré a otro lado, sentía que estaba viendo más de lo que debía cuando Zac dejó salir un gemido de su boca porque Blas estaba tocando partes un poco indecentes.
— Hey la cámara está encendida ¿Recuerdan? No estoy de ánimo para ver porno a estas horas — les recordé.
No lo podía negar, esos dos juntos eran muy calientes, pero no está en mis fantasías verlos coger.
— Deberías cogerte a Jacob y así se te quitaría lo mojigato— planteó Blas.
Ese sí era el rubio que conozco, el que se burla que mi cada que puede.
—Yo apoyo a Blas, mira que a Jacob no le importa el género... yo apoyo el shipp Tarob, no pierdo la esperanza— dijo Zac.
Varias veces me he imaginado hacerlo con Jacob, de solo pensarlo podría ponerme duro, pero es lógico, ese pelirrojo está musculoso y sensual… tiene lo suyo, pero no. Solo es una fantasía y debe quedarse así.
— Lo siento, pero el shipp Tarob solo existe en tus sueños porque Jacob primero te tocaría a ti que a mí y mira que a ti te ve como hermano— otro que me dejaría en la friendzone— Y por cierto este fin de semana no voy a ir a casa porque mi madre vendrá a visitarme junto con los gemelos así que me quedaré en la universidad— recordé.
Mi madre tiene un evento cerca de la universidad así que aprovechará para visitarme, aunque su visita no me agrade ni un poco, puesto que nuestra relación con los años solo ha empeorado y más cuando insiste a que haga lo que ella quiere.
— Sufrimiento para ti, se me fue el tiempo hablando, tengo clases así que hablamos luego— se despidió Zac.
Asentí, me despedí de la parejita antes de colgar, cerré mi computadora y salí de aquella biblioteca. Ahora yo tenía que entrar a uno de mis dolores de cabeza.
La clase del Sr. Belenger.
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— Después de todo no me equivoqué, solo viene a mi clase a quejarse— murmuró aquel hombre de ojos azules.
Lo miré mal, no es mi culpa que me coloque los ejercicios más difíciles ¿Acaso disfruta verme sufrir? Yo sí creo, ese hombre no debe tener ni corazón.
— No es mi culpa que usted no sepa explicar— le reproche.
Dios abre un hueco y trágate a ese hombre. Su mirada de superioridad y esa sonrisa burlona solo me dan ganas de dejar unas gotas de veneno en su café.
¿Será que alguien sospecharía de mí si él muere?
— No culpe a los demás de su poca capacidad intelectual, si no le gusta mi clase puede irse— exclamó.
Su voz y mirada hacían estremecer a cualquiera del miedo, a mi lado había una chica que parecía que iba a llorar, pero yo no lo dejaré ganar, si él quiere verme rendirme no lo va a lograr.
— Sr. Belenger no se preocupe, si se quiere librar de mí hoy no es su día de suerte, todos se quedan callados y no dicen nada, pero está claro que cuando la mayoría reprueba la culpa no es del estudiante, sino del profesor— lo acusé con enfado.
La gente a mi alrededor no se sorprendía ante mi comportamiento porque no era la primera vez que le decía a un profesor las verdades en su cara, pero el Sr. Belanger no es cualquier profesor, si él lo desea puede hundir mi carrera con una sola llamada, pero sé que no caería tan bajo, aquel hombre es el típico don perfecto que no rompe reglas.
— Ya que tiene tanta energía para cuestionar mi forma de enseñar, realice 20 ejercicios más y quiero que me lo entregue resuelto en...30 minutos. Si la hoja con los ejercicios no está en mi mesa antes de lo acordado, estará reprobado Sr. Evans— su rabia era más que evidente.
Eso era imposible un solo ejercicio necesita como una hora para resolverlo.
— Pero...—me interrumpió.
— Si siente que no puede ahí está la puerta— me señaló la puerta.
Sonreí con falsedad, está loco si cree que voy a rendirme.
¿Quieres jugar? Pues para este juego se necesitan dos y yo nunca pierdo.