2
Cuando llego a casa es de noche, era lo que me quedaban por vivir tan lejos de la preparatoria y recluía en un lugar en donde no habían casa al rededor. Mamá aún seguía trabajando porque su coche no estaba en la entrada. Cuando entro a mi casa dejo la mochila en el sofá y me dirijo a la cocina a comer algo. Tenía mucha hambre por lo que en el almuerzo no pude comer bien por estar pensando. Mañana tendría que cantar y también recitar el poema, aunque no creo que hagamos las dos cosas al mismo tiempo, preferiría recitar el poema que escribió el chico ese y no cantar. Amo cantar pero no en público.
Me como dos trozos de pizza calentada y cuando termino me voy a mi habitación. Mi habitación era lo suficiente grande como para que alcanzara mi estantería de libros, mi escritorio para escribir, mi piano pequeño a un lado de la ventana, mi guitarra encima del pequeño sofá junto a la cama y un ukelele a su lado. Así es, tenía varias cosas porque para mis cumpleaños los pedía. También estaba mi cámara en donde grababa mis covers. Jamás los publicaba, solo los tenía para mí.
Me senté en mi escritorio y abrí el ordenador para entrar a Facebook y ver que había de bueno, pero siempre me salían posts de las chicas en fiestas o celebrando algún aniversario con sus novios o yendo a alguna playa a pasarla bien. Me pregunto qué se sentirá hacer todas esas cosas con amigos o con alguien... me preguntó cómo se sentirá el amor.
Eso me entristeció un poco.
Me puse de pie y tomé mi guitarra, sentándome en el sofá junto a la ventana. Cantaría algo rápido y luego iría a la cama. Es más, debería de estar practícanos la canción que cantaría mañana. Estaba muerta de los nervios, algo tenía que pasar para que eso no sucediera.
Empecé a tocar mi guitarra al ritmo de Heather, de Connan Gray. Era una música suave y llena de sentimiento. Todos en algún momento de su vida habían tenido a una Heather que envidiaban por tener el amor de ese chico. Todos en algún momento de su vida desearon ser Heather:
—I still remember the third of December, me in your sweater
You said it looked better on me than it did you
Only if you knew how much I liked you
But I watch your eyes as she
Walks by
What a sight for sore eyes
Brighter than the blue sky
She's got you mesmerised while I die
Why would you ever kiss me?
I'm not even half as pretty
You gave her your sweater, it's just polyester
But you like her better
Wish I were Heather
Watch as she stands with her, holding your hand
Put your arm 'round her shoulder, now I'm getting colder
But how could I hate her, she's such an angel
But then again, kinda wish she were dead as she
Walks by
What a sight for sore eyes
Brighter than the blue sky
She's got you mesmerised while I die
Why would you ever kiss me?
I'm not even half as pretty
You gave her your sweater, it's just polyester
But you like her better
I wish I were Heather
Oh, I wish I were Heather
Oh, oh, wish I were Heather
Why would you ever kiss me?
I'm not even half as pretty
You gave her your sweater, it's just polyester
But you like her better
Wish I were...
Cuando termino la canción escucho un ruido en mi ventana, un ruido que me hace asustarme. Estaba sola en casa y sin vecinos, era obvio que me asustaría con algo así. No sabía si podían ser ladrones o qué. Me puse de pie y con sigilo corrí un poco la cortina. Afuera no se veía nada, solo el enorme árbol que estaba a la par. El viento y las ramas del árbol pegando en mi ventana me hacían tener escalofríos. Es decir, parecía película de terror. Salí al balconcito de ésta muerta de miedo y la cerré con algo de lentitud.
Respiré con tranquilidad al sentirme segura, cuando retrocedí dos pasos mi espalda chocó con algo, pero cuando iba a gritar alguien puso su mano en mi boca para evitar que lo hiciera y me tomó de la cintura.
Gemí porque gritar no podía.
—Shhh —susurra alguien en mi oído— No te haré daño, solo vine por algo que me pertenece —dijo esa voz conocida.
Era el chico nuevo de hoy.
Balbuceé cosas inentendibles.
—Te voy a soltar pero no grites.
Asentí repetidas veces.
En cuanto me suelta me giro y lo miro. Dios, su cara tenía algunos cortes. Parecía que se había peleado con alguien. Y sus nudillos estaban ensangrentados, estaban vendados con una frágil tira blanca que ahora estaba rojiza.
—¿Qué... te pasó? —le pregunté tomándome el derecho de hacerlo.
—Nada importante, dame la hoja de papel —me dice, acomodándose solas tiras de los nudillos.
Supongo que hablaba del poema.
—Ni siquiera lo leí así que no te preocupes. —busqué mi mochila pero recordé que la había dejado en el sofá.— Mi mochila está en el sofá.
—Vamos entonces —avanza hacia la puerta y lo sigo.
—¿Cómo sabes donde vivo? —quise saber bajando las escaleras detrás de él.
—En esta ciudad todo se sabe.
Cuando llegamos al living tomo mi mochila y busco el papel.
—¿Cómo entraste?
—La puerta trasera estaba abierta, Kendall —musita, pero había algo de sentencia en su tono de voz. Al parecer no le gustaba que hiciera preguntas. Pero estaba en mi casa y había entrado sin mi permiso, es obvio que tenía que preguntar. Tenía ese derecho.
Cuando encuentro el papel se lo doy.
—No lo leí.
Me mira achicando los ojos.
—Más te vale.
—¿Entonces para qué me lo diste si no querías que lo leyera? ¿Estás consiente de que lo hubiese hecho frente a todos?
—No hubieran sabido que lo hice yo.
Me crucé de brazos.
En eso escucho el sonido de una patrulla y sirenas.
—Mierda —dice.
—¿Qué pasa?
El chico se asoma por la ventana.
Dios, es un criminal y está huyendo de la policía. Estoy por hiperventilar justo ahora.
—Vienen hacia acá.
—¿Qué...? ¿Qué hiciste?
Entonces abrí los ojos, estaba manchado en sangre. Quizás había matado a alguien.
—Tienes que decirles que no me conoces.
—¿Qué? No, no puedo hacer eso. Tú... ¿qué hiciste? —retrocedí.
En eso tocaron el timbre de mi casa.
—Kendall —musita mi nombre. Había algo en sus ojos que me hacían confiar. No muy dentro de mi pero tenía esa sensación y yo había aprendido a hacerle caso a mi intuición.
—Lo hago pero si después me cuentas todo —propongo.
El chico duda.
—Te contaré —me dice.
El timbre es tocado otra vez.
—Iré a la cocina.
Cuando el chico se va, respiro profundo y abro la puerta. Hay dos oficiales de policía parados allí.
—¿Hola? —fingí desconcierto.
—Buenas noches, señorita, ¿hay algún adulto contigo?
—Mi madre trabaja, ¿por qué?
—Queríamos saber si no ha visto nada raro por estos lados en lo que va de la noche —me dice un policía que es bajo, medio regordete y bastante mayor.
—No, ya estaba por dormirme. Ha estado tranquilo hasta ahora.
—¿Estas segura? —me pregunta el otro, que es más alto y medio delgado. Ambos usan esos típicos sombreros de policía. Aunque esté de noche.
—Así es. No he visto nada la verdad.
—Le aconsejaremos de que si ve algo o escucha algún ruido cualquiera nos llame. Nosotros estaremos por aquí cerca. Y asegure todas las puertas y ventanas.
—¿A quién buscan? —me atreví a preguntar.
Ellos callaron.
—Le dejare mi tarjeta —el más alto me entrega una tarjeta con un número celular.
—Gracias —lo tomo.
—Que tenga buena noche. —y se van.
Cierro la puerta y le pongo el seguro.
—Eres buena fingiendo —dice esa voz detrás de mi.
Me volteo con algo de temor. No sé si hice bien en defenderlo o qué.
Él me mira y suspira.
—Estoy en peleas clandestinas, tranquilízate. —se había lavado la sangre de sus nudillos.
Eso me hizo respirar más con tranquilidad porque lo dijo con mucha sinceridad.
Peleas clandestinas, ¿por qué no me sorprende?
—Claro, ¿por qué lo haces? —lo miré atenta.
Solo se encoge de hombros.
—Diversión. Ahora si me disculpas me tengo que ir. —se dirige a la puerta detrás de mi. La patrulla ya se había ido.
—De nada —le digo ya que ni siquiera un Gracias me había dicho.
—Eso mismo. Por cierto, no estás tan mal —abre la puerta y se va.
Fruncí el ceño y me quedé más que confundida.
¿A qué se refería con no estas tan mal?
Abro la puerta y le grito:
—Ni siquiera me dijiste tu nombre.
Se voltea.
—Chase.
Fue lo único que dijo para después darse la cuenta e irse.
Al menos ya le sabía el nombre.