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3

—"Amiga, me siento muy feliz en este día. Lautaro me propuso matrimonio. Por fin voy a ser rica, voy a ser la primera dama con todo el dinero que su apellido me brindará. Aunque me siento un poco triste por este engaño, yo le quiero, le amo con todo mi corazón. Dile, si lo ves, que esto solamente es una fachada, que cuando pueda me voy a separar y voy a estar con él por siempre. Le quiero con todo mi corazón y dile que le amo. Yo no quiero a Lautaro, yo solamente quiero a él. Él es el amor de mi vida y tengo que soportar todo esto para que los dos podamos vivir como reyes más adelante. Amiga, por favor dile a Esteban que le quiero, que lo extraño cada día, cada minuto sin él es interminable. Mi corazón late con tanta prisa cada vez que él está lejos. Por favor dile todo eso, dile que siempre le voy a amar. De tu mejor amiga, Lucía".

Briana suspiró y se tocó las sienes. Aún le costaba trabajo asimilar todo aquello y saber quién era realmente Lucía. Hasta que llegó a la última carta.

—"Amiga, soy yo, Lucía. Quería decirte que estoy muy feliz, pude ver a Esteban. Lautaro no se dio ni cuenta. Hicimos el amor durante toda la noche, nos vimos en ese día y fue tan especial. Él me busca, él es el amor de mi vida, pero no puedo dejar a Lautaro, él tiene dinero. En cambio, Esteban es tan pobre que ni siquiera puede pagar un taxi para él solo. Yo no quiero esa vida, yo aspiro a algo más importante, algo que me dé mucho dinero. Tengo que fingir amor hacia Lautaro, fui elegida para ser la mejor esposa que él necesita. Y creo que eso es suficiente para él. Él dice que me ama y yo también se lo digo a menudo. Aunque es mentira, siempre voy a amar eternamente a mi amante, a mi bello y precioso Esteban. De tu amiga que te quiere muchísimo, Lucía".

Briana, con enojo, alejó la computadora de su lado. Qué cínica podía llegar a ser Lucía. Y Lautaro, lo peor de todo, la tenía como si fuera una reina en un altar. Para él era perfecta, mientras que Briana sabía la verdad respecto a Lucía. Sin embargo, guardaba un secreto que llevaría hasta la tumba. No podía fallarle a la memoria de su mejor amiga, a pesar de estar perdidamente enamorada de Lautaro.

El día pasó rápidamente. En menos de un abrir y cerrar de ojos, Briana disfrutó del exquisito pastel de papas que había preparado su madre. Luego, se dirigió en su vehículo, producto de su propio esfuerzo y su gusto por ahorrar en cosas necesarias, hacia la mansión donde trabajaba. Estacionó el vehículo y suspiró, aún sintiendo las palabras de Lucía resonando en su cabeza, como si estuviera a su lado contándole todo. No podía negar que la extrañaba, habían sido amigas durante tantos años y ahora su ausencia dejaba un vacío existencial, especialmente relacionado con Lautaro.

Al ingresar a la mansión, Briana notó el alboroto, pero no le sorprendió.

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