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2

Briana salió por la puerta, sosteniendo con bastante ímpetu el trajecito de color marrón que siempre portaba. No tenía demasiado dinero, pero con lo poco que tenía, era feliz.

Salió por la puerta, reflexionando sobre las palabras de Eduardo y recordando que ella era la mejor amiga de Lucía. Lucía, con su poder y dinero, la había ayudado a conseguir ese trabajo y ahora llevaba muchos años junto a Emma, quien había nacido hace 5 años. Las conocía desde que eran niñas y, a pesar de la diferencia social, eran amigas. Al llegar a su mamá, ella la esperaba.

—Hola mamá —comentó acercándose a ella y dándole un abrazo.

—Mi pequeña niña, ¿cómo te fue? —preguntó curiosa, mientras batía algo.

—¿Qué estás preparando? —preguntó Briana.

—Voy a hacer pastel de papas con carne picada —respondió su madre.

—¡Qué rico! Me encanta —dijo Briana.

—¿Estás bien? Te siento un poco rara —comentó su madre.

—Es que es Lautaro, siempre me habla de Lucía —dijo Briana.

—¿Y eso tiene algo de malo, cariño? —preguntó su madre.

—No, para nada —respondió Briana.

—Yo sé que estás enamorada de él. ¿Cuándo le dirás tus sentimientos? —preguntó curiosa mientras caminaba de un lado al otro en la cocina.

—Mamá, no puedo. Lucía era mi mejor amiga, y...

—Pero lo que nunca entendí es, si ella sabía que a ti te gustaba tanto Lautaro, ¿por qué se metió con él? —preguntó su madre mirándola.

—No lo hizo a propósito. Ella también sentía algo por él, mamá, y nada, yo le di el paso y ella se quedó con él —explicó Briana.

—Eso me parece injusto, irracional —mencionó su madre mientras la apuntaba con la cuchara de madera.

—Da igual, mamá, ella ya no está aquí —dijo Briana.

—Tienes razón. ¿Y qué te dijo el tal Lautaro? —preguntó su madre.

—Me dijo, como siempre, que la extrañaba, que la amaba, que era incondicional, todas esas cosas hacia ella —respondió Briana.

—Y tú, ¿cómo te sientes con eso? —preguntó su madre.

—Un poco cansada, mamá. Siempre me habla de ella cada vez que tiene la oportunidad, creo que una parte de él me ve como si fuera Lucía —admitió Briana mientras se sentaba y colocaba una mano debajo de su mejilla.

—Quizás busca en ti algún rastro de su difunta esposa —sugirió su madre, y Briana coincidió mientras asentía un poco desganada.

—Hija, tienes que seguir adelante y olvidar a Lautaro —dijo su madre.

—No puedo, mamá —afirmó Briana.

—Cariño, todo va a salir bien, es solo cuestión de tiempo —comentó su madre, y Briana asintió un poco desganada. Quizás debía darle una oportunidad al amor, quizás no... no lo sabía. Miró su computadora de color rojo y se quedó pensativa.

Tenía un secreto oculto, uno que no había compartido con nadie, y sabía que no era apropiado hacerlo. Empezó a revisar algunas cosas en su correo y miró las cartas que Lucía le había enviado hace tiempo. Decidió leer una por una, pero primero se dirigió a su habitación. Su madre era curiosa y sabía que podía entrar sin problema, aunque la computadora tenía una clave. Siempre se preocupaba por bloquearla cada vez que se iba, pero esta vez la dejó encendida y empezó a leer.

—"Mi querida amiga Briana, como sabrás, estoy muy enamorada de mi amado Esteban. Le quiero con todo mi corazón", empezó a leer Briana en la primera carta. "Pero él es muy pobre, y a mí no me interesa alguien como él que sea tan pobre. Yo quiero seguir adelante, quiero explorar el mundo, tener mucho dinero y comprarme todo lo que yo quisiera. Pero Esteban no me brinda todo eso. Creo que lo mejor es dejarlo, ¿tú qué piensas? Para mí, como siempre, lo más importante es el bienestar económico. Creo que eso te hace feliz. Y no, no estoy siendo egoísta, no pienses eso al leer esta carta. Buscaré a alguien que me mantenga y me dé todo lo que necesito".

Briana suspiró y empezó a leer otra carta, sintiendo un pequeño dolor de cabeza.

Briana, en ese momento, solo podía pensar en lo egoísta que había sido Lucía en su momento. Luego leyó la segunda carta.

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