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3

ISABELLA

—Vaya... pero qué tenemos acá—tomé las fotos del ultrasonido—parece que crece sano y fuerte—asentí regresándole las fotos—bien por ti, Harry,—palmeé su hombro para pasarle a un lado—me invitas al Baby shower—sabía que eso le dolería, pero era lo único que quería todo este tiempo, infligirle todo el dolor qué me había causado a mi.

—Isabella—musitó intentando tomarme de la mano—espera un momento—sus ojos estaban vidriosos, en realidad me dio un poco de nostalgia cuando lo vi, pero no podía mostrarle debilidad, ¡no, Harry! Esta vez no te tendré compasión.

—Déjame en paz—me zafé de su agarre—espera que conozcas el mío, querido,—le guiñé un ojo y giré rumbo a la salida, creo que mis actitudes lo desconcertaban, ya que nunca le había mostrado mi lado malo, pero se lo merecía.

—Isabella—escuché un par de voces conocidas pronunciando mi nombre en unísono que me hicieron girarme, pues se trataba nada mas ni nada menos que el par de víboras de Trisha y Piper—qué cambiada qué estás—ambas me vieron de los pies a la cabeza—no habíamos tenido tiempo de verte.

—¿Y?—fruncí el ceño, pues hoy no andaba de buen humor qué digamos y menos para este par.

—Nos alegramos de verte—cómo siempre ellas de hipócritas—también sabemos que Harry ahora es profesor—lo dijeron con un tono tan picarón, sabía por dónde iría esa conversación así que tenía qué ser lo más cortante posible.

—Si, bien por el, ¿eso es todo lo que tenían que decir? Porque tengo una clase por recibir y creo que ya voy completa con el tiempo—volví a ver mi reloj.

—Pareciera que tienes algo en contra de nosotras—pusieron cara de un perro arrepentido—si es por...

—No hace falta que hablemos de eso—interrumpí su comentario—quizás en otro momento hablemos mejor, adiós—les di la espalda, lo único que quería en estos momentos era mantenerme lejos de personas falsas como ellas, aún recuerdo muy bien cómo era ese imbécil de Trevor, qué gracias al cielo está preso o de lo contrario ese sujeto estuviera peor que Harry de acosador. Legué al aula, luego de solo salir al pasillo, afortunadamente no habían puesto tanta atención los alumnos, me senté en el mismo lugar de siempre, Alberto me había dado una mirada interrogante. Quizás quería saber si estaba bien luego de la repentina salida del aula. Harry estaba con la cabeza gacha, quizás avergonzado. Pero es que ya no podía lastimarme más. Me había dolido. Y quizás vino tarde porque estuvo con Helena en el doctor.

TREVOR

—Vamos, Garra, tu puedes—desde qué vine a la cárcel me gané el respeto de los demás presos, me habían llamado "Garra" era un sobrenombre que me gustaba, ya había explotado en mi totalidad, tenía más tatuajes en mi cuerpo y había tenido alrededor de cuatro castigos en la celda de tortura por haber asesinado a dos presos, de esa forma pensé que me podría ganar el respeto de todos en este lugar, era joven, pero era el líder de mi pandilla, de hacía lo que yo quería y esa sensación de jefe me gustaba—¡Bravo!—hemos estado jugando al básquetbol y con mi tiro de tres habíamos ganado.

—Desde qué viniste a este lugar nos has ayudado mucho—Bastián era uno de mis mejores amigos, siempre estaba conmigo, pues él se encargaba de conseguir toda la información que queríamos, drogas, entre otras cosas.

—¿Qué has averiguado?—teníamos algo pendiente, aunque ya tenía bastante tiempo acá no me olvidaba de lo que me habían hecho ciertas personas allá afuera.

—Al parecer esa chica qué me dijiste ha regresado a la ciudad con su novio y también ese otro sujeto, el abogado, pero ¿qué piensas hacer con esa información, Trevor?—cuando escuché eso fue como una pequeña melodía en mi cabeza, tenía tantas ganas de salir de este maldito lugar y vengame de todos ellos, especialmente de esa maldita perra, juro que cuando la tenga entre mis manos la haré mía y luego de eso la pasará muy, pero muy mal—¡Trevor!—Bastián había chasqueado sus dedos frente a mi haciéndome salir de mi estado de trance—¿Qué mierdas estás pensando?

—Nada—le sonreí—vamos a la celda, tengo un poco de hierba, ¿quieres?—enganché mi brazo en su hombro.

—Vamos, hace tiempo que no me invitas a fumar.

—¿Qué han dicho?—un policía al parecer nos había escuchado—¿de qué estás hablando, Trevor?

—De nada qué te importe—lo fulminé con mi mirada—siempre están por ahí husmeando todo—lo empujé y empezó una gran pelea, sabía que después de esto sería castigado, pero la verdad que ya nada me importaba, no tenía nada más que perder.

HARRY

Tenía que hacer algo pronto, el rechazo que tenía de parte de Isa me estaba quemando el alma, sentía que las esperanzas se me estaban esfumando, creo que si seguía así tendría que regresar a la cabaña de donde jamás debí salir, me dirigí al aula de clases, ya todos estaban en sus pupitres. Miré de reojo a Isa en cuanto entre, o podía dejar de pensar en ella, era la mujer de mi vida y desde que entró a este corazón solo ha habido espacio para ella, sé que el haber aceptado el trabajo acá me haría bien y mal a la vez, pero ahora se estaba tornando un poco incómodo sentir ese maldito rechazo todos los días.

—Buenos días, jóvenes—entré y coloqué mi maletín encima del escritorio—Hoy tendremos una actividad bastante sencilla—tomé un marcador y escribí algunas cosas en la pizarra—se trata de analizar un poco a fondo las cosas que alguna vez los hicieron sentir tristes, pueden sacar una hoja, no es necesario escribir su nombre, pero sí, escriban todo eso que los afectó en su momento—todos tomaron una hoja en blanco y empezaron a escribir un poco—traje esta bolsa—la saqué del maletín—al final tomaremos los papeles de cada uno de ustedes de forma aleatoria y yo trataré de dar algún tipo de opinión o consejo a quien escribió eso.

—Una pregunta—dijo Isabella, me extrañaba qué había tomado la palabra.

—Claro—le cedí la palabra.

—Este ejercicio ¿también lo hará usted, querido profesor?—todos en la clase estaban murmurando qué lo hiciera.

—Claro, por mi no hay problema—tomé un bolígrafo y empecé a escribir.

El tiempo había transcurrido y creo que ya era el momento de tomar las notas de los chicos, me levanté del escritorio con la bolsa en mano, caminé por cada fila del aula, los chicos introducían sus notas y justo al momento de pasar por el lugar de Isa sentí ese escalofrío, escalofrío de impotencia de tener tan cerca a la mujer que tanto amo y no poder hacer absolutamente nada. Llegué al escritorio, agité un poco la bolsa cómo una tómbola.

—Bien, creo que ya podemos empezar con el ejercicio. Alberto—lo llamé—pasa primero tú,—se levantó de su pupitre y tomo una de las notas—por favor léela—asintió, al parecer el chico estaba un poco nervioso.

—Una de las cosas que más me han acomplejado por toda la vida ha sido mi físico, quizás las personas me ven diferente a cómo yo me veo, pero ha sido un fantasma por todos estos años, ¿Cómo podría mejorar? Siento que a mi pareja le dejaré de gustar si sigo así—fue lo que decía la nota que había leído Alberto.

—Muchas gracias por ayudarnos, Alberto, ve y toma asiento. ¿Qué pueden decir las mujeres de acá?—pregunté—¿a quienes de acá le parece que el físico es lo elemental en una relación?

—Claro, maestro, usted no tiene problemas de eso—un chico del fondo había hablado.

—No es necesario tener un buen físico para no tener problema, créeme jovencito, pero bueno, ¿entonces? Opinen chicos.

—Para mi el físico no es importante en una relación—una chica rubia se había puesto de pie—creo que la mujer que se interese en eso no tiene nada en la cabeza, nosotras las mujeres necesitamos un hombre que nos proteja, nos ame y no nos mienta, al menos yo con eso estoy feliz, por supuesto que sea inteligente, no nos gustaría andar con alguien que no tenga nada en la cabeza ¿o no chicas?—la mayoría de las mujeres que estaban acá habían asentido.

—Buena respuesta—les dije llevando la nota al cesto de la basura—espero que la persona que escribió eso se haya dado cuenta que a las mujeres les gusta otra cosa, bien vamos a ver qué dice este otro.

—Léalo usted, profesor—comentó un chico que tenía al frente—también tiene derecho de leer y participar en la clase—lo tomé y cuando lo abrí perfectamente pude distinguir qué era la letra de Isabella, maldita sea, creo que el destino no estaba de mi lado qué digamos, pero tenía que leerlo, veremos qué dice.

—Cuando entregas tu corazón a alguien solo lo haces una vez en la vida, yo lo hice, me entregué en cuerpo y alma por alguien que me traicionó desde un inicio, ha destrozado los mejores sueños que llegué a imaginarme con el, ¿hay solución para eso?—tragué grueso porque sabía que yo era el responsable de todo esto, por supuesto que no me lo perdonaba, sabía muy bien qué todo esto me lo dedicaba.

—Ese caso sí que está muy difícil—dijo una chica de tez morena—al menos si yo estuviera en el lugar de esa persona no podría perdonar a ese tipo, nosotras las mujeres somos bien selectivas a la hora de entregarnos, no como los hombres qué con cualquiera lo hacen y si esa chica consideró al amor de su vida a esa persona, seguro que la debe de estar pasando muy mal, lo elemental en una relación es la confianza a parte del amor, y si él falló creo que ahora tendrá que ser responsable de sus actos—lo único que hice fue asentir de que tenía razón, me había comportado como un imbecil, ni siquiera tendría nada que opinar respecto a esto.

—Muy bien, señorita, pasaremos a Isabella,—ella se señaló a sí misma—si, pase adelante, señorita Fox—tomó uno de los papeles y vi qué era el mío, ¿es en serio? Más coincidencia no podía haber, no se qué le pasa al destino, pero no estaba de mi lado.

—He amado solo a una mujer, tuve relaciones pasadas, pero nunca me había entregado como lo hice por ella, todo este tiempo mi cuerpo y mi mente han podido conocer solo el roce de esas manos, aunque ella no esté conmigo y no me de esperanzas me quedaré sólo, no pienso pertenecerle a nadie más, mi corazón y mi vida están atadas a ella aunque no lo crea, ¿creen que merezco una segunda oportunidad?—ella me quedó viendo, esta vez sus ojos se tornaban brillosos, sabía que en el fondo mis palabras le habían llegado, era la verdad, todo eso y más sentía por Isabella, no había mujer que estremeciera el mundo como ella lo hacía cada vez que estábamos cerca.

—Awww qué romántico—varias de las chicas que estaban ahí se habían tomado del mentón haciendo una carita de cachorro—hombres como él quisiéramos en nuestra vida, yo sin duda lo perdonaría, bueno, eso también depende de las cosas que pudo hacer, pero se ve que ama mucho a esa chica, pareciera un cuento de fantasía, lástima que mi novio es un simplón—la chica negó con la cabeza.

—Gracias por su participación, señorita Fox,—pareciera que el tiempo se había detenido cuando nuestras miradas estaban chocando, sabía que entre nosotros aún habia mucho amor, pero en su momento tendría que aceptarlo. El timbre sonó y todos habían salido uno a uno, una vez más quería hablar con ella, pero creo que no sería tan insistente o de lo contrario terminaría de enojarla.

NOAH

—Espero estés listo para esta noche—Ricky me había llamado—recuerda no tener miedo para estas cosas, yo estaré contigo todo este tiempo, así que no quiero errores, sabes muy bien cómo es nuestro jefe y le gustan que hagan las cosas como él quiere—colgué al ver que venía Isabella cerca.

—¿Pasa algo, cariño?—frunció el ceño, ella era muy perceptiva de las cosas que pasaban conmigo, no sé si era una especie de superpoder, pero tenía la habilidad de interpretar hasta mi leguaje corporal.

—Nada, amor,—le di un beso en la mitad de su frente—más bien cuéntame cómo te fue con tu querido profesor, ¿No hizo algo indebido? Porque si lo hizo ya mismo puedo ir a darle su lección.

—Tranquilo, Noah, te dije que no pasa nada en esa clase, deberías de confiar en mí qué no haré algo a nuestras espaldas, espero que tú también hagas lo mismo—me sentí mal en el fondo porque le estaba ocultado algo y algo muy serio, pero lo hacía por ella, quería darle todo lo que se merecía y con el salario de algún trabajo común por ahí, creo que no me daría para consentirla, ademas que estoy pensando en casarme con ella y quiero hacerlo a lo grande, como siempre lo soñé.

—¿Qué haras ahora por la tarde?—me preguntó mientras caminaba a mi lado.

—Creo que iré por otro anuncio que estaban buscando a un ayudante en un taller mecánico—mentí, maldita sea, no me gustaba hacerlo—así que no me esperes que llegaré a tiempo para la cena—sonreí para despistarla.

ISABELLA

    En cuanto salí de clases me dirigí hacia el trabajo, esta vez esperaba que Harry no viniera aquí haciéndose pasar por otra persona. Igual tendría que estar muy atenta. A cada persona que le servía un té o un trozo de pastel, le tenía que ver bien la cara. Hubo un momento en que estuvo vacío así que aproveché para ver los libros que tenía en la librería, habían muchos que me llamaban la atención, eran interesantes. Antes de cerrar vino una pareja, era una chica rubia y un chico bastante atractivo. Tenía el pelo negro y parecía intimidante.

  —Hola —me dijo la chica— ¿nos traes dos cafés por favor?

  —Claro —asentí. Ellos se sentaron en unas sillas cerca de la ventana frente al mar. Preparé el café, los serví en dos tazas de esas que cambiaban de color respecto al animo y se los llevé.

  —Aquí tienen —puse cada taza frente a cada uno—¿necesitan algo más?

  —No, así estamos bien —me sonrió la chica.

  Me devolví a mi lugar, me parecía que hacían bonita pareja, parecían sacados de un libro. Me senté y ojeé uno de los libros, espero que a Violeta no le moleste. Cuando miré a la pareja las dos tazas estaban rojas, ese color significaba que estaban enamorados. Sonreí para mi misma, además de que me dio un poco de melancolía.

  —Usaste las tazas mágicas —Violeta apareció junto a mi, dándome un susto.

  —Me asustaste —llevé una mano a mi pecho.

  —Lo siento.

  —Me pareció buena idea usarla con ellos, me dieron buena vibra.

  —Espérame aquí, iré a traerte algo —Violeta se fue. El chico me hizo seña de que le llevara la cuenta. Me puse de pie y me dirigí hacia ellos.

  —Son quince dólares.

  —Aquí tienes —el chico me dio un billete de veinte—quédate con el cambio.

  —Gracias —al menos eran cinco dólares, no como Harry que me quería dejar más de cien. Eso sí era exageración.

  —¿Como te llamas? He venido aquí estas últimas semanas y no te había visto —me dijo la chica mientras los dos se ponían de pie. Olían bien, como a bosque mezclado con flores. Bueno, la chica.

  —Me llamo Isabella —respondí.

  —Mucho gusto, Isabella, yo soy Carolina Lane y el es mi esposo Kayler Brown. Espero verte por aquí seguido —me tendió la mano así que se la estreché. El chico solo me sonrió en forma de saludo.

  —Por aquí estaré —sonreí.

  —Nos vemos.

  Ellos dos salieron del local tomados de la mano y se dirigieron a su jeep negro estacionado en frente. Sus nombres me parecieron familiares, pero no sabía de donde.

Limpié la mesa y me dirigí hacia donde estaba sentada recién.

  —Isabella, tengo un regalo para ti —Violeta apareció por la puerta—Son para ti —puso dos tazas mágicas en color negras ahí.

  La miré.

  —¿Qué? ¿Por qué?

  —Son un regalo, acéptalo por favor —pidió—Puedes quedarte una y la otra se la das a esa persona especial, quizás a tu novio.

  Las tomé, estaban en una bolsa así que saqué una. Primero se puso roja pero luego volvió a negra. Era tristeza.

  —¿Estas triste? —quiso saber Violeta.

  —No —guardé la taza de nuevo para que no me siguiera exhibiendo.

  —Cuando necesites hablar con alguien aquí estaré —puso su mano encima de la mía.

  —Gracias —sonreí.

  —Puedes irte ya —me dice— Hoy cerraremos temprano, tengo una cena con mi familia —se quitó su delantal. Miré el reloj: eran las ocho apenas. Faltaba una hora para mi salida.

  —Está bien, dejaré todo ordenado.

  —No te preocupes por eso, ya lo hago yo.

  —Está bien —busqué mi bolso y guardé las tazas. Me quité el delantal y me despedí de Violeta. Nos estábamos haciendo amigas más pronto de lo que pensé. Eso me gustó, quería rodearme de personas que me dieran buenas vibras y que me trasmitieran paz. Violeta me transmitía cosas buenas. Las tazas parecían ser muy acertadas. Mi responsabilidad era darle una a Noah porque él era mi novio pero en el fondo no quería, sabía que solo había una persona especial en mi corazón y ese era Harry para mi desgracia.

  Al salir a las calles oscuras saqué mi celular y le marqué a Noah, pero este simplemente no contestaba. ¿En donde estará? Solo quería avisarle que salí más temprano y que no venga por mi a las nueve. Pero no lo cogía, no podía esperarlo aquí una hora más. Tenía hambre. Empecé a caminar por las oscuras y solitarias calles, el departamento quizás estaba a quince minutos a pie. Aferré mi bolso a mi mientras sentía escalofríos recorrer mi cuerpo producto del frío. Se venía una ventisca helada a veces, eso me avisaba que llovería dentro de poco y ni siquiera había traído un paraguas. Cuando iba quizás a medio camino sentí pasos detrás de mi, me giré para saber si venía alguien detrás de mi, pero solo había un tipo muy extraño hablando por teléfono. Seguí caminando pero seguía sintiéndome seguida, giré de nuevo y volví a ver a ese tipo, ahora venía detrás de mi con las manos metidas en los bolsillos delanteros de su pantalón. Me dio mala espina.

   Seguí caminando más rápido, el corazón me empezó a latir más a prisa por pensar que sería algún ladrón. ¿Qué hago? ¿Y si me detengo para que pase él primero? Ya sé, mejor me cruzo a la otra calle. Me fijé para ambos lados y, como no venía coche, me crucé. Pero para mi desgracia el tipo también se cruzó, cuando quise correr unos brazos me tomaron de la cintura, cargándome, pero cuando quise gritar me cubrió la boca.

  —Shhh —susurró en mi oído. Gemí queriendo gritar pero nadie pasaba por aquí, nadie me escucharía. —Tranquila, no te haré daño —susurró, manoseándome. —Solo quise darte una advertencia, ¿recuerdas a Trevor? —preguntó. Las lágrimas estaban saliendo, estaba muy asustada, me sentía muy nerviosa porque no sabía qué me haría este tipo. —Pues te manda saludos, quiere que lo visites pronto. También me dijo que te dijera que no se olvida de ti —me lamió la cara. Me dio un asco terrible. —Aunque pensándolo bien podría hacer ciertas cosas contigo.

  Gemí más fuerte, queriéndome zafar, pero en cuanto puso una navaja frente a mi y cerca de mi cara me quedé quieta y paralizada.

  —Tú y yo nos vamos a divertir.

  Quería gritar ayuda, pero no podía.

HARRY

   Estoy mal, muy mal, no puedo estar siguiendo a Isabella todo el tiempo. Pensará que soy un acosador y es lo que menos quiero, pero es que no puedo vivir sin ella. ¿Es preocupante? Quizás debería de asistir a un psicólogo, no quiero llegar al punto de obsesionarme. No puedo perder la cordura. Estaba sentado en la arena frente al mar, mirando las estrellas. Cerca estaba el local del trabajo de Isabella, quizás sólo estaba esperando que saliera. Sin embargo, cuando miré pasar a su jefa por la acerca miré mi reloj: apenas eran las ocho. ¿Será que hoy salió temprano? Me puse de pie y me dirigí a mi coche, cuando arranqué y pasé cerca del lugar no había nadie. Estaba cerrado ya. Genial, perdí mi oportunidad de verla. Arranqué, iría a buscar a Louis, necesitaba a un amigo con quien hablar, hace mucho que no lo hacía. Iba a medio camino cuando de pronto miro a un tipo forcejeando con una chica, y no era una chica cualquiera, era Isabella ¡mi Isabella! Aceleré y frené de golpe, eso hizo que el tipo se pusiera en alerta. Salí del coche dispuesto a darle una golpiza a ese imbecil. Él lanzó a Isabella al piso y salió corriendo, pensé en seguirlo pero una voz me detuvo.

  —¡No te vayas! —me giré a Isabella, estaba tirada en el piso, llorando. Me agaché a ella.

  —Isabella, ¿estás bien? ¿No te hizo nada? Dime cómo era ese imbecil, lo encontraré y lo mataré.

  —No, estoy bien —sollozó— solo me asustó. —La ayudé a ponerse de pie, estaba muy nerviosa, se miraba.

  —Ven —puse su cabeza en mi pecho y la abracé, mi corazón latió más a prisa por volver a tenerla así de cerca de nuevo. —Tranquila, ya pasó. Estoy aquí.

  —Tuve mucho miedo —sorbió su nariz— Pensé que me haría algo malo.

  —No lo hubiera permitido.

  —Harry, fue... mandado por Trevor —terminó de llorar.

  Me puse rígido y el odio corrió por mis venas.

  —¿Estás segura?

  —Él me lo dijo.

  Maldito imbecil, me las pagará.

  —Ven conmigo —la dirigí al coche e hice que se adentrara al asiento copiloto. Para mi suerte lo hizo. Rodeé el carro y me monté al principal, arrancando.

  —Quiero que te tranquilices, ¿vale? —me dirigí a una heladería que estaba a solo unos metros más y me estacioné.

  —Un helado te hará bien —le sonreí. Nos bajamos, Isabella se limpió las lágrimas, creo que estaba fuera de sí, porque si fuera cien por ciento ella ya me hubiera dicho de todo y se hubiera ido. Al menos está conmigo. La encaminé hacia dentro y nos sentamos en unas sillas del fondo.

  —Gracias por salvarme —me dijo, tenía las manos temblorosas.

  —Siempre estaré ahí para salvarte —le hice saber, poniendo mis manos encima de las suyas, para que se tranquilizara. Era consciente de los problemas de ansiedad que Isabella padecía. Y quería estar ahí para ella, aunque me odie. —¿De qué sabor quieres tu helado?

  Sorbió su nariz y me respondió:

  —Chicle —respondió— Pero espera... —sacó dos tazas negras de su bolso y me las dio— Que te los echen aquí.

  —Está bien.

  Me dirigí a pedir mis helados, como pidió Isabella, le dije a la vendedora que los echara en las tazas extrañas de Isabella. Quería darle gusto en todo. El chico me dio las tazas con los helados, el de Isabella y el mío eran de chicle, sí, había pedido uno igual. Cuando regresé con ella le di su helado.

  —Gracias —empezó a introducir la cuchara y a comer. Así mismo yo. Me parecía increíble que los dos estuviéramos aquí comiendo helado y no estuviéramos discutiendo. Tenía miedo de que volviera a ser ella misma de nuevo y se vaya de mi lado. Quería aprovechar este pequeño momento.

  La taza de Isabella se estaba tornando roja, lo cual me pareció extraño.

  —Tu taza —le dije.

  Ella se fijó en su taza y me pareció que se sonrojó, pero luego miró la mía: estaba roja igual. No sabía qué significaba. Pero parece que Isabella sí.

  —¿Qué pasa? —quise saber.

  —Cuando se ponen rojas es porque estás enamorado —explicó sin mirarme. Lo que dijo me dio esperanzas, porque su taza también estaba roja. ¿Eso significa que aún me ama? Las esperanzas y ilusiones volvieron a mi. Aunque no sabía si hacerle caso a una taza, pero viniendo de Isabella creería todo.

  —La tuya está roja igual. —comenté.

  —Estará averiada —mintió, sabía que mentía. Pero no quise decirle nada ni presionarla.

  —Gracias por esto. Me siento mejor —terminó su helado.

  —Haré lo posible para encontrar a ese tipo y lo haré pagar —le hice saber.

  —Como sea. Quiero irme a casa.

  Volvió a ser ella. Mi sueño había durado poco.  

  —Está bien —le intenté dar la taza.

  —Quédatela —me dijo.

  —¿De verdad?

  —Como un regalo por salvarme. —tomó su bolso y la taza.

  —Gracias.

  Al salir del local entramos de nuevo al coche, íbamos en silencio, ella porque sé que volvió a odiarme y yo porque no quería agobiarla, había pasado por un mal momento y no era adecuado decirle otras cosas. Me había bastado con haber tenido un pequeño momento con ella.

  Cuando me estacioné frente a un pequeño edificio supe que era donde vivía.

  —Gracias —salió rápidamente y se adentró.

  Lo único que había quedado de ella era la taza que me había regalado, creo que esta será mi taza favorita a partir de ahora.

  Respiré profundo y manejé a casa.

ISABELLA

   A la mañana siguiente me desperté temprano, no había dormido bien por lo sucedido esa noche. De suerte que estaba Harry para defenderme. No quise contarle a Noah porque no quería preocuparlo, además de que tendría que decirle la parte de Harry siendo héroe. Y no, mejor evitar discusiones. Agradezco que Harry haya estado ahí sino no sabría qué me podría haber hecho ese tipo. Noah seguía dormido, había venido tarde anoche así que no quise despertarlo. Me bañé y me vestí, tenía mi clase de yoga, eso me ayudaría a relajarme un poco. Salí de casa, busqué un taxi y me dirigí hacia mi clase. Tendría que ver a Harry de nuevo en clases, solo espero que lo que pasó ayer no lo confunda y crea que lo perdoné, porque no es así.

HARRY

Despertar sabiendo lo que había hecho por Isabella me hacía sentir bien, creo que de esa forma le estaba demostrando lo mucho que aún me importa y que no hay mujer en mi vida que me enamore como lo hace ella, esperaba que el día de hoy fuera de esos días en que me sintiera muy feliz. Los rayos del sol iluminaban toda mi habitación, las paredes eran blancas y se sentía la calidez, pero no como cuando Isabella dormía conmigo. Miré la cama acordándome de todas las cosas que hicimos antes, pero a la vez también se me venían a la mente que ella dormía con ese estúpido de Noah, que por cierto aún no lo he visto, justo cuando Isabella lo necesitaba fui yo quien apareció, espero haber ganado puntos con eso.

Me dirigí al ropero, hoy quería ir bastante casual, no quería llevar el típico saco de siempre, quería que los chicos empezaran a entrar con más confianza, también me estoy acordando del ejercicio que hice ayer, fue bueno conocer los sentimientos que alberga el corazón de Isabella. Tomé unos vaqueros de mezclillas, una camisa de color blanco y unos converse, además de mi reloj y unas cuantas pulseras de cuero.

Tomé un pequeño baño y mientras me refrescaba bajo el chorro estaba pensando en Isabella; creo que tendría que invitarla a salir, todo es que ella acepte y que su noviecito no ande rondando cerca. Abotoné el último botón de la camisa, creo que mi combinación era muy buena pues la verdad yo tenía gustos para vestirme; en aquellos tiempos seguramente no estuviera soltero porque era una persona un poco inmadura y carecía de ciertas cosas que hoy tengo de sobra y todo eso se lo debía a Isabella pues ella era la protagonista de mi vida.

—¡Pero qué elegante que va, señor!—Martha me elogiaba cuando bajé las escaleras, ella estaba en la cocina y sea que estaba cocinando se sentía un olor muy agradable.

—¿Tú crees?— me volví a ver de pies a cabeza.

—Por supuesto que sí, sabe perfectamente que es un hombre bastante atractivo y que cualquier chica pudiera derretirse frente a usted— hasta yo me había sentido sonrojado con las palabras de Martha, pero así mismo quisiera escuchar hablar a Isabella.

—Gracias, por cierto, ¿que estás cocinando? se siente muy rico, creo que desayunaré— me senté en una de las sillas del desayunador, tomé una revista que estaba encima y empecé a bajarla mientras Martha terminaba el desayuno.

—¿Y qué tal van las cosas con Isabella?— preguntó mientras removía algo con el cucharón— Porque ahora que usted es el maestro, supongo que ahora está más constante con ella y esas son buenas noticias— me quedó viendo con aquella mirada picarona.

—Te quisiera dar buenas noticias, pero la verdad es que Isabella creo que no está dispuesta a perdonarme por lo que hice y la comprendo— le dije colocando la revista y viéndola—no es fácil aceptar que tengo un hijo y una ex esposa que siempre está en comunicación conmigo, si yo me pusiera en su lugar estuviera muerto de celos e incluso me dolería cada vez que ella visite a su ex.

—Así es, para ella ha sido un golpe muy duro y la conozco bastante porque cuando trabajó en esta casa me confesó muchas cosas que hasta el momento no se me olvidan, pero no se preocupe —intentó animarme— si en verdad usted la ama demasiado esperará el momento oportuno para que ese amor resurja, siempre he dicho que en la vida hay un amor esperando por nosotros y aunque pase el tiempo y la distancia eso no cambiará nada, bien dice el dicho, señor Lee, "lo que está para ti nadie te lo quita"— agradecí en ese momento haber contratado nuevamente a Marta pues ella no solamente era una empleada sino una amiga más.

—Martha, una pregunta ¿cuántas personas viven en tu casa?— quise saber ya que nunca me había tomado la libertad de preguntar las necesidades que pasaban mis empleados, creo que de ahora en adelante debería de ser más consciente con las personas de acá, yo tenía mucho dinero y gastaba en otras cosas que no eran tan productivas así que si me tocaba invertir en la familia de mis trabajadores con gusto lo haría.

—¿En verdad quieres saber eso, señor? me parece un poco penoso—hizo puchero— nosotros somos bastante pobres y no me gustaría contarle ciertas cosas— al parecer estaba avergonzada.

—Vamos, Dímelo sin pena, no es para nada malo, al contrario— le sonreí para hacerla entrar en confianza— Sólo quiero saber cómo están viviendo por ahí para cubrir algunas necesidades que se tenga y desde ya te digo que no te opongas por favor.

—Qué pena con usted, señor, pero este momento estamos pasando por una situación un poco tensa—bajó la cabeza—pues mi madre ha estado un poco enferma y yo le estado enviando el dinero que pueda, pero como sabrás, no siempre se gana bien, hasta hace poco que entré a trabajar con usted, pero cuando estaba en ese café yo no ganaba mucho y lo único que dejaba era para mis gastos personales— creo que era la primera vez que uno de mis empleados se sinceraba conmigo y me sentí mal porque quién sabe desde cuando han estado pasando necesidades y yo he estado presente, sin embargo no los había apoyado.

—No te preocupes— palmeé su hombro— desde ahora en adelante todos los gastos médicos yo lo cubriré así que llama a tu madre en este momento y dile que puede ir  a cualquier hospital muy bueno, luego me mandas todos los datos, por cierto, creo que mejor me llevaré la comida empacada, ya voy tarde—me fijé en el reloj—por lo general el tráfico a esta hora es bastante pesado— ella sacó un plato desechable, echó un poco de la comida que había preparado, la envolvió en papel aluminio y la metió en una bolsa— gracias, Martha,—le hice Piojitos.

NOAH

Maldita sea una vez más me levanté tarde y no llegaría a tiempo a mi primera clase por más rápido que fuera, no sé qué es lo que me está pasando, pero estoy descuidando la universidad y también a Isabella, ahora con este trabajo me consume demasiado tiempo tanto así que sólo vengo a caer y ni siquiera me da tiempo de despertar al mismo tiempo con ella, pero no me podía echar atrás, de lo contrario no tendría dinero para Sorprender a Isabella, además, ese maldito de Harry está rondando muy cerca de ella, ya que voy no tengo muchas cosas que hacer así que pasaré por su aula, veré cómo se comporta ella con ese desgraciado.

Me levanté a la refrigeradora, tomé un tazón y un poco de leche y encima un poco de cereal, no había nada en la refrigeradora y tampoco tenía tiempo para estar cocinando, en la universidad compraría algo. Sentí una vibración en el bolsillo, me fijé en el celular y era Ricky, fruncí el ceño cuando vi que era él, no tenía ánimos para atender sus llamadas y mucho menos esos negocios así que lo ignoré por un momento, volvió a llamar pero no estaba dispuesto a responderle, pero dejó un mensaje:

Lo que sea que estés haciendo por favor ponte en contacto conmigo lo antes posible, necesitamos hacer otro trabajo hoy y creo que habrá una jugosa recompensa si lo hacemos bien.

Una de las cosas que me estaba empezando a cansar es que ahora que tenía este trabajo no me podía salir y lo peor de todo es que conocían absolutamente todo de mí desde mi dirección, número de celular, cuenta bancaria y hasta la existencia de Isabella, así que no tenía más remedio que obedecer.

ISABELLA

—¿Estudiaste para la prueba que hay hoy?—me preguntó Alberto repasando algunas cosas en su cuaderno.

—¿Prueba?—volteé a verlo, ni siquiera me acordaba que tenía pruebas en otras clases que estaba pendiente de otras cosas que pase por alto eso.

—Si, acuérdate que el profesor nos dijo que hoy iba aplicar esa prueba y que tenía un gran valor, no recuerdo si eran veinte puntos o treinta, pero algo así dijo— siguió repasando una y otra vez en su cuaderno, mientras tanto, yo me sentía mal pues no era justo que yo estuviese descuidando algunas cosas de mis estudios, se supone que tendría que salir adelante no estancarme.

En ese momento una silueta de un hombre había atravesado la puerta principal del aula, esta vez Harry había aparecido con otro tipo de vestimenta, se mira más casual y no podía negar que se miraba muy sexy, además empuñé mis manos cuando las demás alumnas lo estaban viendo de pies a cabeza, sabía que sólo estaban comiendo con los ojos y me enojé conmigo misma ya que no entendía por qué sentía tanto celos hacia el, si se supone que dentro de poco tiempo yo formalizaría mi relación con Noah.

—Buenos días, jóvenes—saludó, como siempre tan alegre y por supuesto había algo que me daba un poco de gracia y era ese peinado hacia un lado, se miraba tierno y formal— El día de hoy terminaremos el ejercicio que estábamos haciendo ayer así que no perdamos el tiempo y retomemos la actividad con la Bolsa con todas las notas de los demás estudiantes y volvió a hacer el mismo ejercicio.

La clase había finalizado y los alumnos iban saliendo, Alberto se me había adelantado un poco creo que él se sentía más tranquilo porque había estudiado lo suficiente para esa prueba, lo único que me quedaba en ese momento era hacerme un poco cerca de él para que me pasara copia, sabía que era malo hacer este tipo de cosas pero esta vez creo que estaba justificada

—¡Harry!—lo llamé antes que también saliera, habíamos quedado solos en el aula— Discúlpame por cómo me porté ayer, pero no me ha dado tiempo de agradecerte por todo lo que hiciste esa noche, si no ha sido por ti creo que ese sujeto hubiera hecho algo.

—No te preocupes por eso, sabes muy bien que yo estaré para ti todo el tiempo, te lo he dejado claro desde un inicio, pero lo qué pasa es que por tu enojo no lo has notado— intentó tomar mi mano, sentí ese choque eléctrico entre las yemas de los dedos— me preguntaba si te animarías a comer conmigo como a mediodía, hay un restaurante bastante sencillo por acá y me gustaría invitarte esta vez, no lo veas como una propuesta o una cita, simplemente necesito hablar ciertas cosas contigo—Tragó grueso, pues no sabía ni qué responder en ese momento, en el fondo sentía la necesidad de hablar con él también, creo que ya me había hecho sentir mal en algunos momentos pero siempre el orgullo me dominaba y creía que estaba haciendo lo correcto, creía que haciéndolo sufrir una y otra vez me desquitaría por las cosas que me había hecho.

—Está bien—acepté—pero por favor no dilatemos mucho porque tengo que trabajar y vehículos no tengo.

—Si quieres...

—No, por supuesto que no—intervine antes que él terminara la frase—el hecho de que acepte almorzar contigo no quiere decir que te estoy dando falsas esperanzas y desde ya te lo quiero dejar muy claro, antes que hayan malos entendidos— su rostro se tornó un poco serio pero siempre entre nosotros tenía que haber una distancia, me conocía muy bien y sabía que si yo le daba alas a mis sentimientos terminaría rota.

—Está bien,Isabella, pero no arruines el momento, sal,— tendió su mano para que yo saliera de primero y justo detrás venia el.

Me adelanté un poco porque se miraría un poco raro que fuera a su lado, las miradas definitivamente estarían puestas sobre mí y era lo menos que quería, no quería llamar la atención de nadie.

—¡Apúrate, Harry!—le dije mientras estaba esperando en la puerta del copiloto atenta a todo lo que me rodeaba.

—Isabella, no es para tanto, ni que fuéramos a hacer algo malo, simplemente vamos a comer— abrió el coche y entramos, al menos estando dentro me sentía un poco más aliviada, ni yo se porqué había aceptado almorzar con el.

NOAH

Vaya, vaya... justamente a la hora que había llegado a la universidad claramente vi cuando Isabella subió al coche de ese estúpido, no me podía quedar de brazos cruzados así que giré en el parqueo para seguirlos en el coche, sabía que entre ellos dos algo estaba pasando, no me podía tragar el cuento del papel del alumno y el profesor pero espero que Isabella tenga una buena explicación para todo esto, tan solo he confiado en ella y me sale con esto. No era justo para mi, cuando me desvelo por darle un mejor futuro, tenía planes hasta de casarme, ¿será que me es infiel? Me preguntaba una y otra vez mientras iba detrás de ellos, estaba muy furioso, con justa razón, cualquiera en mi lugar se pondría así. Hasta que finalmente el coche de ellos se había detenido en un restaurante que estaba bastante cerca, claro, iban a almorzar como par de Tortolitos y yo acá Como un estúpido pensando siempre en ella, de esta forma me paga, definitivamente soy el hombre más afortunado de esta vida, de igual forma estacioné el coche frente a ellos, gracias a los vidrios polarizados que tenía mi coche no era posible que me vieran. estaba atento a cualquier movimientos para encontrarlos en el acto.

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