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Capítulo 3

Desde el escenario, Bella vio la reacción de los chicos, pero no podía ir tras ellos, debía terminar con su pequeño espectáculo.

Su corazón le palpitaba con nerviosismo.

¿Qué sucedió?

Terminó la última canción y bajó de la plataforma corriendo hasta su mejor amigo. Lo tomó del brazo y lo haló hasta la cocina.

― ¿Qué sucedió? ―preguntó ella, André no necesitaba que especificara para entenderlo.

―Creo que dije algo que les molestó ―dijo cerrando los ojos, solo esperando la reacción explosiva de Bella.

― ¡¿Qué les dijiste?! ―le gritó molesta tal y como lo esperaba.

―Que tu vivías conmigo, creo que lo malentendieron ―dijo en tono callado, más como una confesión.

―Deben de haber pensado que tú y yo somos... ¿Por dónde se fue Ben? ―preguntó de pronto tomándolo del cuello de su camiseta.

―Al jardín ―contestó él.

―Cúbreme en el restaurante, iré a buscarlo.

Bella soltó a André y salió corriendo por la puerta trasera del restaurante, miró a su alrededor pensando a dónde podían haber ido. Caminó por entre los jardines, visualizando cada rincón, hasta que llegó a la pequeña laguna artificial. Desde lejos pudo ver a Ben, a la mitad del puente sobre el lago, mirando al agua sin emociones.

Suspiró, caminó hasta él intentando saber que decirle, debía admitir que se sentía algo intimidada por su nueva apariencia.

Aun cuando estuvo a su lado él no dejó de mirar el agua, se paró a su lado y respiró profundo, mirando su cuello.

―Si no tiras una moneda tu deseo no se cumplirá ―dijo ella más tranquila de lo que esperaba.

―Yo no... Olvídalo ―negó aun si alzar a mirarla―. Debí suponer que encontrarías a otro en todo este tiempo.

―Ben... ¡Mírame! ―le ordenó ella, él obedeció, solamente alzando su vista para encontrar sus miradas― El amor verdadero aguanta todas las cosas, lo que sea, incluyendo el tiempo y la distancia.

― ¿Entonces qué es este chico? ―preguntó refiriéndose a André.

―Mi mejor amigo. Vivimos juntos por políticas del hotel; además, lo conozco demasiado como para que me guste ―dijo y rió, era verdad, como amigo era maravilloso, pero era pésimo en las relaciones de pareja.

― ¿Enserio? ―preguntó Ben reincorporándose, sonriendo con alegría para luego tomar su rostro y acariciarla.

―Sí ―asintiendo―. Tu sonrisa, es tan hermosa como la recordaba. ¡Pero sí que has cambiado!

― ¿Qué me dices de ti? También cambiaste, eres rubia, como yo, esa nariz no es como la recordaba. Toda tú... ¡Estás más hermosa que nunca!

―Gracias. Aunque me lo dicen mucho, viniendo de ti es diferente.

―Yo solo digo lo que veo ―tomó su cuello y llevó sus manos hasta las mejillas de Bella, acarició sus labios con uno de sus pulgares, dudando en besarla, su corazón recorría con rapidez, tenía cierto temor.

¿Si la besaba y ella sentía algo diferente al pasado?

Tarde o temprano tendría que saberlo, se inclinó acercándose poco a poco a ella con las intenciones de terminar con toda distancia entre sus labios.

― ¡Bella! ―gritó André desde una distancia considerable, interrumpiendo toda posibilidad de besarla― El gerente viene en camino al restaurante, no te ve ahí te meterás en problemas.

―Tengo que irme ―dijo ella un tanto apenada por él, caminó en retroceso, alejándose de él.

―Te veré luego, no hay problema ―dijo Ben dejándola ir.

Mientras ella se alejaba, la miró de pies a cabeza, no podía creer que esa Bella princesita que había conocido en Alemania años atrás se hubiera convertido en aquella reina. Muchas veces llegó a pesar de que nunca la volvería a ver, era imposible, una aguja en el pajar que era el mundo, por suerte, tenía a Tom, él había movido cielo y tierra por encontrarla.

Pero al final, apareció en el lugar y momento menos esperado, o eso era lo que él pensaba.

Ella tomó a André del brazo y corrieron entre el jardín. Ben se dispuso a volver a su habitación, tenía una sonrisa triunfante en el rostro. No podía ser mejor.

Al entrar a la suite, se encontró con Tom rendido en uno de los sillones del cuarto de estar, con una botella de Vodka grande recién abierta.

― ¿Qué te pasa? ―preguntó Ben fijando su mirada en la botella.

― ¿A mí? ―respondió sentándose de pronto en el sillón― Nada.

―Esa botella de “nada” es grande.

―Solo quería un trago, me dio pereza buscar un vaso. ¿Tú por qué estás tan feliz? ―preguntó total mente amargado, tomando otro sorbo grande de Vodka.

―Encontré a Bella. ¿Por qué no habría de estarlo? ―dijo inclinándose para arrebatarle la botella a Tom.

―Ella vive con ese sujeto ―señaló luchando con Ben por la botella.

―No. Bueno, sí, pero solo son compañeros de cuarto.

― ¡Bien! ―gritó Tom glorioso, Ben lo miró escéptico― Yo lo digo... por... ¡Bien por ti!

―Todavía me ama, lo sé, conocerla es lo mejor que me ha pasado en la vida. ¡Es tan asombrosa! ―Ben miró a su hermano mayor, exhaló, estaba ahí parado viendo al vacío, estaba completamente seguro de que no había escuchado nada de lo que acababa de decir.

Lo tomó ligeramente del hombro, sacándolo de su espacio mental.

― ¿Ah? ―preguntó volviendo a verlo.

― ¿Escuchaste lo que te dije? ―preguntó.

―Sí, claro ―mintiendo―. Debo irme ―dijo para luego echar a correr por el pasillo.

Después de que Ben le había dicho que Bella no tenía nada con André lo ignoró por completo, no le interesaba el resto. Casi se ahora en Vodka intentando hallar sentido a sus sentimientos por ella, siempre había sido igual.

Corrió hasta el lobby del hotel, desde ahí pudo verla servir sus mesas por el ventanal. El corazón le palpitaba sin control amenazando con romper su pecho. Necesitaba verla, necesitaba hablar con ella, y tenía una ligera idea de cómo hacerlo.

Mientras servía mesas, un aire frio sopló en su nuca, sentía que alguien la miraba. Su pulso se alteró, se detuvo un momento para visualizar su ambiente. Tenía muchas miradas encima, pero nada fuera de lo común a lo que ya estaba acostumbraba.

Una de las camareras la golpeó con la bandeja, era una de las tantas compañeras que la detestaban, la asesinó con la mirada y luego le regaló una sonrisa sarcástica. Quería bajarle todos los dientes de un golpe, respiró profundo conteniendo las ganas de hacerlo y se acercó al mostrador para dejar sus órdenes.

―Toma chupa mocos, lleva esta orden a la piscina ―le ordenó una de sus antipáticas compañeras, creía que la ofendería con aquel insulto patético.

―A mí no me toca la zona de la piscina, dáselo a Cintia, ella es la encargada ―se negó ella limpiando su bandeja, la cual Dayana de arrebató de las manos con molestia.

― ¿Crees que soy estúpida? Lo sé, pero te pidieron a ti como camarera. Como siempre, los pedidos especiales, solo tú. Eres como una prostituta disfrazada de mesera.

―Solo me tienes envidia, querida ―tomó la bandeja con el pedido―. Supéralo, nada de lo que me digas me ofende.

―Te odio ―le dijo con una mirada fuerte a los ojos.

―Eres dulce mi vida. Igualmente ―dijo y le sonrió para luego caminar en dirección a la piscina. Estas cosas no le extrañaban, por alguna razón, jamás se había llevado con las chicas. Siempre todos sus amigos habían sido varones, por eso prefería vivir con uno.

Al llegar al patio de la piscina pudo entender por qué el pedido especial servido en un plato vegetariano, debió suponerlo.

Tom era el único que estaba allí, pudo verlo salir del agua, sin camiseta, con pantaloneta y el agua escurriéndose de su cuerpo, deslizándose por ese abdomen bien formando y brazos provocativos. Removió los escombros de antiguos sentimientos en Bella, sí que había sabido provocarla, si no hubiera sido porque se congeló en el mismo lugar sin quitarle los ojos de encima le hubiera saltado encima.

― ¿Te sientes bien preciosa? ―preguntó Tom acercándose a ella, colocando su dedo índice en su quijada para cerrar la boca de Bella.

Ella sacudió la cabeza, intentando sacudir de su mente el exceso de imágenes impuras que se le habían venido a la cabeza como nunca en su vida.

―Sí, estoy bien ―respondió ella sin disimular que, de hecho, no, no lo estaba.

―Parece que hubieras visto un fantasma ―comentó mirándola mientras caminaba en dirección a la mesa, de hecho, él era el fantasma de todos sus sueños eróticos.

Él, por su parte, también quería saltarle encima; aún más en su uniforme de mesera, lo volvía loco por completo, tenía minifalda negra y ajustada que no dejaba a la imaginación su hermoso y redondo trasero, el mismo que lo había llevado a acosarla en primer lugar. La blusa blanca de botones no alcanzaba a cerrar en su pecho, los mismos eran más grandes de lo que recordaba.

―Creo que esto es tuyo ―ella señaló la bandeja.

―Sí, es mío, déjalo ahí ―comentó, ella obedeció apoyándolo en la mesa―. Sí que te han favorecido estos años, estás muy... sexy.

―Gracias. Lo mismo digo ―volteó y lo miró, era inevitable no pasar una revisión reiterada sobre ese cuerpo frente a ella. Incluso podía sentir que su uniforme le apretaba, empezaba a hacer calor.

― ¿Me ayudarías con esto? ―preguntó Tom sacando un collar de conchas de entre sus paños. Tenía el plan perfecto para acercarse a ella.

―Dámelo ―dijo ella estirando su mano, él lo colocó en su palma.

Bella se acercó a él lo más que pudo, extendió sus brazos encima de los hombros de Tom para abrocharlo detrás de su cuello. Tenerlo así de cerca y sentir su respiración le erizaba la piel, la hacía temblar, sus labios la provocaban, deseaba morderlos sin parar.

Él siempre provocaba en ella los más extraños y descontrolados sentimientos que jamás sería capaz de comprender. Era como si el universo cayera a sus pies. El sentimiento era mutuo, pues Tom sentía exactamente lo mismo por ella.

De pronto, Tom la rodeó entre sus brazos y los abalanzó dentro de la piscina. Eso sí que no se lo esperaba.

― ¡¿Qué hiciste?! ―gritó al salir del agua para respirar.

―Así tendrás menos chances de escapar ―dijo tomando el cuerpo de Bella, pegándola a una de las paredes de la alberca.

La besó, hacía dos años que no la besaban y él, él era demasiado bueno en ello. Era adictivo, apasionante, incontrolable, amaba esos labios, extrañaba esa lengua. No podía parar, pasó sus piernas por la cadera de Tom y tomó su cuello, besándolo sin parar; se comerían a besos, ahí mismo.

Le trajo tantos recuerdos, la transformó en una fiera, podía poner su mundo de cabeza y no importarle. Él era su desgraciada droga, siempre lo había sabido, bombas atómicas explotaban en las paredes de su estómago.

Él le había dado su primer beso, aun le robaba el alma con cada movimiento.

El agudo sentido del oído de Bella la hizo detenerse, alguien se acercaba, podía escuchar sus pasos.

Empujó a Tom y se hundió en el agua, nadando un poco más a las afueras. Vio al padrastro de los chicos entrar al área y miraba el cabello de Ben acercándose entre el jardín, aquello revolvió su estómago.

De nuevo estaba metiéndose en graves problemas.

―Hola de nuevo ―saludó Bella al padrastro de los chicos mientras salía de la piscina.

― ¡Tom! ―le retó él.

―Sí, fue mi culpa ―admitió él levantando su mano.

― ¿Qué pasó? ¿Por qué estás mojada? ―preguntó Ben al mirarla.

―Tom le jugó una broma a la pobre chica ―dijo Gordon, ella se sonrojó un poco.

¿Pobre?

No, por el contrario, había sido mejor de lo que imaginaba.

― ¿Estás bien? ¿No te golpeaste? ―preguntó Ben acercándose a ella, tomando su rostro y brazos para mirarla.

Tom rodó sus ojos, estaba maldiciendo a su hermanito en sus adentros.

―Estoy bien, pero creo que a mis jefes no les gustará.

―Tranquila, Tom hablará con todos tus jefes y le dirá que fue su culpa. ¿Cierto Tom? ―dijo Ben en forma de mandato.

―Como sea ―respondió mecánicamente.

―Gracias Tom ―dijo ella y sonrió, ambos se miraron en complicidad.

―Cuando quieras preciosa ―guiñándole con disimulo.

―Te llevaré hasta tu habitación ―dijo Ben halándola del brazo para sacarla de allí.

La abrazó con intenciones de hacerle calor. Estaba empapada, podía que lo necesitara.

Bella solo pensaba en Tom. ¿Qué pasaría si Ben se enteraba?

No podía hacerle eso.

No quería repetir la historia de hacía dos años. Debía solucionarlo, necesitaba aclarar las cosas con Tom.

Necesitaba olvidarlo.

Debía recordar que Ben era su destino, no Tom.

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