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Capítulo 2

La mañana se asomó por el horizonte, apenas la claridad de un nuevo día se hacía presente.

El frío de la madrugada, la cálida tela de la sabana con la que cubría su cuerpo, era el ambiente perfecto para seguir durmiendo.

André empujó la puerta de la habitación de Bella asomando su rostro por la hendija que había creado al abrirla. Pudo verla dormir placenteramente, no roncaba, ni siquiera se movía, aún estaba metida profundamente en sus sueños. Abrió la puerta en su totalidad, caminando de puntillas hasta el pie de la cama; dejó sus pantuflas a un lado y tomó impulso, saltando sobre ella, moviéndola de un lado a otro de la cama.

― ¡Arriba dormilona! ―gritó él meneándolo de un lado a otro.

―Tan guapo e infantil, ya déjame en paz ―balbuceó media dormida colocando una almohada en su rostro.

―No, arriba muñeca, debemos hacer ejercicio ―insistió él sin dejar de mover la cama.

― ¡Son las cinco de la mañana! ―gritó molesta señalando el reloj en la mesa― No estoy de humor para esto.

― ¿Quieres que tu trasero se caiga? ―preguntó levantándola un poco para darle una nalgada― Me ha costado mucho que lo tengas así de firme.

Él le dio vuelta en la cama y le dio una nalgada.

― ¡Genial! ―irritada― Ahuyentase mi sueño.

― ¡A ejercitarse he dicho! ―gritó André saltando de la cama. Ella lo miró y puso sus ojos en blanco, volviéndose a dejar caer en su almohada, escondiendo su rostro con la sabana. Él no se quedaría de brazos cruzados, así que volvió a molestarla― Bella... ¿Eso siempre se abre así?

― ¿De qué hablas? ―preguntó quitando la sabana de su rostro.

―Tu collar ―mencionó el refiriéndose al dije. Ella tomó el corazón en sus manos y lo sintió, se asustó un poco pensando en que lo había estropeado. Soltó la cadenilla para mirarlo, volvió a respirar al mirar lo que tenía dentro.

―Dos años de tenerlo conmigo y jamás me había dado cuenta, no había visto la foto ―dijo y sonrió admirándola.

― ¿Puedo ver? ―preguntó André, ella asintió, se dejó caer a su lado en la cama, mirando la fotografía junto a ella― Casi no te reconozco, cambiaste mucho. Tú nariz antes de la cirugía, el color de tu cabello, el corte. Tenías un cuerpo de adolescente, ahora eres toda una mujer, tu cuerpo bien formado gracias a mí.

― ¿Me dijiste bonita, o te promocionaste como entrenador personal? ―preguntó ella mirándolo a los ojos.

―Ambas ―sacándole la lengua―. Tú no eres bonita, eres ardiente. Gracias a mí... y al príncipe de Inglaterra que pasó por tu rinoplastia.

―Él no la pagó ―contradijo mientras colocaba la cadena en su cuello―; yo la pagué con los aretes de diamantes que me regaló.

―Como sea, es lo mismo, iré a hacerte un batido de proteína ―dijo saliendo de la cama, tomando el rostro de Bella y dejándole un beso en la mejilla.

― ¡Gracias! ―dijo sonriente.

―Tus flores anormales necesitan agua ―señaló él caminando a la puerta, las flores de Daykilinda.

―Batido... ¡Ahora! ―gritó ella como una orden señalándole el camino.

―Ya voy ―dijo con fastidio cerrando la puerta al salir.

Ella echó las sabanas a un lado dejando espacio para sacar sus piernas de la cama. Caminó hasta el jarro en el que tenía sus flores, las olfateó y caminó con ellas hasta el cuarto de baño. Llenó el florero con agua hasta el tope y las acomodó, volviéndolas a dejar hasta su lugar en la habitación. Luego de ello volvió al baño cargando su uniforme.

Salió de allí lista para ir a trabajar, aunque aún no daban las 6 a.m., y su turno empezaba hasta las 9 a.m., era temprano, siempre encontraría trabajo para hacer; la cocina abría temprano, los pedidos a la habitación siempre empezaban desde buena mañana.

Tomó el batido de proteína que André le preparó, ignoró su interminable insistencia por que se ejercitara y salió del apartamento en dirección al restaurante.

El edificio de empleados quedaba a unos setecientos metros del hotel, así que saltó a uno de los carritos de Golf que pasaban por el camino y se dejó llevar hasta llegar al jardín del restaurante donde volvió a saltar y correr hasta dentro de él.

― ¡Hola, papá! ―dijo ella ingresando en la cocina, dejándole un beso a Stefano en la frente.

―Bella... ¿De nuevo tan temprano? ―preguntó un poco preocupado, era joven, con una vida por delante; sin embargo, ella se la pasaba todos sus días encerrada en aquel restaurante. Trabajar tanto le podría hacer daño, sabía que ella no era feliz.

― ¿Te puedo ayudar en algo? ―preguntó ella dispuesta a empezar.

―Si quieres lleva un desayuno a la 56B, cuando esté listo.

― ¿Otra suite? ―preguntó con desagrado― ¿Más famosos?

―Parece que sí ―comentó Stefano sirviendo el plato.

―Iré ―dijo resignada esperando que él terminara de servirlo.

Una vez estuvo listo tomó la bandeja, lo acomodó, caminó hasta el otro extremo del restaurante, cargándolo, marcó su tarjeta de ingreso y salió al pasillo del hotel.

Ojeó la tarjeta del pedido, estaba a nombre de Gordon, no conocía ningún famoso con ese nombre; entonces supuso que sería un viejo millonario.

― ¡Servicio a la habitación! ―llamó golpeando la puerta.

― ¡Está abierto, pasa! ―respondieron desde adentro.

Ella abrió la puerta y se introdujo en la habitación.

― ¿Señor Gordon? ―preguntó ella al toparse con hombre.

―El mismo. ¿Y usted señorita? ―preguntó con amabilidad.

―Mucho gusto, mi nombre es Jesse, pero solo me llaman Bella. ¿Quiere que le sirva el desayuno o solo se lo dejo?

―No es para mí, es para uno de mis hijastros; igual puedes servirlo mientras yo veo en dónde se metió.

―De acuerdo ―dijo y rió caminando hasta la mesa, dejando los platos y vasos servidos.

―Espero que usted se halla ido cuando mi hijastro llegue.

―Disculpe... ¿Por qué lo dice? ―preguntó extrañada tomando la bandeja y el cobertor.

―Él es algo adicto a las mujeres; usted es muy hermosa. Si la ve, dudo mucho que no se sienta provocado.

― ¿Debo preocuparme? ―preguntó con un tanto de temor.

―Descuide, no dejaré que la moleste. ¡Iré por él! Gusto en conocerla ―despidiéndose para adentrarse en la suite.

―Igualmente ―comentó antes de salir.

Al cerrar la puerta, un escalofrió se apoderó de la espalda. Tenía aquel sentimiento de haber olvidado algo importante allí adentro.

Revisó su indumentaria e implementos, todo estaba completo. Negó con su cabeza, debía estar volviéndose loca.

André apareció corriendo por el pasillo, ya vestido para el trabajo, y la haló del brazo llevándosela de allí, rieron mientras corrían. Eran los típicos empleados bulliciosos y traviesos que el jefe tenía en la mira, pero eran demasiado buenos como para dejarlos ir.

A medio día, el restaurante se llenó a la mitad, era temporada baja; así que no había mucho para servir.

Luego de un rato, Bella pudo ver entrar al señor Gordon acompañado de lo que parecía ser su familia. Se saludaron desde lejos, pero no prestó atención a su compañía, simplemente continuó con su tarea, llenando los servilleteros. Era la sección de André, así que, aunque le hubiera gustado atenderlo, no podría hacerlo. Sentía algo de curiosidad por saber de sus hijos.

― ¡Bella! ―dijo André halándola de pronto del brazo.

― ¿Qué te pasa? ―preguntó asustada por el inesperado jalón.

―Atiende tu a la mesa que acaba de llegar, ya le dejé las cartas, tómales la orden ―le dijo él, mirando con disimulo hacia Gordon.

― ¿Qué haces? ¡Te pondrán una corrección si se dan cuenta! ―le advirtió ella.

―Solo hazlo ―le ordenó André, colocando en sus manos la tabla de pedidos y una pluma.

― ¿Por qué? ―preguntó confundida ante tanta insistencia.

―Cuando estés ahí entenderás por qué ―la tomó de la muñeca para empujarla en aquella dirección.

―Hoy amaneciste más raro de lo normal ―susurró ella antes de alejarse.

Ella caminó hasta aquella mesa, uno de los chicos le dio un aire conocido tan pronto se acercó, pero ambos llevaban gafas y estaban con la cabeza gacha mirando la carta. Sus cabezas eran totalmente diferentes, uno llevaba trenzas negras y el otro un rubio grisáceo en corte de mohicano.

Ignoró sus rostros para mirar a Gordon y la señora a su lado.

―Gusto en verlo de nuevo señor ―comentó sonriente―. Tomaré su orden.

―Igualmente Bella. Todos queremos el mismo plato de la casa, solo que dos de ellos deben ser vegetarianos. La bebida que sea de cola, tamaño familiar ―dijo él hablando por todos.

― ¿Me permiten los menús? ―pidió ella después de apuntar la orden.

Ella se inclinó ligeramente sobre la mesa, recolectando los fólderes de cuero con la carta. Su dije se movía en el aire mientras lo hacía, eso llamó la atención de uno de los chicos en la mesa. Específicamente, el rubio, él se levantó de su silla y tomó a Bella de la muñeca con fuerza, irguiéndola para hacerla ponerse frente a él.

― ¿De dónde sacaste ese collar? ―preguntó con fuerza y algo de histeria.

Bella cerró los ojos por el dolor en su muñeca, estaba cortándole la circulación.

―Me lo dieron, hace un par de años ―respondió ella aun sin mirarlo.

― ¡Mientes! ―gritó él― Dime de dónde lo sacaste.

― ¡Suéltame! ―gritó ella no soportando esta situación, todos los clientes los miraban, incluyendo sus compañeros de trabajo y algunas personas en la recepción del hotel.

―Suelta a la chica ―le ordenó la mujer.

―No hasta que me responda.

―Ben, ¡para! ―gritó el otro chico dejando su asiento y caminando hasta ella para tomarla de los hombros y voltearla― Jesse.

― ¡Tom! ―dijo ella totalmente sorprendida al mirarlo a los ojos.

Su próxima reacción fue abrazarlo y él le correspondió, ninguno de los dos podía creer con lo que se habían topado.

Ella dejó a Tom para voltear a ver a Ben, él levantó sus lentes de sol, rebelándole aquel color miel tan conocido, él la miró boquiabierto.

¿Enserio era ella?

― ¿Jesse? ―preguntó sin asimilarlo.

―Oh por Dios ―tapando su boca, él había cambiado mucho―. ¿Enserio eres tú?

― ¿Qué te parece? Todo el tiempo lo de la chica había sido real ―comentó Gordon.

―Yo pensé que era un loco sueño de gemelos ―dijo la madre de los chicos.

―Lamento interrumpir un reencuentro; pero es hora del espectáculo―dijo André algo incómodo por entrometerse.

― ¿Espectáculo? ―preguntó Ben.

―Ya lo verán ―dijo ella, le guiñó un ojo y se alejó en dirección al escenario.

André tomó la tabla con el pedido de la mesa y fue a la cocina para entregarlo. Volvió con los vasos y el refresco familiar que les correspondía. Rió con disimulo al mirar el rostro de Tom y Ben mientras miraban cantar a Bella, incluso se atrevería a decir que babeaban por ella.

Eran demasiado obvios, los dos siempre estuvieron locos por ella, él sabía toda la historia.

―Es hermosa, ¿cierto? ―preguntó André mientras les servía.

―Mucho más de lo que recordaba ―respondió Ben sin quitar su mirada de ella.

Tom estaba completamente perdido en ella, tanto que no había notado la pregunta.

―Canta bien, pero no es por eso por lo que lo hace ―comentó dejando la bandeja debajo de su brazo.

― ¿Entonces? ―preguntó Ben volteándolo a ver.

―Ama escribir, es su más grande pasión, es muy buena creando canciones.

― ¿Tu como lo sabes? ―preguntó Tom arrogante, saliendo de su profunda concentración.

―Hace un año y medio que vivo con ella; todo lo que haya que saber de ella, yo lo sé...

Al terminar la oración, ambos chicos se levantaron de sus asientos y salieron del restaurante con molestia. Tom hacía el lobby, empujando a todo el que se le atravesara, Ben en dirección al jardín, golpeando la puerta al salir.

¿Qué tan malo podía ser lo que había dicho? ¿Por qué reaccionaron de aquella forma?

― ¿Les empaco el pedido? ―preguntó André a los padres de los chicos, mientras señalaba aleatoriamente las direcciones en las que salieron.

―Por favor ―afirmó el señor Gordon.

Era evidente que ellos no volverían, no hasta dentro de un buen rato.

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