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Capítulo 4

André tomaba vasos de una repisa para colocarlos en bandejas y llenarlos de hielo, dejándolos listos para rellenar con refrescos. Tomaba rodajas de naranja para deslizarlas en el borde de cada vaso como decoración. Una de las meseras que tanto odiaba a Bella intentó acercarse sigilosamente a él. No la soportaba, era melosa, orgullosa y se hacía la victima por todo; culpando a Bella la gran mayoría de las veces. Sabía que estaba enamorada de él, por eso trataba mal a su mejor amiga.

― ¿A que no adivinas lo que acabo de ver? ―preguntó ella mirando su mejilla, ya que a él no le importaba mirarla― Vi a tu querida noviecita yendo abrazada de un chico, y no eras tú.

― ¿Y? ―preguntó desinteresado en el asunto, sabía quién era, y lo que ella quería.

― ¡Te está engañando! ―gritó ella golpeándolo ligeramente en el hombro. Él la miró monótonamente― ¿No te importa?

―No ―dijo relajado, tomando la bandeja que preparaba para llevarla a la mesa correspondiente.

―Pero... ¿Cómo? ―preguntó indignada.

―Nadie quiere a las soplonas ―mirándola a los ojos―. Deja de perder el tiempo o te reporto.

― ¡No puedo creerlo! ―gritó marchándose histérica.

Al llegar al su departamento, Bella fue hasta el cuarto de pilas por un paño para secarse. Al volver, encontró a Ben curioseando por el lugar, mirando las maquinas que ejerció de André, estaba un tanto sorprendido de su buena calidad; quizá, porque era lo único que había ahí dentro, una improvisada cocina y solo un sofá extenso en la otra esquina de la habitación.

―Esto parece un gimnasio más que un apartamento ―comentó Ben.

―André, esto de los deportes y la gimnasia es su pasión. Desde que vivo con él soy así como su conejillo de indias. Pasamos todo el día en el restaurante, así que no necesitamos más.

― ¿No deberías cambiarte? Puedes enfermarte ―señaló Ben.

―Ven a mi habitación ―Tomó su mano para dirigirlo hasta dentro de ella. Lo soltó y fue directamente al cuarto de baño, sacó la ropa mojada y la tiró dentro de la tina. Había olvidado traer ropa limpia y seca para cambiarse, así que solo tomó la toalla y se envolvió en ella. Al salir, miró a Ben inclinado, mirando extrañado las flores en el jarrón, si, esas mismas que él le había regalado.

― ¿Qué haces ahí? ―preguntó y rió caminando hasta su ropero.

―Estas flores... ¿Son las que yo te di? ―preguntó anonadado... ¡Era imposible que siguieran vivas!

Pero eran únicas, especiales, no había dos iguales, lo sabía.

―De hecho, sí, lo son ―respondió ella mientras tomaba un par de prendas de su armario.

― ¡Es imposible! ―expresó si poder creerlo.

―Parece que si es posible ―rió.

― ¿Cómo has hecho para mantenerlas vivas todo este tiempo? ―preguntó tocándolas, estaban perfectas, como el día que él las había arrancado de la tierra aquella mañana, mientras pensaba en ella.

―Solo con amor.

― ¿Amor? ―preguntó volviendo a verla, su quijada calló, ella estaba solo cubierta por un pequeño paño, dejando ver mucho de su cuerpo que él no había visto jamás. Se irguió del suelo y se acercó a ella mirándola a los ojos― Eres preciosa.

―Esas flores son la prueba viva ―dijo ella mirando fijamente a esos ojos color miel.

Tomó sus mejillas, se inclinó y la besó lentamente, saboreando cada segundo sus labios. Bella dejó que él tuviera el control y la besara como le provocara, ahora que la había encontrado, no dejaría que nada ni nadie la separara de él.

― ¡Ups! ―expresó André al entrar a la habitación y encontrarse con eso.

― ¿Qué quieres? ―preguntó Bella asesinándolo con la mirada.

―Me dijeron que tuviste un accidente. Quería saber si estabas bien, pero no tan bien.

―Estoy bien, gracias. ¿Te puedes ir? ―echándolo.

―Quizá ―dijo él arrugando el ceño.

― ¿Por qué? ―preguntó ella con ganas de matarlo en aquel preciso instante.

―Me dieron el resto del día libre para que te cuidara. Si me ven fuera de aquí, tendremos que volver ambos a trabajar ―dijo él, ella rodó sus ojos.

― ¡Con que salgas de la habitación basta! ―señaló. André simplemente dio tres pasos en retroceso y cerró la puerta, era lo único que quería― Lamento mucho eso.

―Tranquila mi reina, habrá más ―guiñándole un ojo, aquello revolvió su estómago, recordó a Tom y su gesto idéntico de hacía un par de minutos―. Sácame de una duda: solo hay una habitación, y una cama... ¿Dónde duerme tu amigo?

―El sofá se convierte en cama. ¿Por qué la pregunta? ―Sonrió y lo miró, no necesitaba una respuesta para saber que la estaba celando.

― ¿Esa es tu hermana? ―señalando el retrato en la pared.

Le había cambiado el tema drásticamente, sabía la razón, no le importaba.

―Sí, mi hermana y yo, teníamos cinco años ―tomando el cuadro de la pared.

―Hermosas. ¿Cómo se llamaba? ―preguntó mirando con más detalle la fotografía.

―Maura.

―Son idénticas, no veo diferencia alguna entre las dos.

―Nos reconocían por la personalidad, nuestra forma de movernos, éramos totalmente diferentes; ella era la amada, la santa paloma, los ojos y alegría de todo el mundo. En realidad, se encargaba de hacerme la vida miserable, era el diablo reencarnado. Yo era la excluida, la tímida, la marginada, la hija desastre. Cuando Maura murió mi vida cambió totalmente, por una parte, era su reemplazo, me trataban como siempre la habían tratado a ella y por el otro, resultaba ser la maldición que les recordaba a todos lo que habían perdido.

― ¿De qué murió? ―preguntó inseguro, verla expresarse de aquella manera sobre su hermana gemela le era un tanto imposible de creer, era una historia totalmente diferente de lo que él había vivido con Tom.

―Cáncer ―tomó el cuadro de las manos Ben y lo colocó en su lugar en la pared.

―Moriría si a Tom le llegara a suceder algo así.

―Creo que todos moriríamos si le llegara a pasar algo así.

―Yo debo irme ―mirando el reloj―. Le prometí a mi madre que compraría con ella tarjetas y recuerdos para sus amigas. Te busco luego.

Se acercó a ella y le dio un pequeño beso en los labios antes de salir de la habitación. Ella lo miró hasta que cerró la puerta, tomó las prendas que había elegido de su cama y se encerró en el baño.

Estaba un tanto harta de sus uniformes de trabajo ajustados y calientes. Así que eligió lo más ligero y descubierto. Era una isla húmeda en pleno verano, los vapores de agua hervían tu piel y te hacían sudar como puerco.

Ya que no tendría que trabajar el resto del día, no veía problema. Se relajó un rato en su habitación y cuando tuvo un ligero sentimiento de hambre salió de su habitación. André tuvo que mirarla dos veces, no podía creer lo que se había atrevido a ponerse. Aunque no era nuevo para él, ella resultaba ser un poco más recatada. Pero presentía que tenía una razón para vestirse así.

―No te enojes por lo que voy a decir y lo aclaro de una vez, no siento nada por ti y no me provocas nada más que una indigestión con tus espaguetis de mariscos hervidos en microondas. Pero si yo fuera otro, te veo vestida así y te secuestro ―señalando sus pechos, si, los diamantes del príncipe también habían pagado eso. Él ayudó a fortificarlos.

―No exageres. Además, lo dices solo para que no te ahorque por interrumpirme con Ben.

―No lo decía por eso, pero ya que lo mencionas, si me sirve, bien por mí ―señalándola con la cuchara del cereal que comía, ella lo miró con ironía y le arrebató la cuchara, comiendo un poco del mismo tazón―. Por cierto, adivina quién me vino con el chisme de que estabas con Ben.

―Dayana ―dijo, era obvio para ella.

―Para ella era como la noticia del año. Creyendo que me enojaría contigo. ¿Qué fue lo que sucedió? ―refiriéndose al por qué terminó dentro de la piscina.

―Fui a dejar una orden en la piscina, era Tom y él luego nos… ―reaccionando de pronto― ¡Tengo que hablar con él!

No era precisamente eso, ella quería escapar de una explicación sobre cómo había terminado teniendo un apasionado apretón con el hermano mayor del que se suponía era su verdadero amor. Así que salió corriendo de ahí y continuó con aquel paso hasta que consiguió que uno de los chicos del campo de golf le diera un aventón.

Se bajó en la entrada del hotel y corrió hasta el mostrador de la recepción... ¡Genial! Había una chica de turno, eso no la ayudaría mucho; luchó con la mujer por largo rato intentando sacarle el registro de la habitación de Tom, al final de cuentas, la convenció dándole el número de teléfono móvil de André, aunque ella sabía qué hacía más de un mes que había perdido la línea. La chica en el mostrador no tenía que darse cuenta.

Al llegar a número correcto, golpeó la puerta un par de veces. Dejó de golpearla al escuchar sus pasos acercándose.

―Me encanta ese uniforme ―señalándola y mirándola con cuidado.

Ella un vestido blanco y corto que transparentaba un poco justo dónde ella había decidido no cubrir con un sostén.

―No es uniforme ―empujó a Tom para adentrarse en la habitación―. Necesito hablar contigo de lo que pasó en la alberca ―entró y cerró la puerta.

―Lamento haberte tirado al agua.

―Sabes que no es de eso de lo que hablo.

―Lo sé Bella ―comentó para luego darle la espalda y caminar en dirección al balcón.

―No quiero hacerte creer cosas que no son, o darte esperanzas falsas ―siguiéndolo hasta allí.

― ¿Amas a Ben? ―preguntó con seriedad, mirándola a los ojos.

Ese brillo en sus ojos, su mirada, la forma en que latía su corazón cuando lo tenía frente a ella. Sus rodillas temblaban como la primera vez en que lo vio, las cosas no habían cambiado, le seguía poniendo su mundo de cabeza. Pero él seguía siendo el mismo chico inmaduro, mujeriego que nunca se tomaría nada enserio, y ella no podía arriesgarse.

―Todo sigue siendo igual ―aseguró Bella.

Pero ella aun no respondió a su pregunta.

―Yo no puedo... Simplemente no puedo aceptar lo que ni siquiera tú eres capaz de creer, no voy a ceder. Es algo que jamás, ni siquiera yo puedo entenderlo ―tomó sus hombros y la miró fijamente a los ojos, ese color no era único, pero igual lo amaba como si no hubiera dos―. Viéndote a los ojos, es cuando tengo claro todo. Cuando pienso que amas a otro hombre me lleno de histeria, enojo, miseria, confusión, es como si cada cosa en el mundo perdiera valor ―tomó la mano de Bella y la colocó sobre su corazón―. Me altero a tu lado, transpiro, enloquezco, el mundo y el universo no valen nada para mí, porque tú lo vales todo. Siento que me volveré loco si te dejo escapar. Te deseo y te amo desde el día en que te conocí. No lo puedo evitar.

Las palabras de Tom hacían que su piel se erizara, podía morir, moriría de un paro cardiaco en aquel instante. Se hallaba congelada, sin dejar de mirarlo a los ojos.

Ella se sentía exactamente igual a su lado, lo sabía, pero se negaba rotundamente a aceptarlo. Tom soltó su mano e intentó besarla y lo hubiera logrado, ella lo hubiera dejado, perdería el control en sus brazos una vez más de no ser porque Ben llegó antes de que pasara.

― ¿Me perdí de algo? ―preguntó Ben mirando con sospecha su cercanía.

Ellos se alejaron el uno del otro drásticamente.

―Vine a agradecerle a Tom por hablar con mi jefe ―improvisó ella en el momento, no sabía si ya lo había hecho o no.

―Yo le decía que no tenía nada que agradecer, ya que fue mi culpa, la empujé sin razón, solo para molestarla ―disimuló Tom.

―Era deber de Tom hacerlo ―comentó Ben cruzando sus brazos y analizando su rara actitud.

―De todos modos, me gusta dar las gracias... Yo mejor me voy ―señalando la salida e intentando dirigirse a ella.

―No te vayas ―reaccionó Tom, no quería dejarla ir aún. Ben lo miró acusatoriamente, estaba empezando a sospechar, aun sin siquiera imaginar lo que sucedía― Podríamos hacer algo todos juntos.

―Estoy cansada ―excusó incomoda por el momento, estar junto a los dos al mismo tiempo era inevitablemente raro para ella, de hecho, era la primera vez que estaba sola con ambos en un ámbito privado―. Quisiera usar el resto de la tarde para descansar.

―Tal vez otro día ―dijo Ben tomando su mano, ella se sintió más alterada por eso.

―Por supuesto ―sonrió y lo miró como si la idea le gustara.

Ben se acercó a ella para besarla, pero Tom no dejaría que eso sucediera.

― ¡Hay una serpiente! ―gritó Tom interrumpiendo que aquel acto se completara. Ellos saltaron asustados― No, solo era una vara. ¡Bella tiene que irse! ―dijo y la tomó del brazo jalándola sin opciones camino al pasillo.

― ¿Qué haces? ―preguntó Bella entre susurros mientras atravesaban la suite.

―No iba a dejar que te besara ―respondió Tom entre dientes.

La empujó fuera de la habitación, prácticamente tirándola al pasillo.

― ¿Estás loco? ―preguntó ella sorprendida por su actitud.

―Si ―cerrando la puerta―. Por ti ―tomó la quijada de Bella y le robó un apasionado beso para luego volver a ingresar a la suite.

Bella quedó boquiabierta y golpeó su frente con la palma de la mano.

¿Qué había hecho para meterse en tal enredo?

¡Tom la iba a volver loca!

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