Capítulo III. La subasta sorpresa.
Ruyman.
Cuando lleguemos al lugar del evento, hubo dos cosas que me sorprendieron, sinceramente me dejaron preocupado. No estaba acostumbrado a tanto secretismo, primero, sólo se podía acceder hasta el lugar, un gran club privado, de forma individual, uno a uno los coches. Segundo, tras la previa comprobación que tenías la insignia, ninguno conocía quién era los otros invitados, sólo los del grupo con lo que asedias. Te acompañaban sin coincidir con nadie por los pasillos, a una habitación exclusiva para tu grupo, donde había música, un camarero y un bar muy bien surtido exclusivo para los comensales sin paga ni abonar nada. Miré las marcas de las bebidas y ninguna bajaba de los seis mil dólares la copa. También había una zona de buffet frio y caliente, una gran pantalla, donde se veía varias mujeres bailaba medio desnudas, alrededor de una barra, pero lo verdaderamente me llamó la atención, fue el gran ventanal tapado con una gran cortina, que cubría toda una pared de la sala, prácticamente todo el frontal.
Justo cuando le iba a preguntar a Rayco, a que venía todo esto, llegó el otro invitado de la sala, el amigo de Rayco, a quien yo también conocía, Mark Lamond, un multimillonario, que se había hospedado en varias ocasiones en mis hoteles, no era hombre de mi gusto, ya que le encantaba rodearse de jóvenes que casi le doblaban la edad, mientras su mujer esperaba en casa, pero era un gran amigo de mi padre, así que tenía que tolerarlo.
- “Bueno que bien que ya estemos todo aquí, poco queda para la subasta, pronto nos vendrán a tomar el juramento de confidencialidad, si no lo firmamos, no podremos participar, y perderéis los diez mil dólares que pagasteis al principio. Una vez firmado, nos entregaran unas carpetas con los artículos a subastar, y sus condiciones, si pujáis por alguna mercancía y la ganáis, estaréis obligados a cumplir los compromisos que tiene adjunto a su compra, y presentar en el periodo que tenéis de prueba, que suele ser seis meses, las pruebas o comprobantes de que cumplís lo pactado. Pero tengan claro algo, si firmáis cumplid lo pactado, porque el pago por el incumplimiento es muy caro, ni yo podría pagarlo.”- esto se estaba poniendo cada vez más inquietante, miré a Rayco para decirle que yo me iba, pero al mirar a mi amigo comprendí que él, estaba también intrigado, pero de forma ansiosa, deseaba saber fuera como fuera, de que iba todo esto.
Decidí arriesgarme, si veía algo ilegal de algún modo saldría por esa puerta arrastrando a Rayco conmigo a como diera lugar.
En un momento entraron varios hombres vestidos de negro abriendo paso a dos más, uno era un abogado, lo identifique enseguida por su manera de moverse, tienen unos gesto y movimientos muy característicos.
Por si no lo sabéis me encanta observar a la gente y analizar su comportamiento no verbal, mis hermanos lo denominan rasgo psicopático de Zipi, y se suelen reír de mi por ello, pero a mí me ha salvado en más de una ocasión de más de un problema, y en las negociaciones en mis empresas, ha sido casi como una intuición saber cuándo alguien me está mintiendo o no, o que puedo sacar de él atendiendo a su comportamiento.
El segundo hombre fue más difícil de definir, su forma de mirar era segura, correcta, era un hombre que sabía que era lo que quería e iba a por ello, tenía un aura de peligro intimidante, pero por alguna razón yo no le tenía miedo, más bien al contrario, mis instintos de reto masculino se despertaron, y respondí a la mirada de ese hombre con la misma intensidad, sé que es una estupidez, pero me sentí como se sentiría dos gallos en un mismo coral, sólo puede quedar uno.
Por el contrario, Mark, parecía intimidado, incluso el gran millonario bajo, la cabeza en señal de respeto hacia ese hombre, que por unos instantes sostuvo mi mirada, pera retirarla poco después, y presentarse.
- “Buenas noches señores, soy Humberto Marchetti, como es tradición en este tipo de eventos, traigo los contratos de confidencialidad, como veréis no hay letra pequeña, es de lo más claro. Me remito a leerle el acuerdo que mi abogado Bruce Baker les va a entregar, para que lo firmen por supuesto ustedes también pueden leerlo si lo prefieren, si no lo desean firmar, pueden salir, sin ningún problema y retirarse, pero si lo firman, hasta que no termine el evento, las puertas permanecerán cerradas.”- iba a contestarle, pero decidí sólo mirarlo serio y frio. Pocas veces en mi vida he tenido que comportarme como un ser frio controlador, vamos una autentico ejemplo de despotismos masculino, pero era lo que el señor Marchetti.
Sólo me ha pasado esto tres veces en mi vida, ante mi cuñado, cuando me enteré que mi hermana se aprovechó del pobre, aunque eso no quiere decir que se lo iba a poner fácil, no tengo que decir más que salió mal, mi mandíbula magullada una semana fue su evidencia, el otro fue el ex de mi hermana, William Sinclair, al que aún se la tengo jurada, vivo con la esperanza de que algún día lo encuentre, ya que huyó el muy cobarde, y finalmente ante este hombre que acabo de conocer, Humberto Marchetti, pero algo me decía que este nos sería nuestro único encuentro.
- “Lo principal es lo siguiente, nada de lo que ocurra esta noche podrá ser contado relatado, o comunicado a nadie que no esté en esta sala, los móviles los entregaran ahora y se los daremos al terminar el evento, los colocaremos en esta urna de metacrilato transparente y permanecerán ahí, delante de su vista todo el rato, pero la llave la tendrá mi abogado. Si punjáis por alguna mercancía, estáis obligados a cumplir las condiciones que trae implícitas las misma, como yo estoy obligado a no mentir sobre ninguna de sus características, y si ganan la puja debéis abonarla de forma inmediata, antes de que se os entregue la mercancía, al acabar la puja. ¿Ha quedado todo claro? ¿alguna duda?, si no es así os aconsejo que leáis el documentó y lo firmen a continuación, simplemente tras leerlo, se pueden retirar, para continuar explicando las condiciones a los otros participantes.”- esto último lo dijo mirándome fijamente, yo por mi parte no le aparté la mirada, y se entabló por unos segundos un ataque de voluntades entre él y yo.
Mirándolo firme el contrato, sin leerlo, y decidí que pasar lo que pasara esa noche yo apechugaría con lo que fuera, nadie me intimidaba y menos un desconocido, que vivía de crearse su aura de temores y miedos sobre los demás, cogí mi móvil y se lo entregué a unos de su hombre que lo depositó, en la urna.
El maldito sonrió, ante mi gesto, y yo hice lo mismo, Rayco, me toco justo en ese momento en el brazo par que lo mirara, haciéndome desviar la mirada unos segundos, y dejándome con una ligera sensación de derrota.
- “¿Has visto lo que has firmado?, pone que si desvelas algo de lo que ha pasado aquí tienes que pagar con el setenta y cinco por cierto de tus bienes, ¿Estás loco?”- ante las palabras de Rayco, la sensación de ser un total estúpido, vino detrás, de otra más dolorosa, había sido manipulado, mi impulsividad me había traicionado, y desee golpearme. Bueno tendría que cumplir con esas condiciones, de no decir nada a nadie, aunque por dentro lo que quería era destrozarlo todo. - “Bueno como compañero te sigo.”- dijo Rayco, firmando también.
- “Decididamente, tengo que cambiar de amigos, este es aún más estúpido que yo. Firma aun leyéndolo.”- pensé cerrando los ojos ante la estupidez de mi mejor amigo.
Una vez con todo firmado, y los móviles estuvieron guardados y encerrados en la urna transparente, nos recogieron los contratos y se fueron, dos hombres de los que esperaban junto a la puerta nos entregaron tres carpetas, una para cada uno. Saliendo todos y dejándonos sólo con los camareros.
Iba a espera, para abrir mi carpeta, necesitaba un whisky urgente, para tragar el trago amargo de la derrota. Pero olvidé que mi amigo, era un impaciente y mientras me acercaba a pedir mi necesario reconstituyente, para mi orgullo de hombre herido, un gruñido sordo, me hizo girarme.
Frente a mí un Rayco, totalmente blanco, miraba el contenido de la carpeta, varias hojas habían caído al suelo, sobre él veía a fotos de varias mujeres, junto a su información personal, y las especificaciones para iniciar su puja por ellas.
-“¡Mujeres, la puja son mujeres!”- lo tuve que volver a leer, porque no me lo creía, el famoso evento de ricos, para el cual yo había firmado mi confidencialidad, no era otra cosa sino que una maldita trata de mujeres, mire a Rayco con odio.
- “Ahora mismo, querido amigo, estoy deseando pagar mi frustración con algo, o con alguien, y tú eres lo más cercano que tengo.”- le dije en un murmullo ronco, con los mis ojos destilando ira. La intervención de Mark salvó la vida a mi amigo, y me metió a mí en otra frustración peor.
- “Pues espero que esto te ayude a buscar esposa, querido Ruyman, porque tu padre estará encantado si sales esta noche con una, ya que todas esas mujeres se ofrecen voluntarias para este evento, según tengo entendido, y el dinero que se recauda es donado a sus familias.”- dijo Mark haciéndome sentir aún más idiota.
No sólo mi mejor amigo me había metido en una estúpida subasta de esposas, un idiota que acaba de conocer me había inducido a hacer una tontería, sino que, además, mi maldita familia, o mejor dicho mi padre, había orquestado todo esto, para que yo buscara mujer, me gire al camarero y le dije:
-“La botella de tu mejor whisky, y mucho hielo, me lo llevas a ese sillón de ahí, que es donde voy a permanecer hasta que esto acabe, y en cuando a los dos elegid bien esposa o lo que queráis, porque yo, tengo una cita con Macallan Premium del setenta y uno. ¡Ah! y le puedes comunicar a mi padre que el plan le salió mal.”- me senté en el sillón frente al gran ventanal, para no perderme el espectáculo. Cogí mi carpeta para verla. Me intrigaba saber qué clase de mujeres se exponían a esto, sólo por dinero. En mi opinión, esas eran las peores, las mujeres que sólo apreciaban aun hombre por lo abultado de su cartera, que desesperado estaba mi padre. En la vida compraría una mujer, y menos una cazafortunas, eso seguro. Iba a ser una noche muy larga.
Miré las caras de muchas de ellas, pero ninguna me atrajo así que dejé la carpeta en la mesa lateral junto a la hiela y el whisky que pensaba disfrutar, cuando lentamente la se cortinas se corrieron y un gran escenario apareció un piso más abajo iluminado.
El espectáculo comenzaba, y yo sólo deseaba que pasaran las horas rápido, tanta decadencia sólo me daba ganas de vomitar.