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Capítulo IV. El impulso de Perseo.

Emi.

Mientras esperaba que me llamaran leí, las especificaciones de mi compra en la puja, ya las chicas me habían contado que no podías ver a tus compradores, ya que ellos estaban como en palcos de un teatro, los cristales estaban oscurecidos para preservar la identidades de los compradores, y nosotras éramos expuestas como ganado, en un escenario, donde teníamos que caminar hasta el centro del mismo, y esperar de pie, mientas una luces se iban encendiendo junto al número del palco cuando alguien pujaba, y en una pantalla debajo del número salía la cantidad que pujaba, cada placo por una de nosotras.

Mis especificaciones casi me hacen vomitar, me sentía como un trozo de carne expuesto en la carnicería, para que me comprase el que más dinero diera por mí.

Según ponía aparte de mis atributos físicos, peso, edad, color de ojos, color del pelo, también tenía atributos que yo desconocía, atributos de tipo íntimo.

Virgen, depilada, esto último me chocó, pues por algunas razones nunca me había depilado. Las razones las podía dividir en dos, una era debido a mi cicatriz y la otra cuando una madre te repite día y noche, que ningún hombre te querrá, pues asumes que estarás soltera toda tu vida, además mi vida anterior era estudiar, trabajar, trabajar,…¿creo que he dicho trabajar? Desde los doce años he vivido así, no tenía tiempo ni dinero para compárame ropa ¿Por qué iba a tener tiempo para depilarme?.

Una sensación de nauseas me atravesaron. No quería ir al aseo a asegurarme, pero no necesite pensar mucho. Si me habían vestido así y maquillado, mientras dormía, además por lo recordé en mi pesadilla, hacerme un reconocimiento de mis partes íntimas, seguro para asegurase si era virgen, ¿Por qué no se iban a tomar la molestia de rasurar mi cuerpo, como un animal antes de enviarlo al matadero?.

Cada segundo que pasaba en esa habitación las ganas de vomitar se me hacía más urgente, me sentía usada, abusada, y aun no había sido vendida, como juguete, para algún asqueroso rico. Me negué a sentir miedo, la cobardía y el miedo, no podía instalarse en mi corazón, si quería recobrar mi libertad, iba a utilizar lo único que estos cerdos no habían tocado, mi inteligencia.

Así que decidí saber todo de mis especificaciones, porque como dijo Francis Bacon, “El conocimiento es poder”. Y yo pretendía conocer mucho para saber cuándo sería mi oportunidad de librarme de esto.

Según ponía tenía ocho años con mi comprador, como mínimo, nos daban una semana para entregar la prueba médica, de que yo ya no era virgen. Casi salto al oir esta especificación de la rabia que sentía.

- “Pero ¿quién coño escribe esto?”- dije en alto.

Unas de las chicas que ya había sido vendida, se acercó a mí, parecía feliz, eso sí que no lo entendía.

- “Alégrate con esas condiciones, a no ser que este ya casado, posiblemente en un año o dos serás la señora de algún millonario. Además, tienes cosas que muchas deseamos eres virgen, ahí fuera se volverán locos por ti, y tu tara no es visible, sino por el comprador, quien sabe incluso te pagara la cirugía para desaparecer esa horrible cicatriz.”- escuchar sobre la cicatriz me hizo volver a mirar mi expediente, y allí estaba una foto, a todo color del interior de mi muslo, la rabia me sobrevino y estrellé mi expediente contra el suelo.

Se acabó, hasta aquí habíamos llegado, no me voy a mostrar sumisa como todas estas desquiciadas, si me iban a comprar se llevarían a mi yo cabreada, ¿vamos a ver si se atrevían a comprarme?.

Ruyman.

Mientras las chicas salían las luces de los palcos, se iban encendiendo mientras pujaban, eso me dio idea de que había, junto con el nuestro, siete palcos con compradores o grupo de compradores.

Todas las mujeres salían sonrientes, y vestida de algún personaje ficticio o real del cine, los libros, la mitología, la historia….iconos de feminidad, que alteraban las hormonas masculinas, hasta el idiota de Rayco se vio alterado por un par de ellas, e intento pujar, pero por una, lo detuve a tiempo, y la otra que pujo, no ganó la apuesta.

Me parecía todo tan patético, que decidí, dedicarme a beber y a comer, no necesitaba más, sólo que esto acabase pronto, y que el estúpido de Rayco dejara de hacer el ganso intentado buscarse una mujer para seis meses, él no las aguantaba tanto, nuestro lema era sedúcelas, disfruta de ellas, y déjalas, pero no le mientas.

Y eso con nuestro atractivo y carisma, tarda dos días a lo sumo, al tercero salimos corriendo del agobio.

- “¡Lástima!, si el palco seis, compra a alguien, lo lamentaré por ella.”- dijo de repente Mark.

- “¿Por qué?”- pregunto Rayco mirando la especificación de la siguiente que saldría.

- “Llevo muchos años asistiendo a estos eventos, muchas de mis amigas han salido de aquí, algunas no las he devuelto, simplemente firmé que me las quedaba, y las deje ir, con una buena suma. La forma de pujar de ese palco me revela que sólo hay una persona que pueda hacerlo así, y no es otro que Jack Foster, el multimillonario de la alimentación, y también conocido por ser un maldito maltratador. Le va la dureza, y el reto, muchas de las chicas que ha comprado, no se ha vuelto a saber, nada de ellas, el alega que huyeron, pero el señor Marchetti, lo duda, no le puede prohibir que asista, así que, aquí está de nuevo a por otra mujer a quien usar para sus atrocidades, por ahora sólo ha pujado por dos, y nos las ha conseguido, pero me da, que no es de los que se rinden, alguna desgraciada será vendida a ese cerdo y…”- no hizo falta más para que Rayco, Sir Lancelot, caballero andante, se ofreciera arrebatarle cualquier puja que ese hombre hiciera.

Cada segundo que pasaba yo en aquella sala, más tenía claro que yo sobraba, todo esto era un disparate, cuando saliera de allí, tendría una conversación muy seria con el señor Carlo Bencomo, alias el Rey Carlos, sobre entrometerse en la vida de su hijo mediano. Sé que le gustaría tener una jauría de nietos, pero eso no es baluarte, para meter a su hijo en actividades ilegales, porque mírese como se mire, comprar una mujer en este tiempo y en Estados Unidos, es de lo más ilegal.

- “¡Dios, bendito! ¿quién es esa diosa?”- la exclamación exaltada de Rayco, y el interés repentino de Mark me hizo mirar por el ventanal, y un estremecimiento que no había sentido nunca, me recorrió entero, al mirar al ser que entraba en la sala.

- “¿Esa mujer, porque está en esto?, No desea estar aquí, no fue voluntario.”- pensé al mirarla, dejando que mi rasgo de análisis psicopático del comportamiento y la comunicación no verbal humana, como decían mis hermanos, entran en acción.

Era toda una belleza, morena, esbelta, deseable, pero lo que verdaderamente me llamó la atención fueron sus ojos, su color y su mirada, no miraba con deseo, o tentación como las otras mujeres, ni siquiera era miedo, esa mujer estaba retando a que se atrevieran a pujar por ella, su mirada y su pose demostraban que no sería una dama fácil de domar, como las otras.

Por primera vez corrí a mi carpeta y la busqué, sentí como si algo me golpeara la cabeza, cuando leí sus especificaciones en la primera hoja, palabras como ocho años, virgen, prueba de perdida de virginidad en una semana a su compra.

La maldita Andrómeda, que era su nombre en clave, además de una diosa cautiva, era un reto para todo hombre que tuviera sangre en las venas, se iban a lanzar sobre ella como leones.

- “Lastima su tara, unido a su tiempo de devolución, habrá pocos hombres que la quieran.”- oí como decía el experto en esta materia, Mark Lamont, me hice una nota mental, de contarle a mi madre a que se dedicaba el gran amigo de mi padre, le doy un día para que mi padre corte la amistad con él, si la Reyna Diane, decide algo, se acata y punto, y mi padre, es su firme esclavo.

- “¿Qué Tara?”- pregunté sin entender a que se refería.

Mientras seguía mirando a la diosa esclava que se movía hacia su puesto, sin apartar la vista de los palcos, con gesto retador, su barbilla estaba alzada, sus ojos destilaban furia, retándolos, además de que sus labios y mandíbula, estaban apretados, y su cuerpo reflejaba tensión, como si estuviera esperando su primer asalto, si fuera un hombre, ahora mismo habría obligado a más de uno, a bajar a la arena a luchar.

- “Mira la última página de su perfil.”- me dijo Mark, la miré, mientras sin darme cuenta de que Rayco me miraba con una sonrisa, y asintiendo, miro a Mark para que se acercar a él.

Yo no me enteraba de lo que esos dos estaban hablando, no estaba allí literalmente, mi meten quedó atrapada en lo que veía en la foto, donde se veía el interior de un muslo cremoso, de apariencia suave, donde una sensual cicatriz, destacaba.

Noté como mi miembro se endurecía, y por unos segundos me vi a mí mismo besado cada centímetro de esa cicatriz, mientras Andrómeda, mi diosa esclava, gemía de placer.

- “Párate ahí, Zipi, que te vas, ¿Acabas de decir “mi diosa esclava”?, ¿Desde cuándo es tuya?, ¿qué coño te pasa? ¡Reacciona!”- me dijo mi conciencia, y decidí hacerle caso, respiré hondo.

Decidí que esta subasta seria como cualquier otra. Me senté en mi sillón en espera de que empezara, pero, aunque quiera aparentar tranquilidad, no me di cuenta de que mis manos estaban rígidas, y mi cara reflejaba tensión, me había vuelto más callado de lo normal, y el azul de mis ojos habían oscurecido, mientras mantenía apretada mi mandíbula.

La puja empezó alta, y por la persona que Mark, nos había descrito como un maltratador de mujeres, el palco seis, pujó una cantidad de seis cifras.

- “¡Dios va por ella!, pobre, su primera vez, y será con ese desalmado.”- dijo Mark, al escucharlo, no pude evitar cerrar mis puños, y sentarme más erguido, no sabía por qué, pero no me gustaron sus palabras, quizás porque mi vida está llena de mujeres, que los hombres Bencomo, estamos abocados a proteger con nuestra vida, si hiciera falta.

Es difícil de entender, pero así me educaron, mi madre, mi hermana, mi cuñada y mis sobrinas, tiene ese derecho, por nacimiento, a ser protegidas de todo, acosta de nuestras vidas si llegara el caso, y eso era algo que mi cuñado, mi padre, mi hermano y yo, ya habíamos asumido.

- “¿Por qué sentía que la diosa esclava, entraba también en esa categoría?”- pensé, decididamente había bebido demasiado whisky.

- “No lo permitiré, esa mujer no se merece que la traten así, esta puja la gano yo.”- dijo Rayco y comenzó a pujar, mi primera reacción, fue decir, que ni se le ocurriera tocar lo que no le pertenecía, pero me sentí tan ridículo pensándolo, que decidí que lo mejor era seguir emborrachándome, a lo mejor así dejaba de pensar tonterías.

- “Pronto la batalla se convirtió en una puja de tres palcos, el siete, el seis, el del malnacido maltratador de Jack Foster, y Rayco, que éramos el tres.

Mientras ellos pujaban, yo miraba a la diosa, cada puja hacía que apretara más los labios, ya casi habían perdido el color. Sus manos estaban cerradas, y si mis dotes de observación no me engañaban, estaba respirando de forma irregular, se reflejaba en el subir y bajar del su pecho. Estaba terriblemente asustada, pero se obligaba a sentir coraje, sólo se dejaba reflejar reto, era toda una luchadora.

- “¡Vaya!, gracia por la información”- las palabras de Mark, me hicieron girarme hacia él.-“ gracias a mis dotes, y a una buena propina, he descubierto que el otro pujador que está pujando, el del palco siete, es ni más ni menos que el señor Marchetti, al parecer está pujando por su propia mercancía ¿ Qué hace que esa chica sea tan especial, para que ese hombre la quiera para él?”- la imagen que me vino a la mente fue la de la diosa esclava, atada a ese hombre sin poder huir, y una furia desconocida hizo que perdiera la razón, me acerque a mi panel y puse una cifra que sabía que nadie podría pagar, y que para mí era sólo calderilla, una cantidad de ocho cifras, igual al número de años que ella seria mía.

Cuando la cifra salió, todo quedo en silencio, la Diosa esclava miró a mi palco, sabía que no podía verme, pero yo sentí esos ojos clavados en mí, y al mismo tiempo yo los clavé en ella. Pasaron segundos, pero a mí, parecieron horas, sólo deseaba hundirme en esa mirada, estaba como en trance, sólo me despertó, una voz que dijo.

- “Adjudicada al placo número tres, cliente seiscientos veinticinco.”- Rayco saltó sobre mí, y golpeó mi espalda.

- “Enhorabuena esa mujer es tuya, te pertenece.”- me dijo y yo miré a mi alrededor, como volviendo a la realidad.

-” ¡Mierda! ¿Qué has hecho Zipi?”- me dijo, mi mente, justo en ese momento pasaron dos cosas que me dejaron claro que mi mundo, tranquilo que conocía, el que a mí tanto me gustaba, había acabado.

Primero, la diosa señaló mi palco, con su dedo, y después hizo la señal, con su dedo como cortándose el cuello, que dejaba claro que esa mujer no me iba aponer las cosas fáciles.

Lo segundo, mi teléfono, dentro de la urna, comenzó a sonar con el único tono que sabía que pertenecía a la única persona que sabía que algo me estaba pasando, una persona que estaba en otro continente, una persona cuyo tono exclusivo no era que el de la película “Misión imposible”, mi hermano, y gemelo del terror, Benearo Bencomo, alias Zape.

Con esto, y sabiendo que ya había metido la pata hasta el fondo, lo único que hice fue acercarme al camarero, darle mi tarjeta black y decirle.

-“Que se cobren todo, incluido la puja, y dame otro Whisky.”- cogí mi copa, y pense.

- “Peor no lo podías hacer, Zipi, pero a lo hecho pecho, tienes ocho años para recuperar tu vida, bueno, quizás se pasen pronto.”-

- “Si claro, eso no te lo crees ni tú”- me dijo mi conciencia

Ese pensamiento hizo que me bebiera el contenido completo del vaso de golpe, que bajó por mi garganta quemándola, mientras yo intentaba ignorar el insistente sonido del móvil, que no paraba de sonar.

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