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Capítulo 1 (Parte III).

Al despertar, todo en su cabeza daba vueltas. Por un momento se sintió borracha, muy borracha.

Escarlata profundizó en sus pensamientos mientras intentaba volver en sí. El olor de la enfermería la trasportaba hasta aquel trágico momento que cambió su vida.

Cuando la vida se convirtió en algo sin sentido, sin valor.

Recordó despertar en aquella oscura habitación de penetrante olor.

El amoniaco, el cloro, además de un sin par de olores químicos capaces de intoxicar hasta el más experimentado. Cuando abrió los ojos y sus manos palparon el color carmesí de aquella sangre gélida impregnada en el piso. Empezó a temblar con horror sin tener la menor idea de cómo había llegado allí.

Cuando miró a su lado, se encontró con la más horrorosa imagen que había visto en su vida. Ahí a su lado estaban los cadáveres de sus hermanitos, bañados en sangre. Recordó cómo se arrastró por el suelo, por la sangre, solo poco, intentando alcanzarlos. Tocó la inactiva y helada piel de sus rostros, el frio cadáver quedaría marcado en sus manos por siempre.

Un manto blanco de muerte cubría las pupilas de aquellos pequeños ojos que algún día la miraron con cariño. El amor de hermanos, Elizabeth y Esdras no respirarían más.

Recordó dejarse caer sobre sus ensangrentados hermanitos, ahogándose en una pena desgarradora. No pasó mucho tiempo cuando se dio cuenta de que, a pocos metros, también estaba su madre.

Gritó con todas sus fuerzas al verla, y perdió en conocimiento una vez más.

Despertó, de nuevo, en brazos de un preocupado policía que la llevaba corriendo en dirección a una ambulancia.

¿Acaso tenía sentido salvarse?

Luciana abrió los ojos, intentando ahuyentar aquel recuerdo espantoso. Se levantó poco a poco, dejando que sus pies colgaran al borde de la camilla. Tocó su cabeza, quizá un poco aturdida; podía ser invencible, pero aún era humana.

―La bella durmiente al fin despertó. ―Una voz masculina inesperada llegó detrás de ella. Lucia saltó de la impresión, era realmente muy difícil asustarle; no lo esperó, había logrado tomarle por sorpresa.

― ¿Quién se supone que eres tú? ―preguntó ella molesta, inconforme por el intruso.

―Soy Brice Krann, él mejor pretendiente que puedas conseguir en esta universidad.

―No ―corrigió ella―. Tu solo eres el maldito cretino que me pegó con una puerta. No creas que no me di cuenta.

―Tampoco es para tanto cariño.

― ¿No lo es? ―preguntó realmente ofendida, ella bajó de la camilla y tomó a Brice de su chaqueta, levantándolo de su silla en su solo jalón. Lo hizo sorprenderse, no esperaba que ella fuera así de fuerte― Escúchame idiota. Si vuelves a hacer algo remotamente semejante a eso, o siquiera meterte conmigo en lo más mínimo que te puedas imaginar, te juro que...

― ¿Qué preciosa? ―interrumpió Brice― ¿Me darás una paliza?

―Te regalaré un cupo gratis en la mejor cama que hay... en mi funeraria, todo pagó con autopsia y embalsamiento. Incluye el traslado al cementerio. Yo misma me aseguraré de que estés bien muerto. ―Lo miró fijamente a los ojos, si él creía que ella estaba bromeando, se equivocaba.

―Tranquila. ―Él retrocedió dos pasos, intentando alejarse de ella―. Ahora sí creo que no es para tanto.

―Atrévete a desafiarme y comprobarás que veracidad de mis palabras.

― ¡Brice! ¿Todavía estas aquí? ―preguntó Tegan desde el pasillo.

Harriet lo miró cortante, casi matándolo con la mirada, Tegan no tardó en percibirlo, eso hizo que todos los cabellos de su cuerpo se erizaran.

―Genial... hay dos de ustedes ―dijo Harriet, los chicos eran de apariencia similar, solo que el chico del pasillo era más pequeño y pelinegro.

―Nena, eres impertinente ―dijo Tegan.

Ella lo miró con molestia para luego simular que lo golpearía, Tegan retrocedió con temor ante la impresión. Golpeando la puerta contra la pared, lo que hizo que su cabeza impactara con fuerza en la madera. Ella sonrió maliciosamente y se marchó, haciendo suya una salida dramática con orgullo.

Brice y Tegan se vieron pasillo, mientras ella se alejaba, todos se abrían a su paso y aquel que no lo hiciera era empujado fuera de su camino. Cuando desapareció entre los pasillos, Tegan se quejó llevando su mano hacía en cuello.

― ¿Quién diablos es ella en realidad? ―preguntó Brice.

―No tengo la menor idea; creo que prefiero no saberlo. Lo único que quiero saber es donde conseguir una aspirina.―Tegan volvió a intentarse en la enfermería.

Brice miró una vez más hacía la dirección en la que Harriet había salido, su curiosidad y fascinación por aquella chica era demasiado fuerte.

No se quitaría de su camino tan fácilmente.

Harriet caminó hasta las afueras de la universidad. Salió del campus y se dirigió al centro de la ciudad. No conocía mucho Nueva Jersey, era extranjera en un lugar prácticamente desconocido para ella. Lo que no le importó demasiado, necesitaba caminar, se tomaría su tiempo para llegar al destino correcto.

Pero primero necesitaba la dirección. Así que tomó su teléfono celular, y le envió un par de mensajes de texto a Jared, pidiendo la dirección correcta de la funeraria.

Él no tardó en responder al pedido de su amada y le preguntó si no quería que enviara un auto por ella, a lo cual se negó.

De pronto, una escuchó una voz.

¿Acaso había escuchado que la llamaban?

No estaba acostumbrada al nombre que llevaba ahora; pero podría jurar que haber escuchado a alguien usarlo.

Cuando el auto frente a ella se apartó, Harriet pudo ver al responsable al otro lado de la calle. Este le hizo una seña, como si le pidiera que esperara. Ella sonrió, él era justo lo que necesitaba.

―Disculpa, Harriet Benneccio, ¿cierto? ¿No me estoy equivocando? Te llamé, por un momento pensé que me estaba equivocando. ―Él alargó su mano hacia ella, supo que él intentaba saludarla formalmente.

―Sí, es mi nombre, estaba algo distraída, lo siento. Tu eres Petters, ¿cierto? ―Ella tomó su mano para consumar el saludo, y fingió no recordar su nombre.

―Puedes decirme Jacob ―dijo sonrientemente.

―De acuerdo.

― ¿Te sientes mejor? Lamento mucho lo que te pasó. Los Krann están locos, ellos se creen los reyes del mundo.

―Lo noté.―Puso sus ojos en blanco, dejándole ver al chico que ya había tenido el desagrado de conocerlos y no le había agradado―. Ya estoy bien, gracias por preguntar.

― ¿Estas ocupada ahorita? Te puedo invitar a un café, té, o lo que más te guste.

―No, solo quería caminar un poco, luego iba al negocio de mi tío Jared; pero no es nada que no pueda hacer luego.

―Supongo que eso es un sí ―concluyó, por como la miraba, él necesitaba que ella le diera una respuesta un poco más directa.

―Es un claro que si ―dijo muy sonriente.

―De acuerdo.―Él también sonrió―. Vamos en mi auto, no hay cafeterías buenas dentro del campus. Pura basura que sabe a lodo, supongo que te gusta el café de calidad.

―En realidad. Todo lo que tenga la palabra “sabor a café” en ella me gusta, sea barato o caro, puedo soportarlo ―agregó y ellos caminaron en dirección al auto.

―De todos modos, te llevaré a la que a mi parecer es la mejor cafetería que hay en todo Jersey.

―Me gusta cómo suena eso.―Ella se sacudió de la emoción, dando un par de palmadas de entusiasmo.

Harriet sonrió aún más al ver el auto del chico.

¡Qué lindo Ferrari manejaba! ¡Era todo un lujo!

Definitivamente le pediría uno a su jefe, ella era su mejor negocio, todo lo que quisiera se lo darían, no podían arriesgarse perderla, debían mantenerla feliz.

Como todo un caballero, él abrió la puerta para que Harriet abordara el auto. Al sentarse, pudo percibir el olor a cuero nuevo y bien cuidado, llevó ese aroma glorioso y placentero hasta su cerebro. Era inevitable no aspirar una y otra vez, llenando sus pulmones de ese satisfactorio sabor a modelo del año.

El tráfico dificultó un poco su llegada a la cafetería. Pero se sorprendió porque ambos mantuvieron una charla animada durante todo el trayecto. No se conocían, aun así, parecía que tenían mucho por compartir. Él le hablaba de su vida, de su familia, todas las tradiciones y compromisos planeados de la alta sociedad. Ella parecía entenderlo a la perfección. Para un joven era fastidioso llevar esa vida, todo lo que era aparte del dinero y los caprichos, era realmente una pesadilla.

Al llegar a la cafetería, Jacob abrió la puerta de Harriet y le ofreció la mano para ayudarle a salir del auto.

Él era un caballero.

El muchacho era ordinario, tenía una belleza común, ojos color café claro, barbilla partida, cabello negro que iba en todas direcciones, una nariz perfectamente proporcionada. No era musculoso, tampoco era gordo o demasiado flaco. Él tenía lo suficiente por todas partes, bello, ordinariamente atractivo.

Cuando ingresó al local, admitió que él tenía razón, el lugar era hermoso. Los ojos de Harriet brillaron al mirar el lugar, tan esplendoroso y, a la vez, delicado. Enseguida supo que ese sería uno de sus lugares preferidos en Jersey.

La charla continuó hasta mucho después de terminar con el café y los bocadillos. Ella también había reído, por un momento, Harriet sintió que dejó de ser Harriet, e incluso Escarlata, para volver solo Luciana, una humilde y feliz chica de campo inglés.

Extrañaba Irlanda, su hogar, el campo donde pasó los mejores años de su infancia, hasta que su vida se derrumbó, convirtiéndola en el ejemplar de seducción y arsenal más valioso de la mafia rusa.

―Debo confesarte algo Harriet ―dijo Jacob, ella pudo verlo ponerse nervioso.

De inmediato, completamente interesada en lo que él tuviera para decirle.

― ¿Qué pasó? Parece serio ―Ella se irguió en la silla, simulando preocuparse.

―Mi padre, él me dijo que debía hacer amistad contigo porque eres la hija de Chester y quiere hacer negocios con él, tal vez si yo te caía bien, eso podía influir en una respuesta afirmativa de parte de tu padre. Luego tuve mis propios motivos para invitarte a venir; pero me caes bien, fuera de cualquier motivo por el que te invitara. Pienso que podríamos ser amigos.

―También lo pienso.―Ella lo miró con ternura, le agradaba, cuando ella había visto la foto supo el tipo de muchacho que sería, y no se había equivocado.

―Necesito ayuda en algo, eres mujer, yo soy hombre. Yo necesito una mujer para esto.

― ¿Supongo esos son los motivos personales? ―preguntó ella, imaginó mil posibilidades sobre lo que él tenía para decirle y, por un momento, pensó que ella tenía el plato servido.

―Si ―sobó su nuca―. Mira, he salido con mi novia por más de dos años y quiero pedirle que se case conmigo; pero no tengo la menor idea de cómo hacerlo, ya que tú eres una chica, me podrías dar ideas sobre cómo... pedírselo.

Harriet sonrió, y lo miró enternecida, fingió estar enternecida; aunque por dentro ella gritaba maldiciones, gritaba de frustración.

¿Qué?

¿Él enserio tenía novia?

Él no solo tenía novia, él estaba a punto de proponerle matrimonio.

Las indicaciones de su trabajo eran claras, ella debía acercarse a él al punto de enamorarlo y hacer que le pidiera matrimonio.

¿Cómo le daría consejos para que se lo pidiera a otra chica?

Las cosas serían más complicadas, ella definitivamente tendría que alejar a la novia.

―Bueno Jacob, cada chica es diferente. Todas tenemos diferentes sueños y gustos. Tal vez lo que me guste a mí no le guste a tu novia. Ni siquiera la conozco como para decirte algo sobre sus gustos. Me encantaría ayudarte; pero creo que soy la menos indicada para ello ―aclaró Harriet.

―Tienes razón, disculpa por molestarte con esto, te acabo de conocer, no te debe interesar estas cosas de mi.

―No me molesta, para nada. Al contrario, tal vez no pueda ayudarte ahora; pero si me presentas a tu novia, quizá pueda sacarle esa información. ¿Qué te parece? ―preguntó ella siendo suspicaz.

Para deshacerse de la novia primero necesitaba conocerla, ella podría hacer que todo se derrumbara desde adentro, siendo su amiga.

― ¿Qué te parece si mañana te la presento? Va a la universidad con nosotros, estudia en el edificio de arquitectura. Estoy seguro de que te encantará, serán amigas en cuando se conozcan ―dijo él.

―Excelente, me parece perfecto.―Harriet sonrió de medio lado, Jacob no era capaz de mirar la malicia en sus ojos.

Ella no era una persona de fiar y no se detendría hasta obtener lo que quisiera.

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