Capítulo 1 (Parte IV).
Harriet Benneccio, repetía Escarlata en su mente, una y otra vez. Ese era su nombre, lo sería por un tiempo indefinido.
Un tiempo que no podía calcular.
Caminó por las aceras de jersey, con sus tacones altos, pulseras de diamantes, aretes de oro grueso y ropa de diseñador, aun así, más tranquila que un gato en su siesta. Era un gran botín para cualquier ladrón; sin embargo, a ella parecía no importarle.
Todos los transeúntes pegaban su vista en ella y dentro de los negocios todos se tomaban el tiempo para observarla.
¿Quién era? ¿Cómo una chica como se movía en medio de Jersey a pie?
Ella no lo notaba, estaba más que hundida en sus pensamientos. Así caminaba, intentando recordar cómo era caminar por en medio de una ciudad, como lo hacía en su infancia. Recorriendo Dublín.
Ella dio un giro inesperado para los espectadores de la calle, introduciéndose tranquilamente en aquella funeraria recién abierta. Como dueña y señora de todo, caminó por en medio de los ataúdes y arreglos florales. Dirigiéndose directamente hasta el mostrador.
Los Dependientes la miraban extrañados, no conocían a aquella chica que se paseaba como propietaria. Ella los miró desafiante, demostrando molestia por su insistente mirada sobre su cuerpo.
― ¿Qué? ―preguntó con expresión de molestia.
Ellos despegaron sus ojos de ella por temor y el duro tono de su voz.
―Usted debe ser la señorita Benneccio… ―dijo uno de ellos, intentó acercarse para presentarse; pero ella lo detuvo con una seña.
―Y yo que pensaba que era Angelina Jolie ―interrumpió ella, sin simpatizar, molesta, dura―. ¡Vuelvan a trabajar inútiles! ―después de gritar aquello, ella hizo su salida marcada del salón. Introduciéndose en la sala de autopsias.
Jared levantó la vista de su trabajo al escuchar la dura y caprichosa entrada de su novia.
Sin embargo, cuando sus ojos se posaron en él, su semblante cambió, y todo gesto de enojo se derritió ante los ojos azules que la miraban.
―Estás de mal humor ―señaló él.
―Contigo todo lo malo se pasa.―Ella caminó por el salón, fue hasta el escritorio y tiró sus cosas en él, dio saltó quedando sentada sobre aquel.
Jared caminó hasta ella y la envolvió con sus brazos sin bajarla del escritorio. Dejando un que el abrazo perdurara por lago rato.
―Te amo ―susurró él, llevó sus labios a la frente de su amada y le besó, justo donde la puerta le había impactado la frente. Ella suspiró, ya no sentía dolor, no cuando él estaba a su lado.
―Como quisiera que fuéramos solo tú y yo, en una casa a la horilla del mar en una Riviera griega. Donde pudiéramos darle rienda suelta a lo nuestro sin nadie que nos diga lo que debemos hacer o con lo que debemos cumplir, también Te amo.―Acarició el cuello de su galán, mirando sus profundos ojos azules.
―Terminará Escarlata, algún día. Lo prometo.―Jared se inclinó, besando sus labios por un corto momento―. Debo darte algo.
Él se separó de ella, sintió la falta de él tan pronto dejó de tocarla. Caminó hasta su escritorio propio, sacó un sobre de manila amarillo de una de las gavetas. Volvió al pie de Escarlata y se lo dio en sus manos.
Ella lo abrió enseguida, sacando un pasaporte y una identificación falsa. Movió sus labios, leyendo su nuevo nombre en voz baja; aún no se acostumbraba. Dio un gran suspiro al terminar de leer su nueva identidad.
― ¿Qué sucede hermosa?
―A veces pienso que un día olvidaré como me llamo. Dejaré de ser Luciana para convertirme en algo como esto, para siempre.
―Sabes que Luciana murió hace mucho tiempo ―señaló Jared. No queriendo contradecirla o lastimarla, era la realidad. Pero ella jamás se molestaría con él o lo que le pudiera decir.
―Lo sé. Luciana Gjerde se mató a si misma al saltar de un edificio en construcción. Atravesando todos sus órganos vitales con varillas acero, resultando en una lesión incompatible con la vida ―repitió recordando lo que su autopsia podría haber dicho―. Tú y yo sabemos que ella aún vive, en alguna parte de mí.
―Jamás podrás volver a ser Luciana, Escarlata; es una cruel verdad que debes llegar a aceptar. Este es tu destino desde que te metiste con los Vólkov.―Jared señaló su pasaporte, él lo sabía mejor que nadie, él también estaba atrapado ahí. Aunque ella lo había salvado de un destino peor.
―Lo sé, es solo que no quiero olvidar que algún día una niña campirana de nombre Luciana existía en mí. Cuando todo eran juegos y fantasías, cuando se podía soñar sin límites, cuando era... libre.
―Lo lamento cariño.―Él acarició el rostro entristecido de su amada; ella lo miró de nuevo, mientras él la acariciaba. En el fondo, todo valía la pena, si al final estaban juntos.
―Tienes razón, es hora de que lo olvide.
―Cambiando de tema. ¿Pudiste llegar a algo con Jacob?
―Fui a tomar un café con él, es un muchacho muy agradable, simpático, sensible... ¡Y el maldito tiene novia! ¡Planea proponerle matrimonio! ¡Podrías habérmela puesto más fácil! ¿No crees? ―expresó con frustración alzando sus manos sobre su cabeza.
Hablándole al cielo; aunque claramente nadie ahí arriba la ayudaría.
― ¿Qué piensas hacer? ―preguntó Jared.
―Escarlata sabe justo lo que tiene que hacer.―Ambos voltearon ante la voz de Chester en la entrada, ella bufó al mirarlo; en realidad, aun no entendía por qué ese idiota estaba ahí.
―Hola Chester ―saludó Escarlata desinteresada de él mientras pasaba sus dedos por entre sus cabellos.
― ¿Sabotearla? ―preguntó Jared.
―Lo común ―ella dejó el escritorio de un salto y caminó hacía los refrigeradores donde se guardaban los cadáveres―. ¿Cuáles son los nuestros?
―Los de la izquierda ―señaló Chester.
Escarlata abrió un refrigerador, jalando la camilla, exponiendo el cuerpo con una sábana sobre él. Quitó la manta del rostro del cadáver encontrándose con un hombre. Ya estaba hinchándose; pero no era lo que buscaba, así que lo empujó de regreso, cerrando el refrigerador de un portazo.
Abrió un par más hasta encontrar a una mujer. Sonrió al verla, era lo que buscaba.
Caminó hasta la mesa de autopsias, colocándose unos guantes; tomó un bisturí y unas pinzas, volviendo hasta el cuerpo.
― ¿La matarás? ―preguntó Jared.
― ¿A la novia de Jacob? ―preguntó ella. Jared asintió― No si no es necesario, tengo un plan. La amenazaré, si no me toma enserio, le daré un pequeño regalo ―pausó un momento para luego cortarle un dedo al cadáver de la chica en el refrigerador―. Esto deberá intimidarla, si no funciona, la mataré.
Escarlata cubrió el cadáver, volviendo a guardar en el refrigerador. Caminó hasta un frízer al otro lado del salón, tomó una bolsa y colocó el dedo en ella, llenándola con hielo hasta el borde, y la dejó en la puerta del refrigerador.
―Recuerden que no es una salchicha ―dijo para luego cerrar la puerta.
―Debo hablar contigo Escarlata ―dijo Chester, él miró a Jared indicándole que debía dejarlos solos en la sala.
Él ya sabía lo que significaban esas miradas, así que salió de inmediato.
Dejándolos solos.
―Dime ―dijo ella volviendo a subir al escritorio.
―Debes llevar un encargo a New york; tenemos un auto con forros del cargamento. Es importante que lleguen allá. Debes hacerlo tú, no confió en nadie más. Ningún policía se atreverá a desafiarte, eres la mejor evitándolos.
―Además de seducirlos.
―Eres el punto débil de los policías Escarlata. No hay nadie mejor que tú para esto.
―De acuerdo ―dijo ella con total tranquilidad.
No era su trabajo, no, ella definitivamente no andaba por ahí traficando droga, eran trabajos demasiado fáciles, incluso ridículos. No entendía por qué era tan importante para Chester.
―Te daremos el auto que quieres cuando vuelvas, las indicaciones te las paso mañana; aunque sé que ya sabes todo lo que necesitas.
Él dio la media vuelta dando por terminada su conversación.
―Chester, antes de que te vayas ―dijo ella y él volteó a mirarla―. Necesitaré ser cautelosa con Jacob y el asunto de su novia. Quiero que confíen en que sé lo que hago y no se entrometan.
―No eres nueva en esto Escarlata, sabemos bien con lo que estamos tratando. Tu sabes lo que debes hacer y cuando actuar. Solo haz tu magia, como siempre.